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ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

EL ALMIRANTE MONTOJO

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EST. TlFOLITOGRÁFICO DE LOS cSuCBSORSS DE RiVADENBYRA»

Paseo de San Vicente, 20.— MADRID.

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C. P.

MADRID

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librería de FERNANDO FE

CAKRBRA DB SAN JBRÓZOMO, 2 1900

Bs propiedad.

AL LECTOR.

El presente libro no es una justificación, porque no la necesita el que no ha delinquido ; si de él se deduce una reivindicación moral y acaso la más com- pleta y concluyente de estos perturbados tiempoí^j dentro y fuera de nuestra Patria, obra será de los hechos que se relatan presenciados muchos por c^ autor de estas páginas, comprobados otros en forma que por nadie pueden ser desmentidos, de los do- cumentos que se copian, de cuanto constituye, en fin, la realidad de las cosas, expuesta con tal sencillez y sinceridad, que hasta se ha rehuido, cuidadosa- mente, de adornos de elocuencia y de galas retóricagf. Es tan hermosa la verdad que no necesita compos- tura.

Y, sin embargo, está la verdad tan desterrada de nuestras costumbres y nuestra vida, que, cuando al- guna vez hace una aparición momentánea entre nos- otros, la miramos como á huésped molesto que viene á interrumpirnos en el cómodo curso de las cosas es- tablecidas, ó como ima extraña, cuando no como una impostora.

YI AL LECTOR.

Y éste es el escollo único de la obra presente, que no puede dirigirse á las multitudes, á las que está vedado, por tradicional ignorancia, digna de conmi- seración, el conocimiento de la verdad, ^ ni á esas agrupaciones, dignas de desdeñosa lástima, que la conocen y la niegan; sino sólo á aquellos espíritus que saben distinguirla y sienten el noble impulso de proclamarla: con lo cual ya está dicho que este libro tendrá limitados lectores, puesto que se dirige á los escogidos y á los menos.

Ya se vé. ¡Es tan provechosa la mentira en el or- den individual, aunque sea colectivamente tan fu- nesta I Gracias á ella se conservan errores caducos, organismos fastuosos, puestos brillantes; merced á ella subsisten períodos de recortado doctrinarísmo, como el presente, en que se forman oligarquías de favorecidas castas que todo lo invaden y lo desmo- ralizan todo, explotando los medios que pone el Es- tado al servicio de los poderes públicos, como vínculo de familia y patrimonio de privilegiados; gracias á ella el favor toma puesto de merecimiento, el ruido nombre de fama, la audacia hinchada prestigios de talento, y la influencia corruptora títulos y aparien- cias de justicia ; lo extemo sustituye á lo íntimo, la forma á la esencia, la reglamentación á las leyes, lo accesorio á lo permanente, y la débil regularidad del organismo social empobrecido á las explosiones ge- nerosas de la vida ; gracias, en fin, á esas mentiras brillantes, á esos convencionalismos aparatosos y va-

AL LBOTOR. Vil

CÍ09, sobreviene la catáatroíe inevitable , que nunca aplasta á los muñidores de la farsa inicua, sino á los confiados j á los tímidos, á los crédulos y á los dis- ciplinados, á los honrados y á los sinceros.

[La catástrofe! , es decir, el hundimiento de un

pueblo que vé, de improviso, caer en el abismo, para no reaparecer jamás , su gloria pasada y su honor presente, sus triunfos, sus conquistas, su historia, su grandeza, su nombre y su porvenir; la catástrofe irredimible, inmensa, abrumadora, gigantesca, aún empequeñecida por sus degenerados é impenitentes autores , aún desfigurada por la mentira imperante, para que el cadáver no asuste con el espanto de la muerte, para disminuir, recortándola con tijeras mi- croscópicas, hasta las proporciones de la responsabi- lidad. Porque éste es el caso de nuestra Patria in- fortunada: un siglo de perennes luchas, motines, pronunciamientos, revoluciones y guerras civiles que agotaron sus fuerzas; largo abatimiento después, que vino á parar en vergonzosa decadencia; el espí- ritu nacional debatiéndose en la agonía y confor- mándose, como prolongación de su estado, con apa- riencias consoladoras que reprodujesen la imagen de la vida; y, en efecto; por todas partes el simulacro de una nación rápidamente reconstituida y descan- sando en sus energías y sus fuerzas ; leyes de liber- tad y democracia; planes de reorganización militar; decretos sobre adquisición y construcción de artille- ría moderna; empréstitos para construcción de una

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VIH AL LBGTOR.

armada poderosa; protección á la industria nacional ; fomento de arsenales y astilleros; botaduras de bar- cos; relaciones fabulosas de batallones y armamen- tos ; listas de acorazados de combate de gran poder ofensivo y defensivo ; clasificación enorgullecedora de escuadras; puertos y fuertes declarados inexpug- nables ; generales, abrumados de títulos y honores y proclamados invictos, al frente de las colonias; polí- ticos complacientes acreditados de ilustres, y gober- nantes erigidos en hombres de Estado indiscutibles, á la misma altura que Cavour y Bismarck*.... Y llegó la hora de la prueba , de las grandes pruebas de los pueblos: estalló en Cuba una insurrección, y no pudo ser reprimida ; y en vano numerosos y débiles caño- neros procuraron cerrar el paso á las expediciones y á los auxilios del Norte de América; estalló otra re- belión en Filipinas, y resultó entonces que Manila sólo estaba amparada por caducas é inútiles mura- llas, coronadas de cañones de bronce de tiempo de Carlos III ; que sólo había en el archipiélago un millar de soldados españoles ; que nuestros batallo- nes expedicionarios, resultado de sabia organización y objeto de adelantados elogios, consistían en im- provisadas unidades tácticas de jóvenes, casi niños, sin instrucción militar y sin resistencia física ; que nuestro ejército carecía de artillería moderna de tiro rápido , y que todo era vacilaciones y desorden ; y sobrevino la guerra insensata con los Estados Uni- dos, y resultó que la llamada escuadra de Filipinas

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AL LECTOR. IX

se componía de un vapor de latón, el Reina Cristina^ pontones viejos de madera sin máquina, y cañoneros de escasa importancia; que los americanos desembar- caban y conducían gruesa artillería por los campos cubanos y filipinos, empresa considerada por nos- otros como imposible ; que no existían en la bahía de Manila ni un fuerte ni una batería que merecie- ran este nombre, y que no contaba allí, por im- previsiones é incurias de la metrópoli, con torpedos ni elementos de defensa de ninguna clase; resultó, asimismo, que las otras escuadras, que constituían la mayor esperanza de los españoles , la mandada por Cervera y la de reserva á las órdenes de Cámara, no eran importantes ni fiíertes ; que á débiles cruceros se les llamaba acorazados, y á insignificantes caño- neros se les denominaba cruceros, y que ninguno te- nía artillería de grueso calibre; y que, en suma, po- seíamos tres cruceros sin protección, el Oquendo^ el Infanta María Teresa y el Vizcaya ; un crucero regular, ehCristóbal Colón^ no preparado para la lu- cha ; un barco sin protección ni espesor alguno, el Carlos F, y un solo buque de combate, el Pelayo^ acorazado de segundo orden, anticuado y sin mar- cha; y resultó, en fin, como no podía ser menos, que, á la mera aproximación de los yankees, cayó, como barrido de un soplo, todo ese aparato ficticio, todo ese mundo de talco y cartón dorado ; que algunas poblaciones de nuestro litoral, sorprendidas de es- panto, hablaron de enarbolar bandera blanca si se

X AL LIBOTOB.

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acercaba la escuadra de Watson; que la paz ge impuBO, pa2 despiadada y bochornosa; que alguien, en previsión de conmociones populares que no exis-' tían, lanzó la especie de las responsabilidades, y que de la desorganización de un siglo, de la decadencia común, del derroche inútil de la fortuna nacional,* de las imprevisiones y abandono de la metrópoli, del continuado engaño que sustituyó, por largos afios, las realidades deseadas con la mera apariencia de las cosas ; de la catástrofe, en fin, por tantas cau- sas solicitada y atraída, dos hombres eran los únicos culpables : un digno y desgraciado general de ejér- cito, y él infortunado cuanto heroico almirante Montojo.

Y después de la catástrofe, después del peregrino descubrimiento de los dos únicos responsables, de los dos culpables únicos de las torpezas, los errores y la decadencia de un siglo y de un pueblo ; después de impuesto el castigo de esos dos únicos autores de nuestra ruina, las cosas siguen, no como, sino peor que estaban, y no porque la fiera haya pedido más víctimas, porque no le importó poco ni mucho que las hubiera. Sigue su camino triunfal la indiferencia, que nos mata, porque nunca se va, con ejércitos de indiferentes, á la conquista de los ideales; constituí yendo la nación un territorio en riesgo, porque será la túnica de Cristo en el primer pavoroso litigio de las naciones de Europa, que todos diputan por cer-^ cano y todos temen por espantoso, lejos de imitarse

AL UgOTOB. XI

la vigorosa reorganización de PruBia después de Jena^ Austria después de Sadowa y Francia después d^ Sedán-^ejemplos todos de este siglo, y los dos últi- mos relativamente próximos, sigue sin reconsti- tuirse el ejército, y se continúa careciendo de ele- mento de guerra tan decisivo como la artillería de tiro rápido, que poseen, entre otros pueblos más po- derosos, hasta Grecia y Turquía: constituyendo la península la llave estratégica del Mediterráneo y del Atlántico, no menos que del continente africano; siendo tan dilatadas sus costas y tan codiciados sus archipiélagos de las Baleares y Canarias, en que es-» cuadras extranjeras realizan sospechosos estudios de sondeo y ejercicios de desembarco, continuamos sin buques de guerra, y hablas^, como entre insensatos, de fortificaciones terrestres que tampoco se ha-» cen, olvidando el ejemplo de la inutilidad de las formidables de la Habana, é ignorando ¡ya es ig- norar I que en la primera conflagración europea, la guerra tomará un carácter exclusivamente naval, como sucederá en casi todas las guerras modernas; hay quien pide que se eche doble llave al sepulcro del Cid, y, siguiendo el ejemplo de Bélgica, abando- nemos toda idea de fuerza y nos consagremos á fo-^ mentar y á fortalecer la instrucción, la paz y el tra- bajo, sin pensar en nuestra distinta y comprometida situación geográfica, ni en las ambiciones extrañas^ que nos imponen, como primera necesidad, la de sal- varnos; ante el espectáculo abrumador de esta Patria

AL UHTTOE.

mutilada y amenazada de mayores desdichas, aún hay quien repite, como gracia qiie tiene mucho de imbécil, y payasada que tiene mucho de fdnebre, aquella frase atribuida á un monarca funesto, de «nüirina poca y mal pagada», con la cual no hay duda que, llegado el momento, defenderemos nues- tras coatas y nuestras islas, y, lo que aún está por encima de todo, el honor nacional y el derecho á la vida: continúa siendo nuestra pésima y desorgani- zada Administración á pesar de decretos hipócri- tas que consolidan escandalosas improvisaciones, y en que son más las excepciones que las reglas, y és- tas tan elásticas que, en cualquiera forma, quedan aparentemente observadas , patrimonio de logreros y campo sin vallas abierto al nepotismo de consagra- das castas, al escalamiento de toda bastarda ambición, al festín diario de todas las medianías endiosadas, de todos los estímulos de la concupiscencia, de todos los apetitos de los prohombres al uso; la política, to- davía más empequeñecida y degenerada que antea, tocada ya de mala nota, como ciertas fáciles mujeres, sigue desenvolviéndose en los moldes corruptores de un tráfico innoble, burlador de un sistema desacre- ditado, en que los gobiernos amafian mayorías, y és- tas, á cambio de complacencias, puestos personales y credenciales para sus cohortes de paniaguados, po- nen el poder legislativo al servicio del poder ejecu- tivo, que se convierte en único, y votan tributos in- Boportablea y absurdas leyes; y sigue la anarquía

AL LBCrrOR. XIII

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funesta que nos condujo á la catástrofe; continúan alzándose las ambiciones de costumbre, reclutando incautos con el eterno banderín de enganche y la in- noble y eterna superchería que parece formar parte inseparable de nuestra vida, y que deslumhra y €Íega á las multitudes-incultas, destinadas á servir siempre, por designios ineludibles, de escabel y de pedestal á ídolos de trapo sacados de viejas guardarropías; y ofrecemos, en fin, el raro espectáculo de un pueblo, á la vez incorregible y sumiso, que sigue viviendo, como por milagro inexplicable, á merced del acaso, fuera de toda norma de civilización, fuera de los con- ceptos del derecho, fuera de los dictados de la moral y fuera de las realidades de la justicia.

Sigue viviendo, si esta agonía social puede lla- marse vida; sigue viviendo, tal vez por designios históricos, pero vejado por el. desdén de Europa, porque no puede ser respetado quien no empieza por respetarse á mismo; pueblo de tal manera decaído, en tal estado de indiferencia, desorden y anarquía del espíritu, más que inevitable y fortuita volunta- ria, no puede aspirar á regenerarse, no tiene capaci- dad ni altura para sentir en su alma los fogajes del ideal , ni en la conciencia las energías necesarias para producir esos sacudimientos de protesta que salvan á los caídos, como los sacudimientos del organismo vigoroso expulsan la enfermedad que lo postra y aniquila; para pueblos que así se abandonan y humi- llan, poco importa el valer sin la consagración de la

XXY AL LBCTOR.

fortuna, nada Tale el talento 6Ín la posición oficial, aunque á ella se ascienda dejando desgarrones de ho- nor en el camino, y nada significa el heroísmo sin la victoria. Para pueblos que así viven, y así llegan á sentir y á pensar, sólo el éxito es glorioso. ¿Cómo ha. de admirar el heroísmo ó las glorias presentes el pue- blo que llega hasta á negar las pasadas, las que aún ilustran la Patria en ecos inmortales de triunfos épi- cos, de descubrimientos asombrosos, de no igualadas conquistas, en una historia que parece leyenda y en una leyenda que parece fábula ? Son grandezas tan al- tas que, hoy, incapaces siquiera de comprenderlas, los pregoneros de negaciones absurdas, los eunucos en quienes se extingue la raza, prefieren, al legítimo orgullo de admitirlas, el voluntario oprobio de ne- garlas.

Amarga es la verdad, pero hay que decirla, so pena de merecer el dictado de agonizantes de un pue- blo moribundo; la catástrofe ha sido espantosa, pero aún lo es más la convicción de haberla merecido: mien* tras allá en el extremo Oriente sucumbía, de un solo golpe, nuestro dilatado poderío colonial; mientras nuestros hermanos combatían, sin medios y sin for- tuna, por el honor nacional , y sucumbían, en mar y tierra, sin auxilio alguno, sin esperanza de socorro, rindiendo en los altares de la Patria el holocausto más sublime, el sacrificio consciente, de su vida; mientras la escuadra, la mal llamada escuadra del valeroso Montojo, los barcos viejos é inservibles en

Á.h LBCTOR. XV

que iban á la muerte los marínoB espafiolee, se hun- dían valientemente en la bahía de Manila, de triste recordación, el negro día I ." de Majo de 1898 ; mien- tras llegaba á Espafia y ee difundía por Madrid, al eiguiente día , la infausta nueva del descontado desas- tre de aquellos hierros viejos, de aquellas tablas car- comidaa que se sepultaban en el mar dbparando sus cañones y enarbolando en lo más alto la bendita en- seña de oro y grana; mientras se extendía la noticia de la hecatombe y se contaba el número de víctimas, la muchedumbre de siempre, compuesta de todas las clases, incluso de ministros de la corona, desparra- mada por la calle de Alcalá, como inmenso hormi- guero humano, dirigíase, ebria de entusiasmo y re- bosante de alegría, á la Plaza de Toros.

Y aun esta indiferencia es lo menos culpable: no bastaba el sac4ficio inútil , el heroísmo llevado á su grado más alto, sin esperanza de ésito, sin asomo de probabilidad; era también preciso que sobre la in- evitable desgracia cayesen los fúnebres velos de la calumnia, que á los gritos de muerte del combate se mezclasen las voces de la di&mación. No había, no podía haber detalles de la tremenda lucha; pero, la misma noche, la propia muchedumbre de «pan y toros», los que lamentaron la catástrofe, lapiüialada asestada al corazón de la Patria, pidiendo caballos y voceando á los picadores en el taurino circo, dis- persándose en calles, cafés y círculos, apostro&ban las sombras de nuestros marinos muertos y el dolor

de los que BobrevÍTÍeron, apellidando torpeza y co- bardía: sí, todo el mundo lo sabia: el almirante Montojo volvió huyendo de Subic á la bahia de Ma- nila, casi seguido de Dewey; una tcz ante Cavite, apagó máquinas, echó anclas y se entregó al auefio sosegadamente; la entrada en bahía de la escuadra yankee fué una sorpresa inesperada, el combate un conjunto de torpezas, coronadas por el más grave error y la debilidad más manifiesta; no haber muerto en la lucha el general que mandaba los barcos des- truidos Así se juzgaba, así se sostenía, á grito he- rido, en todas partes, esto afirmaba el vulgo inmenso,

el vulgo de chaqueta y de levita , y, al recordar,

tamaña ligereza, al apreciar tamaños desatinos, al evocar aquel rencor sin causa, aquella condenación sin motivo, aquel sentenciar sin datos, que tanto influyeron en actos posteriores , en daños irrepara- bles, en prejuicios que, con ser tales, nunca pueden casar con la justicia, sólo se ocurre decir al bravo y pundonoroso almirante Montojo: «¡Hé ahí tus jue- ces!»

No; el presente libro no puede ser una justifica- ción; tiene un valor más alto; el de elementos para la justicia definitiva, para esa sentencia moral que, á la postre, corresponde dictar á los pueblos; el de documentos inapreciables para la Historia; ante ob- jeto tan grande, carecen de importancia los indife- rentismos de la decadencia, los apasionamientos de la ignorancia, las violencias de la envidia, los erro-

^ AL LECTOR. XVII

res del vulgo , los fallos de ocasión y las deficiencias de la justicia; poco importan los juicios de los que inventaban ó esparcían, consciente ó inconsciente- mente, esas infamantes calumnias, tan cómodas para proferidas lejos, muy lejos del peligro, muy distan- tes del débil puente de un barco inútil en que se re- ciben las granadas y el fuego de los poderosos ca- ñones enemigos en ejercicio de tiro al blanco , calcu^ lado fríamente como un negocio. Poco importa todo ello ante datos indiscutibles y documentos irrefra- gables como los que á continuación se transcriben. El general Montojo, que hizo una campaña brillan- tísima contra los insurrectos de Cavite, con previ- sión que le honra, pidió reiteradamente, antes de la guerra con la república norteamericana, elementos de defensa para el archipiélago filipino y barcos de combate; llegado el momento de la lucha y cum- pliendo acuerdos de la junta de autoridades, condujo su débil flota á Subic, cuyo puerto encontró, contra toda presunción y noticia, indefenso, y volvió á la bahía de Manila, y apoyó su escuadra en Cavite, in- terponiéndose entre la capital de las islas y el ene- migo; llegado éste, opuso sus barcos, inútiles y vie- jos, á los formidables cruceros americanos; sostuvo, con gran acierto, el desigual combate, y , siguiendo la táctica de la desesperación, de que habla Bona- mico, acometió el heroico empeño de embestir al Olimpia desde el puente de un débil cascajo, que no otra cosa era el Reina Cristina; ni un solo barco es-

AL laOTOB.

panol cayó en poder del enemigo, sinoque, destro- zados por la enorme superioridad de loa buques y la artillería yankee, se hundieron todos diaparando BUS cañonea y arbolado el pabellón de guerra; mien- tras duró el fuego enemigo, estuvo en el campo del combate; 7 al cesar éste, al ver izada, sin su conoci- miento, bandera blanca en el arsenal de Cavite, con- ferenció con el gobernador militar de la plaza, tomó las disposiciones del caso, y, herido y enfermo, fué á ocupar en Manila, amenazada de inmediato bombar- deo, su único puesto, bu puesto de honor y de peli- gro. Si todo esto se ha reconocido en el proceso; en la misma sentencia se proclaman su acierto y au heroísmo en el combate; si no h& &Itado á ningún deber militar, aíno que todos 1ob_ ha excedido, ¿por qué ruin minucia se le condena?

£1 almirante Montojo es, pues, una víctima de antemano designada, victima arrojada de antemano, para debilitar bu prestigio, en larga prisión indeco- rosa; no necesita reivindicarse, está reivindicado; honra sería, más que para él, para cualquier poder, y beneficio para la Armada española, reintegrarlo en BU puesto de la escala activa; semejante acto sería un tributo á la verdad, debida satisfácdón de un agravio, y una justi^cación de la justicia Nada más, por- que el heroico marino está rehabilitado ante su con- ciencia, como lo estará mañana ante la Historia.

Pero, dejando á un lado ese acto reparador, tan imperioso para aquellos espíritus que sufren y sien-

. I

AL LBCTOSt. XIX

ten y á un tiemf>o, las tristezas nacionales, las nos- talgias de la equidad y la sed de las supremas justi- cias, como antes se expresa, tiene este libro aspiración más alta; en medio de las miserias que ítem rodean y las agonfas que nos acechan ; aparte de las' mu- chedumbres incultas y movedizas que juzgan por impresión irreflexiva y por igual extreman el aplauso y la censura y hasta el culpable olvido, vive un mundo intelectual de hombres ilustrados y rectos, que, si no dirigen la opinión, puede decirse que la forman; y el silencio de todos los que poseemos da- tos copiosos y podemos ofrecerlos, como elementos de juicio, ante esa opinión reducida, pero respetable y sana, podría parecer criminal ó cobarde aquiescen- cia; no pueden llegar á tanto el temor y el egoísmo, si los sintiera, como tantos otros, el que traza estas líneas, cuyo modesto nombre se hará público en momento oportuno.

No es posible suponer, por muy atropellado que sea el movimiento de regresión á tristes estados que pasaron, que España escriba sobre la frente de sus mejores hijos la terrible sentencia de tiempos de primitiva rudeza: Una salus victis^ nullam aperare saliUem; por muy honda que sea la actual é innega- ble decadencia; por mucho que se dude, en estos momentos, de la vitalidad de nuestra raza, de su entusiasmo por lo grande, de su amor por la gloria, de su apasionamiento por las virtudes viriles, de su admiración por los actos de legendaria bravura, de

8U respeto al infortunio inmerecido y al vencimiento fortuito, pero gloriosoj de los que han caído como en Tra&lgar, y han seguido prefiriendo, como en el Callao, honra sin barcos á barcos sin honra; por muy borradoB que ae consideren esos sentimientos enno- hlecedores, no puede admitirse que se llegue á un extremo inconcebible y, de existir, irreparable: al olvido de la justicia, al menosprecio del cumplido deber y á la condenación del heroísmo.

Sólo loe pueblos que los enaltecen saben enalte^ cerse á miamos, y, si han caído, redimirse y sal- varse.

CONTRALMIRANTE D. PATRICIO MONTOJO

CAPITULO PRIMERO

Bb nombrado el almirante Montojo comandante general de Marina de Filipinas. Recuerdos y cambios ocurridos desde la primera yez que fué á Manila. La masonería, el Katipnnan y el P. Gil. Ex- traña incredulidad y confianza del general Blanco. '

En los primeros días de Noviembre de 1896 se hallaba destinado el contralmirante Montojo en el Ministerio de Marina^ con el cargo de Director del Material, cuando fué llamado por el vicealmirante Beránger al despacho de éste, que era entonces Mi- nistro.

Prepárese usted para ir á Manila, en relevo de Carlos Roca,-le dijo Beráiíger, sin más prepara- ción.

Sorprendióse Montojo al oir este anuncio inespe- rado y manifestó al Ministro su extrañeza, hacién- dole presente que no estando cumplido el contral- mirante Carlos Roca de los dos años de mando del apostadero de Filipinas (que era el período regla- mentario), le repugnaba ir á relevar á un compañero antes de la época natural , que no seria hasta Marzo de 1897,

2 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

El vicealmirante Beránger, contrariado por la dificultad razonable que oponía Montojo á su orden, le replicó con la acritud propia de su carácter vio- lento:

Le advierto é usted que el relevo de Carlos Roca es por acuerdo del Consejo de Ministros, á causa de su comportamiento con el general Blanco. El mismo Arzobispo de Manila, á pesar de ser amigo suyo, ha escrito quejándose de él, y yo he propuesto á usted por considerarlo á propósito para el cargo, acordándome además de que deseaba usted ir á .Fi- lipinas.

No niego que he indicado á usted repuso Montojo, que aspiraba á relevar á Carlos Roca; pero no antes de que éste cumpliera los dos años reglamentarios.

I Ah I Lo que usted quiere es ir descansada- mente á Manila cuando le convenga. Piense usted lo que hace, porque ya le he dicho que Carlos Roca tiene que ser relevado.

Ruego á usted me conceda un plazo de veinti- cuatro horas para decidirme.

Ni ima hora replicó airado el Ministro; y añadió, dirigiéndose al Secretario: Que se retire de la cartera el decreto y que no se ninguna noticia á la prensa.....

El contralmirante Montojo se retiró del despacho^ del Ministro y se fué al suyo propio, disgustado Gon lo ocurrido , por la forma inusitada , sobre todoí oon»

EL ALMIBANTB MONTOJO.

que el Ministro había tratado un asunto de tanta gravedad, pareciéndole, además, que no podía haber motivos suficientemente justificados para quitar el destino á un general de quien las correspondencias recibidas de Manila hacían elogios, lo mismo que del general Echaluce, mientras que, por el contrario, se desataban en agrias censuras contra el general Blanco, cuya destitución se pedía. ¿Por qué se sacri- ficaba al general de Marina? ¿ Por qué no lo defen- día BU jefe, el vicealmirante Beránger, imitando la actitud del Ministro déla Guerra? Fué interrumpido Montojo en sus reflexiones por el Secretario militar y por dos oficiales allegados como aquél al Ministro, los cuales le aconsejaron que aceptase el puesto de Comandante general de Marina de Filipinas, teniendo presente principalmente que su negativa no podría menos de ser interpretada en un sentido desfavorable á su persona, en aquellos críticos momentos en que se hallaba en rebelión la provincia de Cavite y re- vueltas otras comarcas próximas á la capital. El Secretario militar tomó la palabra con la autoridad y la confianza que le daba su antigua amistad con Montojo, y le instó á que no perdiera tiempo en cavilaciones inútiles.

No cabía la menor duda que la renuncia de un puesto de honor en aquellas difíciles circunstancias; se tomaría como un acto de poltronería, por lo me- nos; así, pues, convencido Montojo de que aqüellber' sefibres le aconsejaban bien, les dijo:

i ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Voy ahora mismo á ver al Ministro y le diré que estoy dispuesto á ir á Manila, según desea.

Haces perfectamente repuso el Secretario militar , y lo mismo repitieron los otros dos allí presentes.

Hallándose de nuevo en el despacho del Ministro, dijo á éste Montojo:

Estoy dispuesto á marchar á Manila , y vengo sin más tardanza á decírselo á usted.

Me alegro le contestó Beránger, sin desarru- gar el entrecejo , pero sepa usted que, si hubiera persistido en su negativa, habría quedado en muy mala opinión.

Ya lo repuso Montojo, y eso es lo que me ha decidido.

Hubiera sido un mal para los dos ; porque nadie habría aprobado á usted su conducta en esta ocasión, y debo confesarle, en cambio, que á me costaba la cartera.

Y luego, dirigiéndose al Secretario, dispuso el Mi- nistro que volviera á prepararse el decreto para la firma de S. M., y quedó terminado el incidente, después de encargar á Montojo que no demorase su salida de la Península.

El 21 de Noviembre cesó en el cargo de Director del Material, y recibidas las instrucciones que de palabra le dio su jefe el vicealmirante Beránger (que ya se mostró con él más humano y atento), fué al Real Palacio á dar las gracias á S. M. por

BL ALMIRANTE MONTOJO. 5

haberse dignado aprobar su nombramiento y á des- pedirse al propio tiempo, oyendo de los labios de la augusta señora frases de afecto y de agrado.

Se despidió igualmente de los Ministros de Ultra- mar y de la Guerra, así como del Presidente del Consejo.

Al primero , D. Tomás Castellano , le dijo lo con- veniente que sería que el cable amarrado en el Cabo Bolinao (de Luzón) se amarrase en Manila, donde lo tuviese á su disposición inmediata el Gobernador general, sin temor de que no pudiera utilizarse si alguna partida cortara el telégrafo terrestre y aun que se apoderaran los insurrectos de la caseta del cable, hecho que no sólo acarrearía la incomunica- ción con la metrópoli , sino que podría ocasionar al- gún conflicto internacional, por ser ingleses los em- pleados del cable submarino.

El Sr. Castellano ofreció ocuparse con sumo inte- rés de tan importante asunto y ponerse de acuerdo con el Ministro de Marina para que un buque de guerra protegiese por mar la caseta del cable, mien- tras que por tierra lo hacía un destacamento de ca- zadores.

El general Azcárraga le confirmó lo dicho por Castellano, y el Sr. Cánovas del Castillo, contes- tando á la petición que le hizo Montojo de más bu- ques de guerra, y, si podía ser, alguno de combate, le dijo que ya había pensado en ello , que el transporte Álava , recién construido en Inglaterra , saldría muy

6 ANTB LA OPINIÓN Y AKTS} LA HISTORIA

pronto para Manila, siguiéndole los cruceros prote- gidos Isla de Cvha é Isla de Luzón , probablemente.

El contralmirante Montojo observó respetuosa^ píente al Presidente, que estos dos buques (llamados pomposamente cruceros) no serian gran auxilio á las fuerzas navales de Filipinas, á lo que replicó Cá- novas que Beránger le había asegurado que eran muy útiles, y como tenían cubierta protectriz, servían más que otros mayores para la guerra. Por otra parte, añadió aquel hombre de Estado, si bien el Japón puede inspirar temores , por ahora no hay que pre- ocuparse de ello, y en cuanto á las demás potencias^ jcon todas nos hallamos en cordiales relaciones.

No insistió más Montojo, saliendo de la Presiden- cia poco satisfecho del aumento que iban á tener las fuerzas que debía mandar, reducido á dos pequeños buques de dudosa utilidad y á un transporte media- no. Ciertamente, por el momento, nada hacía temer una guerra con el extranjero ; pero hallándose el Ar- chipiélago filipino á 3.000 leguas de la Península, ¿ no era prudente situar en él una escuadra respeta- ble, en previsión de las eventualidades del porvenir?

No se podía entonces profetizar lo que aconteció después ; pero, como Montojo, veían ¿luchos, algo así como negros nubarrones que amenazaban convertirse en una terrible borrasca. No existía ya aquella tran- quilidad que se disfi'utaba tiempos atrás en Filipi- pas. Los indios no inspiraban confianza como antes. La humildad que afectaban respecto á los europeos

BL ALMIRA19TE MONTOJO. . 7

«ra aparente, ocultando un odio contra los castilas^ explotado por los corifeos de la insurrección, más ó menos encubiertos, que aspiraban á verse libres toda tutela y á gobernarse con independencia, po- niendo en práctica sus ideales utópicos los más , ha- ciendo responsables á todos los españoles de las faltas cometidas por algunos, debidas, por desgracia, á desacertada elección del Gobierno de la metrópoli para los destinos de Ultramar.

A propósito del estado insurreccional de Filipinas publicó el contralmirante Montojo en El Liberal del 23 de Noviembre, á ruego del Director de aquel importante diario, un artículo bajo el epígrafe de Recuerdos de Filipinas^ que formaba parte de una escogida colección de escritos debidos á las plumas de Castelar, Balaguer, Obispo Martínez Vigil, Primo de Rivera y otros distinguidos y eminentes literatos, historiadores, generales y altos funcionarios.

Decía así el artículo de Montojo:.

<tHan transcurrido ya treinta y seis años desde que por primera vez fui al Archipiélago descubierto por Magallanes.

D Aun no había sido cortado el istmo de Suez. ^ 3) Los viajes á Manila se hacían, generalmente, par- tiendo de Cádiz en buques de vela, empleando en la navegación seis meses, poco más ó menos.

5)Era la tarde del 5 de Diciembre de 1860. Después de desembarcar por el arsenal de Cavite, me hallaba

8 ANTB hk OPlínÓN Y ANTB LA HISTORIA

con varios compañeros en el istmo que separa la ciu- dad de los pueblos de San Roque, Caridad, la Están- zuela y Cañacao.

))Por la Puerta Vaga (Nueva) salían en tropel los operarios del Arsenal y las cigarreras de la Fábrica de tabacos del Estado.

»Los primeros, al pasar por nuestro lado, saluda- ban respetuosos.

))Las mujeres, indias las más, y algunas mestizas, marchaban, moviendo acompasadamente los brazos, con arrogante apostura , el pelo negro suelto y flo- tante por su espalda, dejando á su paso un perfume acre de tabaco y aceite de coco rancio.

}!>Sus ojos negros nos miraban provocativos ; una sonrisa un tanto burlona entreabría sus labios , y en toda su actitud parecían demostrar que conocían el dominio que podían ejercer sobre nosotros.

dSu falda de algodón de vivos colores, imperando el rojo y amarillo á franjas; su talle ceñido por el tapis de seda obscura ; su camisa de pina transpa- rente, que apenas llegaba á la cintura, dejando ver sus mal cubiertas formas al levantarse á impulsos del aire en movimiento ; todo en ellas era inéitante, á pesar de su color atezado y de la poca regularidad de sus facciones.

2> Hombres y mujeres dejaban oir un monótono chancleteo mientras hablaban con animación en el idioma tagalog^ mezclando palabras y aun frases en- teras de mal castellano.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 9

>De repente, el tañido de la campana de la iglesia de Puerta Yaga llama á los fieles á la oración de An- gdua.

»Como movidos por un resorte, se detienen todos; cesan las conversaciones y las risas ; vuelven sus ros- tros 7 dirigen sus miradas al templo; se persignan rápidamente y rezan con recogimiento por breves instantes.

^De nuevo emprenden su marcha con mayor alga- zara que antes, y se pierden á lo lejos, diseminándose por las calles de San Roque.

* * *

Volví á Manila veintisiete años después.

i^Me hallaba en Cavite, en el mismo paraje citado arriba, una tarde de Mayo de 1887.

))Por la Puerta Vaga iban saliendo los operarios del Arsenal, pero apenas saludaba al pasar uno que otro. Ya no se advertía en ellos aquel aire respetuoso antiguo ; en cambio, un recelo hipócrita se retrataba en sus semblantes.

2>Las alegres y voluptuosas cigarreras habían des- aparecido de aquella animada escena.

»La Fábrica ya no existía.

i>El tañido de la campana llama á la oración, como siempre ; pero aquel presuroso y automático recogi- miento, aquella religiosidad sencilla no se ven ya.

2>Con el transcurso de los años habíase verificado

10 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

una honda perturbación en las costumbres y en el modo de ser de los naturales de las Filipinas.

* *

» Reformas imprudentes y prematuras habían hecho creer al indio que era tanto como el castila^ olvidando todos los beneficios que debía á la suave dominación española, que lo había libertado de la odiosa esclavi- tud del malayo mahometano y de la tiranía del insa- ciable chino.

D Antes pagaba dócilmente el tributo, sin sospechar que fuese injusto en su aplicación, por el concepto de raza y de dominio.

}) Después, la cédula personal, la participación de cargos y destinos en que no había pensado, le hicie- ron ambicionar aún mayores ventajas.

dEI Japón, entretanto, aceptando los usos, la civi- lización y la política europeos, invitaba á los filipi- nos, al parecer, con su ejemplo, á sacudir un yugo que ya se consideraba ominoso.

]>En la sombra de los clubs y en el misterio de las logias, la raza mestiza, que odia al blanco al par que desprecia al indio, se vale, sin embargo, de éste como de un auxiliar indispensable para obtener la inde- pendencia.

En otros tiempos era considerado el castíla como un padre cariñoso.

DHoy es para muchos un huésped molesto.

A !.t Bjj ^ALMIRANTE MONTOJO. 11

'¿•B^estltuir las islas Filipinas en su antiguo estado sería un absui^do.-

' »Prócural* el remedio es posible. H&cen falta: tacto y discreción para elegir; energía para castigar, y mo- ralidad para administrar.

D Sobran machos empleados sin patriotismo, ávidos y poco escrupulosos, que desacreditan el nombre es- pañol, d

Los hechos posteriores han venido á dar razón á Montojo, que, al ir por tercera vez á Filipinas, aún abrigaba la esperanza de que pudiera tener arreglo el desbordamiento de las pasiones y desaparecer gra- dualmente la excitación en que se encontraban los ánimos de los en otros tiempos pacíficos habitantes de aquellas apartadas regiones.

Una carta enviada desde Manila con fecha 25 de Noviembre por el redactor corresponsal de El Impar ^ cial en aquella ciudad, trae curiosos é interesantes detalles que retratan con fidelidad los sucesos que se iban desarrollando en la capital del Archipiélago 7 la trama que urdían los instigadores y los jefes de la insurrección, que, con astucia y paciencia, habían es- tado preparando desde muchos años atrás.

La citada carta se titula Una conversación con el cura de Tondo ; hela aquí :

a Una de mis primeras visitas al llegar á Manila

12 ANTE LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

ha sido para el popularísimo P. Mariano Gil, el des- cubridor del complot contra los españoles.

El célebre agustino ha sido siempre martillo de filibusteros. Temiendo su vigilancia, Andrés Bonifa- cio, imo de los jefes de la insurrección, compró cua- tro asesinos hace ya más de un afio para que mata- ran al P; Gil cuando éste tomaba de noche el fresco en el Paseo de Azcárraga. La noche misma en que el enérgico sacerdote denunció la existencia del Ea- tipunan, cinco hombres le estuvieron aguardando junto á las tapias de su casa para matarle. Desde que, gracias á sus revelaciones, fueron á parar á la cárcel los jefes principales de la conspiración contra España, recibe de continuo anónimos y amenazas de muerte; ha habido que poner guardia á su casa-parroquia , y no puede salir á la calle sino acompañado de un ar- tillero, mauser al brazo. Todo el mundo comprende que, mientras permanezca aquí, su vida corre grave peligro ; así se lo ha escrito también el Padre general de la Orden , pero el P. Gil no quiere darse todavía por vencido, é insiste en vivir en Tondo, un arrabal donde hay 60.000 indígenas de lo más levantisco y atravesado que se conoce, por sólo 18 ó 20 es- pañoles.

» Encontré al P. Mariano Gil en su despacho, y aquí el relato que me hizo :

3) Desde hace doce años vengo siguiendo la pista á la propaganda filibustera, y más de una vez tuve ocasión de avisar al general Weyler la llegada de

BL ALtf IRAKTB MOKTOJO. 13

proclamas separatistas impresas en HoDg-KoDg, j la celebración de reuniones cuyo objeto era tramar con- tra España. El Greneral concedió tanta atención á es- tos asuntos que, aunque fueran las dos de la mañana, yo llegaba hasta su cuarto sin obstáculo alguno. Así es que bajo su mando fracasaron cuantas intentonas de conspiración hicieron los separatistas, y caso de haber estallado algún loco movimiento de rebeldía, habría sido sofocado con mano fuerte en el acto. Otro tanto habría sucedido mandando el general Echaluce, de cuyo celo, de cuya actividad y de cuyas energías nos hacemos lenguas todos los españoles de Fili- pinas.

D Hacia fines de 1892 ó principios de 1893 empe- zaron los trabajos para la fundación de la Liga Fili- pina, base de la conjura que ha producido la guerra actual. Sospechando desde el principio que á la som- bra y con el pretexto de la masonería se estaban constituyendo grupos y triángulos de propaganda filibustera, redoblé mis trabajos de investigación.

Supe entonces que, no sólo en las logias, sino en las casas particulares de la gente más principal , se laboraba con verdadero frenesí. Ardía Manila en fies- tas por aquella época, y los separatistas, imitando á las damas alfonsinas de Madrid del año 1874, daban uno y otro día bailes y fiestas que no eran otra cosa sino pretextos para que los conjurados se reuniesen sin despertar las sospechas de los españoles. Última- qpiente la bicicleta entró en juego. El ciclismo hizo

14 ANTE LA OPINIÓN Y ANTK LA «ÍSTORIA

fiíror entre los mestizos; y como los compafíeros de pedal eran también hermanos de Katipunan, las re^ uniones en Tondo y las excursiones á Bulacán, Pam* panga, Tarlac, etc., sirvieron grandemente para la propaganda y organización del separatismo.

]í>Puse á las Autoridades sobre aviso de lo que'su-^ cedía. Pero aún hice más. Cuando hacia el 7 de Agos- to de este año vino Rizal á Manila, animáronse de un modo tan extraordinario los insurrectos, que fué* de temer un levantamiento ; y encontrándome sin va- limiento cerca del general Blanco, quien miraba con desconfianza á cuantos le hablaban de conspiración^ porque precisamente conspiradores muy conspicuos y muy solapados formaban parte de la tertulia de su casa, me valí de un español de toda mi confianza, con cargo oficial, perteneciente á un instituto arma- do, para hacer llegar al general de Marina Sr. Roca' los pormenores que obraban en mi poder acerca de la proximidad de una insurrección armada, de carác- ter separatista y de temibles proporciones. El general Roca envió la persona de quien se trata al general Blanco, el cual, después de escucharla, dijo:

y> Agradezco el aviso ^ pero el jüibustetismo y la masonería son un hoyo cuyo fondo se toca con el dedo. Todo en ellos es superchería^ y su gravedad no existe más que en las cabezag de los frailes y de hs español les fanáticos.

^Confieso que me quedé estupefacto. Pero mi solí- presa y mi disgusto no ñieron obstáculo para^ qlié-

•ir-fp^ f Vi '

BL ALMIRANTE HONTOJa 15

dos días después, el 9 de Agosto, recuerdo perfecta- mente la fecha,^ viendo que arreciaban á un tiempo' las denuncias j el peligro , yo denunciase al segundo cabo, general Echaluce, toda la conjura con sus más insignificantes pormenores. Revelé entonces, entre otras cosas, la existencia de un importante núcleo de gente armada en Tapusi , pueblo del territorio de San Mateo , cercano á Manila ; el proyecto que tenían los conspiradores de sorprender el cuartel de artille* ría de Meisic y la Maestranza ; la confianza de sobor- nar la tropa indígena, para lo cual ya se habían hecho trabajos en las compañías ; la introducción de armas por el canal de Vitas en el barrio de Tondo ; por último, el proyecto de asesinar á todos los espa- ñoles el día 13 de Septiembre, comenzando por el Capitán general y por mí, extremos estos últimos que han sido confirmados por declaraciones de presos.

D A mi denuncia acompañé documentos que no de- jaban lugar á duda sobre su seriedad, si es que por acaso la necesitaban viniendo de un hombre cuyo ministerio, cuya edad y cuya historia ponían al abrigo de la sospecha de exagerado. El general Echaluce tomó cuantas medidas de precaución pudo dentro de sus atribuciones ; y digo dentro de sus atribuciones^ porque, á mi entender, no se atrevió á hablar claro al general Blanco, en vista de la respuesta que éste ha* bía dado á las advertencias que yo hice llegar hasta éL

2>Por desgracia para nuestra patria, había sido yo dmasiado bien informado.

16 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

i>Cáía la tarde del día 19 de Agosto, cuando se pre- sentó en mi casa un operario de la imprenta de Ra- mírez pidiendo hablar conmigo. Díjome que, aterrado por las conversaciones que oía á sus compañeros de taller sobre proyectos de asesinato de todos los es- pañoles , para lo cual se construían cuchillos dentro del mismo taller, había ido á consultar con su her- mana, educanda en el Asilo de Huérfanas de Manila; que allí las madres agustinas , á cuyo cargo está el asilo, le habían aconsejado que viniese á avisarme de lo que sabía, y que así estaba dispuesto á hacerlo.. Principió por decir que se trataba de asesinarme , á lo cual no hice caso, pues ya estoy acostumbrado á tales avisos. Pero luego entró en tales pormenores, conforme con algunos que yo tenía acerca de la con- jura, que no me cupo duda de que aquel hombre estaba bien enterado y podía ser precioso su testi- monio.

)) Revelóme, entre otras cosas, que hacía dos meses había en Tapusi un grupo de 1.500 hombres arma- dos. ¿Cómo podía suceder esto á las puertas mismas de Manila sin que las Autoridades lo supiesen? Yo recordaba que ya en el mes de Julio el Teniente de la Guardia civil de Pasig había dado cuenta de la existencia de algunas partidas sueltas ; no ignoraba tampoco que en los pueblos de San Felipe Neri y de Calocan grupos de 300 hombres hacían á diario el ejercicio con fusiles de madera, pretextando que era para divertirse ; me constaba, por último, la alarma

EL almiba:nte mo2;tojo. 17

que tal68 hechos venían produciendo en Manila , al par que la indiferencia con que los miraba el Capitán general. Pero así y todo, me resistía á creer en la existencia de los 1.500 hombres armados en Tapusi desde hacia dos meses.

D Estreché al indio para que me diera más pormcr ñores, y entonces me dijo que sólo en los arrabales de Manila y en algunos pueblos limítrofes había 18.000 asociados al Katipunan, los cuales venían contribu- yendo con cuotas semanales ó mensuales á los gastos de la sublevación en proyecto ; que en Cavite había tres personajes, y en Manila cinco, que contribuían con gruesas cantidades, y que con fondos de esta sus- cripción venía sosteniéndose la partida de Tapusi. Se sospecha que los tres ricachos de Cavite. que tan espléndidamente auxiliaban á la insurrección eran Máximo Inocencio, el hijo del chino Osorio y el mé- dico Hugo Pérez (los tres han sido fusilados), y que los cinco de Manila podrían ser Telesforo Chuidian, Mariano Linjap, Lino Yanco y Francisco Rojas, hoy presos, y el Pedro Rojas, que se fugó en Singapore.

y> ¿ Qué prueba tienes para que yo vea que no me engafias en todo lo que estás contando? dije al indio.

3) Señor me contestó, en la imprenta donde yo trabajo puede coger la piedra litográfica donde ae tiran los recibos de cuotas de los socios del Eatipu- nan. Están en cifra y en tagalo.

dNo perdí un raomento. Hice llamar al teniente

18 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

de la veterana de Tondo , D. José Cortés , y delante del indio le enteré de todo y le indiqué la manera de prender á los operarios más comprometidos, que eran Aguedo del Rosario, Apolonio de la Cruz y el fogonero. Yo me fui á prevenir á los dueños de la imprenta, unos buenos españoles, que iban á recibir un disgusto inmenso al saber lo que pasaba.

s> Costó no poco trabajo dar con la piedra en que estaban litografiados los recibos del Katipunan : tan escondida estaba ; y antes que ella encontramos otra con una proclama incendiaria en tagalo. Nuevos re- gistros dieron por resultado hallar en un aparador* cito varias proclamas, un reglamento del Katipunan y un puñal de los que construían en el fogón de la imprenta durante las horas de siesta.

i>Lo8 presos no tardaron en cantar claro, y gracias á sus declaraciones se hicieron nuevas prisiones y nue- vos registros. Enterradas en un solar fueron descu- biertas unas cajas forradas de cinc, dentro de las cua- les estaban varias actas del Katipunan, tres cintas de las hopas de los tres clérigos indígenas fusilados en 1872, cuando la insurrección de Cavite, cintas que los insurrectos guardaban como reliquias, y un retrato del general Izquierdo, que fué quien ordenó el fusila- miento. En uno de los cajones á que me refiero estaba también el célebre mandil, pintado de mano maestra, con la cabeza cortada de un español , enérgicamente cogida por los cabellos por un brazo de indio, d

}> Hasta aquí el P. Mariano Gil.

BL ALMIRANTE MOKTOJO. 19

lOuando Manila se enteró del peligro que había corrido, hubo una explosión de ira contra las Auto- ridades y de entusiasmo por el P. Gil. Los espa- ñoles fueron en manifestación á su casa para abra- zarle, y le regalaron un pergamino cuya orla pintó el pobre Chofré, el que después había de morir ase- sinado por los insurrectos cerca de Mariquina. Las cartas y los telegramas de felicitación llegaron á mi- llares, y todavía siguen llegando á casa del patriota cura de Tondo. El Español^ interpretando el senti- miento popular, publicó en primera plana el retrato del P. Gil , que el general Blanco mandó recoger.

:d Cuéntase, en efecto, que al general Blanco le supo tan mal lo hecho por el P. Gil, que exclamó:

^ ¡ Ese hombre ha echado una mancha sobre mi administración! 2> Y deseoso de quitar importancia al asunto ó esperanzado en echar tierra sobre él , te- legrafió á Madrid diciendo que se había descubierto un complot ¡ con tendencias antinacionales ! 2>

El 9 de Diciembre salió el contralmirante Montojo del puerto de Barcelona en el vapor- correo Isla de Mindanaoy llegando á Manila el 7 de Enero de 1897.

El vapor conducía de transporte un batallón de cazadores de los llamados expedicionarios , formado por muchachos la mayor parte sin haber terminado su desarrollo, que, como otros muchos, fueron al Ar- chipiélago filipino á encontrar allí una tumba igno- rada ó á hallarla más tarde en la Península, unos en

^

20 AKTB LA OPIKIÓN Y ANTE LA HISTORIA

los hospitales y otros al lado de sus atribuladas fiími- lias ; sin contar los que fallecieron en la travesía^ siendo sepultados en el Océano, esa tumba sin lá- pidas ni rastro de lo que guarda en su hondo seno.

Ya no se hallaba en Manila el general Blanco, que regresó á la Península en 20 de Diciembre, habiendo tomado posesión del Gobierno y Capitanía' general del Archipiélago el general Pola vieja el 13, el cual, con la mayor actividad, se dedicó desde su llegada á enterarse, por medio de buenos confidentes, de los planes de los insurrectos, y á distribuir las fuerzas convenientemente para emprender, en breve plazo, una campaña de exterminio.

El contralmirante Carlos Roca, que había salido de Manila el 26 de Noviembre, se cruzó en su viaje de regreso con Montojo, sin encontrarse en ningún puerto de los de la derrota. Abatido y apesadum- brado volvía á España, ansioso de obtener una ex- plicación del atropello que con él se había cometido.

Pero sólo consiguió recriminaciones y repulsas.

Enfermo de cuerpo y de espíritu, marchó á su patria, Cartagena, y allí murió, pocos meses des- pués de estar en aquella ciudad , sin haber podido reivindicarse.

¡ Estrecha cuenta tienen que dar á Dios los que le adelantaron la muerte I

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CAPÍTULO II

LA ca;mpaíIa de cavitb.

Actiyidad de Montojo para levantar el espirita de la Marina en Fili- pinas. — El general Polavieja emprende la campafia contra loe in- surrectos de Gavitel. Sos acertadas medidas. Acuerdo completo de ambos Generales, Es premiado Montojo con la cruz de María Cristina.

Deede que el contralmirante Montojo tomó pose- sión de su cargo en Manila, se dedicó con verdajiero «mpeflo á levantar el espíritu de la Marina, algo de- caído, en el concepto público, por varias causas com- pletamente ajenas al buen nombre de la Corporación. Se ocupó también en activar los trabajos de repara- ción de los buques de la escuadra, muchos de los cuales se hallaban en mal estado, y pensó en reco- rrer lo3 puertos y estaciones navales del Archipié- lago ; proyecto que no pudo llevar á cabo porque era necesaria su presencia en la capital , como se lo manifestó el general Polavieja, pues pronto debería emprenderse una ruda campafia para limpiar de in- surrectos la provincia de Cavite, donde habían fijado su centro de operacioAes él taimado y astuto, Emilio

TELA OPJBIÓH t' AKTB LA HISTORIA

y el feroz caudillo Andrea Boaifacio, que, se á lo8 planes del generalísimo, fué fusi- arde.

endo efectuar bu visita de inspección, se itojo á ir al puerto Subic, llamado á. I de Manila, y á sustituir al ya cast C€^do , cuyo arsenal era insuficiente para las 3 de la escuadra. Aumentó la guarnición (Subic) y tomó otras disposiciones, de n el capitán de navio del Río , jefe de aquel

a primera vez que el contralmirante Men- Subic, ni fué la última, porque, en su afón lantaran los trabajos del arsenal en cons- más tarde en el crucero Isla de Cuba, do antes en el Cebú.

mQa contra los insurrectos de la provincia íomenzó el 14 de Febrero de 1897 , en cuyo ;ció el general Polavieja su cuartel gene- invento del pueblo de Parañaque, distante dos leguas escasas hacía el Sur. a, dando pruebas de ser nn Greneral pre- ratégico, antes de emprender l^ operacio- parttí de Cavile, dio una batida en las pro- Bulacán y de la Lagunaj y situó en los 8 de Manila suficientes fuerzas para la de- . capital , mientras tanto que daba órdenes ejército expedicionario estuviera provisto, ncía, de municiones de boca y de guerra.

JSh AU«RANTB HOKTOJO.

£1 7 dictó las instruccionee generales para la ci paña, perfectamente meiütadas, de las qne dio ti lado al contralmirante Montojo, á quien, para qu< Marina cooperaae con toda eficacia á las operacíc militares, dio el mando de la plaza de Cavite, los inertes avanzados de Binacajan y Dalahi< guarnecidos por manneroa y soldados de infant de Marina. Prudente y sabia medida que contrib al buen éxito de las operaciones.

En efecto: con esta muestra de consideración daba á la Armada en la persona de su je& , pro: vio un noble estímulo entre los marinos, evitai al propio tiempo, todo motivo de rozamiento 3 disgusto.

Diariamente se veían Polavieja y Montojo. I acompañado de su Estado Mayor, terminadas operaciones, abandonaba el Cebú, donde había ai lado su insignia (para poder acercarse mucho á rra) , y en su falúa se dirigía á Parañaque para c ferenciar con el General en Jefe y tomar sus órdt para el día siguiente.

El alminmte, á bordo del Cebú, con los cruc Isla de Cuba é Isla de Luzón , los cañoneros San Leyte, Bidúsan, Arayat y Paraguta, y cinco gi rras, batía incesantemente las trincheras que loe Burrectos tenían en la costa, desde las Pinas á Ca Viejo, y desde Noveleta á Témate.

Entretanto, el general Lachambre, con eu d BÍón, se apoderó rápidamente del importante pu<

24 ANTH LA OPINIÓN Y ANTfil LA HISTORIA

dé'Silang, de Dásmarifias y Salítrán, preparándose á atacar el pueblo de Imas, considerado como la Meca de la insurrección.

El 9 de Marzo, al regresar por la tarde en el Cebú al fondeadero de Las Pinas , después de recorrer la costa, al pasar frente á Bacoor, recibió un disparo de cáñóñ de una de las trincheras de aquel pueblo; donde, al lado de una bandera roja, blandía su sable el jefe insurrecto Evangelista , ingeniero que había hecho sus estudios en Alemania. Deteniendo su mar- cha, se acercó aún más á la playa y mandó hacer un nutrido fuego de cañón y fusilería sobre Bacoor, lo«- guando promover muy pronto un incendio que se propagó á la mayor parte de la población, reducién- dola á cenizas. En esta operación se unieron los ca- ñoneros Samar y Ley te, y no se retiraron hasta ya entrada la noche. Los nuestros vieron caer muerto á Evangelista, y con él sufrieron igual suerte muchos más. Por nuestra parte, gracias á la movilidad en que combatían el Cebú y los cañoneros, sólo tuvimos cinco heridos.

El General en Jefe, que desde Parañaque contem- plaba gozoso las llamas que envolvían al pueblo de BfÉcoor, que iluminaban con su fuerte resplandor la obscuridad de la noche, felicitó calurosamente al al- mirante y le salió á recibir con numeroso acompa- ñamiento.

El día siguiente se repitió la operación con mayor número de buques, cuando aún humeabai;i las c^ai-

SL ALMIRANTB MONTOJO. 35

ZM de las casas, y el 11 se hizo lo mismo con Cavite ViejO) cuyos defensores, así como los de Bacoor, fueron reducidos al silencio.

Para distraer la atención de los rebeldes del pue- blo de ImuS| expresó el General en Jefe á Montojo su deseo de que simulase con la escuadra un ataque sobre Témate. Inmediatamente se dispuso el almi- rante á llevar á efecto el proyecto del general Pola*- vieja, dirigiéndose con toda la escuadra hacia el Rosario y Témate, deteniéndose frente á este último pueblo. Se había provisto de cuatro grandes cascos que estaban llenos de cois colocados alrededor de sus bordas. Remolcados por los cañoneros, se aproxima* ron á tierra en actitud de verificar un desembarco bajo la protección de los cafiones de los buques. Se vio llegar por la playa gran golpe de gente para la defensa de las trincheras, que era lo que precisamente se trataba de promover , y después de varios simu- lacros de desembarco, volvió la escuadra á su fon- deadero ordinario cerca de Cavite.

Muy satisfecho el general Polavieja de lo hecho por Montojo, le dijo:

I Qué lástima que no podamos bombardear el pueblo de Imus con los buques grandes! Porque, quebrantados los insurrectos por el fíiego del CriS' tina y del Caatüla , seguramente habrían de ofrecer poca resistencia á nuestras tropas.

A lo que contestó el almirante:

Aunque Imus está distante de la playa y no se

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26 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA , HISTORIA

I

ve desde los buques á causa ' de las sinuosidades del terreno y del arbolado ', creo que se podrá disparar por elevación con los cañones de 15 y 16 centíme- tros del Cristina y del Castilla ^ calculando con exactitud la distancia, y consiguiéndose el objeto que usted se propone.

En efecto: no sólo obtuvo el almirante la casi seguridad de que los proyectiles harían efecto sobre Imus, pues que el Cristina y el C^^tüta distaban de aquella población unos diez kilómetros, sino que desde las cofas se veía la torre de la iglesia.

Se convinieron los dos Generales en que á media noche se rompería el fuego por espacio de una hora, y así se verificó.

El día siguiente, por la tarde, Polavieja volvió á felicitar al almirante por el feliz resultado de los disparos, y le dijo que, según una confidencia de todo crédito, sabía que una granada de á 16 centí- metros que explotó en medio de la plaza de Imus había puesto fuera de combate á 18 personas.

Repitióse el bombardeo, tomando parte en él los pequefios cruceros Cuba y Luzón^ y el día 24 de Marzo entró triunfante en Imus la división Lacham- bre , después de una resistencia menos fíierte de lo que pudiera esperarse.

El día siguiente, el teniente de navio Suances, co- mandante del Samar, con una peq;ueña columna d^ desembarco, auxiliado por un destacamento^ de' ca- zadores procedentes de Las Pifias, arrojaron de Ba-

BL ALMIRANTE MONTOJO. 27

coor los insurrectos, que huyeron á la vista de nues- tros marinos, y así fué que cuándo el general La- chambre entró en el pueblo creyendo que aún se hallaba en poder de los rebeldes , vio con sorpresa ondear nuestra bandera en lo alto de la torre de la iglesia de fiacoor.

Reinaba la mayor armonía entre los generales Po- lavieja y Montojo. Más de una vez , cuando este úl- timo batía con los buques de menos calado á corta distancia las trincheras de la costa, se acercaba el Grenéral en Jefe al Cebú en su falúa de vapoí y se complacía en manifestar al almirante su satisfacción, subiendo á bordo de aquel buque.

Uno de los días en que Montojo reconocía las trin- cheras insurrectas, quiso verlas de cerca, por mis- mo Polavieja, y se embarcó con sh Estado Mayor en aquel buque. Las balas los fusiles Remington y Mauser que lanzaban los insurrectos cruzaban sobre el puente donde se hallaban los Generales, y al ver Polavieja que no había allí ninguna defensa, insistió con Montojo para que se colocaran algunas planchas de hierro á fin proteger el puente, pues sólo una casualidad había permitido que no hubiese habido desgracias.

La toma de Imus causó á los insurrectos gran desaliento, y muchos huyeron á la desbandada en di- recbión á Naic. Nuestras tropas,. capitaneadas por el general Lachambre, se apoderaron sucesivamente de No veleta, Licton y Rosario, con la cooperación siem-

28 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

pre de la marina al mando del almirante Montojo^

En España causaban gran entusiasmo los telegra*- mas concisos que enviaba este marino, que eran siempre los primeros en dar cuenta de los triunfos de nuestros soldados.

Véase lo que se lee en el Heralda de Madrid del !,• de Abril:

((Manila 1/ (6,15 tarde). (Recibido á las tres de »la tarde de hoy.) Son nuestros Noveleta, Licton >y Rosario.

^Quemado San Francisco de Malabón. Montojo.'h

m

3) EFECTO EN MADRID

]>Fué tan grato y fiívorable, como pueden suponer nuestros lectores, desde que comenzó á difundirse entre el público el conocimiento de estas nuevas vic- torias, no por esperadas menos lisoqjeras para el amor patrio.

dA la Bolsa llegó la noticia cuando acababa db cerrarse la cotización oficial. Seguidamente se inició en los corros un movimiento de alza, que suponemos se mantendrá en el Bolsín de esta noche.

i^En Palacio se supo el suceso á los pocos mo- mentos de llegar el telegrama oficial, pues el Minis- tro de Marina envió inmediatamente á uno de sus Ayudantes para que comunicasen la, noticia á la Reina.

La Regente se hallaba en el concierto que se ce^

30 ANTE LA OPIínÓN Y ANTB LA HISTORIA

y cafés , era el objeto único de las conversaciones el telegrama del almirante Montojo, en que se co- municaba al Ministro de Marina la noticia escueta de que Cavite Viejo había caído en poder de las tropas.»

Comentando esta noticia, decía el Heraldo de aquella misma noche:

o: Desde que comenzaron las operaciones militares contra los insurrectos de Cavite, sucédense los días de gloria para las armas españolas y los motivos de júbilo para el antes acongojado espíritu nacional.

»Ayer era la toma de No veleta, formidable ba- luarte de los tagalos, frente al cual cayeran no ha muchos meses tantos de nuestros valientes. Rendido^ por fin, al esfuerzo de nuestro ejército, no sin san- gre, ha procurado nuevos laureles á los vencedores de Iba, de Silang, de Dasmariñas, de Salítrán y de Imus.

»Hoy es la conquista de Cavite Viejo, donde on- dea el pabellón nacional desde las ocho de la mañana, y seguidamente la posesión de las trincheras Bina- cáyan , á que se refiere el último de los partes del general Montojo, que en otro lugar verán nuestros lectores.

» Estos triunfos de nuestras armas, no por espera- dos menos halagüeños para un pueblo que tantas desdichas viene sufriendo desde hace años, despier- tan ecos de alegría y de entusiasmo en todas partes.

dEu ellos ve España renovarse sus horas de glo-

Bli AlilCIRANTB HONTOJO. 31

ña. La esperanza, casi por entero perdida, vuelve á todos los corazones, y aan sin esfuerzo de la volun- tad acuden á los labios gritos de regocijo, aclama- ciones y vítores que muy pronto han de atronar los aires.

i> Sea el de hoy día de espontánea fiesta para la patria, en el cual demos al olvido las miserias que nos dividen. Unamos todos nuestras voces para acla- mar al Ejército, á la Marina, al insigne caudillo que ha dirigido con tan singular fortuna y acierto tan visible la campaña de Cavite, al general Montojo, y al bravo Lachambre, vencedor en los combates é in- cansable en estas admirables operaciones, cuyo relato constituirá desde hoy páginas brillantísimas de nues- tra historia militar.

» Recordemos también que una parte no escasa de la alegría que inunda hoy el alma nacional es de- bida á la feliz inspiración del más alto poder del Estado.

)) Quien designó al general Polavieja para el mando de Filipinas, tiene adquirido indiscutible derecho al aplauso y la gratitud de los españoles.

))Su nombre augusto no debe ser olvidado en me- dio del entusiasmo que nos agita.

3í> Pocas veces, por manera tan íntima como ahora, se habrán confundido en acendrado sentimiento de amor á la patria los corazones del pueblo y de sus reyes.

32 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

5)UN TELEGRAMA OFICIAL

dPoco después que los despachos de nuestro co- rresponsal, llegaba al Ministerio de Marina un tele- grama del comandante general del Apostadero.

]dE1 contralmirante Sr. Montojo comunicaba á su jefe la toma de Cavite Viejo con laconismo verdade- ramente espartano.

D A esta circunstancia, queremos decir, á la breve- dad de los despachos, se debe que las noticias del ge- neral Montojo hayan precedido en los últimos días á los partes del general Polavieja, más extensos y circunstanciados que aquéllos.

i>En la telegrafía submarina, como en la terrestre, los telegramas cortos pasan por delante de los largos, aunque sean depositados después.

3) De todos modos, justo será reconocer la patrió- tica diligencia con que el general Montojo ha proce- dido en la transmisión de noticias , y la modesta so- briedad con que ha dado cuenta del resultado final operaciones en que nuestra Marina de guerra ha puesto no escasa parte, completando con su acertada acción los esfuerzos del ejército de tierra.

DUno de los mayores motivos de satisfacción para el espíritu público, consiste realmente en la perfecta armonía con que todos los elementos de guerra acu- mulados en Filipinas han contribuido á la victoria.

r^jr-,'''!

UL ALMIBANTS HOIITOJO. 33

D También á la Marina de guerra hay que otorgar los laureles del triunfo , y también debe el nombre del general Montojo figurar entre los de los vence- dores.

DOTBO PESPACHO EN MARINA

(^Comandante general del Apostadero de Filipinas. D Manila 2 (5 tarde). (Recibido 2,33 tarde, hoy.) 7> Tomadas trincheras rebeldes Binacáyan, domi- i>nada costa y mayor parte de esta provincia, vuel- i>ven columnas desembarco y guarniciones á sus bu- i^ques y procédese devolución gabarras. Montajes

i>Este telegrama fué llevado á Palacio por el te- niente de navio Sr. Marqués de Torralba, á quien tocaba hoy el servicio de guardia como ayudante del Ministro de Marina.

dEI despacho anterior, el que anunciaba la toma de Cavite Viejo, lo recibió el general Beránger en su casa, durante las primeras horas de la mañana, y acto seguido dispuso que se sacaran de él tres co- pias: la primera, para S. M. la Reina, y las otras dos para el Presidente del Consejo y el Ministro de la Guerra.

«

»E1 de Marina ha telegrafiado al Jefe de la escua- dra felicitándole en nombre del Gobierno y en el suyo propio.

DDice asi el telegrama del ge&eral Beránger: «Felicito á y. E. muy calurosamente y á todp el

34 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

2> personal á sus órdenes, en nombre del Gobierno y 7>áe la Marina por las brillantes operaciones llevadas »á cabo en las costas de Cavite, elevando á la Ma- 2>rina á gran altura, debiendo poner esta felicitación i>en la orden del día de la escuadra, para satisfitcción 2>de las dotaciones.i>

))LA FAMILIA REAL

D Cuando el Marqués de Torralba llegó á Palacio para entregar á la Reina, por orden del Ministro de Marina, el segundo telegrama dej general Montojo, había salido ya la familia Real á dar un paseo por la Casa de Campo.

5) El coronel de Estado Mayor, D. Tomás de Mon- teverde, ayudante de S. M., que por cierto hacía hoy su primera guardia, seguro de proporcionar á la Reina una verdadera satisfacción , dispuso entonces que saliese para la Casa de Campo un carrerista de Palacio, portador de la grata nueva.

y> El carrerista halló á la Reina y sus augustos hijos en la vaquería, donde todas las personas de la familia real recibieron y leyeron con grandes mues- tras de contento la copia del despacho.

}> Inmediatamente regresaron la Reina y sus hijos á Palacio.2)

El Heraldo de Madrid publicó más adelante lo siguiente:

EL ALMIRAKTE MONTOJO. 35

«En el último correo de Filipinas recibimos inte- resantes noticias de aquel apostadero, entre las cuales hallamos las sigi^ientes:

]E> Durante la campaña, la escuadra de guerra y buques auxiliares, al mando del almirante Montojo (D. Patricio), bombardeó á Bacoor, Cavite Viejo, Noveleta, el Rosario, Lictón y Naic, ocupados por los insurrectos, incendiando con sus disparos á Bacoor, Cavite Viejo y el Rosario, evitando además con su actividad y vigilancia que los rebeldes pudie- ran recibir los auxilios de víveres y pertrechos de guerra que esperaban.

][) Bacoor y Cavite Viejo puede decirse que fueron reconquistados exclicsivamente por aquella marina.

3>E1 mismo general Montojo está redactando un reglamento de pesca, que tanta falta hacía en el Ar- chipiélago, y, gracias á sus gestiones, será nombrado en breve Gobernador político militar de las Batanes un oficial de la Armada; se ha conseguido que el cargo de Gobernador militar de PoUok vaya anejo al de jefe de aquella estación naval ; se han creado mu- chas alcaldías de mar; se ha establecido guarnición de Infantería de Marina en todas las estaciones na- vales, con gran ventaja para el servicio y seguridad de éstas, y se ha puesto, por último, bajo la jurisdic- ción de la Marina la laguna de Taal.

i> Todas estas medidas, tomadas de acuerdo con la primera autoridad del Archipiélago, entre la cual y «I general Montojo, reina la mejor armonía, han

36 AKTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

causado excelente efecto allí , esperándose mucho de sus buenos resultados, algunos de los que se están toqando ya.»

La campafía de Cavite había sido rápida y bri- llante y no podía dejarse de reconocer, por todo aquel que juzgara con imparcialidad, que el general Polavieja había demostrado condiciones excepciona- les para el mando. Sin embargo, no lo creía así el Gobierno, por desgracia, y cuando, con previsión justísima, pidió aquel caudillo 20 batallones más, no para terminar la reconquista de Cavite, sino para asegurar el dominio sobre toda aquella región y guarnecer otros puntos estratégicos de Luzón, le fueron negados esos refuerzos, bajo pretextos espe- ciosos, descontentando á un General merecedor de que se le tratase con mayores consideraciones.

El disgusto que á Polavieja le causó la desafec- ción del Gobierno de Cánovas del Castillo, contri- buyó á su malestar físico, recrudeciéndose la enfer- medad del hígado, que ya había padecido en Cuba, en términos que desde Paraüaque se vio obligado á trasladarse á Manila, quedando de hecho terminadas las operaciones militares.

Antes de marchar de Parañaque, el 2 de Abril, el mismo día en que fué ocupado por nuestras tropas Cavite Viejo, el general Polavieja dio al almirante

BL ALMIRANTE MONTOJO. 37

Montojo la agradable noticia de qae lo acababa de proponer por telégrafo para la gran cruz de María Cristina, alta distinción que era la primera que se daba á un general de Marina.

Montojo se mostró reconocido al general en Jefe, y éste, por su parte, le manifestó que al proponerle había tenido en cuenta los importantes servicios que había prestado con la escuadra de su mando, con- tribuyendo muy eficazmente al feliz y rápido éxito de la campaña contra los insurrectos.

No se contentó el general Polavieja con la conde- coración pedida para premiar á Montojo, pues hu- biera querido perpetuar la memoria de la acción de armas é incendio de Bacoor, obteniendo para el al- mirante un título de marqués , con la denominación de Bacoor; pero sus deseos no se vieron cumplidos por cierta oposición sistemática que contra él existía en el Gobierno, á cuyo frente se encontraba Cánovas del Castillo, bajo el pretexto de que se había acor- dado no conceder ningún título nobiliario, cosa que extrañó á todos por ser la primera vez que se ponía obstáculo á conferir distinciones de nobleza por he- chos de valor y de pericia militar de notoria justifi- cación.

Fué aprobada la propuesta hecha por el general Polavieja en favor del almirante Montojo, y sobre este asunto decía un diario de Madrid del 5 de Abril lo siguiente:

I

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38 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

€£L GENERAL MONTOJO

í Como habíamos dicho ayer, puso el Sr, Cánovas ^; del Cantillo á la firma de la Regente el decreto con-

cediendo al contralmirante de la Armada D. Patricio Montojo, comandante general del apostadero de Fi- lipinas, la gran cruz de María Criatina, por su bri- llante comportamiento con la escuadra de su mando en las costas de Cavite.

})E1 decreto está redactado con frases sumamente laudatorias para el ilustre marino. En cuanto el ge- neral Beránger recogió el decreto firmado, se apre- suró á enviar al general Montojo el siguiente des- pacho: ^ <3C Tengo la satisfacción de comunicar á V. E. que

2>S. M. se ha dignado firmar el decreto concediéndole

i>la gran cruz de María Cristina, por la pericia y ac-

f i^tivldad desplegadas en el mando de la Armada^

:d cooperando al éxito.

^Felicitóle por sus gestiones en el Archipiélago.

i>Espero de Y. E. remita las propuestas anuncia- Ddas para el personal de la Arm^d^.—Beránger.i>

]>Después el Ministro de Marina encargó á su ayudante, Sr. Gastón, que fuera á dar noticia tan satisfactoria á la señora de Montojo.

]>Dicha señora saldrá en breve para Filipinas.

BL ALHIBANTS JIOITTOJO.

H LA MARINA

:»DuraDte el día de ayer recibió el Ministro de Marioa Damerosos telegramas de felicitación con motivo de loa éxitos alcanzados por la escuadra en Filipinas, entre los cuales recordamos, por bub ma- nifestadones pitrióticas y entusiastas, el del Círculo Conservador de Barcelona, el del Comandante de Marina, oficialidad y personal de la división de guar- dacostas de aquella provincia, del Alcalde de Laredo, del Gobernador de Murcia y del Alcalde de San Femando.

1>A todos ellos les contestó el general Beránger dándoles las gracias en nombre de la Marina.»

Por su parte los cuerpos de la Armada quisieron demostrar á Montojo el alto aprecio en que tenían sus servíaos y sus esfuerzos para levantar el presti- gio de la Armada, que habían sido coronados de un éxito brillante, regalándole las insignias de la pre- ciada condecoración que le había concedido el Go- bierno de S. M. en premio de su valor y de su peri- cia. Fué portador del estuche que contenia la cruz y la banda un oficial de In&nteria de Marina, por encargo especial del Ministro.

CAPITULO m

Marcha á Bspa&a Polavíeja contrariado en sus planes. —-Es reempla- zado por el general Primo de Rivera. Rápida campaña de este candillo. El Gobierno le invita á qne baga la paz á toda costa. Es nombrado Monto jo hijo adoptivo de Manila.

El nombramiento del en pitan general D. Fernando Primo de Rivera para el mando superior del Archi- piélago filipino fué, en general , bien recibido , tanto por los peninsulares como por los filipinos leales, por más de que éstos iban escaseando.

El general Pola vieja, contrariado, enfermo y des- atendido por el Gobierno conservador, había pedido reiteradamente por telégrafo y por escrito su pronto relevo por motivos de salud, y el 13^ de Abril se em- barcó en Manila en el vapor-correo León XIIT^ que- dando interinamente encargado del Gobierno y Ca- pitanía general de Filipinas el ya teniente general Machambre, que también ansiaba regresar á España.

El contralmirante Montojo sintió mucho que con la marcha del general Polavieja se malograran los bien meditados planes y los esfuerzos de dicho Ge- neral, coronados de feliz éxito, para acabar con la

42 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

insurrección. Por otra parte, la Marina tenía que es- tar agradecida á Polavieja por las consideraciones con que era tratada ; así es que Montojo se creyó en el deber de indicar al Sr. Berénger, Ministro de Ma- rina , que creía conveniente se concediera al Greneral en jefe alguna recompensa, sin fijar cuál podría ser ésta. Pero Beránger desechó la idea, en términos des- deñosos, en carta que escribió á Montojo con fecha 26 de Mayo. Tal desatención disgustó en extremo al almirante, quien contestó al Ministro en 12 de Mayo con la siguiente carta:

«Mi respetable almirante y amigo: Oportuna- mente recibí el telegrama que se sirvió V. dirigirme en 2 del actual con su felicitación para el personal á mis órdenes y para por las operaciones verifica- das con éxito contra los rebeldes de la provincia de Cavite. Muy reconocidos estamos todos á la benevo- lencia de V. , que nos anima á continuar en nuestro propósito de que la Marina obtenga la consideración que merece por su comportamiento. He leído con pena lo que me expresa V. acerca de mi respetuosa indicación (que no fué propuesta) sobre la con ve- niencia de conceder una recompensa al señor general Polavieja. Me ha dolido tanto más, cuanto esa re- prensión me ha sido hecha por medio de segunda mano, y que no creo merecer, por las razones que voy á tener el honor de consignar. Sería imperdona- ble que, en la elevada categoría que alcanzo, á mi edad y con los servicios que he prestado, ignorase

qjyí'.rA-.T.-»- \

EL ALMIRANTE MONTOJO. 43

que al Gobierno toca premiar á los encargados de secundar sus órdenes ; pero creo también firmemente que faltaría á mi deber si no pusiera al Ministro, y al Gobierno, por lo tanto, en antecedentes, á fin de que con todo conocimiento se hallara en disposición de poder apreciar las circunstancias y los mereci- mientos, para proporcionar á ellos la recompensa. Repito que, en la concisión propia de un telegrama, me limité á indicar respetuosamente la convenien- cia ; pero por el correo he hecho saber á V., con la extensión necesaria, lo reconocida que estaba la es- cuadra y, en general, toda la Marina de este Archi- piélago, á las deferencias que ha tenido con todos nosotros el señor general Polavieja. Testimonios son innegables de esto los rej^etidos telegramas laudato- rios, las alocuciones que ha dirigido, sin olvidar nunca los servicios de la Marina (cosa á que, por cierto, no estábamos acostumbrados). £s verdad que eran merecidos esos elogios, y como á me cabe, y no temo decirlo, la principal parte de ellos, me con- sidero con justo derecho á no dejar pasar en silencio los méritos del esclarecido General á quien por tan- tos títulos debe estar agradecida la Marina.

3>¡ Quiera Dios que el nuevo Gobernador y Capi- tán general esté animado de igual espíritu ! El señor general Polavieja estuvo á bordo del Cebú con su Estado Mayor para practicar un reconocimiento bajo el fuego de los rebeldes, exponiéndose tanto, que las balas silbaban á su alrededor» Me pidió por entonces

44 ANTE LA 0PII7IÓN Y ANTB LA HISTORIA

una relación de mi Estado Mayor para proponer á los que lo forman para una recompensa. ¿ Había de ser ingrato hasta el punto de ver con indiferencia tales hechos y tales pruebas de atención ? Creí deber mío hacer una respetuosa indicación. Con sentimiento he conocido que no daba resultado, y veo ahora que ha sido contraproducente. ¿Qué habrá dicho el señor general Polavieja ? ¿ Qué habrá pensado de la consi- deración en que se tiene á un almirante que acaba de poner muy alto el honor de la Marina? Por mi parte, el desaire^ que me ha hecho. V. me ha llegado al alma, y no hablo de otros de menor cuantía. i>

El general Primo' de Rivera llegó á Manila el 23 de Abril, tomando inmediatamente posesión del mando.

Era general la creencia de que al aceptar el alto cargo que iba á desempeñar se había comprometido, no sólo á contentarse con las tropas que se hallaban en el Archipiélago, sino á enviar á la Península 10 ó 12.000 hombres, para desahogar el Tesoro de los gastos excesivos que estaba ocasionando el numeroso ejército peninsular que operaba en Filipinas.

Con la actividad y energía que caracterizan á este Greneral, cuyas especiales condiciones lo hacen muy á propósito para la guerra, salió á campaña el 1.^ de Mayo con su cuartel general, dirigiéndose por Nove- leta á Imus. El 4 se apoderó de Indang, después de una lucha encarnizada. Mientras tanto la escuadra,

BL ALMIRANTE HONTOJO. 45

al mando de Montojo, protegía las operaciones de las tropas sobre Naic y Ternate, y efectuaba un des* embarco por este último punto para un ataque com- binado contra Marigondón. En la Memoria dirigida al Senado por el general Primo de Rivera se lee en su página 46:

El señor general Montojo, Jefe de la escuadra, á quien di conocimiento de mis planes , reclamando la cooperación de sus barcos para hacer alguna demos- tración y amenazar al enemigo con un desembarco, me pidió puesto de honor para sus marinos, ponien- do á mi disposición cuatro compañías que tenía or- ganizadas y preparadas para desembarco, d

Ocupados por nuestras tropas todos los pueblos que tenían en su poder los insurrectos en la provin- cia de Cavite, y obligados los rebeldes á ocultarse en las fragosidades de los montes de San Mateo y Cara- bailo, se dio por terminada la campaña; pero, por desgracia, no estaba vencida la insurrección, que per- manecía latente y dispuesta á dar señales de vida á }a primera ocasión.

Nadie como el general Primo de Rivera para un mando tan importante como el de Filipinas. A su conocimiento de la índole del indígena y al de la to- pografía del país, adquirido en su anterior período de mando en 1880 á 1883, unía un carácter afable y bondadoso, un talento claro y perspicaz y otras condiciones naturales que le conquistaban las simpa- tías de cuantos le trataban.

46 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

A SU llamamiento acudieron voluntarios de todos los puntos del Archipiélago. Organizó batallones, y con ellos batió á los cabecillas que levantaron parti- das armadas en Pangasinán , en Zambales y en otras provincias.

Mucho preocupaba al general Primo de Rivera que los insurrectos recibieran armas y municiones por la costa Este de Luzón, que, por estar poco po- blada y ser de difícil acceso, era por lo mismo más á propósito para llevar á cabo clandestinamente algún desembarco de efectos de guerra.

Para evitarlo, solicitó del almirante Montojo se ejerciera una exquisita vigilancia, tanto por la citada costa, como por la de llocos y Zambales.

A esta última destinó el almirante el Cebú y un cañonero, que partía del puerto de Subic, reco- rriendo el litoral, hasta el Cabo Bolinao. A la parte* del Este fué primero el crucero Reina Cristina , que causó verdadera admiración entre los habitantes de Binangonan y de Baler, por ser el buque mayor que había visitado aquellos parajes. El capitán de navio D. Luis Cadarso, comandante del Cristina^ desempeñó muy bien su cometido, que tenía algo de diplomático, y atrajo muchos prosélitos á la causa de España en la primera población. Relevó al Cristina el Don Juan de Austria^ y le siguieron el Manila y luego el Cehúj que prestaron un impor- tante servicio en Baler, salvando al Gobernador y á la guarnición, que se vieron á punto de perecer

BL ALMIRANTE HONTOJO. 47

á manos de los insurrectos del centro de Luzón.

La actividad que desplegó Montojo y la prontitud con que enviaba buques de guerra á los lugares donde por las confidencias más dignas de fe se temía que ocurrieran alijos de armas, impidió por completo que se llevaran á efecto aquéllos , y se puede afirmar que por todo el litoral de la extensa isla de Luzón no desembarcó entonces un solo fusil.

Convencido estaba de ello el general Primo de Ri- vera, que, manteniendo muy cordiales relaciones con el almirante , le guardó siempre mucha estimación y tuvo de él el mejor concepto.

El Gobierno recibía por nuestros cónsules y nuestros Ministros en los Estados Unidos y en el Japón, noticias alarmantes acerca de las expedicio- nes de cañones y fusiles, adquiridos por los insurrec- tos filipinos, ya en aquella Repiiblica ó en el último Imperio, llegando el Ministro de Ultramar (Moret) á dar por cierto , por la aseveración del Ministro de España en Tokio, que un vapor inglés había logrado desembarcar hasta 5.000 fusiles y cuatro cañones por las proximidades de Baler. El almirante logró convencer al General de que nada había de cierto en ello, demostrando la dificultad de que hubiese po- dido hacerse un alijo de esa importancia en una playa br.™, rin mrfio» d,«rr«tre> cminoe, ni p^libi- lidad de haber pasado inadvertido por nuestros cru- ceros. Después se comprobó que tanto éste como otros de los alijos denunciados, no existieron más

48 ANTB LA OPINIÓN T AN^B LA HISTORIA

que en la imaginación de los confidentes de nuestros cónsules y representantes en el extranjero.

El Ministro de la Guerra (Correa) también reco- mendaba al general Primo de Rivera que ejerciera mucha vigilancia, para evitar los desembarcos de armas, añadiéndole en una carta confidencial de Agosto de 1897, que excitara el celo del Coman- dante general de Marina para el buen éxito de esa operación; siendo sumamente extraño que, sin cono- cer personalmente al almirante Montojo, ni tener motivo alguno para desconfiar de él , se permitiera suponer que mientras dicho almirante mandara el Apostadero, poco podía esperarse de sus aptitudes.

¿Qué sabía de eso el general Correa?

¿De dónde conocía al almirante Montojo, y con qué razón se creía con derecho á juzgarle de un modo tan desfavorable?

Verdaderamente, no tenía entonces, ni tuvo des- pués el general Correa, autoridad para juzgar á un almirante, cuya brillante hoja de servicios podrían envidiar muchos, y muy particularmente aquel mis- mo general.

Es testigo excepcional y de calidad el general Pri- mo de Rivera, quien podrá decir seguramente que es- taba altamente satisfecho de los importantes servicios que prestó á su lado el almirante Montojo, y así lo ha hecho constar en la Memoria que dicho respetable General presentó al Senado en Agosto de 1898.

BL ALMIRAÜTB MONTOJO. 49

El general Primo de Rivera no descanBaba un instante; infatigable en el trabajo, trataba, con tacto, de suavizar asperezas, de captarse las simpatías de los filipinos, y era afable con todos y enérgico cuando convenía.

Con algún tiempo más hubiera podido vencer por completo la insurrección y aun apoderarse de Agui- naldo, Llaneras y de los demás principales promo- vedores de aquélla ; pero el Gobierno liberal quería la paz á toda costa, y así se lo decía el Ministro de Ultramar (Moret) en cablegrama de 4 de Diciembre:

«Dado estado financiero y complicaciones posi- bles, pacificar es importantísimo.!)

Apresuróse, pues. Primo de RÍvera, y después de varias negociaciones preliminares, el 12 de dicho mes tuvo efecto el desdichado pacto de Biac-na-bató, cu- yos resultados fueron desastrosos por demás.

Entretanto, el almirante Montojo era objeto de una honrosa distinción por parte del Ayuntamiento de Manila, que le entregó, por medio de una comi» sión de su seno, un precioso cuadro, conteniendo el título de hijo adoptivo de aquella ciudad , extendido en pergamino y adornado con escudos, dibujos y pinturas alegóricas. Dice así:

«Por cuanto, en acuerdo tomado por esta Corpo- ración y en cabildo celebrado el día 5 de Abril de 1897, filé proclamado, por unanimidad, hijo adop- tivo de Manila, el Excmo. Sr. General de la Real Armada Don Patricio de Montojo, distinguido y

50 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

bravo Almirante de la Escuadra española, que tanto contribuyó al éxito alcanzado contra la insurrección ñlipina, rindiendo así un justo tributo de entusiasmo hacia el heroico y entendido jefe de nuestras fuerzas marítimas.

> Por tanto, y para que así conste en la forma más solemne que convenirle pueda, expido el presente di- ploma á nombre del Excmo. Ayuntamiento, como , Vicepresidente que soy, firmado de mi mano, sellado con el escudo de sus armas y refrendado por su Se- cretario en las Casas Consistoriales de Manila á !.• de Junio de 1897. Firmado: Gumersindo del Valle. Firmado: Bernardina Marzano.i»

Después de la traidora muerte de Cánovas del Cas- tillo, y al subir al poder el Grabinete presidido por Sagasta, el general Primo de Rivera hizo dimisión de su cargo de Gobernador y Capitán general del Archipiélago para dejar al Gobierno en libertad res- pecto á aquel alto puesto.

Empezó el año 1898 en medio de una tranquilidad aparente, y para festejar la llamada Paz de Biac-na- bató dio un baile el Gobernador general en su palacio de Malacañáng el 23 de Enero, día del santo del Rey; otro el Ayuntamiento el 30, y accediendo á los deseos de la buena sociedad de Manila, dio uno de trajes del país, en la hermosa casa que habitaba en San Miguel,

. BL ALMIRANTH MO^TOJO. 51

el contralmirante Montojo el 20 de Febrero, domingo de Carnaval*

Cinco días antes había ocurrido en el puerto de la Habana la voladura del crucero de los Estados Unidos Maine^ pretexto imaginario de los anglo- americanos para atribuir á los españoles esa catás- trofe, de la cual no se sabe aún á ciencia cierta la verdadera causa, aun cuando lo más probable sea que fué debida á algún descuido de los mismos tri- pulantes.

El programa del general Primo de Rivera se iba cumpliendo, y el 1.'' de Marzo publicó el Heraldo de Madrid^ sobre el regreso de las tropas, lo que va á continuación:

a En el Ministerio de Marina se ha recibido un ca- blegrama del Comandante general del Apostadero de Manila, general Montojo, en el que comunica que el día 25 del actual salió de aquel puerto, á bordo del transatlántico San Francisco^ el primer batallón del regimiento de Infantería de Marina*

» Dicho batallón es uno de los cuatro que fueron á Filipinas con motivo de la terminada guerra-

D Regresa casi mediado en el personal, pero lleno de gloria.

]E> Al salir de la Península el indicado batallón se componía de 800 hombres y 30 oficiales. El San Francisco devuelve á la madre patria 304 saldados, 15 oficiales y tres jefes,

]> Dicho batallón ha tomado parte en los principa-

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52 ANTB LA OPIIÍIÓN T ANTE LA HISTORIA

les combates librados en el Archipiélago, como en el de Noveleta, donde mereció por su valentía ser men>- cionado especialmente.

]>For orden del Ministro, el batallón quedará en Cádiz, donde, tanto el elemento oficial como los par- ticulares, se preparan para hacer un cariñosísimo re- cibimiento á los bravos soldados de Infantería de Marina que tantos sufrimientos han pasado en la

y guerra y tan caro pagaron su entusiasmo por defen-

^ der la integridad de la patria.

dEs digno de aplauso tan hermoso propósito, pues es lo menos que puede hacerse en obsequio de núes* tros pundonorosos y heroicos soldados, d

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Sin embargo, las noticias, tanto oficiales como par- ticulares, que se fueron recibiendo déla Península, decidieron á aquel General á suspender la marcha de algunos batallones, y entre otros uno que, bajo el mando del coronel Iboleón, se había formado con peninsulares y filipinos de distintos institutos y cuer- pos que debían venir á Madrid para recibir los plá- cemes de los Reyes, de las Autoridades y del pueblo.

Las relaciones de España con los Estados Unidos se iban haciendo muy tirantes, y si bien los telegra- mas que recibía el Gobernador general del Ministro de Ultramar (Moret) eran tranquilizadores, no su- cedía lo mismo con los del Ministro de la Guerra

' BL ALMIRANTE MONTOJO. 53

(Correa), quien el 12 de Marzo expresaba clara- mente sus temores de reyerta^ palabra textual del despacho.

El 15 reunió el Gobernador general en su palacio de Malacafíáng junta de Autoridades y notables, á la que asistió el almirante Montojo con su Jefe de Estado Mayor (Boado). Hizo presente aquel Gene- ral que ante los temores, no justificados suficien- temente, de guerra con los anglo-americanos , era preciso, sin embargo, prepararnos, sin contar más que con los escasos recursos de que se disponía. Te- niendo que jugar un papel importante la Marina, invitó á hablar al almirante para que emitiese su opinión antes que nadie.

Así lo hizo Montojo, manifestando que, según car- tas de nuestros cónsules en Shanghai y en Hong- Kong, sabía que se estaba concentrando en este úl- timo puerto la escuadra que los Estados Unidos tenían eib Asia, que antes se hallaba distribuida en varios puertos de China y del Japón, y que induda- blemente se disponía á batirse, porque se habían que- dado en tierra, en Shanghai y en Yokohama, las se- ñoras que se hallaban con sus maridos en algunos de los buques. Estos eran modernos, de mucho andar, proteidos todos y provistos de buena y poderosa artillería, con muchos cañones de tiro rápido. Que se había unido á la escuadra el crucero Olympia , lle- vando á su bordo al comodoro Dewey, oficial muy acreditado, y que en Honolulú se hallaba el acora-

ASTE LA OPISIÓS T ANTB LA HISTORIA

zado Oregón, buque formidable, dispuesto á salir para Hong-Kong al primer aviso. En cambio, nuestra po- bre escuadra no podría resistir el empuje de los bu- ques americanos; aftadiendo, por último, el almirante Montojo qae tenía la convicción de que sería cierta- mente destruida.

—¿Qué medidas cree el señor general de Marina que conviene tomar? pr^untó el Gobernador ge- neral.

-Considerando, como varias veces he oído decir al Sr. Presidente contestó Montojo, que el puerto de Subic debe ser de refugio para casos extremos, y coDoeptuándolo de excepcionales condiciones como puerto militar, propongo que, sin pérdida de tiempo, aunque provisionalmente, se defienda, para que en él se sitúe nuestra escuadra, aguardando allí al ene- migo, si llega á presentarse en él , estando siempre preparada la flota para en el caso de que sea hostili- zada Manila, acudir de noche, á fin de atacar por soi'presa y de improviso á los americanos en detall cuando el Gobernador general diese aviso telegráfico de que el momento era oportuno para esa evolución, contando con que la escuadra enenüga se hallara, para entonces, algo quebrantada.

-Estoy en un todo conforme repuso el general Primo de Rivera,^ y espero que el Sr. General de Marina nos diga lo que juzga necesario hacer en Su- bic para su defensa inmediata.

—En primer lugar ^replicó Montojo, debe ce-

EL ALMIRANTE MOKTOJO. 55

rrarse la boca ó canal del Este de la entrada con bu^ ques echados á pique, defendiendo el canal del Oeste con cañones montados en la costa firme y en la isla Grrande, cuyos fuegos se cruzarían muy fácilmente, y fondear en linea por la parte interior los 14 torpe- dos Mathieson, únicos que hay en Cavite ; colocán- dose, después de hecho esto, los buques hacia dentro, y asi, bajo el amparo de las baterías y de los torpe- dos, podrán entrar en combate con los americanos.

Y en los demás puertos, ¿se puede hacer algo para la defensa? repuso el Gobernador general.

^Nada puede hacerse respecto á Cebú, Ilo-Ilo y la Isabela de Basilan, que son los más importantes contestó el almirante; pero es factible obstruir las silangas de los dos últimos puertos, y la entrada del primero con barcos echados á pique.

El general Primo de Rivera aprobó en absoluto la proposición del almirante; se manifestó de acuerdo con defender á Subic, que ya debía estarlo hacía muchos años, según había expuesto en 1880 por ex- tenso. Dejó al cuidado *del almirante cerrar la boca del Este y la colocación de los 14 torpedos, úni- cos de que se podía disponer, y dio órdenes á los Subinspectores de Ingenieros (Rizzo) y de Artille- ría (Arizmeadi) para que una Comisión mixta fuese inmediatamente á Subic á estudiar el emplazamiento de cañones de á 15 centímetros Ordóñez que había en Manila , de cuya Comisión debía formar parte el ca- pitán de navio Del Río, Comandante de Marina

56 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

y militar de Subic. Otros dos cañones de á 15 se mon- tarían en la punta Sangley (Cavite) , y todo se eje- cutaría rápidamente, en previsión de que fuera ne- cesario.

Los demás Vocales de la Junta tomaron la palabra para hablar de otros extremos relacionados con el hecho probable de que se rompieran las hostilidades con los Estados Unidos, y se levantó la sesión, reti- rándose cada cual á trabajar en consonancia con lo acordado, según lo que le competía hacer en su es- pecialidad respectiva.

CAPÍTULO IV

Las guerrillas de voluntarios. Sos brillantes servicios. El Gasino de Manila regala un sable de honor al almirante Montojo. Descon- tento de Primo de Rivera con el Gobierno.— Pide su relevo j es nombrado el general Angustin. Dobles de los rebeldes filipinos. Temores de próxima guerra. Preparativos de defensa.

En la campaña contra los insurrectos de las pro- vincias próximas á Manila, y principalmente de la de Cavite, tomaron parte personalmente y contribu- yeron con generosos donativos, los voluntarios pe- ninsulares y filipinos que habían organizado un es- cuadrón de Caballería, un batallón de In&ntería y las guerrillas del Casino, de San Miguel y de San Rafael, á cuyo frente se hallaban, respectivamente, los Sres. Bores, Hevia, Comenge, Peñaranda é In- chausti (D. Rafael). Las guerrillas prestaban servi- cio, tanto por tierra con el ejército, como por mar, alendo auxiliares de la escuadra, para lo cual se habilitaron y armaron con algún cañón y ametralla- doras, acuitados ppr el Arsenal de Cavite, por orden del almirante Montojo. En Silang, en el Zapote y en otros puntos por tierra, y en Bacoor y en el Ro- sario por mar, dieron pruebas de su entusiasmo y de

58 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

BU valor aquellos buenos españoles, que no titubea- ron en abandonar sus familias y sus intereses, cuando^ se trataba de castigar á los rebeldes enemigos de Espafia.

El Casino Español , que se distinguió siempre por su patriotismo, regalaba* con frecuencia reses vacu- nas para las tripulaciones de los buques de la escua- dra , y cuando se terminaron las operaciones milita- res , llevando la voz de la ciudad de Manila , quiso dar una prueba aquel instituto de su admiración por los valerosos hechos del almirante, regalándole un sable de honor. Un periódico de Manila publicó el 1 7 de Marzo de 1898 lo que sigue, á propósito de este espléndido donativo, así como de la condecoración con que la Marina de Filipinas obsequió al señor D. Rafael Comenge:

«ENTREGA DE UNA ESPADA

dNo hace muchos días presenciamos en la Coman- dancia general de Marina un acto solemnísimo y con- movedor: el de entregar al Sr. D. Rafael Comenge la cruz de segunda clase del Mérito Naval, con dis- tintivo rojo, que el Gobierno de S, M. le había con- cedido por sus relevantes servicios como Comandante de la guerrilla del Casino Español.

DHoy hemos tenido ocasión de ser testigos de otro acto no menos solemne.

Bli ALMIRANTE MONTOJO. 59

>Una comisión del Casino Español, compuesta de los Sres* Carbó, Pintó y Madurga, fueron á hacer entrega al almirante Sr. Montojo de un precioso sa* ble y admirablemente trabajado en la Estrella del Norte ^ enriquecido con multitud de piedras precio- sas , con que aquella Sociedad de recreo demuestra su afecto y consideración al ilustre jefe de la Marina en el día de su santo.

]bLa comisión fué recibida en el salón principal del palacio residencia de los Sres. de Montojo. Hizo la entrega del sable el Sr, Pintó , que en breves y elo- cuentes frases hizo presente la admiración que el Gasino Español siente por el jefe que con tanto acierto ha dirigido las operaciones navales que se han realizado en las aguas de Cavite.

]> Con testó y visiblemente emocionado, el general Montojo, que agradeció en lo mucho que vale el fino obsequio que le hacía el Casino Español, genuina representación de la patria española, y ofreció ceñir tan rica arma en los momentos en que, puesta en pe- ligro la honra de la patria , tuviese el deber de acu- dir en su defensa.

j^Acto seguido, el almirante invitó á la comisión del Casino y á la lucida representación de la Armada que presenció el acto, presidida por el capitán de navio Sr. Cadarso, á un espléndido lunch ^ en el que se pronunciaron entusiastas y patrióticos brindis.

dEI sable regalado va encerrado en un precioso es- tuche de madera, primorosamente tallada; en la tapa

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60 AKTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

se ve una plancha de oro con la siguiente expresiva dedicatoria: Al almirante Montojo^ el Casino Espa- ñol de Manila. 17 Marzo 1898.i>

No podía estar satisfecho el general Primo de Ri- vera, ni había razón para otra cosa, al ver palpable- mente que el pacto de Biac-na-bató, lejos de haber mejorado la situación de Filipinas, la había puesto peor. Se oía decir por todas partes que los jefes in- surrectos habían dado Ucencia por seis meses á sus secuaces, porque así se había convenido con el Ca- pitán general. En suma, que los rebeldes admitían un armisticio v nada más. Entretanto, los cabeci- lias que habían marchado á Hong-Kong con Agui- naldo, iban decididos á conspirar, utilizando el di- nero que habían recibido como premio de su aparente sumisión.

Vacilaba Primo de Rivera en lo que debía hacer; pero el Ministro de Ultramar (Moret) no le contes- taba claramente á sus proposiciones de quedarse, si era necesario y había guerra, en cualquier puesto que se le designara.

Por fin, el 11 de Abril entregó el mando superior del Archipiélago al teniente general D. Basilio Au- gustín, que acababa de llegar de Barcelona, que- dando aún en expectativa de la decisión definitiva del Gobierno.

Desacertados habían estado los Gabinetes que se

EL ALMIRANTE UONTOJO.

sucedieron en España desde 1894, con los nombí mientes de Gobernadores generales para Filipin La confianza de Blanco y su etnpeflo en dar pe importancia á las denuncias que recibía de contini fueron causa bastante para que la insurrección i mará tal vuelo, que no hubo más remedio que i levar á aquel General, cuya estrella habla perdi ya el brillo que su antigua &ma le atribuía. El noi bramiento de Pola vieja hubiera sido oportuno, si Gobierno conservador lo hubiese hecho de bu grado; pero como, desgraciadamente, no fué así, plan de este General quedó incumplido, y al t reemplazado por Primo de Rivera, que llevaba otr proyectos, si por el momento pareció sofocada la i surrección, sólo fué por poco tiempo, para exte derse cual plaga de asoladora langosta al abandon este último General el mando. Pero en nada demc tro el Gobierno de la metrópoli su falta de critei y de acierto como en ir á echar mano, en aquell momentos, del general Augustín, que ha sido p ai solo más funesto que todos los que le precediert en el Gobierno general de las islas Filipinas.

El vapor correo había detenido su salida de M níla, hasta ver lo que disponía el Gobierno respec al general Primo de Rivera. El 12 de Abril recíb este ¿Itimo el siguiente cabl^^ama: «Visto telegr

62 ANTB LA OPINIÓN t ANTifi LA HJBTORIA

ma de V. E., y no pareciendo inmediata raptara Es- tados Unidos, puede regresar » Y, en efecto, salió

aquel mismo día de regreso para la Península, que- dando en su lugar un hombre envanecido con su ele- vada posición, desconocedor por completo del país é incapaz de remediar los males causados por la fatal política de sus antecesores.

El almirante Montojo no estuvo ocioso un mo- mento desde que se empezó á sospechar que podría haber guerra.

Dispuso que la escuadra se repostara de víveres, aguada, carbón y municiones de todas clases; que se pintaran de aplomado los costados y chimeneas de los buques , y que se tomaran todas las precauciones necesarias para la preparación á un combate, desem- barazando los buques de la arboladura, así como de todos los efectos fáciles de arder. Se enviaron á Su- bic (Olongapó) 600 toneladas de carbón y víveres en abundancia, y dos buques mercantes y el antiguo transporte Sa7i Quintín^ con cuyos tres cascos se cerró la entrada ó canal del Este de Subic , opera- ción que dirigió el capitán de navio Del Río.

La Comisión mixta formada para las defensas del puerto de Subic informó al Gobernador general que no podía emplazarse artillería en aquella costa por hallarse casi cortada á pique, y que sólo en ía isla

RL ALMIRANTE HOETTOJO.

y Grande, ó Maquiling, era factible colocar los cuatro caOones de á 15 ceotímetros. El Capitán general dispuso que ae llevasen los caQones y el material y personal de Ingenieros, dando la orden de que ae trabajase con la mayor actividad. Por su parte, el almirante Montojo ae hallaba en frecuente corres- pondencia con nuestro Cónsul y con el jefe de la Comisión de la Marina en Hong-Kong; pero como era de necesidad entenderse por medio de una clave reservada, envió á aquel puerto un oficial de toda su confianza, portador de dos ejemplares del Código de señales vigente en la Armada.

El almirante Montojo no perdonaba loa medios de enterarse del estado de adelanto de los trabajos para montar la artillería en Subic; pero sólo obtenía por respuesta que las obras marchaban rápidamente, sin más detalles.

Del Río, decía por telégrafo, cuando no lo corta- ban las partidas de insurrectos de Bataán ó las tor- mentas, que auxiliaba los trabajos con 200 hombres y que aquéllos no se interrumpían un momento. El general Arizmendi ( Subinspector de Artillería), ma- nifestaba que mientras los ingenieros no terminasen la cimentación, nada podía hacer por su parte, y el general Rizzo (de Ingenieros), que no podía preci-. sar con exactitud cuál era el estado de las obras, y que esperaba recibir el parte oficial del comandan- te Scrich, encargado de aquéllas, para poder con- testar.

64 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

El 26 de Mayo había presentado al almirante Mon- tojo, el teniente de navio de primera clase D. Rafael Benavente, un proyecto de defensa de las bocas de entrada de la bahía de Manila, basado sobre unas ba- terías colocadas en dos lineas ; en la primera, exte- rior, seis , y en la interior dos , estableciendo entre una y otra linea muchos torpedos en una extensión de 17 kilómetros, á cuyo amparo se situaría nuestra escuadra.

Antes de dar cuenta al Gobernador general (Pri- mo de Rivera), dispuso Montojo que una Junta, de la que formase parte Benavente, presidida por el coronel Garcés (de Artillería de la Armada), diera su informe acerca de la posibilidad de emplazar los cañones, especialmente sobre el abrupto islote El Fraile. Levantada el acta correspondiente, con infor- me favorable, puso todo Montojo en conocimiento del general Primo de Rivera, rogándole que le con- cediera facultades amplias para establecer las bate- rías indicadas, sólo en concepto de provisionales y como ensayo siempre conveniente, dejando paramas adelante, después que pasaran las circunstancias en que nos hallábamos de dudas é in certidumbres, el estudio detenido del proyecto, que había de hacer una Comisión mixta , encargándose entonces el ramo de Guerra de la defensa formal y permanente de la bahía en lo tocante á su entrada, combinándola con las de las plazas de Manila y Cavite.

El general Primo de Rivera acogió con el mayor

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EL ALMIRANTE MONTOJO. 65

interés y agrado el proyecto, dándole su entera apro- bación, y autorizó al General de Marina para obrar con completa independencia.

En los primeros días de Abril reunió en su casa de Manila el almirante Montojo una Junta de la que formaban paite, además de los Comandantes de los buques de la escuadra, el Comandante general del Arsenal, los jefes militares del mismo y el de las fuerzas de Infantería de Marina. Se trató en la Junta no sólo de las defensas de la entrada de la babía, que se babían comenzado el 29 de Marzo, sino también de lo que debería hacer nuestra escuadra en el caso, todavía lejano, de que, declarada la guerra, se presen- tara en Manila una escuadra americana. Había que partir del supuesto de que el Ministro de Marina no enviaría recursos de ningún género, de modo que no se contaba con otros buques que los deficientes que teníamos, ni más torpedos que los 14 del sistema Mathieson , cuyas espoletas se estaban cargando de nuevo en el arsenal y construyendo para ellas algu- nos mecanismos de que carecían.

Por último, que el Ministro no daba instruccio- nes de ninguna especie, dejando al arbitrio, al celo y á la inteligencia del almirante las determinaciones que habrían de tomarse.

Las opiniones de los concurrentes á la Junta es- taban divididas. El Comandante general del Arsenal y tres jefes más optaron porque nos quedásemos en la bahía de Manila, ya sobre Cavite, ya sobre la en-

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66 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

trada; pero la gran mayoría se inclinaba por ir á Subic, con tal de que se hallase ya suficientemente defendido aquel puerto. Esta opinión, de la que par- ticipaba el almirante Montojo, era, por otra parte, la que procedía adoptar, pues que así se había acordado en la Junta presidida por el Gobernador general el 15 de Marzo.

Los trabajos de la defensa de los islotes y costas de la entrada de la bahía se ejecutaban bajo la direc- ción del coronel de Artillería de la Armada, Garcés, con la cooperación del teniente de navio de primera clase Benavente y del comandante de Ingenieros del Arsenal D. Darío Bacas. Se empleaban en ellas 200 hombres, entre operarios y peones, y se utilizaban dos grúas y seis lanchones de las obras del puerto y dos cañoneros.

De la línea interior de defensas hubo que prescin- dir por completo por falta de cañones, y de torpedos en absoluto, y también por la incertidumbre respecto al tiempo de que podía disponerse.

Entretanto, fueron comisionados el capitán de fra- gata Sidrach y el teniente de navio Arias de Saave- dra, para que estudiaran el medio de improvisar torpedos , á fin de repartirlos, en el mayor número posible, por la bahía, entre Manila y Cavite.

El ingeniero Bacas presentó un proyecto basado en la construcción de unas cajas metálicas, que ha- bían de estar preparadas de manera que al chocar un buque con una de ellas estallase la composición que

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BL ALMIRAMTB MONTOJO. 67

contendría, causando graves averías. Pero aparte de la dificultad y gran riesgo del manejo de tales apa- ratos, se ofreció una mayor, que era la de no existir suficiente cantidad de nitroglicerina.

El almirante lo pidió á Hong-Kong, y tampoco lo había en aquella plaza. En cambio, se recibió de allí cable eléctrico para los torpedos que se iban á colocar en Subic, en cantidad de ocho millas de largo.

En resumen, Arias de Saavedra no encontró me- jor solución que la de aprovechar las puntas de com- bate de los torpedos que tenían algunos buques de la escuadra, y fondearlas cerca de Pulo Caballo, hacia dentro de la bahía, formando una superficie triangular.

El 12 de Abril, al embarcarse el general Primo de Kivera para la Península, aún no se sabía habría ó no guerra.

Mientras el Ministro de la Guerra (Correa) mani- festaba en sus cablegramas temores de un próximo rompimiento, el de Ultramar (Moret), siempre opti- mista, abrigaba grandes esperanzas de llegar á una avenencia con los Estados Unidos. En cuanto al de Marina (Bermejo), no daba cuenta de su e.\istencia más que para contestar á los telegramas del almi- rante Montojo, diciendo que nada podía enviar, por- que lo poco que tenía á su disposición lo necesitaba en la Península, donde era más perentorio que en Filipinas (; I).

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68 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

P? En esta incertidumbre, Montojo se encontraba á

ciegas , sin instrucciones ni auxilio de España. No asi los americanos, que en Hong-Kong se preparaban . evidentemente para combatir, llevando á efecto un plan perfectamente estudiado , que había de cumplirse con precisión en cuanto el Gobierno de Washington considerara llegado el momento oportuno.

En esta penosa situación llegó el 21 de Abril , día en que se declaró la guerra entre los Estados Unidos 7 España.

Sin más buques que cuatro dignos de tal califica- ción , pero no para un combate ; sin torpedos , con pocos cañones de mediano calibre, y mucha falta de personal idóneo para su manejo, el almirante Montojo tenía por segura la destrucción de su irrisoria escua- dra si se llegaba á encontrar con la enemiga, y así se lo manifestó al Ministro, como ya lo había dicho al Gobernador general en la Junta de Autoridades.

¿ A qué puerto del Archipiélago se dirigiría , que no dieran con él los americanos ?

Si diseminaba los barcos, irían cayendo uno á uno en poder del enemigo, sin comunicarse los unos con los otros, y finalmente serían cazados como lie- bres, gracias á la superior marcha de los buques americanos.

Pero aun dado caso de la posibilidad de tal re- curso, no era factible emplearlo, porque el Gober- nador general se opondría seguramente, de lo que estaba además convencido el almirante.

BL ALHIBANTE HONTOJO.

Ya lo expresa, por extenso, en sus oficios de y 30 de Abiil, en los que explica las causas (]U€ obligaron á volver á la bahia de,Manila.

En tales circustancias, y cuando de un mome: á otro entrarían en el puerto de Subic los ameri nos, lo indicado era rehuir á toda costa el encu tro con el enemigo, diseminando los buques. Pt .en primer lugar, cuando el Ministro, que conc tanto su triste situación , no lo ordenaba, ¿ de MoDtojo tomar por esa determinación ?

Las baterías de la entrada de Manila se hallal casi completamente listas j municionadas, j aur esperaba recibir de EspaQa los 70 torpedos ( anunciados por el Ministro (que nunca llegaron) por fin, el 35 de Abril por la noche salió para Su la escuadra.

Por la tarde del mismo día visitó Montojo nuevo Grobernador general (Augustín), el cual dijo, que, siendo acuerd*? de la Junta presidida su antecesor que la escuadra aguardara los acor cimientos, para obrar según conviniera, no se opo á su salida.

Le bizo presente el almirante, que, no poseyei la clave reservada del Gobierno, tenía que utilizai de Marina, entendiéndose con el Capitán del pu€ de Manila, por quien se enteraría Augustín de parte cifrada; á lo cual prestó su aquiescencia el tado General, por más de que luego se hizo el c entendido, quejándose injustamente de Montojo.

70 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

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DIóle éste cuenta, además, de que quedaban á sus órdenes y en disposición de hacer fuego las seis ba- terías que defendían las entradas de la bahía, las cuales se hallaban constituidas de esta manera:

En el islote El Fraile, tres cañones: uno de á 12 centímetros Hontoria (del Ulloa) y dos de ídem cortos (del Lezo).

Comandante, el teniente de navio de 1.* clase Be- navente.

En Pulo Caballo, tres de á 15 centímetros (del Velasco).

Comandante, el capitán de fragata Menacho.

En la isla Corregidor, tres de 180, Armstrong.

Comandante , el teniente de navio de 1 .* clase Mi- randa.

En Mariveles, punta O., tres de á 16 centímetros^ Palliser.

Comandante, el teniente de navio Rodríguez de Castro.

En la Punta de Lasisi, dos de á 16 centímetros, Hontoria.

Comandante, el capitán de artillería de la Armada Rivera.

Además, en lo más alto del Corregidor, tenía el coronel Garcós, para señales, un cañón de tiro rápido.

El cañonero Arayat^ su comandante el teniente de navio Ceano, para el servicio de las baterías y de vigilancia exterior.

EL ALHIRANTH HONTOJO.

El cañonero Leyte, su comandante el teniente navio Peral , para la vigilancia interior.

La lancha Sansón, su comandante el teniente navio Suanzes (D. Carlos), que se había utiliza para la colocación de los torpedos provisionales ( al servicio de Isa baterías.

Era de esperar que los cuatro cafiones de á 15 ce tímetrOB llevados á Subic, si no estaban ya moni dos, les iáltarfa poco para ello; pero el desengaño la decepción que sufrió el almirante fueron terribl*

Desde la primera Autoridad hasta el último esj fiol de Manila se hallaban dispuestos á tenerlo i cobarde si se hubiese atrevido á alejarse de la capit y al regresar á ella sería ciertamente arrastrac ¿Cómo luchar contra el egoísmo y la ignorancia?

•'♦• ••.•í^-.;«.:

1

CAPITULO V

Ceguedad del Qobierno . Los amerícanoB ponen en práctioa un plan preconcebido. Abandono en que se encuentra el Archipiélago ñli- pino.-^EI Ministro de Marina sin saber qué hacer. El almirante Montojo le manifiesta que carece de recursos para combatir. Optimismo del almirante Beránger. Va á Subic la escuadra y ▼uelve á la bahia de Manila.

Todavía á mediados de Abril no creía inmediata el Ministro de Ultramar (Moret) una ruptura de hos- tilidades con los Estados Unidos y, por el contrario, esperaba que aún podría conseguirse llegar á una avenencia.

I Qué ceguedad y qué inocencia tan grandes I

¿ Para qué servían á nuestro Gobierno los agentes diplomáticos y consulares, los agregados navales y militares que teníamos en América?

¿ O es que pasaban inadvertidos para todos estos funcionarios los movimientos sospechosos y los pre- parativos bélicos de los anglo-americanos ?

No por cierto. El Gobierno español recibió muchos avisos y detalles que hubiera debido aprovechar; pero con la indolencia propia de nuestro carácter, no dio á tales advertencias la importancia que tenían y siguió cruzado de brazos, ocupado solamente en las

74 ANTE LA OPINIÓN T ANTB ÍA HISTORIA

miserias de la política personal , mezquina y ^oísta.

Del Anuario (1) del Ministerio de Marina de los Estados Unidos para 1898, vamos á entresacar al- gunos despachos telegráficos, que prueban la prose- cución de un plan decidido para hacer la guerra á Espafla sin perdonar medios.

Ya en 11 de Enero decía telegráficamente el Mi- nistro de los Estados Unidos, Mr. Long, á Mr. Sel- fridge, que mandaba un buque de estación en Ville- franche-sur-Mer : «Suspenda el licénciamiento de los marineros. Instrucciones detalladas por correo.»

El mismo decía el 17 á Mr. Wilmington, de esta- ción en la isla de Guadalupe: « Cruzar sobre

islas de Barlovento, sin tocar puertos españoles »

AI comodoro Dewey, que estaba con el Olympia en Yokohama, el 27 de Enero: iiSuspenda hasta nueva orden licénciamiento de las tripulaciones cumplidas.»

Al mismo, en 25 de Febrero, á Hong-Kong: «Reservado y confidencial.» Concentre escuadra, excepto Monocacy, en Hong-Kong. Mantenga relleno carbón. Si ocurre declaración guerra Espa&a, debe principalmente evitar que escuadra española deje costa asiática, y lu^o procederá operaciones ofensi- vas en islas Filipinas.»

Mr, Long daba órdenes por telégrafo, el 26 de Fe- brero, á las estaciones navales de los Estados Unidos

(1) Appendis to tbe Heport of the Chiaf, of the BurMn of N&-

BL ALMIRANTE MOSTOJO.

en La Guaira, Barbadas, Honolulú, Lisb( Koogy Cayo Hueso, para que los buques ( abarrotados del mejor carbón que pudieeei Disponía la admisión pronta de fogoneros individuos de clases subalternas, y que se á los buqaes de las municiones de guerra i

Los americanos sabían á donde iban y o consecuencia; mantenían en el engafio al español, y se reservaban declarar la guerra como les conviniera.

En Espafla se ignoraba todo, y nada st previsión de lo que pudiera suceder.

El pueblo y la mayoría de los españoles la Marina más que una corporación brill: los barcos máquinas complicadas muy eos lo demás, existe en el país una ignorai acerca de la utilidad y del objeto de la Ma la influencia que puede y debe ejercer en la nación.

Todo español es militar por instinto, pen El toque de un tambor ó de una corneta 1< anima ; la música militar y la vista de \l marchando, le enardece y entusiasma.

Las glorias del Ejército le admiran y en

Los hecbos notables de la Marina ni los le conmueven , aunque oiga hablar de elloi

A raíz de la voladura del Matne, en el la Habana, empezó á preocuparse la ateni ral en España por la eventualidad de una |

76 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

los Estados Unidos. Lo primero en que pensó el Go- bierno fué en mandar soldados y más soldados á Cuba, la mayor parte muchachos, sin haber termi- nado por completo su desarrollo físico, y sin instruc- ción militar de ninguna clase.

¿ A qué iban á Cuba ? ¿ A evitar que se emanci- para aquella isla codiciada de los yankeea? ¿A ba- tirse con estos últimos? Nada ni nadie era ya capaz de impedir que un pueblo, separado por una larga extensión de mar de la metrópoli, consiguiera su in- dependencia después de una obstinada lucha y de repetidas insurrecciones,

Y en cuanto á combatir con tropas en tierra á los buques, sólo podría ocurrí rsele á españoles fanáticos.

Aquellos héroes ignorados, aquellos dóciles ins- trumentos de un gobierno torpe, fueron á morir, no en los campos de batalla, sino en los hospitales, ó á su regreso á su patria más tarde , de enfermedades y de mala y escasa alimentación.

El Ministro de Marina no sabía qué hacer, no to- maba ninguna determinación á tiempo, ni tampoco tenía la menor iniciativa para arbitrar recursos ó decidir lo que era más conveniente en previsión de una guerra, á la que nunca debió dar su asenti- miento. Antes debiera haber dimitido á todo trance.

Se adquirieron algunos buques transportes inade- cuados para un combate; pero que, en cambio, se pagaron muy caros.

Se compraron, también á precio subido, cañones

EL ALMIRANTE MONTOJO. 77

viejos é inútiles; pero no se pensó en enviar torpe- dos inmediatamente á Manila, ni menos en reforzar la escuadra con un par de buques de combate; no habiendo sabido aprovechar las ocasiones que se pre- sentaron , por falta de tacto y de energía.

Entretanto, los buques que formaban la estación naval de los Estados Unidos en los mares de Asia, 86 habían ido reuniendo en Hong-Kong, circunstan- cia que inspiraba temores en Manila y hacía sospe- char sus miras hostiles contra las islas Filipinas. Pero el Ministro de Ultramar (Moret) en su opti- mismo, decía al Gobernador general del Archipié- lago que si la escuadra americana iba á Manila, se la recibiera con la cortesía y agasajo que se acostum- braba tener con las demás escuadras extranjeras, puesto que nuestras relaciones con los Estados Uni- dos eran muy cordiales. Debía creerlo así el Minis- tro, porque de lo contrario su conducta sería crimi- nal. No se hallaban tranquilos, á pesar de las segu- ridades del Gobierno, el general Primo de Rivera y el almirante Montojo, y al tratar de la posible ida á Manila de los buques americanos , decía el primero al segundo:

D ¿No le parece á usted que podría ser que se nos entraran por la bahía esos yankees en plena paz , y una vez dentro bombardearan la ciudad ?

D No lo creo replicó Montojo, porque eso se- ría cometer una felonía insigne; pero desconfío mu- cho de su cordialidad.

78 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

D ¿Y si vienen y no saludan á la plaza?

y> Pues ya no estará usted obligado á obsequiarlos en modo alguno, y nuestro Gobierno decidirá lo que se haya de hacer.

y> El caso es que estoy en un grave compromiso, porque no tengo ninguna confianza en la amistad de los yankees.

3) Ni yo tampoco repuso Montojo. El tiempo aclarará esto.D

En efecto, las noticias que se iban recibiendo eran cada día más alarmantes.

El almirante Montojo dijo al Ministro de Marina por telégrafo en 26 de Marzo: «Recibidos cablegra- mas del Ministro de la Guerra y otros, particulares, manifestando existe gran tirantez entre Gobierno español y el americano. Una escuadra compuesta de seis buenos buques modernos está en Hong-Kong. Estos buques vendrán al puerto de Manila, según se asegura. Me dispongo activamente á tomar todas las precauciones. Torpedos y buques pocos y deficientes. Espero órdenes superiores. No tengo instrucciones.»

La contestación que dio el Ministro el día si- guiente fué: c( Apruebo cuantas precauciones tome en vista circunstancias, sintiendo no poder mandar re- fuerzos por ser aquí necesarios.»

El 11 de Abril volvió á telegrafiar el almirante para enterar al Ministro de los movimientos de los

EL ALMIRANTE MONTOJO.

americanos, en estos términos: «Por ] ticias, están en Hong-Kong los cruce Olympia, Battimore y Boston y otro < ñeros. El artillado más de 50 cañoi media 17 millas. Vendrán tan prontc guerra. Han comprado un vapor en esterlinas. Otro en 18.000, y tratan d Se trabaja mucho en defensas á la enl to, arsenal de Cavite y Subic para ag recursos en tiempo.»

El Ministro contestó el 12 siguienti

«Enterado telegrama cifrado sobn

vite, Subic, no pudiendo enviar rec

momentos, espero que celo y actividad

deficiencias. i>

Nuevo telegrama del almirante Mo Abril:

«Tengo para combatir Reina Crii Isla de Luzón, Isla de Cuba. Este tii un cañón. Sólo para estar á la defen acorazados hubiera podido tomar la q hostilizar California.»

Contestación del Ministro:

«Quedo enterado de su telegrama cil

Cualquiera que se fije con alguna c

que expresan estos despachos, puede

mentarlos que de ellos se desprenden,

"bles, por cierto, para el Gobierno.

80 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Las personas sensatas no dejaban de comprender que la guerra, que ya se vislumbraba, sería esen- cialmente marítima. En los periódicos más impor- tantes se habían publicado pomposas y exageradas noticias acerca de nuestros buques de guerra. Muchos aseguraban, bajo la fe del almirante Beránger, que la escuadra de Filipinas se componía de más de 30 barcos, todos ellos nuevos, de mucho andar, mejores que los americanos y en mayor número que los que éstos podían presentar para combatir á los nuestros.

El almirante Beránger debía tener autoridad, efec- tivamente, no sólo por su edad avanzada, sino tam- bién por la experiencia que, con algún fundamento, se le suponía.

Desde 1870 á 1898, ó sea en el intervalo de diez y ocho años, ha sido siete veces Ministro de Marina; con el Gobierno provisional, con el radical, el repu- blicano, el fusionista y el conservador. Con tantos cambios de política y de sistema, ¿ no había motivo para creer que este anciano marino sería un buen consejero y sabría apreciar con acierto las circuns- tancias favorables ó adversas en un casus beüij si éste llegaba á ocurrir?

Pero ¿qué se podía esperar de un almirante, que, en su afán de singularizarse, había convertido los cruceros en acorazados y los cañoneros en cruceros, imaginariamente, por supuesto? Por este medio taa sencillo poseía España una poderosa armada, distri- buida en escuadras hipotéticas

BL ALIflRANTE HONTOJO.

Un hombre, á quien no se le puede negar ami la Marina (aunque mucho menos que á prop ¿cómo es que no ha dejado de recuerdo más proyectos nunca realizados, buques que no pue navegar y reformas que han perturbado la corp ción entera?

Si en España se exigiera la responsabilida quien la tiene, debía pedírsele estrecha cuenta de i desaciertos que tan funestos han resultado par nación.

A propósito de este personaje , publicó El Imj cial del 7 de Abril, bajo el epígrafe de «Disparat é increíble»:

lEl general Berángér se olvida de que las resp Babilidades de cuanto pueda ocurrir á nuestra mada pesan principalmente sobre él, quien tiempo y con recursos ni previo lo que había de ceder, ni hizo cosa de provecho, según se demosti oportunamente dentro de breve plazo. El com; cíente Ministro de Marina del Sr. Cánovas, lejoí reconocerlo asi y de quedarse en prudente obscurií saca de vez en cuando la cabeza por las columnas d( periódicos, ya para desahogar sus pasiones, ya | decir cosas tan estupendas como las que dijo ayi uo redactor del Heraldo, y que este colega ha pu cado seguramente sin pensar en que á estas h( (como en efecto sucedió) habrán sido telegrafía á Nueva York. Anoche se hicieron en Madrid se el asunto los más vivos comentarios.

82 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Del Heraldo:

«Hoy hemos tenido ocasión de hablar largo rato con el general Beránger, último Ministro de Marina del Gabinete conservador. A las preguntas que le hemos dirigido acerca del conflicto pendiente con los Estados Unidos, se sirvió manifestamos que confía en absoluto en el triunfo de nuestras fuerzas navales. « ^No es de temer, ha añadido, el ataque á nuestros D puertos de la isla (Cuba) aprovechando las horas de ))la noche. La razón de esto es, que tanto la Habana, ))como Cienfuegos, Nuevitas y Santiago, están defen- j)didos (?) por torpedos eléctricos y automóviles, que i) pueden obrar á gran distancia (!). El Sr. Cánovas ))del Castillo, que no se olvidaba de estos asuntos, ^dispuso, de acuerdo conmigo, el envío á Cuba de 190 » torpedos, que deben estar colocados en esos puertos. )>De la conducción é instalación de estas máquinas »de guerra se encargó el ilustrado torpedista señor » Chacón.

y> He dicljo antes que venceremos por mar y voy á » exponer mis razones. Es la primera de ellas la en- Dvidiable disciplina que reina á bordo de nuestros bu- »que8 de guerra, y la segunda, que en cuanto se rom- :Dpa el fuego á bordo de los buques americanos se ini- )í> ciará la dispersión, pues todos sabemos, que entre )>sus tripulantes los hay de todas las naciones. Barco » contra barco, no es, pues, de temer un fracaso. Creo »que la escuadrilla detenida en Cabo Verde y en ea* Dpecial los destroyers han debido y podido continuar

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 83

))8u viaje á Cuba, pues nada tenían que temer de la Dflota americana. En esta clase de barcos estamos Dmuchos codos por encima de los Estados Unidos.» (Risum teneatis!)

aquí los telegramas que dirigió Mr. Long, Mi- nistro de Marina de los Estados Unidos, los días 21 y 24 de Abril al comodoro Dewey en Hong-Kong:

(íl.*> Desembarque todo el maderamen que pueda entorpecer operaciones de guerra.

j)2.'* La escuadra del Atlántico del Norte está bloqueando Cuba. No está aún declarada guerra, lo será de momento. Os informaré. Esperad órdenes.

»3.** Comenzada guerra entre los Estados Unidos y España. Diríjase inmediatamente á las islas Filipi- nas. Emprenda en seguida operaciones, particular- mente contra escuadra española. Debéis capturar ó destruir los buques. Ponga el mayor empeño.»

El comodoro Dewey contestó el día 25 desde Hong- Kong:

üLa escuadra saldrá para las Filipinas en cuanto llegue el Cónsul de los Estados Unidos en Manila. i>

Y el 27 comunicó igualmente:

<i Llegado de Manila cónsul Williams. Inmedia- tamente saldrá la escuadra para las islas Filipinas.»

Mr. Osear Williams, cónsul de los Estados Uni- dos en Manila, cuya procedencia era la de profesor ó maestro de un colegio, llevaba poco tiempo de re- sidencia en la capital de Filipinas; hombre activo y astuto, logró pronto entenderse con algunos de los

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ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

corifeos de la insurrección, siempre en pié, aunque encubierta, y no perdonaba cuantas ocasiones se le ofrecían para enterarse de la actitud de las Autorida- des de Filipinas y de los preparativos que se inten- taban, en previsión de que llegara á declararse la guerra con los Estados Unidos,

Mr. Williams pidió á prevención y obtuvo de su Gobierno permiso para ausentarse de Manila; pero^. atento á su objeto de espionaje, se mantenía en su puesto hasta poder dar noticias completas al como- doro Dewey, con quien se hallaba en frecuente co- rrespondiencia.

El almirante Montojo, suponiendo que la causa principal de continuar en Manila Mr. Williams era la de enterarse del estado de las defensas, de los bu- ques aptos para combatir y de los recursos con que se contaba en la capital, y habiendo sabido además que diariamente iba en una lancha de vapor, como á dar un paseo, hacia la entrada de la bahía, pero en rea* lidad para ver lo que se estaba haciendo para la de- fensa de ambas bocas, llamó sobre esto la atención del Gobernador general ( Primo de Rivera) y le acon- sejó que diera los pasaportes al cónsul Williams, Esto era á principio de Abril.

No lo consideró oportuno el General, y por cierto

que no hizo bien, porque después se confirmaron

todas las noticias que habían circulado acerca de los

manejos de aquel agente.

. El 24.de Abril, provisto sin duda de datos inte*

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SU ALMIRANTE MONTOJG. 85

Tesantes y llegado ya el momento de obrar, salió Mr. WilliamB para Hong-Kong en el vapor inglés Esmeralda , dejando encargado del despacho de loa Asuntos de los Estados Unidos en Manila al Cónsul -de la Gran Bretaña en dicha capital, Mr. RaTcson Walker.

Acompañaron ¿ Mr. Williams dos filipinos muy prácticos de la bahía de Manila, puestos además de acuerdo con otros insurrectos que, situados en lo alto ■de la punta de la Restinga, deberían hacer las seOa- les convenientes á los buques ameñcanoa cuando intentaran tomar el puerto.

El 27 de Abril encontró el Esmeralda á poca dis- tancia de la isla de Hong-Kong (algunas millas al Sur), á la escuadra de los Estados Unidos, y según convenio hecho con el comodoro Dewey, transbordó Williams del Esmeralda al Olympia, poniéndose por completo á la disposición del jefe americano, con el cual conferenció largamente durante la navega- ción, que fué próspera.

Un diario de París noticiaba por aquellos días que Dewey se había expresado categóricamente en Hong-Kong con un sujeto muy veraz, en estos térmi- nos:— aNo espero que los buques españoles presen- ten combate al Olympia^ al Baltimore,' al Raleigk y al Boston^ cuya superioridad sobre aquéllos consi- dero extraordinaria.»

Bueno es tener en cuenta este aserto, porque últi- mamente han tratado (en los Estados Unidos) de

^■' ' "?*^

86 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

hacer ver que los españoles tenían superioridad en buques y hasta en torpedos. ¡ Qué osadía ! ( 1 )

La escuadra americana llegó á la altura del cabo Bolinao en la mañana del 30 de Abril.

No encontró allí ningún buque, y barajando la costa de Luzón hacia el Sur, se hallaba por la tarde sobre la punta de Capones.

El crucero Boston y el cañonero Concorda fueron por orden del comodoro Dewey á reconocer el puerto de Subic, lo que efectuaron recorriéndolo minucio- samente; pero ya había marchado de allí el día an- terior la escuadra española, regresando á Manila.

De la salida de los buques americanos de la bahía de Mirs (al noroeste de Hong-Kong) tuvo noticia el almirante Montojo en el puerto de Subic el misma día 27, por un telegrama del Cónsul español en Hong- Kong, Sr. Navarro, que le decía ibaná Subic á des- truir la escuadra y luego á Manila.

Los movimientos de los americanos fueron comu- nicados oportunamente por el semáforo del cabo Bo- linao, y desde Olongapó por el capitán de navio del Río,

(1) El comodoro Dewey tuvo la audacia de pedir 400.000 dollars como indemnización por haber destruido la escuadra española; pero el Senado americano, fundándose en el escaso mérito de destrnir dé> biles embarcaciones con cruceros formidables, redujo aqaella suma á 200.000,, y aan ésto por un exceso de oondesoendenoia.

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CAPITULO VI

Combkt« denatnwo de Cavito. Alocución del h 8u parte ofldaL Desembarca herido en el Aim el coDTento de San Telmo con el Gobernador s i Manila.

Llegamos al momento crítico: al enlace, debido ala imprevisión y al a Gíobiemos que se han sucedido en Esp cuando estalló la pñmera insurrect pues que entonces ya pudo compre necesario, indispensable de todo pur duramente y estudiar con interés h convenía poner en práctica para que española en las Filipinas no llegara para implantar las reformas que el mayor cultura de los habitantes iban sin precipitación ni exageraciones, ci dencia, dando al propio tiempo ma^ al Gobernador general para todo lo bienestar y al engrandecimiento del J acuerdo con lo que propusiera el Co niatración, constituido en su mayor dades independientes de arraigo verds

88 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

En una palabra: ir dando á las islas Filipinas to- dos los derechos de que disfrutan las colonias ingle- sas dentro de su obediencia á la Metrópoli,

La Marina de guerra se hallaba reducida á algu- nos 40 buques, que si en número podrían parecer su- ficientes, no lo eran en realidad, no sólo por la mul- titud de islas que tenían que vigilar y la gran exten- sión de costas que debían recorrer, sino también, y muy principalmente, porque la mayor parte no po- seían las condiciones de velocidad , de artillado y de construcción que exigía ya la arquitectura naval.

La escuadra de Filipinas no servía más que para tiempos de paz ó, á lo sumo, para sofocar insurrec- ciones locales ó para combatir á los moros de Min- danao y Joló.

Respecto á la Marina, se hallaba el Archipiélago filipino como treinta años atrás.

Respecto á la defensa y fortificación de las plazas de la bahía de Manila y del puerto de Subic, copao cien años lo menos.

Ya lo dijo en 1880 el general Primo de Rivera.

£n cuanto al almirante Montojo, desde su llegada á Manila no cesó de exponer al Minibtro de Marina las faltas de personal de todas clases, especialmente de artilleros de mar y las de material, tanto en bu* ques como en cañones de tiro rápido y torpedos.

Y el Ministro contestaba siempre (cuando lo ha? cía) con vagas promesas, con evasivas y hasta con punible indiferencia.

BL ALUIRANTB HONTOJO. 89

La situación de Montojo, desde que empezó á te- merse que pudiese haber guerra con los Estados Uni- dos, era apurada por demás.

Entregado á sus propias fuerzas é ¡uiciativas, sin barcos dignos de este nombre, sin recursos bastantes en personal y material, ¿qué partido le quedaba? Hizo lo que au honor, su conciencia y su deber le aconsejaban.

Reunió á los jefes y comandantes á sus órdenes. Les expuso en todos sus detalles cuál era la situación, oyó su dictamen y decidió, conforme á él, lo que te- nía que hacerse.

Aceptar el combate en las menos malas condicio- nes posibles.

Esto es, ir ál sacrificio.

En la noche del 29 de Abril se hallaba de regreso ]a escuadra en el seno de Canaeao.

£1 almirante, muy ocupado con los preparativos para el combate, y no pudiendo abandonar el buque- insignia, envió su ayudante á Manila para que di- jese al capitán del puerto, Cano, que saludase de su parte al Gobernador general y le explicase de pala- bra que se disponía á esperar en Cavite al enemigo, como se lo expresaba ya de oficio. Aquel mismo día ee celebró una Junta de guerra en Manila, á la que asistió el capitán de navio Cano en representación del almirante.

El día 30 quedaron situados los buques así: el Castilla, amarrado en cuatro, con su máquina inútil,

90 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

á causa del malísimo estado del casco, próximo á la punta Sangley ; luego el Reina Cristina; por las amu- ras de este crucero, el Cuba y el Luzón; por la proa, el Marqués del Duero; en el claro que quedaba por detrás del Castillaj el Don Juan de Austria y el Ulloa^ sin movimiento este último, por estar la máquina en reparación, casi desartillado y amarrado en cuatro, como el Castilla.

Por la tarde se hizo la señal de á la orden los co- mandantes^ y en la cámara del crucero Reina Cristina lea recomendó el Almirante que se batieran bien, re- sistiendo hasta el último extremo, echando á pique los buques antes de que cayeran en poder del ene- migo, sin rendirse bajo ningún concepto.

Así lo prometieron todos con decisión y firmeza, marchando cada cual á su buque para prepararse á la función de armas ya próxima. Al capitán del va- por correo Isla de Mindanao^ que había fondeado muy cerca de la escuadra, le aconsejó Montojo que se dirigiese á Singapore, puesto que no esperaba entí*asen los buques americanos antes de la media noche; pero el capitán Roídos le objetó que no estaba en su mano tomar aquella determinación mientras no lo autorizaran sus jefes. Por lo que, y en previ- sión del riesgo que podía correr, dispuso el almi- rante que el Mindanao se enmendase hasta colocarse lo más cerca posible de la playa de Las Pifias para encontrarse lejos de la acción.

EL ALMIRANTE MONTOJO. 91

Para formarse idea exacta del combate naval de Cavite, nada mejor que la lectura del parte oficial que el almirante dio al Ministro de Marina, entre- sacando de él los párrafos más interesantes. Dice asi:

ccDispuesta la escuadra para el combate, con los fuegos avivados y todos en sus puestos respectivos, esperábamos por momentos la llegada del enemigo. A todos los buques, después de pintados de color gris obscuro, se les había desembarazado de las ver- gas, de los masteleros y de las piezas de respeto, á fin de evitar en parte los efectos de loa proyectiles y Brfltillazos, asi como que tuviesen aquéllos más libres sus movimientos, teniendo las anclas valizadas para largar de momento sus cadenas.

dA las cuatro de la mañana del 1.*^ de Mayo se hizo la señal de zafarrancho de combate, ejecután- dose inmediatamente en todos los buques i>

El almirante con el jefe de Estado Mayor (Boa- do), el comandante (Cadarso), el oficial del Estado Mayor (teniente de navio Núñez Quijano), el ayu- dante del almirante y dos timoneles, se hallaban sobre el puente del crucero Reina Cristina^ todos impacientes, deseando de una vez entrar en acción. £1 primero que divisó los buques americanos fué el comandante del crucero Don Juan de Austria (ca- pitán de fragata D. Juan de la Concha), señalándolos

92 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

inmediatamente. En efecto: se veían hasta ocho bul- tos confusamente dibujados entre la bruma, que se dirigían hacia Manila por detrás de la punta Sangley.

Eran las cuatro y tres cuartos; aún no había ama- necido y se estaba repartiendo el café á la tripulación. Terminado el desayuno, mandó el almirante tocar á atención y un profundo silencio se hizo sobre la cubierta.

Con voz entera pronunció en aquel solemne mo- mento el almirante Montojo la siguiente alocución:

«¡Soldados y marineros I Los Estados Unidos de Norte -América nos obligan á una guerra inicua cuando no debíamos esperarla. Su principal objeto es arrebatamos la rica isla que hace 400 afios posee- mos con el derecho que nos da el descubrimiento del Nuevo Mundo y su conquista. Pero la ambición de aquéllos, no satisfecha con Cuba, viene á atacarnpp también en este Archipiélago con una escuadra muy superior á la nuestra.

í>El enemigo está á la vista, y confío en que todos le demostraréis en el combate que sois dignos com- piafieros de vuestros antepasados en la historia patria.

j) I Viva España! ¡Viva el Rey b

Un caluroso y nutrido viva contestó á las pala^- bras del almirante, y uno de los más animosos era el capellán (D. Ramón Novo), quien, lleno de entu- siasmo, daba ejemplo con sus exhortaciones á reci- bir con valor y con tranquilidad los proyectiles ene^ migos.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 93

Sigue así el parte oficial : « Se avistó desde á bordo la escuadra algo confusa, formando una línea de fila casi paralela á la nuestra y como á 6.000 metros de distancia; á la cabeza el buque insignia Olympiaj si- guiendo el Bcdtimore^ el Raleigh y el Boston (al pa- recer cabeza de la segunda división), con el Concorda el Petrel y el Mac-Cidloch, quedando fuera de la línea dos transportes (el Zafiro y el Nansham).

y> A las cinco rompió el fuego la batería de la punta Sangley, cuyos dos primeros tiros resultaron cortos, y á la izquierda de la dirección del buque cabeza. La escuadra (americana) en este momento formó una línea de frente para acercarse, quedando en la de- marcación NE.-SO. La batería de la punta Sangley tenía montados dos cañones de á 15 centímetros, Ordóñez, de los cuales sólo uno tenía fuegos en di- rección á la escuadra enemiga. Poco después que la punta Sangley disparó una de las baterías de Ma- nila. A las cinco y cuarto, previa señal, rompió el fuego nuestra escuadra, empezando el buque de la insignia , respondiendo inmediatamente el de la ene- miga y generalizándose desde eáte momento el com- bate. El fuego del enemigo se hizo rapidísimo, vién- donos rodeados de un sinnúmero de proyectiles, pues los tres cruceros que formaban la cabeza de su línea disparaban sobre el Cristina. Al poco tiempo de em- pezar el fuego, una granada del enemigo reventó en el castillo, dejando fuera de combate todos los sirvien- tes de los cuatro cañones de tiro rápido, haciendo as-

-A OPIHIÓS Y ANTE LA HISTORIA

alo trinquete, con los cuales fueron he- ineles que gobernaban en el puente,

0 que tomar la rueda el oficial de Es- niente de navio D. José Núñez, quien, lidad digna del mayor elogio, siguió asta finalizar el combate. Entretanto, istalló en el sollado, prendiendo fuego la de la marinería, que por fortuna se .inar. El enemigo disminuyó sus dís- nosotros, y afinando su punteria, nos

lluvia de proyectiles de tiro rápido, i y media una granada destrozó por írvo-motor; mandé engranar la rueda lando (el buque) sin gobierno en este

se hizo largo por haber estallado otra ft, que dejó á nueve hombrea fuera de

destrozó el calcés y el pico del palo ustrando la bandera y mi insignia, que

1 inmediatamente. Nueva granada, que :ámara de oficiales (convertida en hos- e), destrozó á los heridos que allí se a que estalló en el pañol de municio- I, llenando de humo las cámaras, im- la rueda de mano del timón. Siendo linar el incendio, hubo que inundar ej cuando ya empezaba á hacer explosión

En el centro varias granadas de pe- atravesaron las chimeneas, y una de I guardacalores, dejando fuera de com-

KL ALMIRANTE MONTOJO. 95

bate cerca del fogón á un condestable y á doce hom- bres sirvientes de la artillería. Otra inutilizó el ca- ñón de proa á estribor; mientras tanto el incendio de popa aumentaba, amenazando abrasar todo el al- cázar del buque, tomando nuevo incremento por otra granada que atravesó el costado , reventando en el sollado. Los cañones sin avería continuaban ha- ciendo fuego, y un solo cabo de cañón , con un cabo de mar, únicos que quedaban útiles, iban disparando los que les dejaban cargados la marinería de la ma- niobra, que reemplazó á la de la artillería repetidas veces. Estando el buque sin gobierno, fuera de com- bate la mitad de sus tripulantes, contándose entre ellos, el capellán, el contador, los dos médicos, un teniente de navio, dos alféreces de navio, es decir, la mayoría de los oficiales, di orden de abandonar el Cristina y echándolo á pique inmediatamente, antes de que ocurriese la explosión de los pañoles de pól- vora y de granadas, de popa y proa, pues sólo tenía seguridad de que estuviese inundado el último, ha- ciendo señales al mismo tiempo al Cuba y al Luzón para que acudiesen en nuestro auxilio. Abandoné el Cristina con mi Estado Mayor con profunda pena y arbolé mi insignia en el Isla de Cuba, que apenas tenía averías (valiéndome de una lancha sin gente ni remos que se halla próxima al portalón). Con los botes del Cuba, del Luzón , del Duero y las lanchas que acudieron del Arsenal, se procedió con suma brevedad á recoger la gente del Cristina y del Cas-

1

96 ANTE LA OPIKIÓN Y ANTE LA HISTORIA

tilla , en particular á los heridos , trasladando todos al Arsenal. Poco después de comenzado el abandono del buque, cuando ya muchos se habían salvado, una gi*anada destrozó al comandante del crucero Reina Cristina^ capitán de navio Sr. D. Luis Cadarso (que se hallaba dirigiendo el salvamento), al primer con- destable y al primer contramaestre, hiriendo á va- rios marineros y soldados. Pocos minutos después se fué á pique el crucero Cristina^ haciendo explosión é incendiado completamente. El Ulloa, que también se defendió con mucho tesón, quedando fuera de com- bate su comandante y gran parte de su reducida do- tación, la indispensable sólo para el servicio de las dos únicas piezas que tenia disponibles, se hundió lleno de agua por los rumbos abiertos en su flotación por los proyectiles enemigos. El Castilla se batió* heroicamente. A medio combate se le inutilizó el ca- ñón de proa, de á 15 centímetros, por haber reven- tado una granada en el reducto del mismo. Poco después quedaba también inutilizado el de á 12 cen- tímetros de la misma banda, y desde entonces sólo hacía fuego con el cañón del reducto de popa. Acri- billado el buque por los proyectiles enemigos é in- cendiado prontamente, fué abandonado por su tri- pulación con el mayor orden, dirigiendo la operación su comandante, el capitán de fragata D. Alonso Morgado. El Aiuitria^ con muchas averías y bastan- tes bajas y con las carboneras incendiadas, acudió en auxilio del Castilla (intentando remorcarlo). El Lu-

nrwr:

BL ALMIBANTB MONTOJO. 97

zón tenía tres cafiones desmontados y pequeñas ave- rías en el casco. El Duero ^ inutilizada una de las máquinas, el cañón de proa de á 12 centímetros y uno de los reductos.!)

Siguiendo las aguas del Cxiba , se dirigieron á la ensenada de Bacoor, el Luzón^ Don Juan de Austria y el aviso Marqués del Duero, Con sorpresa obser- varon nuestros marinos que los buques enemigos se retiraban por detrás de la punta Sangley: supusie- ron que no tardarían en repetir su ataque, en previ- sión de lo cual dispuso el almirante Montojo que se hallasen preparados los comandantes para abandonar sus buques con sus tripulaciones, armas portátiles, banderas, documentos de importancia, ropas y cau- dales, quitando antes los aparatos de cierre de los cañones, pues que no había que pensar en hacer la menor resistencia á fuerzas tan superiores como eran las del enemigo; abriendo los grifos de inundación al salir todos de los buques.

Había recibido el almirante una herida contusa por efecto de la granada que hirió á los timoneles en el puente del Cristina, y abordo del Cuba se hizo la primera cura.

A las diez fué á ponerse á sus órdenes el coman- dante general del Arsenal, capitán de navio de pri- mera clase D. Enrique Sostoa, el que lo felicitó ca- lurosamente, y ambos acompañados por el capitán de navio Boado y los ayudantes bajaron al Arsenal. Allí revistó 9I almirante á los que se habían sal-

98 ANTH LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

vado , dispuso que se les repartiera un rancho y su- bió á las habitaciones de la Casa-Comandancia gene- ral para repetir la curación de su herida y redactar el despacho telegráfico , dando cuenta al Ministro de Marina de las ocurrencias del combate naval.

Reanudado el ataque por los americanos cerca de las once de la mañana, salió el almirante de la casa donde estaba, cuando ya caían sobre ella no pocas granadas, dirigiéndose hacia los pabellones frente al cuartel de los guardias del Arsenal. Allí se encon- traban muchos jefes, oficiales, tropa y marinería; habien(io encargado el almirante Montojo que se guarecieran detrás de los muros del fuerte de San Felipe adyacente al Arsenal, ya que no había me- dios para responder á los disparos del enemigo. El general Sostoa había ido entretanto al baluarte de Guadalupe, que estaba defendido por un cañón de 16 centímetros, que fué inutilizado por los tiros del Concord.

El almirante desde la puerta del Arsenal presen- ció el abandono de los buques que se habían refu- giado en la ensenada de Bacoor, y en efecto, vio que cumpliendo sus órdenes iban desembarcando por fuera del Arsenal las tripulaciones con sus coman- dantes á la cabeza, resguardándose donde podían in- terinamente.

Deseaba el almirante conferenciar con el Gober- nador militar de Cavite, general García Peña, y con ese objeto salió del Arsenal, entrando en la forta-

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 99

leza de San Felipe, cuya puerta dista de la de aquel establecimiento unos treinta metros. No se hallaba en la fortaleza el Gobernador; pero había allí mucha gente, en su mayoría mujeres y niflos.

Por lo cual decidió Montojo ir al convento de San Telmo, inmediato al Arsenal, mientras que el coronel de Infantería de Marina D. Ramón Flores, iba en busca del general García Peña para que su- piera dónde se hallaba el almirante. Sería la una de la tarde y había ya cesado el fuego por completo (por haber izado bandera de parlamento el general Sos- toa, según se supo después).

Acudió el general García Peña con su estado ma- yor al convento de San Telmo; felicitó cordialmente al almirante (que se hallaba postrado) por su bra- vura y denuedo, sintiendo el resultado ya previsto del combate.

Le presentó al primer teniente de artillería D. Va- lentín de Valera, cuya valerosa conducta en la bate- ría de la punta Sangley elogió altamente como me- recía, y le leyó una copia del parte cifrado que dirigía al Capitán general, haciéndole una relación concisa del combate. Rogóle el almirante que añadiera su conformidad con lo que expresaba.

Fueron á visitar al almirante Montojo otras mu- chas personas, admirando todos la resistencia que con /buques tan malos había opuesto por espacio de casi tres horas á la poderosa escuadra americana. Presentáronse uno tras otro los comandantes de los

100 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

buques echados ya á pique, sabiendo por aquéllos que sus tripulantes se hallaban sin novedad, acuarte- lados provisionalmente en las bóvedas de la muralla y en edificios particulares.

Estando aún en el convento el Gobernador mili- tar, llegó un oficial enviado por el general Sostoa, para notificar al almirante que se había visto preci- sado á pedir parlamento , no sólo para poner á salvo las mujeres y los niños , sino también porque se en- contraba completamente indefenso contra el ataque de los americanos , que acabarían por destruir total- mente el Arsenal causando muchas bajas. Añadió el oficial comisionado que los americanos ponían por condición de no continuar el bombardeo que se les dejase quemar los buques que estaban á pique y sin gente en la ensenada de Bacoor.

Contestó á esto último el almirante Montojo, con estas palabras:

ccDiga usted al Sr. Comandante general del Arse- nal , que como nosotros no tenemos medios para evi- tarlo, deje que quemen esos buques que ya no pode- mos utilizar.»

Hablóse también de que los americanos pedían que no les hicieran fuego á su salida de la bahía las baterías de la entrada.

El almirante Montojo manifestó que sólo al Go- bernador capitán general competía dar la orden que se solicitaba, porque él (Montojo) no tenía au- toridad sobre dichas baterías.

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EL ALMIRANTE MONTOJO. 101

El parte oficial del combate terminaba de este modo:

a Réstame tan sólo expresar á Y. E. que todos los jefes, oficiales, maquinistas, condestables, contra- maestres, marineros y soldados han rivalizado en sostener con honor la fama de la Marina en esta triste jomada. La insignificancia de los buques que componían mi escuadra; la&lta de personal de todas clases , especialmente de condestables y artilleros de mar ; la poca idoneidad de algunos maquinistas pro- visionales ; todo contribuyó á hacer más cruento el sacrificio que ofrecimos en aras de la Patria y para alejar la eventualidad de un bombardeo de la plaza de Manila, en el convencimiento de que, al medir nues- tras escasas fuerzas con las muy superiores del ene- migo, íbamos á una muerte casi segura y, por de con- tado, á perder todos nuestros buques y>

Procedió , por fin , á redactar con más calma el parte telegráfico oficial del combate al Ministro de Marina, y lo hizo en los términos siguientes, usando la clave cifrada :

«Tengo el sentimiento de poner en conocimiento de V. E. que la escuadra de Filipinas ha sido des- truida por la americana. A media noche de ayer con- siguieron forzar el puerto, sosteniendo combate con las baterías de la entrada. Antes de amanecer se pre- sentó en línea la escuadra, compuesta de ocho bu- ques. A las siete y media incendio proa Reina Cristina. Poco después la popa. Roto servo-motor.

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102 ^NTE OPINIÓN Y ANTE LA HI6TOBIA

Transbordé con mi Estado Mayor al Cuba. A las ocho estaba completamente incendiado Cristina. Igualmente Castilla. Demás buques averiados. Los buques refugiados . en ensenada de Bacoor fué pre- ciso ir echando á pique para evitar de caer en poder del enemigo. Este bombardeó. Pidióle Comandante general del Arsenal de Cavite cesara. Puso por con- dición quemar restos escuadra. Me consultó (Sostoa) ^ y accedí para evitar más pérdidas de vidas y edifí-

^,; cios. Se calcula que las pérdidas asciendan á 400

bajas. Muertos, capitán de navio Cadarso, capellán Novo y otros. Ha sido un desastre, que lamento pro- fundamente, que presentí y anuncié siempre, por la falta absoluta de fuerzas y recursos, d

Igualmente dirigió al comandante de Marina de Manila este otro parte cifrado :

<3C Tengo el sentimiento de manifestar, para comu- nicar Gobernador general , que ante excesiva supe- rioridad de la escuadra enemiga, nos hemos batido en último extremo. Incendiados Reina Cristina y Castilla , me vi obligado á trasladarme crucero fsla de Cuba. No puedo precisar bajas. Sólo en Cristina se calculan en 50 muertos y 100 heridos.D

A las cinco y cuarto de la tarde volvió el almirante

Eli ALMIRANTE MONTOJO. 103

á telegrafiar al comandante de Marina de Manila, diciendo :

ce Segando ataque fué á plaza, Arsenal de Cavite y buques refugiados ensenada de Bacoor. Abandona- dos buques en el último extremo , después de haber echado á pique antes. El comandante general del Ar- senal pidió parlamento al jefe escuadra enemiga para poner á salvo mujeres y niños, contestando aquél que no era su objeto hacer dafio á población, sino destruir nuestra escuadra, quemando los buques ya echados á pique. Me consultó sobre esto el coman- dante general del Arsenal, y accedí á ello á causa del estado de las cosas. Piden además que no les dis- paren á la salida las baterías de la boca. Dígaselo en mi nombre al Gobernador general para su decisión, que, si fuese afirmativa, hay que enviar un remolca- dor al Corregidor para dar la orden de no disparar.!)

El Ministro de Marina (Bermejo) dirigió á Mon- tojo el mismo día I."* de Mayo este cablegrama en contestación al de la noticia del desastre de la es- cuadra :

ce Honor y gloria á los que se han batido heroica- mente por la Patria.))

Nada le quedaba ya que hacer al almirante Mon- tojo en Cavite. Destruida su escuadra, desembarca-

104 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

das las trípulaciones y seguro que no volvería á ser bombardeado el Arsenal por lo que había contestado el comodoro Dewey, lo que procedía era marchar sin más tardanza á Manila, pues que allí era su residen- cia oficial, allí podría comunicarse con lio- lio, Cebú y el resto del Apostadero (antes que cortasen el cable los americanos), y desde allí le sería más fócil dar las órdenes necesarias para el caso de que los buques enemigos fueran á las Bisayas, como parecía proba- ble, en vista de la petición de que no les dispararan á la salida las baterías de la entrada de la bahía. Le urgía ir á ponerse al habla con el Gobernador gene- ral y tomar parte en las juntas de guerra y de Au- toridades que se celebrarían sin duda.

Por otra parte, si la escuadra americana llegaba á bombardear la capital, necesitaba encontrarse en su puesto, que estaba en Manila, en su calidad de co- mandante general del Apostadero y de los 20 buques que se hallaban en Bisayas, en el Sur y en las Caro- linas.

Pidió auxilio al Gobernador militar para trasla- darse por tierra á Manila ; dicha Autoridad , que fué á despedirle á la puerta del convento, le facilitó tres calesas y una escolta de caballería. A las siete de la tarde se puso en marcha el almirante con sus dos ayudantes, dejando en Cavite al capitán de navio D. Leopoldo Boado y al teniente de navio D. José Núñez Quijano, para organizar un batallón con la marinería desembarcada ; todos los que se habían de

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BL ALMIRAKTB MOKTOJO. ^ 105

poner á las órdenes del general Sostoa, comandante general del Arsenal. Tanto de la marcha á Manila como del encargo dado al capitán de navio Boado, había cuidado con antelación el almirante Montojo de noticiarlo antes á Sostoa por medio del capitán de fragata D. Juan de la Concha, que fué designado para mandar el batallón de marinería.

CAPITULC

(üondncta poco ateota de AugustiD co: cíohm de éste. La bandera de parlt iu permiso. Cortodurs de[ oble Bui de AugOBtin. La Marina ««djuvaí

Triste fué y penosa lo hi neral, la peregrinación por illedoa en el trayecto de 28 ki Cavite hasta Manila. Los va calesa irritaron la herida qut la pierna izquierda causando No podía darse cuenta de lo cía un Buefio. Pasado Cavite vapor Mindanao cerca de la la izquierda en la ensenada d fogatas con espesa humaredí de tos baques incendiados; a! de Cañacao, resaltaban fuertí obscuridad de la noche, las \ el cielo, de los que fueron c Castilla y llüoa, y, por iS formando círculo, brillaban '

108 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

ques enemigos, ostentando, como en son de triimfo, todo su alumbrado eléctrico.

El desgraciado almirante volvía la espalda á esta escena, liigubre al par qife insolente; pero el resplan- dor de los incendios de aquellos pobres barcos le daba en la cara, obligándole á cerrar los ojos, por no ver los soberbios buques del enemigo.

I Qué situación tan angustiosa la de Montojo I

En silencio profundo, entregado á sus nada hala- güeños pensamientos, ansiaba llegar á Manila, ale- jándose con amargura de los parajes de su derrota y de la vista de los restos de su escuadra y de los arrogantes buques de sus, á poca costa, vencedores.

Más allá de Las Pifias fueron detenidos los tres carruajes y la escolta por una compañía de movili- zados que guardaban el puente del Zapote. El capitán y un comandante de la Guardia civil se presentaron al almirante Montojo, le saludaron respetuosamente y le felicitaron por haber salido con vida del tre- mendo combate de aquella mañana. Le ofrecieron con grandes instancias que reposase durante la no- che en una casa donde ellos estaban, ad virtiéndole que allí tenía médico y cuantos recursos fueren pre- cisos. Dióles gracias Montojo por su atención, ma- nifestándoles que necesitaba llegar á Manila cuanto antes.

Era cerca de la media noche cuando entró en su casa, fatigadísimo y con fiebre, que le obligó á me- terse en la cama en seguida, sin poder ir á saludar

EL ALMIRANTE MOKTOJO. 109

al Gobernador general (Augustín), como era su in- tención, por lo que envió á su ayudante con objeto de que lo disculpase, por no poder ir personalmente.

Otro que no fuera el general Augustín se hubiera apresurado á visitar al almirante, que llegaba mal- trecho, después de haber expuesto su vida, habiendo pasado por el amargo y duro trance de ver cumplido su pronóstico fatídico de que había de ser destruida su escuadra. Aunque no fuese más que por curiosi- dad. Pero ¿cómo había de descender aquel hombre, ensoberbecido con su posición, del alto pedestal en que se creía colocado?

La primera noche que pasaba en Manila, después del combate, debió ser para Montojo un verdadero suplicio. La fiebre que le había ocasionado la herida de la pierna, el dolor de ésta y, más que nada, la honda pena que le agobiaba al ver cumplidos sus

&tídicos vaticinios todo se unía, sobreponiéndose

al sufrimiento físico el estado moral. Su pensamiento dominante, su preocupación fué, sin duda, Cavite. ¿Qué haría Sostoa? ¿Volverían los americanos á amenazar con un bombardeo?

Es verdad que aquel jefe sabía las atribuciones que le daba la ordenanza, como comandante general que era del Arsenal , y por eso no se le había dado ninguna instrucción especial. Y tanto era así, que aun cuando bien sabía aquél que el almirante, si no se encontraba dentro del recinto del Arsenal (por la mañana), debía estar muy cerca, no había titubeado

lio ANTE hk OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

un instante en arriar la bandera nacional y en izar en su lugar la de parlamento, sin pedirle su necesa- rio permiso para tomar una determinación de tanta trascendencia, considerando, sin duda, que la cosa urgía. El almirante, por su parte, cuando se le no- tificó lo hecho por encargo del general Sostoa, no hizo la menor objeción , cerrando los ojos á la pre- mura con que se ejecutó el acto, sin aguardar la aprobación superior, como era natural.

A pesar de todo , no quiso Montojo dejar de con- signar lo que debía hacerse si los sucesos se agrava- ban, y en las primeras horas de la mañana del día 2 hizo poner este telegrama al comandante general del Arsenal de Cavite:

d Antes de tomar determinación extraordinaria consulte V. S. á esta Comandancia general. Si se trata de bombardeo, ponga lo más á cubierto posible la gente, y no pudiendo oponerse, deje destruir es- tablecimiento.— En caso de desembarco, defiéndase hasta el último extremo por el honor de la ban- dera.))

Consta con toda seguridad que llegó á su destino el anterior despacho telegráfico, que fué además tras- ladado al Gobernador general.

Sostoa, en su parte oficial al almirante, no habla nada del telegrama, y en cambio dice:

o: se telegrafió en aquel momento medio día

del 2 de Mayo) al Excmo. Sr. Capitán general y á V. E. /., contestando la primera Autoridad, que

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BL ALMIRANTE MONTOJO* HI

se reunía un Consejo de guerra de Oficiales genera- les i>

El almirante Montojo no recibió semejante despa- cho , y si el general Sostoa tuvo intención de po- nerlo, no se ejecutó, porque en la Central de Telé- grafos no consta su transmisión.

Tampoco hace ninguna mención el Gobernador general (Augustín) de que se telegrafiase al coman- dante general del Arsenal , ni tenía para qué hacerlo, y sólo de lo que le consultaba el Gobernador mi- litar de Cavite. En cablegrama que á las dos de la tarde de aquel día dirigió el Capitán general al Mi- nistro de la Guerra, se expresaba así:

«Situación se agrava en extremo por escuadra americana, dueña bahía. Después lo manifestado ayer á V. E. á petición del Comodoro, transmitida por Cónsul inglés , intima hoy al Gobernador Cavite para entrega Arsenal con armamento y municiones, y si no lo destruirá la escuadra, arrasando también Cavite. Se ha pedido plazo para reunir Consejo guerra y Junta de Autoridades, teniendo en cuenta que si se apoderan de Cavite y en inteligencia cabe- cillas dándoles armas, promoverán potente insurrec- ción para atacar á Manila en combinación bombardeo escuadra y haciendo dificilísima la defensa de esta plaza, por haberse desenfilado (I) escuadra enemiga de sus fuegos. Esto podrá originar gravísimas conse- cuencias por peligrar soberanía. Para batir enemigo se necesitaría poderosa escuadra y elementos de gue-

112 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HI8T0RLA

rra de que carezco. Recibo en este momento tele- grama Grobernador Cavite, de haber acordado Junta defensa evacuación plaza con guarnición armada para antes de las cinco tarde, en vista de intimación é in- utilidad resistencia, dejando enfermos y familias por haber ofrecido enemigo respetarlos. 3> Estos son los hechos, tales como ocurrieron.

Aquella mañana fué á ver al almirante, á nom- bre de la Autoridad superior del Archipiélago el jefe del Estado Mayor de la Capitanía general. Con- ferenciaron ambos acerca de los sucesos ocurridos y sobre los que podrían sobrevenir.

Todos en Manila esperaban un ataque á la plaza por los buques enemigos, y temían los efectos desas- trosos de los incendios en la población y de las bajas que se habrían de producir, particularmente entre las mujeres y los niños, y en general entre los no com- batientes.

Dijo el jefe de Estado Mayor que la noche últi- ma, á consecuencia del telegrama que había comu- nicado al capitán general el comandante de Mari- na, por encargo del almirante, se hizo salir un vapor remolcador para el Corregidor^ portador del mandato de la Autoridad superior del Archipiélago, dirigido al coronel Garcés, jefe de las defensas de la entrada de la bahía, para que no disparasen á los buques americanos si salían.

BL ALHIHANTE MONTOJO. 113

¿ Se deddian tal vez ¿atos á ir sobre lae islas Bi- sayas ?

Cualquiera partido que tomaran, bien fuese el ataque á la plaza y ciudad de Manila, como contra Uoilo y Cebú, hizo perfectamente el almirante en ir á la capital en previsión de las eventualidades fu- turas.

Véase cuál era la opinión general en Espafia, ex- presada por uno de los periódicos de mayor circula- ción de Madrid:

«LA ESCUADRA YANKEE EN FILIPINAS

iLa escuadra de los Estados Unidos del Pacífico ee dijo en un principio que salió de Hong-Kong en dirección de Manila.

j> Posteriormente se ha dicho que su propósito era dirigirse á la isla de Cebú, donde existen depósitos de carbón.

sComo quiera que este combustible es para la es- cuadra norteamericana del Pacífico el caballo de batalla, y mucho más después del apresamiento de la fragata que llevó á efecto el cañonero Elcano^ es general la creencia de que esos buques puedan diri- girse, en efecto, á Cebú.»

En la tarde del día 2 de Mayo se presentó en la Casa Consistorial, que era ya residencia del Gober-

114 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

nador general, el cónsul inglés, Mr. Rawson Wal- ker, acompañado del encargado del' cable submarino de Hong-Kong á Manila. El general Augustín los recibió con la aspereza que le es congénita, pregun- tando al primero cuál era el objeto de su visita. Contestóle Mr. Walker que estando ejerciendo las funciones de agente oficioso de los Estados Unidos, llevaba comisión, á ruego del comodoro Dewey, de pedir al Gobernador general que autorizase al encar- gado del cable para ir á bordo del Olympia^ pues deseaba hablar con él aquel jefe americano.

¿Para qué tiene que ir? preguntó Augustín con altanería.

Á eso no me es posible contestar; pero me creo en el caso de aconsejar á usted que si bien el encar- gado del cable no puede ir á bordo de un buque enemigo de España sin el permiso de la Autoridad superior del Archipiélago, sería prudente que acce- diera usted á la petición del comodoro.

De ninguna manera replicó airado el Gene- ral;— no autorizo al señor para ir á hablar con el jefe americano.

Mi posición me obliga á guardar reserva; pero creo que no hace usted bien, señor General.

Mientras no sepa para qué lo llaman no lo dejo ir.

Siento no poder ser más explícito repuso el cónsul.

Con lo que marcharon ambos ingleses, dejando al

r^m^rj^':'^^.-'

EL ALMIRANTE MONTOJO. 115

general Augustín perplejo y descontento; pero al propio tiempo convencido de que había estado per- fectamente en su papel de autócrata.

Aquella tarde hubo Junta de guerra, á la que asistió el capitán del puerto de Manila (Cano), por no poder ir el almirante.

Al día siguiente, libre ya de la fiebre, aunque su- biendo las escaleras con dificultad, fué el almirante Montojo á ver al Gobernador general.

Este lo recibió de pie, no lo invitó á sentarse y apenas le preguntó por el estado de su salud, ni menos le felicitó por su comportamiento en el com- bate del día 1.° Con ademán altivo y acento irritado le increpó diciendo:

Sepa usted que no estoy dispuesto á consentir que obre con independencia de mi autoridad. Debe tener presente que tengo el mando superior tanto de las fuerzas de tierra como de las de mar, y advierto á usted que he dado cuenta al Sr« Ministro de la Guerra de su marcha á Subic y de su vuelta á Ca- vite sin mi autorización.

Sorprendido en alto grado quedó Montojo al verse tratado con tal acritud, sin consideración al respeto que se le debía como caballero, ni menos á su jerar- quía de comandante general del Apostadero, jefe superior de la Marina en las Filipinas, con jurisdic- ción propia.

116 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Contestó con entereza, pero sin faltar á la cortesía:

Tengo ya bastante edad y demasiado cuáles son las atribuciones de usted como Gobernador ge- neral, así como las que me competen en mi actual cargo. Debo manifestarle que tanto de mi marcha á Subic como de mi salida para Cavite, ha tenido usted noticia con antelación , y fueron obligadas , la pri- mera por el acuerdo de la Junta del 15 de Marzo; la segunda por el telegrama del cónsul español en Hong-Kong, que anunciaba el propósito de los ame- ricanos de ir á Subic. Por el capitán de este puerto he dado á usted conocimiento de todo , por no tener clave para entendernos directamente.

Yo no admito que se me conocimiento por otra persona replicó el General con aspereza.

Cuando me despedí de usted el 25 de Abril para ir á Subic, obtuve su venia para que el capitán de navio Cano fuese nuestro intermediario en asun- tos reservados.

Bueno interrumpió Augustín; mientras estemos juntos haré respetar mi autoridad y no con- sentiré que tome usted ninguna determinación sin consultarme.

Repito á usted, señor General repuso Mon- tojo con dignidad, que conozco bien mis deberes; pero esté seguro que en cuanto pueda dejaré de estar donde usted mande, porque siempre he sido consi- derado de muy distinta manera y según me me- rezco.

EL ALMIRANTE HONTOJt

Vanando entonces de tono el gei dijo:

Por lo demás, he presenciado c el combate naval del 1.°, y ya qu usted valientemente. Al Ministro d telegrafiado en ese sentido y le he d presente mi carencia de recursos, qi riña, llegaremos hasta el sacrificio, s

Se lamentó seguidamente con el haber podido comprender cuál era llamada del encargado del cable p americano, echando la culpa al cóns haberle hecho alguna indicación. A: pentído después de marcharse el i llamar á su presencia; pero ya era doro, colérico porque no se había ce fuera al Olympia el encargado, di cortado el cable. En efecto: á las dii noche del día 2 efectuó la operación por un punto próximo al amarre en

Evacuado el Arsenal de Cavite á tarde del día 2, según convenio con emprendió la marcha por tierra el con unos 700 hombres de marinería tería de Marina, al mando éstos de Kamón Flores. Penosamente hiciero además de que todos llevaban su an

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118 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

ciones y ropa, iban también muchas familias y algu- nos carros y calesas, que ocasionaban detenciones in- dispensables y dificultaban la marcha.

Notaron los expedicionarios, sobre todo cerca de Bacoor, síntomas de malestar entre los indígenas, y es de creer que, si hubieran sido pocos, habrían sido atacados en el camino.

El día siguiente se presentó el general Sostoa al almirante y con él muchos jefes y oficiales, rendidos, derrotados y desfallecidos. A todos se les dio café y ron, y á algunos prendas de ropa de que carecían.

Aquel mismo día se organizó un batallón de á cua- tro compañías con la marinería, nombrando el al-

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mirante jefe de dicha fuerza al capitán de fragata D. Juan de la Concha.

Tanto este batallón, como el de Infantería de Ma- rina, los puso el almirante á las órdenes del Capi- tán general, quien los mandó acuartelar, el primero en Malate, y el segundo en Parafiaque.

Sorpresa inmensa, profunda y desagradable im- presión causó en toda España la noticia de la des- trucción de nuestra escuadra por la de los Estados Unidos en Cavite. ¿Cómo podía ser eso, después de las seguridades que había dado el almirante Berán- ger acerca de las excelentes condicionen de nuestros buques y de la disciplina de sus tripulaciones? ¿ Cómo esperar un descalabro, cuando el Ministro de

EL ALMIRANTE MONTOJO. 119

Marina (Bermejo) confiaba en que pronto nos iba á brillar el sol de la victoria? ¿Qué podía haber suce- dido <en Cavile?

Los comentarios eran muchos y las conjeturas ¿para qué ocultarlo? ^nada favorables para el desdi- chado almirante Montojo, que el Gobierno había abandonado á sus limitadísimos recursos y escasos medios de defensa.

El Heraldo de Madrid del día 3 de Mayo publicó en su «Ultima hora»: «No se producen catástrofes co- mo la de Manila con el misterio y en la sombra de una cabala parlamentaria. Para tales tragedias no hay secreto posible

D Rehechos los telegramas oficiales, exornados convenientemente los despachps trágicos , todavía la realidad aparece en su desnudez espantosa: en la ba- hía de Manila no ha combatido contra la escuadra yankee otra escuadra á la europea, sino el triste y desamparado D. Quijote

i>¡ Heroísmo I En toda ocasión lo habrían tenido marinos españoles. Pero convengamos en que el he- roísmo de nuestra escuadra , además de una gran vir- tud propia, siempre habría sido decretado por un Go- bierno que no deja al valor y á la pericia otra salida que la muerte. Ese es el hecho que se sobrepone á todoSj y en ese hecho ha de basarse la mayor acu- sación contra los que ya resultan y eternamente han de resultar únicos responsables. El sacrificio ha sido decretado desde el momento en que un Ministro de

120 AXTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Marina declara en pleno Parlamento cómo esperaba que brillaría muy pronto el sol de la victoria. ¿En^ qué podía fundarse el general Bertnejo, y con él todos sus compañeros de Gabinete, para considerar posible la derrota de una escuadra poderosa por la acción de unos cuantos barcos de madera?

D Al decir lo que dijo el general Bermejo nadie po- día dudar de que con algún rasgo de previsión, algún esfuerzo supremo de última hora habíamos puesto á Filipinas á cubierto de un horror como el que hoy llena de luto el espíritu de Espaüa.))

Aquel mismo día (3) se presentaron ante la isla del Corregidor dos buques de la escuadra americana intimando la rendición. El coronel Garcés, jefe de las baterías de la entrada de la bahía, y el Gobernador del Corregidor, teniente de navio de primera clase, D. Augusto Miranda, no tuvieron otro remedio que capitular, y así lo hicieron, quedando en el Corregi- dor Miranda con 100 soldados y la bandera española enarbolada, mientras que Garcés conlos jefes y ofi- ciales á sus órdenes, al frente de 293 hombres -con su armamento y municiones, pasaron al pequeño puerto de Mari veles, y de éste por las provincias de Bataan y la Pampanga, siguieron á Manila, y después de una marcha, no exenta de peripecias y difícultadeS| llegaron á la capital el 5. La fuerza se incorporó al

122 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

También pidió el general augustín al almirante miOB 150 entre marineros y artilleros, con sus oficia- les , para servir los cañones de las baterías de Santa Lucía.

Tanto los oficiales como los condestables y los marineros fueron muy estimados por los jefes de ar- tillería á cuyas inmediatas órdenes estuvieron, y que daban siempre de todos ellos excelentes informes, lo cual no fué causa para que el general Augustín, que nunca tuvo para la Marina ninguna clase de simpa- tías, haya hecho el menor aprecio de los importantes servicios que prestaron aquellos sufridos subordina- dos y desatendidos marinos, que expusieron su vida tanto ó más que los cazadores y los demás soldados europeos.

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CAPITULO VIH

Sorpresa que oaasó en la Penineula la noticia del desastre de Cavite. La politíca la ntíliza á so placer. Calumnias y yocif eraciones contra loe marinos de la escuadra de Filipinas. Actitud favorable de loe diputados Salmerón j Gasset. Acres censuras de Romero Bobiedo, dando crédito á infames libelos y á notioias falsas. Un testimonio imparcial. El general Lazaga. £1 Heraldo.^- El Li- beral.— Relato del combate por un testigo.

El efecto producido por la noticia del desastre de Cavite tuvo eco, como era natural, en el ParlamentO| y cada uno de los que se ocuparon de él lo examina- ron bajo el punto de vista que el interés de su partido ó las exigencias de la política, más que el patrio- tismo y la razón desapasionada é imparcial, se lo aconsejaban.

La cortadura del cable submarino en Manila y la consiguiente demora en recibir detalles que amplia- ran los primeros é incompletos despachos , tanto ofi- ciales como particulares, dio lugar á que la imagi- nación meridional, á veces mal intencionada, se ex- traviase por torcidos caminos y formara aventuradas conjeturas, que, por desgracia, venían á ser otras tantas censuras para el almirante Montojo, de quien

124 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

se habia quejado el general Augustín, sin motivo alguno, al Ministro de la Guerra, partiendo de falsas premisas. Pero como la verdad de esto no podía sa- berse entonces en España, la interpretación que se daba por muchos á la destrucción de nuestra escua- dra de Filipinas no era nada favorable al almirante

de ella.

No dejó de haber, sin embargo, espíritus nobles y levantados, siendo prueba de esto el discurso que pronunció el Sr. Salmerón en la sesión del 3 de Mayo en el Congreso de los Diputados, y cuyo ex- tracto es éste :

(L El salón estaba lleno de Diputados, y en el banco del Gobierno se encontraban los Sres. Sagasta, Ber- mejo y Correa.

y>El Sr. Salmerón: Antes de que el debate que va á iniciarse, y de otros que necesariamente han de venir, divida á mayorías y minorías, separándolas de esa unión patriótica acordada por todos en sesio- nes anteriores ; antes de que esto Qcurra, repito, creo que la primera expresión del sentimiento de la Cá- mara debe ser la admiración y respeto para aquellos héroes que en la bahía de Cavite han dado su vida por la Patria.

D Debemos, pues, doblarla rodilla ante tanta gran- deza de alma, ante tanto heroísmo, ante el sacrificio de aquellos marinos , que aparece sublimado por las propias condiciones del desastre. {Muj/ bien.)

dYo reclamo de la Cámara entera que se asocie á

EL ALHIBANTE MOKTOJO. 125

estas manifestaciones , como la expresión más honda, la expresión más íntima del sentimiento nacional.

]>Caando se piensa en esta situación, en estas ho- rribles desdichas que pesan sobre el país, y después de haber cumplido este deber de patriotismo, la mi- noria republicana declara que el patriotismo no le impone silencio.

DHay un interés más vivo que el del Gobierno, y éste es el de la Patria. El país tiene derecho á saber qué se hace de la sangre de sus hijos, qué se hace de su dinero.

DKecesitamo^s saber cómo se ha producido esta ca- tástrofe para exigir responsabilidades, si las hay.

D Yo tengo el derecho de exigir responsabilidades á todo el que crea culpable de las desdichas de EspaQa.

2>¿ Cuáles éon las condiciones de la bahía donde se trabó el desgraciado combate, sus defensas, las de la escuadra perdida? Esto es lo que necesitamos saber para asociamos al deber que el patriotismo impone de honrar la memoria de Cadarso y de sus compa- ñeros, muertos en la triste jornada, y de exigir res- ponsabilidades por su sacrificio.

dEI nombre de Cadarso debe quedar impreso entre los más ilustres mártires de la Patria.

»(Za Cámara acuerda por aclamación lo propuesto por d Sr. Salmerón.)T>

En la misma sesión presentó, á primera hora, al Congreso el Sr. Gasset (D. Rafael) la siguiente pro- posición :

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126 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

«Los Diputados que sascriben ruegan al Congreso se sirva declarar del modo más solemne su profundo entusiasmo por la heroica conducta de la Armada es- pañola en el combate de Cavite, y expresar al propio tiempo su dolorosa indignación por el sensible hecho de que la negligencia é imprevisiones del actual Mi- nistro de Marina y de otros que anteriormente ocu- paron aquel cargo, convierte en estériles para la Pa- tria los sublimes sacrificios de nuestros marinos.

]> Palacio del Congreso 3 de Mayo de 1898. Ra- fael Gasset. José Canalejas. Adolfo S. Figueroa. Marqués de Cabriñana. José Ortega Munilla. Eduardo Gasset. Fernández Latorre.»

La historia apreciará en su día como es justo estos rasgos de imparcialidad y de justicia.

En cambio censurará duramente las palabras que pronunció el Sr. Romero Robledo en la sesión del 5 de Mayo en el Congreso de los Diputados, dando por ciertos, con cierta fruición, rumores que no estaban justificados, acerca de hechos aiin no conocidos.

Dijo así aquel orador, siempre dispuesto á hacer efecto :

«¿Qué ha habido en Manila? ¿Ha habido un com- bate de escuadra á escuadra, ó ha habido una sor- presa? Yo no espero la contestación ; yo he leído (y ved aquí al paso el inconveniente de cerrar las Cor- tes en estos tiempos, porque no puede matarse la publicidad ; y la publicidad fuera de este recinto no tiene los correctivos y el freno que aquí le ponen la

BL ALMIRANTE MONTOJO. 127

respetabilidad del que escucha, el amor al nombre del que habla, la responsabilidad j los deberes que como buenos, patriotas pesan sobre nosotros) ; yo he leído que aquel combate ha tenido lugar estando nuestra escuadra amarrada ó sobre anclas. ¿No se sabe? {El Sr. Ministi^o de Ultramar dirige por lo bajo algunas palabras al de Marina >) No importa que me interrumpan, Sr. Moret; no piense sorprender nada; vengo de muy buena fe.

3>¿ Ha habido un combate? La escuadra debía tener ardiendo sus fuegos, ha debido evolucionar bien ó mal, han debido verse las consecuencias.

y> \ Ah 1 Aunque no hubiera reflectores en la isla del Corregidor, por lo mismo que no hubiera reflectores ni torpedos en el canal de entrada de la bahía , ¿ no estaba la guerra iniciada hasta el extremo de que nuestra escuadra había salido á tomar posiciones y había regresado? ¿Qué hacían entonces aquellas Au- toridades? Yo no pretendo echar sobre vosotros culpa ninguna que no os corresponda; quiero dejar á cada cual lo suyo; pero yo le pregunto al Sr. Minis- tro de Marina, no para que me conteste en el acto, si no estaba en sus previsiones la posibilidad de que llegara la escuadra norteamericana, y si no tenía dadas instrucciones, si es que en caso tal estas ins- trucciones son necesarias, para que allí vivieran con cautela, con recelo, vigías incansables, aquellos que debían saber que estaban próximas á combatirlos las armas enemigas.

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128 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

«Yo no nada; el Gobierno no lo sabe; no lo sabe, no lo podrá saber. Señores Diputados, ¡qué incerti- dumbrel Sabemos sólo que aquellas olas se han abier- to para sepultar cuatro de nuestros buques; sabemos que hay en él fondo del mar centenares de víctimas, y que aquellas olas reproducirán los gemidos y el clamor de aquellas víctimas pidiendo justicia, ó pi- diendo compasión, ó demandando oraciones; pero no sabemos si hubo combate. Sabemos sólo que ha muer- to un oficial brillante, el Sr. Cadarso; y al indicarse sólo este nombre , ¿ es qué no ha muerto ningún otro oficial de la armada ? El marcar por el cable esa sola víctima entre los oficiales , ¿ es noticia de tranquilidad y de ventura para las familias de los demás oficiales de aquella ya destruida armada? ¡ Ahí Si el Gobier- no no puede decirnos nada, tengamos paciencia, si- gamos con la incertidumbre oprimiendo el alma. ¡ Sabe Dios cuánto tiempo tardaremos en recibir noticias de ese desastre, en saber si fué sorpresa ó fué batalla, en poder determinar las responsabilida- des! Mientras tanto, al Gobierno le toca una cosa: ya sabemos que no hay medios regulares de comuni- cación con el Archipiélago filipino; ¿pero se pre- ocupa el Gobierno de alguna manera, por anormal y extraordinaria que parezca, aunque previamente la considere mala, de responder al ansia con que la Nación española pide noticias de sus marinos y de su escuadra?»

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I

EL ALMIRANTE MONTOJO. 129

En la misma sesión, dijo el Sr« Uría, dirígiéndose al Sr. Ministro de Marina (Bermejo):

Y S. S. tendrá que reconocer que nos han sorpren- dido. Porque no hay nada de eso que S. S. nos ha contado á nombre del general Montojo; el general Montojo no ha telegrafiado á S. S. en la forma que S. S. ha hecho decir á los periódicos; y si no, que venga aquí el telegrama. El general Montojo no ha dicho lo que los periódicos han publicado por notas que el Gobierno les ha dado, ni ha salido á esperar la escuadra del enemigo. Eso no es cierto; y si no, vuelvo á repetirlo, venga aquí ese telegrama y lo ve- remos. Por eso decía yo al principio que era inútil hacer afirmaciones sobre los telegramas de los Capi- tanes generales, porque esto mismo ha sucedido va- rias veces con el de Filipinas. Me consta que unas veces se cambia por completo su texto y otras se les dice que contesten en determinada forma, como me consta también que al general Blanco, en un mo- mento en que era necesaria una buena noticia para hacer efecto en Cuba, para el empréstito ó, no para qué, se le telegrafió pidiéndole una victoria, y el ge- neral Blanco, con una gran abnegación, sin pensar las causas y razones de lo que el Gobierno le pedía, aun reconociendo que era una locura , confesando que era una precipitación , sabiendo que le había de costar grandes disgustos , fué á Binacay an y sucedió lo que todo el mundo sabe, y por tanto no hay para qué ocultar: sucedió que nos batieron y que sufrimos

130 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

una derrota, y costó más de una lágrima al general Blanco* }i)

Tenía razón^l Sr. UrLa; el almirante Montojo te- legrafió al Ministro sencillamente, el 2o de Abril, que salía con la escuadra para Subic; pero nada de ir á tomar posiciones para esperar al enemigo , como se propaló por el Gobierno y publicó la prensa.

Más adelante (el 23 de Junio), volvió á ocuparse el Sr. Romero Robledo, en el Congreso, del comba- te naval de Cavite con el desahogo que caracteriza á este hombre público, describiendo lo que pasó en aquel aciago día con los más tétricos colores, con tantas inexactitudes como palabras, inventando he- chos heroicos que no ocurrieron, rasgos de valor que no pudieron materialmente ejecutarse, y hasta de- talles imaginarios.

¡Lástima que el célebre é intemperante orador no hubiese sido actor ó, cuando menos, testigo del combate !

aquí una parte de su discurso:

((Lo de Cavite no es un hecho desgraciado; lo de Cavite, no si atreverme á calificarlo, lo de Cavite no escribirá nuestros nombres en páginas de oro para que los aplauda la historia sirviendo de ejemplo á las generaciones venideras. Borremos lo de Cavite. Lo de Cavite fué una sorpresa indebida de la escua- dra norteamericana á nuestra pequeña escuadra, que estaba en Cavite en contra de la opinión de la Junta

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BL ALMIBANTE MONTOJO. 131

•de Autoridades celebrada en 12 de Marzo, que había resuelto que estuviera en Subic. Entró la escuadra norteamericana, encontró apagados los fuegos de nuestros barcos, y, á mansalva j sin combatir, los echó al fondo del mar; y buques nuestros ha habido que, sin haber disparado sus cañones, han desapare- cido de la superficie de las aguas. Aquello fué una sorpresa, por la cual quedó destruida nuestra escua- dra. Batióse allí, de una manera heroica, un oficial de artillería, cuyo nombre creo que es Valentín Vá- rela, y yo me complazco en pronunciarlo, y ojalá se grave en la memoria de todos ; un oficial de artille- ría, un verdadero héroe, que mandaba dos piezas en Punta Sangley , y fué el que hizo el daño que se cau- só en la escuadra norteamericana, que reconcentró sus fuegos sobre aquella batería, desmontando uno de los dos cañones, y en aquel apuro, aquel héroe, aquel valiente, voló las granadas, inutilizó el cañón que le quedaba, y con 22 hombres emprendió la re- tirada forzosa, perdiendo en ella 12 de los 22. {Mues- tras de admiración.) ¡Qué heroísmo! ¿Por qué su nombre y su ejemplo no han de ser imitados por to- dos? En aquella bahía la escuadra fué sorprendida. »El valiente (no la graduación que tenía; per- donadme por esto), el valiente Cadarso, sobre el puente de su barco, queriendo poner la proa contra el Olympia^ barrida la cubierta por las granadas y la metralla, una granada le partió en dos, y desapareció del mundo de los vivos. Más allá otro valiente, un

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132 ANTE LA 0PIN1Ó5 Y ANTE LA HISTORIA

marino, cuyo nombre creo que era D. Juan de la C!on* cha, comandante del Don Juan de Austria^ impasi- ble veía hundirse su barco, y con los anteojos en la manó y mirando al enemigo, recomendaba á los ma- rineros que apuntaran despacio para hacer daño. ¡ Asi fué tragado por las olas aquel buque Id

' No se puede comprender cómo un hombre de la talla del Sr. Romero Robledo, se complacía en dar crédito á lo que sólo la maledicencia ó la envidia ha- bría podido inventar.

¿ De dónde sacó el Sr. Romero que nuestra escua- dra de Filipinas había sido sorprendida por la ame- ricana ?

¿De dónde que estaba con los fuegos apagados?

¿ De dónde que á mansalva y sin combatir fue- ron echados nuestros buques al fondo del mar?

El teniente de artillería Valera se portó muy bien y con bravura; pero los detalles que se le atribuyen no son ciertos, y basta leer el parte que dio de la ac- ción á su jefe, el general Arizmendi, para desmen- tirlo.

Tampoco es cierto que el desgraciado capitán de navio Cadarso mandara dirigir la proa del crucero Reina Cnstina hacia el Olympia. A bordo de aquel buque, sobre el puente y al lado de Cadarso , se en- contraba el almirante Montojo, y éste precisamente

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EL ALMIBANTE MONTOJO. 133

fué el que dispuso que el Cristina se adelantara á <5ortar la proa del Olympia. Ademáfi\, nadie podía tomar la voz donde estaba el almirante, como es «abido.

En cuanto al Don Juan de Austria^ su comandante (que era todo un valiente) no recomendó á los ma- rineros que apuntaran despacio , ni menos se hundió •el buque y pues que más tarde fué echado á pique por orden del almirante.

¡ Qué ligereza en un hombre público !

El Ministro de Marina (Auñón), aunque no con toda la energía que hubiera sido necesaria, replicó al Sr. Romero Robledo en estos términos:

o: Ya hablaremos de Cavite. El Gobierno no ha recibido el parte del almirante de la escuadra que 41IIÍ combatió. (Rumores.) Su señoría ha traído aquí unas referencias asegurando que la escuadra fué sor- prendida. Frente á esta versión , el Gobierno puede oponer otras, segán las cuales la escuadra espa- ñola combatió bravamente y el enemigo tuvo bajas y averías.» Después el orador se hizo cargo de algo •que había dicho el Sr. Romero Robledo sobre las expansiones de aquél con la prensa.

Se promovió un ligero tumulto, suspendiéndose la sesión después de declarar el Sr. Sagasta que la «escuadra de Cámara llegaría á Filipinas con tiempo para restablecer nuestro imperio.

¡Qué ilusiones alimentaba el Presidente del Con- sejo de Ministros, y qué bien enterado se hallaba el

134 ANTB LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

Gobierno del estado de nuestros buques y de su efi- cacia! Por fortuna, la escuadra llamada de reserva volvió á la Península antes de sufrir un fracaso.

Por tratarse de un extranjero que, al presenciar el combate naval de Cavite, tenía que ser más impar- cial que los actores de aquella acción de guerra, es interesante el relato hecho por el primer maquinista del vapor Isla de Mindanao en carta que dirigió a) Sr. Marqués de Comillas á su llegada á Madrid ; es como sigue:

«Excmo. Sr. Administrador-Gerente de la Com- pañía Trasatlántica. Madrid.

DMuy señor mío y respetable jefe : Siendo yo el único oficial del vapor correo Isla de Mindanao que por mi calidad de subdito extranjero ha podido ve- nir á Europa, saliendo de Manila después de la pérdida del citado buque, me creo en el deber de relatar á usted los sucesos que yo he presenciado.

» Después de un viaje felicísimo con un lleno de pasaje, llegamos á Manila el 22 de Abril, encontrán- donos con la noticia de que había sido declarada la guerra por los Estados Unidos, cuyo suceso ya ve- níamos temiendo durante la travesía, y con motiva de ello el capitán tomó sus precaucionen en las reca- ladas á puerto, y navegó siempre con la vigilancia, oportuna.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 135

i>Se comenzó la descarga muy activamente, y el 26 de madrugada, por orden de la autoridad, fuimos á Subic, donde se encontraba la escuadra española, llevando á nuestro bordo parte del cargamento que no había habido tiempo de alijar.

}>En Subic nos manchron fondear á retaguardia de la escuadra, la cual se hallaba allí esperando á la americana.

dEI 28 nos ordenó el almirante volviésemos á Ma- nila para descargar, y habiéndolo efectuado, se nos ordenó el 30 que nos uniésemos de nuevo á la escua- dra que desde el día 29 estaba fondeada en Cavite.

dEI día 28 se había recibido un cablegrama de Ma- drid ordenando que el barco fuese armado en guerra. Teníamos á bordo las dos piezas reglamentarias de nueve centímetros, pero sin municiones, porque éstas no se llevan en los barcos de pasaje sino cuando hay verdadero estado de guerra, como usted sabe.

))E1 día 30, cuando nos unimos á la escuadra, ésta se hallaba preparada para recibir á la americana con anclas á pique, fuegos encendidos, presión en las calderas y todo el mundo en su puesto. A nosotros se nos ordenó que fondeásemos á una y media milla de distancia de la escuadra en dirección á Manila, pues no habíamos de tomar parte en el combate, y no quiso el almirante que recibiéramos innecesaria- mente los disparos que á la escuadra dirigiese el enemigo. Aquella noche del 30 el Mindanao se man- tuvo, aunque fondeado, sobre vapor, y lo mismo la

136 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

escuadra toda, listos para ponerse en movimiento.

j)A las cinco de la mañana del I.*" de Mayo, con alguna neblina, empezó á vislumbrarse la existencia de buques extraños en la bahía, y á dicha hora la batería de Punta Sangley rompió el fuego contra ellos. Como media hora después , habiendo ya más claridad y levantándose la neblina, los americanos dispararon sobre los buques y sobre la batería. Al Mindanao le pasaron en esta ocasión cinco disparos por entre el aparejo, rompiéndole la braza de la verga mayor. A los pocos minutos los barcos espa- ñoles se pusieron en mo\ámiento hacia fuera en busca de los americanos. El fuego de éstos era viví- simo y muy potente, por ser de piezas modernas de grueso calibre y de tiro rápido. El de los españoles era sostenido, bien dirigido, pero relativamente in- eficaz por su menor alcance y no ser piezas de tiro rápido.

))La comparación á simple vista de ambas escua- dras denotaba al ojo más inexperto la inmensa su- perioridad de la americana sobre la española, y lo inevitable del desastre para ésta.

}!)E1 capitán del Mindanao me ordenó poner en mo- vimiento la máquina del buque para llevarlo más lejos del fuego, toda vez que no tenía elementos para contestarlo, y con este motivo bajé yo á la máquina, dejando, por consiguiente, de ver lo que entretanto pasaba. Veinte minutos después, cum- plido mi cometido, volví sobre cubierta.

EL ALMIKANTE MONTO JO. 137

j)El Mindanao estaba próximo á la playa de Las Pifias y el humo en dirección á las flotas combatien- tes era tal , que con dificultad se veían los detalles de lo que pasaba. La escuadra americana hacía len- tos movimientos en forma de círculo, disparando cuando éste tangen teaba las aguas de la espafiola, la que á su vez hacía movimientos rectilíneos, contes- tando con su artillería en la desventajosa proporción antes explicada. El Castilla y Ulloa no se movían por desperfectos, pero disparaban, y parecía que éstos y todos los demás seguían la táctica de no ale- jarse de la acción de las baterías de Cavite y Punta Sangley.

))Poco antes de las siete vimos la primera manifes- tación de incendio en el Cristina^ que era el buque in- signia, y como á las siete y cuarto sucedió otro tanto en el Castilla. El almirante trasladó su insig- nia al C^^éa, cuando el Cristina estaba ya inhabita- ble, y como á las siete y media los americanos se re- tiraron á larga distancia. Cinco barcos españoles quedaban destruidos.

)) A. bordo del Mindanao creíamos el combate ter- minado, y el capitán se preocupó de que los ameri- canos no apresaran el barco, á cuyo efecto lo llevó sobre la costa, llenando los tanques de agua para que se agarrase al fango, y todos seguimos á bordo esperando los acontecimientos.

j>A las once volvieron los americanos, disparando contra los pocos buques que ya quedaban y sobre

138 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

los fuertes de Cavite , durando este segundo ataque hora y media, al fin del cual quedaban sumergidos é incendiados todos los barcos de guerra espafioles^ y silenciadas las baterías de tierra, cuya artillería tengo entendido era de muy poco valor.

1^ A la una de la tarde dos cruceros americanos vi- nieron hacia el Mindanao^ en cuyo punto nos hallá- bamos todos los oficiales, pensando qué querían hacer de nuestro buque y de nosotros, cuando de repente rompieron fuego sostenido sobre nuestro barco. A los pocos disparos empezó el incendio por la cámara del capitán, el cual, vista la inutilidad de que permaneciésemos allí, ordenó embarcarse todo el personal en los botes , lo que se efectuó con buen orden, continuando el enemigo sus disparos sobre el barco, siendo gran fortuna el que ni abordo de éste, ni en los botes, ni al desembarcar en la playa ocurriese ninguna desgracia , á pesar de que las granadas caían muy cerca. Todavía en la arbo- leda donde nos refugiamos recibimos algunos dis- paros , por fortuna inofensivos.

DComo testigo presencial del suceso y con la im- parcialidad de quien, como yo, no es espafiol, puedo decir á usted que á bordo del Mindanao todos se condujeron dignamente, y aunque no me incumbe hablar de ello, también diré que los marinos de la escuadra española, en los preparativos para el com- bate y durante la acción, se condujeron con gran se- renidad y valentía, no pudiendo hacer más de lo

SL ALMIRANTE MONTO JO. 13i>

que hicieron dada la inferioridad de bus elementos.

»E1 Mindanao queda embarrancado y destruido por el incendio. El capitán Koldós y la tripulación toda sólo salvaron lo puesto; abandonaron el buque cuando ya no podían permanecer á bordo , fueron re- cogidos y albergados en la oficina de la Compañía de Tabacos; y yo, no teniendo nada que hacer en Manila, con permiso del consignatario y del capi- tán, utilizando mi calidad de subdito inglés, solicité y obtuve .transporte por favor para Hong-Kong á bordo del buque de guerra inglés Linnety y en dicho punto tomé pasaje en un correo inglés para Gibral- tar, donde por dificultades sanitarias no pude desem- barcar, siguiendo con el buque á Londres.

i> Siempre á las órdenes de usted muy atento se- guro servidor y afectísimo subordinado, que b. s. m., Duncan M."" Kinlay^ primer maquinista.»

Otro relato que, aun cuando no procede de un testigo de los hechos, tiene verdadera importancia por ser una espontánea manifestación de simpatía y de compañerismo, y sobre todo de protesta contra las injuriosas palabras y las aseveraciones completa- mente inexactas del Sr. Romero Robledo, es el ar- tículo publicado en el Heraldo de Madrid^ por su autor el ilustrado y entusiasta oficial general de la Armada D. Joaquín Lazaga, quien, sin dar tiempo á que la polvareda levantada por aquel Diputado se

140 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

hubiese despejado, con ánimo resuelto y con gene- roso impulso en favor de los fueros de la justicia y en defensa de sus compañeros, publicó tan intere- sante trabajo; helo aquí:

dLAS DEFENSAS DE LA BAHÍA DE MANILA. EL COMBATE NAVAL DE CAVITE.

))Si me decido en estos críticos momentos á decir algo sobre la actual guerra marítima, es por los equi- vocados conceptos que oigo á diario, no sólo en una parte del público, sino también en algunos periódi- cos y hasta en el Parlamento.

)) Empezaré por las defensas de Manila y Cavite.

»A1 regresar de Manila en el mes de Agosto úl- timo, se hallaban las entradas de su bahía con las mismas defensas que encontraron los descubridores cuando arribaron por primera vez á aquellas playas hace cerca de cuatrocientos años. Ni un sólo cañón, ni la menor obra defensiva ni ofensiva.

}í)Todo se encontraba y sigue encontrándose en es- tado primitivo y sin que nadie se haya ocupado de tan vital asunto, no obstante el duro castigo que su- frimos de los ingleses después de mediados del siglo pasado, la lección que debimos aprovechar cuando el conflicto de las Carolinas, y los recelos que debió inspirarnos el creciente poder naval del Japón , que para nosotros hace el papel de los Estados Unidos en el Extremo Oriente.

EL ALMIRANTE MONTOJO. 141

pLo original del caso es que en estos momentos de supremo conflicto se ha pretendido por tal cual periódico y por algún Diputado hacer responsable al Ministro de Marina de la falta de fortificaciones en la boca de Manila; de la carencia de focos eléctri- cos para reconocer y cañonear á los buques enemigos que intentasen forzar el puerto durante la noche, y de no haber tratado de defender con torpedos el paso á aquella anchurosa bahía.

dSóIo el extravío ó la ignorancia pueden dar ac- ceso á semejantes cosas. ¿Qué tiene que ver el ramo de Marina con las fortificaciones terrestres de las plazas marítimas ? ¿ A qué cerebro medianamente or- ganizado puede ocurrirle defender con torpedos efi- cazmente las dos bocas que dan entrada al puerto de Manila, cuando la más estrecha de ellas mide más de 5.500 metros de anchura y la otra pasa de 9.200, con profundidades variables entre 23 metros la mí- nima y 85 metros la máxima? Y se ocurrirá pre- guntar: ¿para qué se han mandado torpedos última- mente? Pues para colocarlos en la boca del río Pasig, verdadero puerto interior de Manila; en la entrada de la ensenada de Cañacao, en los bajos fondos déla bahía, en los puertos de boca relativamente estrecha, y muy en particular en el hermoso de Subic, donde se asienta ya, muy adelantado, el naciente Arsenal.

D¿Se pretenderá también echar la culpa al Minis- tro de Marina de que en Subic no se haya montado hasta la fecha un solo cafión, á pesar de sus magní-

142 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

ficas condiciones topográficas y estratégicas, y de haberse solicitado á quien correspondía en varias Reales órdenes?

i>Me guardaré muy bien de atreverme ó permi- tirme discutir, ni siquiera pensar en las responsabi- lidades que son inherentes al general' Bermejo , como á todo el que ejerce un alto cargo; pero lo que afirmo es quejio le alcanzan las que gratuitamente quieren atribuirle sobre las defensas de Manila.

»Basta la simple inspección del plano para venir en conocimiento de que la entrada de Manila sería dificilísima ó inexpugnable tal vez, con el emplaza- miento de poderosas baterías en la costa de Marive- les, el Corregidor, el Fraile y Punta Restinga.

i>¿ Se ha hecho algo para intentar defender, siquiera en parte, la llamada Boca Chica? Sí, aunque muy poco; pero ese poco lo ha hecho la Marina por orden ó autorización de su Ministro, haciendo montar los caftones gruesos del Castilla en la isla del Corregidor.

»Y no puedo pasar de la boca de Manila sin re- cordar antes el párrafo de una carta leída por el se- ñor Llorens al Congreso, en la que se consignaba no era posible poner torpedos en Manila porque la administración de la Marina inutilizó una gran can- tidad de algodón pólvora , j[>or miedo á su conserva- ción: semejante especiota no merece los honores de la réplica.

» Franqueada la entrada del puerto no hay que ha- cer otra cosa que dirigirse á Cavite , pasando antes

BL ALMIRANTE MONTOJO. 143

por los bajos de San Nicolás, que, en otras manos, serían asiento de importantes fortificaciones que ha- rían aún más inexpugnable el puerto.

:&Ya estamos en Cavite, titulada plaza fuerte con su Gobernador, oficial general y una guarnición im- portante; sus defensas consisten en una débil é in- completa muralla, mal artillada, y una batería á cargo de la Marina, en la punta del Arsenal, de cuatro ca- ñones Armstrong, que es lo mejorcito con que se cuenta. En la punta Sangley se está construyendo una batería que se proyectó cuando el conflicto de las Carolinas , y aún no está terminada. En esta ba- tería se han montado últimamente algunas piezas, según creo.

}>Las defensas de la capital, aparte de la ciudad murada con sus cañones del tiempo de Carlos III, cuenta con unas pocas piezas modernas emplazadas hacia el mar, cuj'o alcance apenas si llegará á los 5.000 metros. La entrada del río Pasig está protegida por una tapia aspillerada y tres cañones de bronce antiquísimos.

]s» Estas son, en suma, las casi inútiles defensas que Manila puede oponer á las fuerzas navales enemigas. De la plaza de Cavite no hablo más, pues desgracia- damente ha caído en poder de los americanos.

3) Dos caminos se ofrecían al almirante Montojo ante la amenaza de la próxima llegada á Manila de

144 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

la potente escuadra americana, de inmensa superio- ridad comparada con la que él regía: ó salvar sus buques llevándolos al Sur del Archipiélago, limitán- dose á hacer tal cual diversión , con los más veloces, sobre la boca de Manila, hasta esperar posibles re- fuerzos de España, ó afrontar el combate con la cer- teza del vencimiento. Montojo se decidió por lo último, y yo creo que hizo bien, con lo que salvó la reputación de su nombre y la de la Marina, si se tiene en cuenta que nuestro pueblo carece de la re- flexiva parsimonia del alemán, que aplaudió, cuando su guerra con Francia , la sabia y prudente conducta de sus marinos de evitar toda batalla naval con la superiorísima Armada francesa, limitando sus ope- raciones á la persecución del comercio marítimo fran- cés y á tal cual combate parcial.

D Resuelto Montojo á esperar al enemigo, no pudo hacer cosa mejor que tomar posiciones al abrigo de Cavite, con preferencia á Manila, á pesar de sus menguadas fortificaciones, por la ventaja que le pro- porcionaban, para su relativa seguridad, los bajos fondos de las ensenadas de Cañacao y Bacoor, en las que podría con facilidad, en caso extremo, hacer embicar ó echar á pique alguno ó algunos de sas buques, en evitación de que el enemigo se apoderase de ellos, descartada la probabilidad de la derrota, que debió suponer ante las muy superiores fuerzas que le venían encima.

D Sobre la base del anterior plan, d(^s procedimien-

BL ALMIRANTE MONTOJO. 145

tos se ofrecían para combatir: el uno sobre las má- quinas, ó sea con los buques en movimiento; el otro con los mismos, fondeados y acoderados. Ambos ofrecen ventajas é inconvenientes. El primero es más favorable para evitar los efectos del abordaje, de la embestida y de los torpedos ; pero adolece del incon- veniente de que la acción ha de librarse más lejos de la protección de la plaza, al par del riesgo de que el enemigo se interponga entre ésta y los buques, cor- tando toda retirada á los mismos en caso de desastre. El segundo método tiene la ventaja de poderse situar en el menor fondo posible, y por consiguiente, ob- tener más eficaz protección de la plaza por la mayor cercanía á ella; tiene, sin embargo, el grave incon- veniente de la inmovilidad, que permite á los con- trarios hacer mejores blancos, aparte la dificultad de evitar una embestida ó el choque de un torpedo , aun estando sobre vapor y con las amarras prontas á lar- garlas.

dEI general Montojo se decidió por batirse en mo- vimiento, según se deduce de las referencias oficia- les dadas á su Gobierno por el comodoro Dewey y de las particulares procedentes de China, Inglaterra y de los Estados Unidos.

3)Mucho se ha hablado y no poco se ha desatinado sobre el combate, sus incidentes y resultados. No ha faltado quien supusiera que nuestra escuadra había sido sorprendida, que las máquinas estaban apaga- das , que las tripulaciones dormían tranquilamente y

10

146 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

que el almirante se hallaba en tierra al ddce far- niente; item más, el mal gusto de un periódico que publicó un artículo Sombras de un combate; efectiva- mente, se proyectaron sobre los combatientes som- bras de honor y de gloria, que brillan en más alto grado que los fatuos resplandores de la audaz igno- rancia y del ofensivo cuanto gratuito avance.

)> Se ha dado acceso á tanto absurdo en los mismos momentos en que las informaciones enemigas, oficia- les y particulares, proclamaban bien alto que á las cinco de la mañana del funesto I."" de Mayo se ha- llaba nuestra escuadra en línea de batalla, dispuesta, más que al combate, al sacrificio y al martirio, para dejar cubierto con la aureola de la gloria el honor de la patria y el pabellón que tremolaba en sus en- tenas.

5) ¿ Qué sorpresa podía caber, cuando, al regresar aquellos buques de Subic, sabían sus tripulaciones perfectamente que el enemigo les seguía de cerca, y que en pocas horas, como así sucedió, le tendrían al costado ?

y> El resultado del combate no pudo ser otro que el que fué; mejor que todos mis razonamientos, lo de- muestra el siguiente cuadro:

EL i^LMIRANTE MONTO JO.

147

^Comparación entre las eaouadrae espaftóla y americana de Vanila,

Número de baqnee combatientes. . . .

Toneladas de desplazamiento

Boques de madera . . . . /

Buques de hierro

Buques de acero

Buques protegidos con blindaje .... Toneladas de los buques protegidos.

Espesor máximo del blinoaje

Buques de más de 19 millas •«•••.,

Buques de más de 15 millas

Toneladas de estos últimos

Po^f^r ofennivo á nueve kilómetros de

dietancia.

Número de proyectiles de calibre supe- rior á 10 centímetros que puede dis- parar por minuto

Peso de estos proyectiles

Número de proyectiles de calibre infe- rior á 57 milimetros que puede dispa- rar por minuto

líúmero total de proyectiles que puede disparar por minuto

Peso de estos proyectiles

Número de cañones de tiro rápido de

. calibre superior á 57 milimetros

Española.

7

11.835

1 pontón.

3

1

1

1.045

6 cms.

3

2

4.565

1,3

41kg8.

2.160

2.540 1.080 kgs.

Americana.

7 20.771

6 4

16.772 12 cms.

3

5 18.472

106,6 3.133 kgs.

5.520

5.808 4.664 kgs.

]20 de 12 cms.

i>¿Qué mayor elocuencia que los datos anteriores?

» ¿ No explican ellos suficientemente la enormidad de nuestra pérdida y la insignificancia de la enemiga?

y>¿ Se registra en la historia marítima de este siglo, incluso Trafalgar, caso alguno en que las bajas alcan- cen al 40 por 100, ó sea 618 entre muertos y heri- dos, correspondientes á 1.512 combatientes, en el su- puesto de que las dotaciones estuviesen completas?

148 ANTE LA OPIKIÓN Y ANTE LA HISTORIA

))En Cavite ha sucumbido la escuadra por conse- cuencia de la enorme superioridad del enemigo , coma no podía menos de suceder; impotente ante tanta desproporción y hasta para alcanzar con sus bocas de fuego á las naves contrarias. Los tripulantes de aquella desgraciada flota, más que combatientes, han sido víctimas propiciatorias, mártires de la Patria.

2) Por fortuna, como alguien deseaba, no se ha dado el caso de que el telégrafo anuncie que la bandera americana se ha izado en alguno de nuestros buques^ Estos han desaparecido acribillados á balazos, que- mados unos, echados á pique otros y ninguno ren- dido; todos han sucumbido con la bandera de la pa- tria enhiesta en sus popas , siendo la admiración de los mismos enemigos, que se descubren con respeto ante el valor desgraciado.

D Triste epílogo tuvo la infausta jornada marítima;, hundido el último de nuestros buques, no pudo se- guir resistiendo la plaza de Cavite, teniendo que pa- sar su General gobernador y guarnición por la amar- gura de ver sustituir en sus muros la bandera de Castilla por la estrellada de la Unión americana, es- coltada por el destamento del cañonero Petrel^ que tomó posesión de su conquista en los primeros mo- mentos.

dAI terminar estas líneas, conmovido y enorgulle* cido, elevo mis oraciones á Dios por las gloriosas víctimas de Cavite, al par de afirmar que á todoa los que nos honramos con el uniforme de la Arma-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 149

<}a nos queda aún mucha sangre que ofrecer á la Patria. 5>

Hasta aquí el hermoso artículo de Lazaga , que si bien adolece de algunos errores, deben atribuirse á falta de datos fehacientes. Se lee en él que en la isla del Corregidor se habían montado por orden ó auto- rización del Ministro de Marina los cañones gruesos del Castilla y que en la punta del Arsenal había á cargo de la Marina uña batería de cuatro cañones Armstrong. Sólo había en ésta un cañón de á 16 -centímetros Pallisser, y en el Corregidor tres caño- nes de á 180, Armstrong, del Velasco^ que, por estar en obras, dispuso el almirante fuese desartillado para guarnecer con sus piezas las baterías de la entrada de la bahía.

En el cuadro comparativo de las escuadras beli- gerantes se dice que dos buques de los nuestros te- nían una marcha de más de 15 millas. Ninguno era capaz de desarrollar esa velocidad. El Don Juan de Austria j que era el que más andaba, no pasaba de 12 millas.

También hay inexactitud en la cifra de 1.534 hom- bres para la suma de las dotaciones de la escuadra; pero ya expresa el articulista que parte del supuesto -de que las dotaciones estaban completas. En realidad no lo estaban; aquel total se reduce á 1.134, y el de los muertos y heridos á 294, muchos menos de los que se creyeron en los primeros momentos, por lo <jue no es extraño que Lazaga los suponga de 61S

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entre unos y otros, pues que no contaba, cuando es- cribió el artículo, con datos completamente fidedig- nos, ni era posible obtenerlos entonces.

Respecto á la entrega del Arsenal de Cavite, en- vió el corresponsal del Herald^ de Nueva York, á su periódico una relación que, aun cuando no es toda lo imparcial y verídica que debiera ser, no deja por eso de contener detalles de interés y que tienen su valor para la historia de aquel triste y lamentable incidente de la campaña.

aquí la traducción fiel de lo que á este propó-^ sito dice el Herald:

«Después de hacer resaltar este periódico la natu- ral alegría que ha producido en el país americano el que no haya resultado ningún muerto en el combate librado en la bahía de Manila, dice, con el testimonio de su corresponsal, que estuvo á punto de morir el reverendo Grazier á bordo del Olympia^ en el mo- mento en que curaba á un herido de la dotación. Añade que un proyectil disparado por los españoles estalló á cinco metros del comodoro Dewey.

)) Señala igualmente la inmensa fortuna de un grupo de marineros del Baltimore^ sobre cuyas ca- bezas pasaron muchos fragmentos de proyectiles sin herir á ninguno.

]í)El corresponsal manifiesta que si se hubiera cum-

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BL ALMIRANTE MONTO JO. 151

plido la decisión tomada por los jefes y oficiales es- pañoles de combatir en Subic, según el acta que obra en poder del comodoro, habría obtenido éste la victoria también, pero le habría costado muy cara.»

i>La entrega del Arsenal de Cavite la refiere el co- rresponsal del Herald con la autoridad de haber acompañado á tierra al comandante Lamberton, á quien el comodoro encargó de esta comisión impor* tante.

dA bordo dice— del Petrel embarqué con el co- mandante Lamberton, dirigiéndonos á tierra para tomar posesión del Arsenal de Cavite, donde había 800 hombres armados con Mauser.

dEI día anterior se había izado en el Arsenal la bandera blanca, y esto determinó al comodoro para mandar á tierra al comandante citado.

2>Como éste se encontrara con que había fuerza armada dispuesta á resistir, hizo desembarcar á un parlamentario para decir que si se hacía traición rom- pería el fuego toda la escuadra inmediatamente.

DEste parlamentario se presentó al jefe del Arse- nal, capitán de navio de primera clase Sr. Sostoa, y éste, al oir aquella intimación, contestó que el almi- rante Sr. Montojo había sido herido en el combate y trasladado á Manila, y que podía desembarcar con el comandante Lamberton.

152 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

dAsí lo hizo éste, acompañado del teniente de na- vio Wood y del corresponsal que remite estos in- formes.

))E1 Sr. Sostoa manifestó que había hombres arma- dos en el Arsenal, y que la bandera blanca se izó el día anterior con el solo objeto de que salieran de la población las mujeres y los niños (I).

3) Lamberton replicó que el acto de izar la bandera blanca arriando la de combate, suponía, en su con- cepto, rendición de la plaza.

dEI Sr. Sostoa insistió en sus puntos de vista , y Lamberton le amenazó con el combate inmediato.

)) Sostoa, lleno de indignación, dijo que él no era el jefe superior, y que antes de resolver necesitaba consultar con sus jefes.

D Lamberton meditó el caso, y tras breves minu- tos insistió en su demanda, entregando á Sostoa un ultimátum escrito para la entrega inmediata del Ar- senal y de los soldados, á quienes consideraba prisio- neros de guerra.

D Consignó su protesta Sostoa contra el atropello de exigirse una respuesta en el acto, y Lamberton concedió un plazo de dos horas, regresando con sus acompañantes á dar cuenta de lo ocurrido al como- doro Dewey.

i>La señal convenida para el caso de aceptación del vltimátum^ sería volver á izar la bandera blanca en el Arsenal, y, en efecto, antes de que expiraran las dos horas, el comodoro y sus subordinados vieron

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EL ALMIRANTE MONTOJO. 153

reaparecer esa bandera , en virtud de la cual fueron á tierra los comisionados , tomando posesión del Ar- senal.

]»Lo8. soldados y marinos habían salido en aquel intermedio para Manila.))

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3> También refiere el corresponsal que , habiéndose negado el general Augustín á entregar el cable, el comodoro ordenó al buque mercante Zafiro que lo cortara.

j^ Habría deseado Dewey amarrarlo á un barco; pero no pudo hacerlo por falta de los instrumentos necesarios.

2) El comodoro se lamenta de que no pudo des- truir la escuadra española dos días antes porque un incidente ocurrido en el Rcdeigh le impidió avanzar tan pronto como quería (?).

y> Dice el corresponsal que en cuanto los indígenas se enteraron de que se había rendido el Arsenal de Cavite, se entregaron á los mayores excesos, atacan- do y saqueando los hospitales, habiendo sido preciso mandar una guardia americana para contenerlos.

]> Afiade que los indígenas saquearon el pueblo de San Roque, inmediato á Cavite.

D Entre los detalles que envía este corresponsal hay uno en que se dice que el Castilla estuvo ar- diendo doce horas, que recogieron los americanos al-

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154 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

gunos cañones y que los americanos sufrieron mucho durante la acción por la influencia del sol y el calor de los barcos. ( ?)

i>El corresponsal describe algunos cuadros ho- rribles.

3) He visto— dice ocho marineros españoles ho- rriblemente mutilados: uno había perdido la cabeza, otro tenía mutilados el estómago y el vientre. Un oficial de complexión robusta y de talla hercúlea estaba quemado. :d

Hubiera podido decir también el corresponsal que cuando los americanos inspeccionaron los cruceros Cristina y Castilla , encontraron sobre las cubiertas de ambos buques una masa bastante espesa, negra y grasicnta, que provenía de la pólvora y la melinita con que estaban cargadas sus granadas, observán- dose con horror que las plantas de los pies de los muertos se veían negras y quemadas. Esto fué com- probado por los médicos militares y de Marina que asistieron á los heridos en Manila.

El citado corresponsal del Herald telegrafió tam- bién desde Manila á Nueva York algunos detalles del combate, que merecen ser conocidos por lo mis- mo que proceden de un enemigo.

Helos aquí , traducidos con toda fidelidad :

o: El comodoro americano encontró la escuadra

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BL ALMIBANTB MONTOJO. 155

espaiüola con vapor y navegando en linea de com- bate. Dewey, aprovechando la enorme superioridad en velocidad y artillería de los buques de su escua- dra , dispuso que el combate se librara á 5.500 me- tros , distancia á la cual consideraba que el efecto destructor de la artillería española contra los buques protegidos de la escuadra >dmericana sería poco efi- caz. La bahía tiene allí una anchura de 20 millas, y contaba, pues, con un margen de 1 7 para realizar su propósito.

dAsí se hizo. Los españoles concentraron sus fue- gos contra el Olympia. Este lanzó sus primeros dis- paros con los cañones de 20 centímetros, arrojando proyectiles de 250 libras, y lo mismo hicieron el Baltimore y el Boston; pero los primeros disparos de los buques españoles colocaron tres granadas en el Olympia^ la primera en el puente ; la segunda atra- vesó la cubierta, deteniéndose en la cubierta protec- triz , sin causar más daño que un boquete en la cu- bierta superior.

)¡> Los marineros bajaban la cabeza ante las grana- das españolas, y el comodoro Dewey cambió su línea de frente, con la cual inició el combate, poniéndose en línea de fila y presentando el costado, para que funcionara la artillería de tiro rápido de 13 centí- metros.

^ La rapidez y precisión de esta artillería dio pronto resultado favorable. Incendiados el Cristina y el Castilla j Dewey se acercó á 4.000 metros, y al

156 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

fin del primer combate, cuando ya ardían tres bu- ques españoles á consecuencia de los disparos de la artillería de tiro rápido, de mayor calibre, dio orden de acercarse á 2.000 metros, cuando, según dice Dewey, el combate era ya un mero ejercicio de tiro al blanco contra el pequeño Ulloa , único buque que aún permanecía á flote, , y, cercado por todos los buques americanos, continuaba disparando contra ellos.

1>E1 Olympia recibió muchas granadas. Ninguna atravesó la cubierta protectriz. Entre las que recibió el Baltimore^ una dio en uno de los cañones de 15 centímetros, y al explotar hizo estallar una caja de municiones de cañón de tiro rápido, causando ocho heridos.

D En el Boston^ ima de las granadas cayó en el ca- marote del teniente Doddrige, produciendo un in- cendio que se apagó en seguida.

y> Otra incendió la batayola ; pero este incendio, como el anterior, se dominó pronto. En cambio, los producidos á los buques españoles por la artillería de tiro rápido no podían dominarse^ Cuando se apa- gaba un poco, aquella lluvia de proyectiles provo- caba nuevos incendios. y>

El Liberal publicó en Madrid (el 1."* de Julio) una carta, escrita en Manila el 19 de Mayo, que contiene

BL ALMIRANTE MONTO JO. 157

el relato, hecho por un testigo presencial, de la des- trucción de nuestra escuadra y de la rendición de Cavite. No es necesario comentar los tremendos car- gos que de su lectura se infieren para la imprevisión del Gobierno, Cada uno de los que lean la carta, sin- tiendo renovarse en su alma la emoción intensa del desastre, los formulará muy graves y terribles.

d Manila 19 de Mayo de 1898.

3>E1 día 26 de Abril, nuestra escuadra, compuesta del Reina Cristina^ Dan Juan de Austria^ Isla de Cuba é Isla de Luzón^ salió para Subic, como puerto de refugio. Iban allí creyendo que estarían ya mon- tadas unas baterías que los cuerpos de Artillería é Ingenieros estaban haciendo en la entrada de aquel puerto. Con tales baterías y 14 torpedos, únicos que teníamos, esperaban hallar defensa suficiente, aunque no muy grande, para nuestros buques, muy inferio- res en poder álos americanos surtos en Hong-Kong.

3) Llegada nuestra escuadra á Subic, se encontró con la desagradable sorpresa de que nada absoluta- mente se había hecho para montar las baterías.

dEso lo sabía de sobra la escuadra americana. ¡En tanto, nosotros estábamos en la creencia equivocada de que en Subic había defensas I

3> Comprendiendo que en aquellas condiciones no podría presentarse combate, nuestros buques regre-

158 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

saron á Manila y fondearon en las proximidades de Cavite, donde una batería allí montada y otra hecha provisionalmente, reuniendo tres cañones entre las dos, más dos cañones del Ulloa^ que estaba sin má- quina , y dos del Castilla , que se hallaba en idén- tica situación, reforzarían algo nuestros barcos.

» Al mismo tiempo, y con dos cañones del UUoa^ los del Velasco , Lezo y otros viejos que había en el Ar- senal, montaron unas baterías en la boca de Manila, haciendo un trabajo de gigantes , por si se tenía suerte y al pasar los americanos .se les causaba algún daño.

D La Providencia no estaba de nuestro lado. El 30, á las doce de la noche, forzó la escuadra yankee la entrada de la bahía á toda máquina. Hubo fuego, pero apenas si se les hizo mella en sus corazas , pues en diez minutos los barcos americanos se pusieron fuera del alcance de las piezas.

)) Se oyeron los disparos y nadie durmió aquella noche. Todos los vapores y embarcaciones subieron hacia el puente de España, cerrando el río con gole- tas echadas á pique en la barra.

)) A las cinco de la mañana del día 1.^ de Mayo se oyó el primer disparo. Después aquello fué un in- fierno. ¡Aterrorizaba ver la escuadra enemiga tan poderosa, y contemplar la nuestra tan débil! Aqué- lla contaba con 120 cañones de todas clases; la nues- tra con ¡ 26 I entre todos.

160 AKTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

i) En tanto, el Ulloa se iba á pique lleno de aguje- ros, con la mitad de su tripulación perdida entre muertos y heridos.

dA las diez de la mañana volvieron los barcos

americanos y siguió el combate El Isla de Luzón

no contaba ya más que con un cañón, pues los otros tres se los habían inutilizado. El Don Juan de Aus- tria tenía muchas bajas. Y el Isla de Cuba tenía sólo dos cañones.

» Así se resistieron una hora, ¡ una hora de terrible y mortal agonía! Para que los barcos no cayeran en poder del enemigo, echaron á pique los que no se iban á fondo naturalmente por las tremendas averías que se les habían hecho por todas partes. Antes habían varado cerca de Cavite Viejo el Lezo^ Duero j Manila^ Vclasco y Argos, que no podían combatir.

5)Entre muertos y heridos tuvimos un total de 400 bajas, es decir, un 40 por 100 de la gente de la escuadra. Aquello no fué batirse, fué buscar la muerte y llamarla con brava desesperación.

3)En seguida los barcos americanos empezaron á batir el Arsenal, que no tenía ni un cañón, y nos hicieron nuevas bajas impunemente. El desastre del Arsenal fué terrible. Sin defensa ninguna, teniendo que guardar los heridos de la escuadra para que no los rematasen los nuevos proyectiles que caían. Y la gente que se había salvado de los barcos, desde

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 161

el almirante hasta el último marinero, desnudos y muertos de cansancio.

][> Entonces Sostoa pidió parlamento para salvar mujeres, niños y heridos. Un oficial americano dijo que su misión sólo era destruir nuestra escuadra, y que pedían que al retirarse, después de echar los barcos á pique y de quemar los varados , no les hi- cieran fuego las baterías de la boca.

DComo ya no había más remedio que sufrir las condiciones impuestas, se consultó al general Au- gustín, quien contestó que, si cesaban en su fuego los barcos, cesarían en hostilizarles las baterías.

3)Pero como éstas, una vez destruida la escuadra, estaban vendidas y condenados á muerte todos los que las cubrían, se resolvió reconcentrarse en la isla del Corregidor. Allí se avisó para cumplir el conve- nio hecho.

3) Antes de esto, los yankees^ brutales siempre, hi- cieron fuego sobre el correo Mindanao^ que estaba varado en Las Pinas, y también ardió todo.

» Se' envió un parlamentario á la isla del Corregi- dor, notificándoles el convenio pactado. En cuanto 86 convencieron los yankees de que las baterías del Corregidor no les harían fuego, prendieron al par- lamentario y se fueron allí dos de sus más poderosos barcos, y sin disparar tomaron posiciones, enviando un bote á intimar la rendición.

3>E1 convenio de la rendición consistía en permi- tir que ondease la bandera española en la isla del

11

b.

162 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Corregidor y que quedasen en ella el Gobernador y 100 soldados nuestros de guarnición, retirándose los demás con armas á Manila.

)>En tanto que esto se hacía, destacaban otro par- lamentario á Cavite pidiendo el Arsenal, que se constituyeran presos el almirante y tripulación de la escuadra y que se les entregara el Cebú. Si no se consentía en todo ello, amenazaban con bombardear la ciudad de Manila.

»En Cavite se les decía que el Arsenal no podía entregarse.

D Entonces dieron de término dos horas para eva- cuarle ó bombardear. Nueva negativa de los nuestros y nuevo plazo hasta las cinco de la tarde para eva- cuar á Cavite.

))E1 general Pefla lo evacuó en menos de dos horas.

»Las tropas no sólo abandonaron á Cavite, sino también á San Roque, Estanzuela, Caridad y Dala- hican. Todas las familias europeas que allí había tuvieron que venir á Manila por tierra.

)>Al día siguiente llamaron los americanos á los indios y les excitaron á saquear el pueblo, como lo hicieron, y después de saqueado todo les abrieron las puertas del Arsenal y la Fuerza. Cortaron aquella noche el cable y nos dejaron incomuni- cados.

EL ALMIRANTE MONTOJO. 163

2>A todo esto comenzaron á cañonear á los 100 hombres que, según lo pactado, habían quedado en la isla del Corregidor, y pidieron que se redujesen á25,

))E1 Gobernador consultó de nuevo. Y se evacuó la isla, y la fuerza se envió en botes á Naic, en tanto que el Gobernador, en ima vintüy se fué al Baltimore y se constituyó prisionero con su familia.

5) Los americanos le ofrecieron la libertad, que rehusó; pero después lo han dejado en Balanga.

»La situación es terrible por la ignorancia en que vivimos de lo que sucede ahí y en el Atlántico. Así estamos llenos de dolor ante desgracia tan inmensa por el abandono en que el Gobierno nos ha tenido, pues con sólo dos acorazados hubiera sucedido todo lo contrario de lo que ha pasado. J. L.»

CONTRALMIRANTE GEORGE DEWEY

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166 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Palote oficial del combate con la escuadra española en la bahía de Af añila. <rAl Ministro de Marina. Washington. Estación naval de los Estados Uni-

íí> dos en Asia. Buque-insignia Olympia^ Cavite, islas

f Filipinas 4 Mayo 1898.

£; )) Señor: Tengo el honor de dar cuenta de las ope-

W, raciones de la escuadra de mi mando. Salimos de la

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^^ bahía Mirs en 27 Abril , en cuanto llegó Mr, O. T.

%■ Williams, cónsul de los Estados Unidos en Manila,

portador de noticias importantes, que embarcó en el Olympia.

)) Estábamos á la altura de Bolinao en la mafiana del 30 Abril, y no encontrando allí ningún buque, corrimos la costa para el Sur, llegando cerca de la entrada de la bahía de Manila aquella misma tarde.

D Fueron enviados el Boston y el Concord á recono- cer el puerto de Subic, por haber sido informado que el enemigo intentaba situarse allí. Los dos buques recorrieron minuciosamente el puerto sin encontrar la escuadra española; pero por un oficio que ha apa- recido después en el Arsenal (cuya traducción se acompaña), se confirma que la primera idea era ir á Subic.

))A 11^ 30°" P. M. entramos por la Boca grande ó canal del Sur, navegando en línea de fila con ve- locidad de ocho millas. Después de haber rebasado la mitad de la escuadra, una batería del Sur del ca- nal hizo fuego, sin que ninguno de los disparos cau- sara efecto. El Boston y el Mac-CuUoch contestaron

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168 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

la línea, acercándose para combatir á corta distancia, pero filé recibido con un fuego tan nutrido por toda la batería del Olympia^ concentrada contra él, que se vio obligado á retroceder al abrigo de la punta ( ?). Los incendios producidos en ese momento por nues- tras granadas continuaron hasta que el buque se su- mergió. A 7^ 3 5"*" se me notificó, por un error, que sólo quedaban 15 tiros por cañón de tiro rápido de á cinco pulgadas, por lo que mandé cesar el fuego, y que la escuadra se apartara más afuera para confe- renciar y repartir municiones, si era necesario.

DLas tres baterías de Manila sostuvieron, desde que comenzó el combate, un fuego constante, que no fué contestado por esta escuadra (?)• La primera de es- tas baterías se hallaba situada en la cabeza del ma- lecón del Sur de la boca del río Pasig, la segunda en el baluarte Sur de la muralla de Manila, y la ter- cera en Malate, como media milla hacia el Sur. En este intervalo envié un mensaje al Gobernador ge- neral, ad virtiendo que si las baterías no cesaban de disparar, sería bombardeada la ciudad. Esta amenaza hizo que no volvieran á hacer fuego. A 11^ 16°", convencido que no era cierta la noticia de que esca- seaban las municiones, volví con la escuadra al ata- que. Por este tiempo el buque-insignia y la mayor parte de la escuadra española estaban ardiendo , y á 12^ 30^ P. M. mandé cesar el fuego, estando ya reducidas al silencio las baterías, y los buques su- mergidos, quemados y abandonados. A 12^ 40""

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 169

P, M. se retiró la escuadra, yendo á fondear cerca de Manila, quedando en Cavite el Petrel para completar la destrucción de los pequeños cañoneros que se en- contraban por detrás de la punta de Cavite.

i>Esta operación fué ejecutada por el commander E. P. Wood, en la forma más expedita y completa posible.

dLos españoles perdieron los buques siguientes:

» Sumergidos: Reina Cristina^ Castilla y Don An- tonto UUoa.

3>Quemados: Don Juan de Austria^ Isla de Luzón^^ Isla de Cuba^ General LezOj Marqués del Duero^ El Correo^ Vdhsco é Isla de Mindanao (transporte) ( ?).

^Capturados: Rápido y Hércules (remolcadores), y algunos botes y lanchas pequeñas.

»No he podido obtener datos exactos de los muer- tos y heridos del enemigo , pero creo que ha tenido grandes pérdidas.

i> Solamente el Reina Cristina tuvo 150 muer- tos (í I), incluyendo á su comandante, y 90 heri- dos (¡ !).

3> Tengo la satisfacción de manifestar que el daño causado á la escuadra de mi mando no ha sido de consideración.

»No he tenido ningún muerto y sólo siete heridos leves.

)) Según consta en los partes de los comandantes, algunos de los buques sufrieron el choque de los proyectiles, penetrando algunos, pero sin causar ave-

170 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

rías de importancia, por lo que la escuadra se en* cuentra en tan buenas condiciones como antes del combate. Me permito consignar que no creo haya habido un comandante general que bajo las mismas circunstancias tuviese comandantes tan leales, inte- ligentes y bravos, como los de esta escuadra de mi mando. El capitán de navio Frank Wildes, coman- dante del Boston^ pidió continuar con el mando de su buque , á pesar de haber llegado su relevo antes I de nuestra salida de Hong-Kong.

ID El segundo médico del Olympia^ C. P. Kindleber- ger, y el condestable del Boston^ J. C. Evans, tam- bién quisieron continuar, aunque habían llegado las órdenes, separándolos de la escuadra. La conducta de mi Estado Mayor ha sido inmejorable. El Jefe de Estado Mayor, commander Lamberton, se ofreció es- pontáneamente para ese puesto, en el que me ha prestado muy buenos servicios. El teniente de navio J. M. Brumby, oficial de órdenes, y el alférez de navio W. P. Scott, Ayudante, desempeñaron sus de- beres, como oficiales de señales, de una manera muy satisfactoria.

:f>En el Olympia no había bastantes oficiales para el servicio de la artillería; se presentó voluntario mi secretario, el alférez de navio H. H. Caldwell, y fué asignado á una subdivisión de la batería de cañones de á cinco pulgadas.

Mr. J. L. Stickney, que ha sido oficial de la Ar- mada de los Estados Unidos y es actualmente corres-

-.'i* 7" »t.-.>

BL ALMIRANTE MONTO JO. 171

ponsal del Herald de Nueva York, se me ofreció para lo que fuere útil y ha prestado muy buen servicio.

))Dejando que los comandantes expresen su opi- nión acerca del comportamiento de los oficiales y clases inferiores que estaban á sus órdenes, debo ha- cer mención especial de la serenidad del teniente de navio €• G. Calkins, oficial de derrota del Olympia^ q ue permaneció en el puente á mi lado durante todo el combate, señalando las distancias y alcances de los cañones, cuya exactitud fué probada por la pre- cisión de los disparos. El 2 de Mayo, día siguiente al del combate, volvió la escuadra á Cavite, donde continúa. Se envió á tierra una columna de desem- barco para destruir los cañones y los almacenes de las baterías.

DLa primera batería, en el extremo de la punta Sangley, se componía de dos cañones modernos de Trubia á retrocarga, rayados, del calibre de á 15 centímetros. La segunda, una milla de distancia ha- cia la entrada de la bahía, consistía en un cañón mo- derno del sistema Canet ( ?) de 12 centímetros á re- trocarga, rayado, emplazado sobre improvisadas obras de tierra. El día 3 evacuaron el Arsenal de Cavite las fuerzas militares, del que se posesionó esta columna de desembarco. El mismo día fueron á intimar la rendición de la isla del Corregidor y sus baterías el Ealeigh y el Baltimore^ parlamentando la guarnición y destruyendo los cañones ( ?).

dEu la mañana del 4 de Mayo, el transporte Ma-

172 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

nila^ que estaba embarrancado en la ensenada de Ba- coor, fué puesto á flote y apresado.

))Con el mayor respeto es vuestro' obediente ser- v\AoT^=Jorge Dewey ^^=^com.oáovo de la Armada de los Estados Unidos ,== comandante general de las fuerzas navales de los Estados Unidos en Asia.D

«Bahía de Manila, 25 de Abril de 1898. Al co- mandante general del Arsenal de Cavite. Coman- dancia general del Apostadero y escuadra de Fili- pinas.— Habiendo resuelto ir á Subic con la escuadra, no sólo para su defensa eif aquel importante puerto? sino también por ser un paraje estratégico para las operaciones que puedan ocurrir, queda V. S. encar- gado del despacho ordinario de esta Comandancia general durante mi ausencia. Nada tengo que ad- vertir á V. S. respecto á la defensa de ese Arsenal, del cual es V. S. comandante general, puesto que tanto V. S. como los jefes y oficiales que tiene á sus órdenes, sabrán cuál es su deber para defender los intereses del Estado, confiando en que el valor é in- teligencia con que todos, con los débiles y escasos recursos de que disponemos, harán todo lo posible para conservar incólume el honor de la bandera y de la Marina. Queda V. S. autorizado para tomar todas aquellas medidas que considere convenientes para nuestro propósito, según nuestros intereses. Utilice V. S. el telégrafo para comunicarme todo lo

EL ALMIRANTE MOSTOJO. 173

que juzgue de interés, así como el cable para comu- nicar eoD el Gobierno. Procure V. S. tener abierta todo el tiempo que pueda la comunicación por la vía de Parafiaque y Malate, é igualmente con las baterías de la costa, por señales ó con botes. Si tiene V. S. proporción de buques mercantes , á los que se les pueda adaptar tubos de lanzar torpedos, puede utili- zarlos si los cree eficientes. Moníqjo.n

De este documento no se conserva el original es- pañol.

Lo que antecede es traducción casi literal, hecha en presencia de la versión inglesa, á que se refiere Dewey en su parte oficial.

El combate naval de Cavite, según referencia y testimonio de oficiales americanos que tomaron parte en él:

lüTTie Hong-Kong Tdegraph. Sábado 7 de Mayo de 1898. El combate de Cavite.— La escuadra espa- ñola destruida. La ciudad de Manila no ha sido tomada. Noticias prematuras acerca de su rendi- ción.— Batalla reñida.

íHoy ha llegado el crucero de los Estados Uni- dos (del resguardo) Mac-GvÜoch^ cuyo coman- dante, asi como sus subordinados, tienen órdenes estrictas de no dar ninguna noticia; pero las cosas se

17^ ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HI8TOBIA

saben á pesar de todas las interdicciones, y hemos conseguido obtener un relato fiel del combate de Cavite , que es como sigue :

»El sábado 30 de Abril por la noche, la escuadra americana entró en la bahía de Manila, por el canal que forman los islotes Pulo Caballo y Fraile. La noche estaba bastante clara, gracias á la luz de la luna, y aunque los buques estaban pintados de color aplomado, era fácil verlos desde tierra. Los cañones del último islote rompieron su fuego sobre los bu- ques , al que éstos contestaron sin detener su marcha, colocándose muy pronto fuera del alcance de aquéllos siguió navegando la escuadra americana en dirección á Manila, sin encontrar á la española, hasta que al aclarar el día fué vista hacia el fuertemente fortífi' cad'o (¡1) puerto de Cavite, que dista próximamente ocho millas de la ciudad de Manila (1). Los ameñ- canos se prepararon inmediatamente para el com- bate, poniéndose en movimiento en línea de fila, guardando distancias de dos á tres cables (300 me- tros) entre cada dos buques, á velocidad moderada.

j>Los españoles tenían diez buques en total; el de la insignia Reina Cristina^ el Castilla^ el Don Anio- nio de UUoa^ el Isla de Cuba^ el Isla de Luzón y cuatro cañoneros pequeños (?) (2). Con ellos estaba

(1) No llegan á siete.

(2) 'EA'Ulloa tenia dos cañones útiles, y los cuatro cafioneros eran sólo dos, el Don Juan de Austria y el Marqués del Duero

"*•■

EL ALMIRANTE MONTOJO. 175

también el vapor correo Mimlanao^ armado provi- sionalmente con algunos cañones, como crucero au- xiliar (1). Los españoles estaban formados en línea, apoyados por las baterías (sic) de Cavite; el Castilla^ amarrado en cuatro y los demás sobre sus máquinas, conservando su puesto lo mejor posible. Rompieron el fuego antes de estar al alcance del tiro. Los ame- ricanos lo sostuvieron, por su parte, hasta acercarse á unas dos y media millas; entonces el Olympia dis- paró una andanada completa con los cañones gruesos de sus cuatros torres , siguiendo sus aguas los demás buques americanos, haciendo lo mismo, excepto el MaC'Cidlochj el Nanshan y el Zafiro^ que se queda- ron atrás, pero no tan lejos que no cayeran cerca de ellos algunos proyectiles. Los españoles conservaban sus puestos, mientras los americanos pasaban y re- pasaban disparándoles sus cañones; pero los de aquéllos no tenían bastante alcance para que sus tiros fuesen eficaces. Los españoles manejan mal su artillería, segiin todas las tradiciones de la guerra naval, y sus cañones son muy inferiores á los mo- dernos que usan los americanos, de lo cu»l estaban éstos plenamente convencidos, así como de que po- dían sostener un fuego muy rápido con mayores rebultados de los que podían esperar. El costado de cada buque era una continua llamarada, levantando

(1) No ee cierto que estaviese armado.

1

176 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

nubes de humo y lanzando una lluvia de granadas, que descargaban sobre el enemigo, haciendo casi siempre efecto. ^

D Seis veces pasaron los americanos por frente á la linea española y, por último, se apartaron para al- morzar, asegurada completamente su victoria. El Castilla incendiado , yéndose á pique. El Reina Cris- tina tenia sus máquinas destrozadas, y tanto este buque como el anterior, ardieron hasta la linea de agua. Los buques más pequeños se fueron detrás del muelle del Arsenal de Cavite, y el Mindanao sobre la playa.

))ün torpedero (?) que se habia deslizado hacia donde estaban los buques no combatientes Mac- Cu- Uoch, Nanshan y Zafiro^ fué maltratado por varios disparos de cañón de tiro rápido, y á duras penas logró ir á embarrancar cerca de Cavite ( 1 )•

)) Después de almorzar y de disponer sus buques convenientemente, volvió el comodoro Dewey al paraje de la acción. Ya no había para qué ocuparse de la escuadra española, pero quedaban aún por re- ducir los fuertes de Cavite I). Media hora de fuego fué suficiente. Todavia se mantenia orguUosamente arbolado , en el crucero Don Antonio Ulloa , el pabe- llón español, decididos sus tripulantes á morir, ha- ciendo alarde de un valor indomable. La cubierta

(1) No hubo tal torpedero. Por lo tanto , e^te incidente es pora in- venciÓD yankee.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 177

del buque estaba sin alma viviente, pero los cañones inferiores (?) aún nos desafiaban con osadía deses- perada, digna de las más brillantes tradiciones de la Espafia de otros tiempos (1).

]»Los americanos no podían menos de admirar tanto heroísmo I pero se veían precisados á matar para vencer , porque la guerra tiene ese duro deber, y los bravos tripulantes del Ulloa se sumergieron con él en la mar I). El casco del buque estaba aguje- reado como una criba, y al hundirse, con la bandera siempre flotante, arrastró al abismo vivos (!) y muertos, ejemplo de la mayor bravura que registra la historia del mundo.

í)No quedando ya buques combatientes , dispuso el comodoro americano que sus barcos de poco ca- lado se ocuparan en destruir el Arsenal y cualquier pequeño buque que pudiera hacer daño.

))E1 Concorda el Petrel y el Raleigh fueron desig- nados para este cometido, pero el ultimo, que cala 20 pies (seis metros), tocó en fango dos veces al aproxi- marse á tierra, y tuvo que dejar solos á los otros dos.

5) Poco quedaba por hacer á los vencedores.

]>Los cañoneros españoles, refugiados detrás del Arsenal, estaban sumergidos ó quemados. El Arse- nal , acribillado y quemado por las granadas , quedó

(1) La dotación reducida del Ulloa no pasaba de treinta y siete hombres, y su artillería constaba sólo dedos cañones de 12 centímetros, schrt la cubierta, por supuesto.

12

STE LA OPimÓN r AKTBi LA HISTORIA

1. LoB americanos Be convenúeron de que no istencia posible, y observando que en Cavile UTÍado la bandera española, hicieron señal do á su comodoro que el enemigo se había aoticia que, como era de esperar, fué recibida istraciones entusiastas por todos los buques. )table de esta victoria fiíé que los americanos xfB un solo hombre muerto ni heridos de , ni tampoco averías de consideración. Itimore tuvo seis hombres heridos levemente plosión de una granada, mientras que los . calculan sus bajas en cerca de 1.000 faom- í muertos y heridos (1). •ina Cristina , el Castilla y el Don Antonio ron los más castigados. El primero, además herido al almirante español y muerto al ite, á xm oficial (P), al capellán y á un aarina (3) por una granada, que destrozó !, tuvo 80 hombres muertos y 60 heridos il combate. El Castilla^ 110 entre muertos . El l'lloa se sumergió con toda su gen- las baterías de tierra sufrieron mucho, aun- oo tiene noticia exacta de sus pérdidas (3).

(1) Las perdidas que realmente tuvieron los bnques eepafioles fii«- ron: 59 muertos y 210 heridos, que hacen un total de 299 btijae.

(2) No habla ningún guardia marina en la escuadra espaBolA.

(3) El Oisíinatuvo 31 mnertOBy 107 heridoBi el Catttüa,Í2 7 94, xespactÍTamente, y el IlUoa, 4 j 10; habiendo ido & tiwra eatoa últi- mos coB los 23 que resultaron íIsbob.

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EL ALMIRANTE MONTOJO. 179

i>Ejemplo indudable de la ventaja que da la arti- llería bien manejada y de muclio alcance. Si los ame- ricanos hubieran combatido á corta distancia, habrían tenido algunas pérdidas ; pero imitando la táctica de los japoneses con los chinos , se aguantaron lejos re- lativamente de los españoles, á salvo hasta cierto punto de los proyectiles de éstos, causándoles sin riesgo terribles efectos. Las operaciones arriba des- critas ocuparon gran parte del día, y á la caída de la tarde fondeó la escuadra americana cerca de Manila, quedando el Boston y el Condord sobre Cavite.

» Se hicieron algunas tentativas para convencer á las Autoridades de Manila de que debían capitular para librarse del bombardeo. Por la mañana tem- prano había estado á punto de ser cañoneada la ciu- dad, cuando antes de comenzar el combate naval una batería de cañones de á 10 pulgadas, de Manila, hizo fuego á los buques americanos al ir éstos al encuen- tro de los españoles. A la generosidad y misericordia del comodoro Dewey se debió que no hubiesen sido contestados severamente. Durante el combate, la misma batería disparó varios tiros contra la escua- dra americana con toda intención ; pero todos resul- taron cortos.

^Terminado el combate, la misma batería izó una bandera blanca. El día siguiente, 2 de Mayo, fueron comisionados el Raleigh y el Baltimore para intimar la rendición á los fuertes de la entrada de la bahía de Manila. Se consiguió sin dificultad, porque hu-

180 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

biera sido absurdo pensar en la asistencia, puesto que equivaldría á un derramamiento inútil de san- gre. El 4 de Mayo se hallaban los americanos en plena posesión de Cavite, haciendo todo lo que está en su mano en beneficio de los enfermos y heridos españoles que allí encontraron. A muchos espafioles y filipinos les causaba gran sorpresa ver que aque- llos americanos que creían desprovistos de piedad y de compasión , que tales plagas de la sociedad eran en realidad unos conquistadores humanos, corteses y simpáticos (¡sic!). En los momentos en que el MaC'Culbch dejó á Manila, aún no habían sido for- mulados los términos para intimar la rendición de Manila, cuya ciudad seguía en posesión de los espa- ñoles; pero las negociaciones se hallaban en mar- cha, y todo hace suponer que la rendición sea ya un hecho. D

nThe Hong-Kong Daily Press. Lunes 9 de Mayo de 1898. El combate naval de Cavite. Descrip- ción gráfica por un combatiente. ¿ Por qué corta- ron el cable los americanos ?

]í)La dilación inesperada de la llegada del buque con la correspondencia de la escuadra americana es- taba dando margen á muchas conjeturas. Unos de- cían si habría sido apresado por algún barco espa- ñol; otros que la derrota de los españoles no sería tan completa como en los primeros momentos se

EL ALHtRAHTE HONTOJO.

creía, y que quizá el comodoro Dew viera á exponer un buque boIo á que 1 enemigo, en caso de que la escuadra < evitar bu destrucción, ae hubiese dia todo esto, la creencia general era que dencia la traería el vapor inglés Esme bía haber llegado el sábado.

:!>A la una j media de la tarde de i cayeron por su base todos los calcule» estaba á la vista el Hugk Mac- Cvlhch pues el casco gris obscuro del crucero americano apareció fondeado en el pu<

BNaturalmente,faé objeto de gran ci chas personas ansiosas de obtener noti acerca de las operaciones llevadas á ct trataron de inquirir lo que deseabar contestado cortesmente, pero con fim mandante Hogson que nada podía dec tarde.

«Nuestro redactor, viendo cerrada t curríó á otros medios de informació fortuna de que uno de los oficiales d( le hiciera una gráfica explicación c desde que la escuadra americana dejó el miércoles 27 de Abril por la tarde. vertir que la totalidad de la acción tu mente el domingo último en el puerto Qacao), que es donde se hallaba fondes espaflola. Constaba ésta de 14 bájele

182 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

cuatro cañoneros; hicieron una fuerte resistencia; pero por efecto de lo poco certero de sus tiros cau- Barón escaaa impresión á sus oponentes, y poco des- pues del mediodía quedaban completamente aniqui- lados, teniendo cerca de 1.000 bajas entre muertos y heridos, mientras que los americanos no sufrieron una sola pérdida, ni sus buques padecieron daño digno de mención.

D ^Nosotros continuó diciendo nuestro amigo navegamos por la costa de Luzón , y al aproximar- nos á ella se dio orden al Baltimore^ al Boston y al Concord para que se adelantaran á ver si descubrían al enemigo ; pero nada vieron. Sobre la entrada de Subic nos cruzamos con dos pequeñas goletas, cuyos tripulantes al ser pregimtados manifestaron que nada sabían del paradero de los buques españoles. Serían las seis de la tarde del sábado cuando nos separamos de la entrada del puerto de Subic. A cada momento esperábamos encontrarnos con el enemigo: en con- secuencia, íbamos con poca velocidad y exquisita vigilancia, dispuestos en todo para combatir. Nada, entretanto, se veía, y muy entrada la noche embo- camos el canal del Sur de la bahía de Manila, nave- gando en Unea de fila. Los espafloles se apercibieron pronto de nuestra proximidad y nos hicieron fuego desde las baterías del Corregidor, siendo elegidos como blanco los transportes Nanshan y Zafiro^ porque los demás buques ya iban delante. El primer proyectil enemigo pasó entre el Boston y el Mac-

BL ALMIBANTB MONTOJO. 183

CuUoch. Contestó el Cancar dj luego disparó el Mac- Cvllach^ siguiendo los demás. La obscuridad de la noche no permitía ver el efecto de nuestros disparos ; pero el caso es que las baterías fueron reducidas al silencio, internándonos nosotros poco á poco en di- rección á Manila. Hacia las cuatro y media de la madrugada gobernamos en demanda de la escuadra española, fondeada en el puerto de Cavite, sostenida y flanqueada por las baterías, cuya artillería era de importancia, pues que algunos cañones tenían el ca- libre de 10 pulgadas (1).

]>Los españoles nos recibieron calurosamente, y pudimos observar que el Ullaa y el Reina Cristina (buque-insignia) montaban cañones de mayor cali- bre que el que creíamos (?). No obstante, de poco les sirvió, y en cambio las andanadas de nuestros buques, capitaneados por el Olympia^ causaron en ellos terribles destrozos. Primero hicimos fuego por babor, viramos y disparamos por estribor, repitiendo esta maniobra cuatro ó cinco veces. A la segunda vuelta el Reina Cristina^ con el almirante español á bordo, se puso en movimiento, haciendo proa in- trépidamente para acometernos. Le recibimos con nutrido fuego, y no puedo comprender cómo escapó con vida aquel almirante.

i>Se hallaba de pié sobre el puente cuando una

(1) Completamente inexacto. Entre Iob pocos que habla ^ el mayor calibre era de seis pulgadas (15 centímetros).

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1

184 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

granada de uno de ^nuestros buques explotó muy cerca de él, destrozando la caseta, y le volvimos á ver paseándose con la mayor tranquilidad. Com- prendiendo que no podía conseguir nada positivo, dio la vuelta hada el puerto, y en tal coyuntura una granada del Boston causó un rápido incendio en la popa del Reina Cristina. Más tarde se sumer- gió, arrastrando al hundirse 200 hombres próxima- mente (!) (1).

^El almirante fué de los que pudieron salvarse. Habiendo llegado la hora de almorzar, hizo el co- modoro la señal de reunirse en otro paraje algo dis- tante, manteniéndose los buques sobre sus máqui- nas, y se congregaron los comandantes en Consejo.

:^E1 combate se repitió hacia las once de la maña- na. En esta segunda parte dirigimos nuestros fuegos contra las baterías, porqtie la escuadra española podía considerarse prácticamente destruida.

y>'E\ Baltimore tomó el primer lugar, y la opera- ción no fué más que un juego de fácil éxito. Los cañones de las baterías eran de á (2) 10 pulgadas, y uno de ellos disparó una granada que si hubiera explotado dentro del Baltimore le hubiese hecho gran estrago.

dEI bajel, no obstante, llenándonos de admiración, se dirigió á toda velocidad hasta colocarse debajo de

(1) Los muertos, que serían 30, pues los demás se s&l varón.

(2) De seis pulgadas á lo suuio.

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 185

las baterías, y viró en seguida hacia faera, no sin haber tomado seria venganza, apagando el fuego de las baterías en un momento.

^Ya no sólo estaba destruida la escuadra, sino inutilizadas las defensas de alguna importancia en tierra. No olvidaré fácilmente el aspecto que ofrecía aquel puerto. Los humeantes cascos de los buques españoles, que aún no se habían sumergido, se veían desparramados con cadáveres y heridos, algunos de ellos flotando sobre el agua. Supongo que los espa- ñoles han podido tener quizás 1.000 bajas entre muertos y heridos, mientras que por nuestra parte tuvimos solamente un herido grave.

i>Como á las doce y cuarto fué arriada la bandera española en tierra, cuyo hecho fué saludado con gran algarada por nuestra escuadra. Por la tarde, el Hugh MacHJvUoch fondeó bajo los cañones de las baterías de Cavite, lo cual fué una determinación arriesgada; pero el comodoro Dewey había manifes- tado á los españoles que si disparaban un solo tiro reduciría á cenizas la ciudad, amenaza que sirvió de saludable efecto.

]>Los habitantes tenían la idea de que no íbamos á dejar á ninguno con vida, por eso cuando se acercó á tierra un bote del Petrel para intimar la rendi- ción, le salió al encuentro una larga procesión, á cuyo frente se ostentaba una cruz grande, compuesta de frailes. Hermanas de la Caridad, etc., cuyo objeto era suplicar que se dejaran vivos al menos á los he*

1

186 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

ridos que estaban en el hospital. Sobre este punto se les dieron completas seguridades (1). En efecto: nuestro comportamiento fué humano y les prestamos todo el auxilio que estaba en nuestro poder facili- tarles.

5) Por medio de algunos pequeños remolcadores conseguidos en Manila fueron trasladados á esta ciu- dad unos 200 heridos (2).

))Esta medida causó el mejor efecto. Uno de los que más agradecidos se mostró por nuestra caridad, dijo: o: Cuando tengáis que salir de la bahía no de- ^béis ir por el paso ancho (boca grande), porque en DÓl hay torpedos, y conviene tomar el estrecho 3){boca chica), que está libre.D

)) Durante el combate los españoles se portaron con valor.

}[)La causa del poco daño que nos hicieron fué su mala puntería. Si se hubiesen ejercitado más en el manejo de los cañones, otro hubiera sido el resultado.

)) ¿Y qué sucede en Manila? Puede decirse que está en nuestro poder. Todos los buques y fuertes han sido destruidos, y si la ciudad no se ha rendido ya, poco puede tardar en entregarse. Serian las tres de la tarde del domingo cuando fondeamos cerca de Manila , y al día siguiente capitularon las baterías de la entrada.

(1) Pura noyela yanhee.

(2) Gracias á la gestión del almirante Montojo por medio del cón- sul de 8. M. B.

188

ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Belaoión de los buques beligerantes

AMBB10AN08

Bcdtimoré, crucero protegido

Boston , Ídem id

Concord, cañonero protegido

MaC'Culloch, Ídem id

Olympia (insignia), crucero protegido

Petrdj cafionero protegido

Raleigh , crucero protegido

Nanshan j Zafiro^ vapores transportes

OalMlUM.

10.760 4.030 3 405

17.313 1.095

No se cuentan los cafiones de tiro rápido de calibre inferior á 60

milímetros, ni las ametralladoras.

ESPAÑOLES

^ Argos (vapor destinado á trabajos hidrográficos

Ccutilla, crucero de madera (sin mo- vimiento) (1)

^ Cebú^ transporte (fondeado en el rio Pasig) y

ülloa, crucero (sin movimiento)

Don Juan de Austria^ crucero

* ElcanOf cañonero (en Ilo-IIo)

^General Álava, transporte (en Zam- boanga)

^ General Lezo, cafionero.

Isla de Luzón, cañonero protegido. . . .

Isla de Cuba , ídem id

^Manilaf transporte

Marqués del Duero , cafionero

Reina Cristina (insignia), crucero.. . .

VelascOf crucero (en obras).

Tonaladaf.

508 3.260

532 1.160 1.159

560

1.300 520 1.048 1.048 1.900 500 3.520 1.152

Oaballofl.

600

2.690

600 1.523 1.500

600

1.000

600

2.000

2.000

750

550

3.972

1.600

6

> 2 4

4

4 3 6

»

(1) Ninguno de los buques precedidos por este signo ® tomó parte en el combate; el Cebú, el Elcano y el Álava ni siquiera estaban en la bahía de Manila. ¡Qué veraces son los americanos!

EL ALMIBAMTB MONTOJO. 189

NARRACIÓN DEL DR. KINDLEBER6ER , SEGUNDO MÉ- DICO EMBARCADO EN EL dOLYMPIAD, BUQUE-INSIG- NIA AMERICANO.

Dice el Doctor: <tLa escuadra abandonó la bahía Mirs el 27 de Abril en dirección á Manila , tocando en Bolinao. Recorrió la costa de Zambales, y des- pués de reconocer el Boston y el Concord el puerto de Subic, continuaron navegando los buques, en- trando en la bahía de Manila á la una de la madru- gada del domingo 1/ de Mayo. La escuadra mar- chaba en línea de fila, yendo el Olympia á la cabeza, pasando entre el Fraile y el Corregidor por el canal del Sur. En el primer islote había montados dos ca- llones de ocho pulgadas (I). Desde un islote llamado Pulo Caballo, al Norte del Fraile , dispararon á los buques algunos cañonazos , pero los tiros resultaron altos é inciertos. El Boston y el Ráleigh replicaron inmediatamente. Se dice que fueron lanzados dos torpedos contraía escuadra; pero nadie sabe lo que ha habido en ello de cierto. La escuadra moderó su velocidad y continuó para adentro en línea de fila hacia Manila, y finalmente, fué acercándose á Ca- vite, dando principio el combate á 5^ 30°^ A. M. del I."* de Mayo.

]>La escuadra contramarchó dos veces, disparando por turno cada buque sus cañones, siendo contesta- dos por las baterías y por los buques españoles.

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190 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

» Había en el puerto de Cavite unos once buques; pero no tomaron parte todos en el combate. Los americanos se apartaron de la acción á 8^ A. M,, para que almorzaran los equipajes y para celebrar una junta de guerra. A 10^ 30°^ se dispuso que dos bu- ques redujeran al silencio la batería de una punta de arena (Punta Sangley), frente á Cavite, y así lo hi- cieron. Los buques españoles montaban próxima- mente tantos cañones como los americanos y estaban bien equipados ( J ! ) .

dSu única desventaja era ser el Castilla de madera.

5) En el persona,l no tuvieron pérdidas los america- nos (?); pero los españoles sufrieron muchas, tanto en la mar como en tierra. Una granada que penetró el costado del Boston^ incendió el camarote de uno de los oficiales. Otra chocó de rebote, sobre la cu- bierta del Baltimo^e^ sin hacer apenas daño. El Pe- trel y el Concord resultaron intactos ; pero el Olym- pia sufrió 13 balazos. Los marineros americanos manejaron muy bien sus cañones, tan impávidos como si se tratara de un ejercicio de tiro al blanco (I). Un remolcador llevó á Manila los enfermos que ha- bía en el hospital de Cavite. Los españoles se batie- ron muy bien en sus buques y en los fuertes.

))E1 comodoro Dewey amenazó á las Autoridades españolas con el bombardeo de Manila si se disparaba un solo cañonazo á los buques americanos.»

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1

192 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

dónde llegaba la inferioridad de la artillería que montaban los nuestros.

DLa escuadra norteamericana disponía de 10 ca- ñones de á 20 centímetros, 20 de á 15 y 20 de á 13. Total, 50 piezas, las dos quintas partes de las cuales eran de tiro rápido.

dA este formidable armamento no pudo oponer nuestra Marina más que dos cañones de á 14 y 12 de ocho, sin al(mnce eficaz para dañar al enemigo.

DPor poco experta que sea la gente en materias de guerra, ninguno de nuestros lectores dejará de comprender lo que estas cifras representan, y de ellas deducirán muchas personas, lo mismo que nos- otros , la seguridad de que los buques españoles com- batieron sin esperanza alguna de éxito, al solo fin de cubrir el honor de las armas.

}>En Manila, donde tan buenos servicios hubieran podido prestar dos ó tres torpederos , no había nin- guno. Tampoco debía haber torpedos, ó faltaban cuando menos los elementos indispensables para uti- lizarlos.

3) El Boston y el Olympia^ y aun cualquiera de ellos sólo, podría afrontar combate con una flota cuyo material no valiese más que el de la confiada la valor de nuestros marinos. Sin cañones de gran calibre, sin protección, sin poder igualar tampoco al enemigo en la velocidad, de nada sirve la ventaja puramente numérica. Entre cuatro hombres arma- dos de pistolas y uno armado de Mauser, peleando

if ^-^-r^r-^ •" 1

BL ALMIRANTE MONTOJO. 193

á larga distancia, no es dudoso por quién se indi* \

naría la victoria. I

D Seguros estamos de que el mismo general Mon- tojo, j con él toda la brillante oficialidad de nuestra escuadra, no abrigó un momento siquiera la espe- ranza del triunfo. Hasta tenemos motivos para creer que reiteradamente advirtió al Gobierno de la insu» '.^

¿ciencia de sus fuerzas y de sus recursos, y que de ^^

un modo muy claro reiteró estas advertencias en los ''i

últimos días, ya declarada la guerra.» ^

El periódico China Maüj de Hong-Kong, del 14 de Mayo, publicó por su parte la conferencia que tuvo el 3 anterior en Manila un corresponsal con el almirante Montójo, que si bien algún tanto desfigu- rada (quizás sin intención), tiene el mérito de con- tener una relación bastante exacta del combate , sin exageraciones en un sentidlo ó en otro, y digna de entero crédito por la procedencia del relato, descar- tando los errores ó faltas en que involuntariamente haya podido haber incurrido el corresponsal , y cuya traducción es como sigue:

«Entrevista con el almirante español. Descrip- ción del combate, desde el buque-insignia español. Brillante defensa. Humanitaria conducta del como- doro Dewey. El Comodoro americano felicita al almirante español.

j

18

194 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

)) Manila 3 de Mayo de 1898.

D Teniendo noticia de que el almirante Montojo, Comandante general de Marina , se encontraba en su residencia oficial de Manila, me propuse hacerle una visita después del mediodía de hoy, aprovechando la oportunidad de prestarse á presentarme á él su amigo D, Alejandro Mac-Cleod, uno de los más an- tiguos comerciantes ingleses de Manila. El bravo almirante estaba en su despacho. Representa unos sesenta años de edad, es de poca estatura y no tiene nada de guerrero en su aspecto. Me parecía ver un antiguo Grande de España, afable y cortés, y se ex- presaba con franqueza al tratar del conflicto naval del domingo. Los críticos técnicos al deducir sus personales conclusiones, juzgando los hechos según su particular criterio, podrán estimar en su verda- dero valor los elogios hechos al infortunado Almi- rante español por el comodoro Dewey y sus Oficia- les. Se han hecho comparaciones entre el combate de Cavite y uno ocurrido á la altura de la isla de Flo- res, una de las Azores, en el que un pequeño ber- gantín inglés se batió con fuerzas superiores; pero debe tenerse en cuenta que con buques de hierro de- ficientes, sin protección y de escasa marcha contra buques rápidos, poderosamente armados, cruceros modernos , tales como eran los de la escuadra ameri- cana, es muy dudoso que si el almirante Montojo hubiera intentado embestir á sus enemigos, éstos le hubiesen dejado acercarse.

EL ALMIRANTE MONTOJO. 195

3) Al más inexperto se le alcanza que la bahía de Ma- nila no puede fortificarse ni sostenerse contra una fuerza inmensamente superior. No me atreveré á afirmar que la entrada habría podido defenderse en su actual condición; pero si la primera idea del al- mirante Montojo fué quebrantar en lo posible á su oponente y proteger á Manila sin exponer sus débi- les barcos, habría tenido mayores probabilidades de buen éxito, batiendo en detall á los americanos al tratar éstos de forzar las estrechas bocas á uno y otro lado del Corregidor. Oigamos el relato del coman- dante general de las fuerzas navales derrotadas, acerca de las causas del desastre, y aunque sólo sea por el crédito que merece , debe ser leído con mucho inte- rés lo que expone el almirante Montojo:

(I Hacia las cinco de la mañana dol domingo, antes »de ser de día, observé que la escuadra americana se }s> hallaba sobre Manila, en línea de combate, frente á i)Cavite. Los buques enemigos se fueron aproximando j>y nos preparamos á recibirlos. Pocos minutos des- }»pués de las cinco empezó el fuego, que fué iniciado ))por la batería de la Punta Sangley , al que no con- 1^ testaron los americanos. En el seno de Cafiacao se »encontraban situados los buques españoles Reina yy Cristina (que arbolaba mi insignia), Castilla, Don y>Juan de Atistria , Ulloa , Isla de Cuba , Isla de Lu- y>zón y Marqués del Duero. JLl Reina Cristina y el y>Don Juan de Austria, eran como todos saben, cru- ]»ceros viejos, y el Castilla, un anticuado crucero de

196 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

D madera que no podía moverse porque hacía mucha 3>agua, y en cuanto funcionaba la máquina material- y>meate se inundaba. El Ulloa se hallaba en carena y }í>no tenía á bordo más que dos cañones. El Olympia^ Del Baltimore^ el RcUeujh y el Boston^ atraídos por mi ^insignia , dirigieron sus fuegos contra el Cristina á 3)5*^ 30". Entonces comprendí la necesidad de po- Dnerme en movimiento, por lo que hice la señal de <icseguir las aguas del Almirante)). Aunque conocía oí>la imposibilidad de medimos con los americanos, »no cesamos un momento de contestar á su fuego; asiendo el Cristina punto de mira constante de los » proyectiles enemigos.

dPoco después de 6^ 30°^. noté incendio á proa. y>MÁs tarde se partió el aparato para gobernar , el bu- 0[)que quedó sin acción, sufriendo una terrible grani- ))zada de proyectiles de toda especie. Las máquinas ]í> tenían averías y se estimaron en 70 las impresiones 3)de los proyectiles en el casco y en la parte alta del acostado del Reina Cristina.has calderas se hallaban Dintactas, pero el tubo del condensador había sido i> destrozado.

D Pocos momentos después vi que la popa estaba ]í)incenciada. Una granada enemiga había penetrado Den las cámaras haciendo terrible explosión , que Dcausó la muerte de varios hombres. El oficial de mi D Estado Mayor me dijo entonces: <í:E1 buque está ar- })diendo. Es imposible permanecer más tiempo á bordo >del Cristina.^ Se hicieron señales al cañonero Isla

EL ALMÍÍUNTE MONTOJO. 197

y>de Cuba, para que se acercara, y con no pocas difi- »cultades trasbordé á él con mi Estado Mayor, izando .inmediatamente mi insignia, que ya se había arriado Den el Cristina. Este buque estaba envuelto en llamas.

D Ordené que á él se dirigieran todos los botes dispo- }^nibles y se pudieron salvar los tripulantes. Muchos Dse arrojaron al agua, apenas vestidos y á nado Uega- 3) ron á Cavite, que distaba algunos centenares de me- }í>tros. Mity pocos se ahogaron y el mayor número »ftté recogido por los botes.

D Antes de lanzarse al agua, un hijo del capitán de Dnavío Cadarso, teniente de navio del Cristina j vio i>á su padre vivo sobre la cubierta del buque; otros D aseguran que, al disponerse aquel jefe á abandonar Dsu barco, una granada enemiga lo dejó muerto. 3>Calculo en 52 los muertos á bordo del Cristina y en » 1 50 los heridos ( 1 ) .

D Entre los primeros, el Capellán, el primer Con- »tramaestre y el primer Condestable. Entre los heñ- idos, tres oficiales, un practicante de cirugía y un maquinista mayor. En el Castilla^ murieron 15 hom- i>bres, pero hubo muchos heridos, é igualmente en el 7>Don Juan de Atístria^ que tuvo 13 muertos. En to- })tal, por lo que ha podido averiguarse hasta ahora, Dha habido unas 400 bajas en los buques (2).

(1) Este e&loalo resaltó exagerado por falta de datos en los prime- ros momentos.

(2) Todos estos números resaltaron inexactos. El total de las bajas {ué bastante menor.

/>

y.

I

I 198 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

j>'En cuanto se arboló mi insidia en el Isla de T> Cuba jáe&tehuqae dirigieron sus tiros los america- Dnos. Busqué abrigo detrás del muelle del Arsenal de DCavite, y comprendiendo que era inútil prolongar )>más el combate, me preparé á desembarcar, dando Dorden para que se evacuasen los buques que queda- ))ban á flote. Desde los primeros momentos se incen- Ddió el Castilla de popa á proa y fué abandonado. El 1) Ulloa también estaba ardiendo. MI última sefial ^ ]!)lo8 Comandantes fué: oc Echar á pique y abandonar 3)lo8 buques.» Serían las 7^ 30°" cuando terminó el )) combate. El Reina Cristina^ el Castilla y el Ulloa » quedaron destruidos. Para evitar que los americanos ^pudiesen utilizar los cañones, recibieron los coman- ]í)dantes la orden de quitar los cierres y además de » salvar los papeles interesantes y los caudales.

}>En este tiempo el fuego había cesado.

dEI Boston envió al Arsenal un bote con un oficial )>con bandera blanca que parlamentó con el coman- >dante general de aquel establecimiento. Pidió per- Dmiso para quemarlos buques. Después de consultar D conmigo el jefe del Arsenal , contestó en mi nom- 5)bre que, no pudiendo oponerse, hicieran lo que qui- ))sieran con ellos. Mientras tenía lugar este parla- » mentó, el C ancor d disparó gran número de tiros D contra el vapor correo Isla de MindanaOj que es- x>taba fondeado cerca de la playa de Bacoor. Pronto Dquedó incendiado.

y> Su capitán lo había enmendado lejos de la acción,

EL ALMIRANTE MONTOJO. 199

]E» cuando la escuadra americana empezó su movi- Dmiento en dirección á la nuestra. No disparó un Dsolo cañonazo.

j> ¿ Fuisteis herido ? pregunté.

í contestó el almirante; en la pierna iz- Dquierda, por efecto del choque al estallar una gra- znada sobre el puente del Cristina. Mi hijo, teniente Dde navio, recibió una herida en una mano.

D ¿ Dónde estabais mientras dirigíais los movi- »mientos de nuestra escuadra?

y> En el puente.

D ¿ No tenía protección ni torre blindada ?J)

dA esta pregunta el almirante, sonriéndose Bar- ))cá8ticamente, contestó negativamente.

:d Resumiendo su relato, el almirante Montojo con- i^tinuó: El Comandante del Boston dijo al capitán de ]>navío Boado, jefe de mi Estado Mayor: <r Habéis i>combatido con cuatro barcos muy malos que no me- ]> recen el nombre de buques de guerra. No se ha visto i^nunca un combate bajo condiciones tan desiguales. pEs gran lástima que hayáis expuesto la vida en bu- sques tan inadecuados para la guerra, d

dEI comodoro Dewey me envió ayer un mensaje ]>por el Cónsul inglés, expresando que en paz ó en "^guerra tendría una singular satisfacción en estrechar y>mi mano y en felicitarme por la valerosa manera con i>que nos hablamos batido. i>

]D Pregunté al almirante Montojo si quería añadir algo más ó exponer su opinión acerca de las causas

1

200 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

que podían haber contribuido á la desastrosa derrota de la escuadra española.

5) Reflexionó algunos instantes, y luego dijo: )) Deseo hacer constar que toda la responsabilidad ))es del Gobierno de Madrid. Aquí no temamos buques ))para combate. Desde que tomé el mando de este > Apostadero, no he cesado de reclamar del Gobierno 3) buques y torpedos, y nada he conseguido. He pre- » parado algunos torpedos, pero por falta de materia- }i)les adecuados han resultado inservibles Mi primera )) intención era ir al puerto de Subic, que está á 65 imillas al Norte de Manila, y esperar allí á los ame- ))ricanos. A Subic fui hace pocos días, y me habría Dquedado allí si el puerto hubiese estado defendido »con cañones y torpedos; pero como no era así, re- »gresé con mis buques á esta bahía. Fui á Subic, cre- Dyendo que estarían ya muy adelantados los trabajos D»de defensa; pero al saber que aún transcurriría más )>de un mes antes de que pudieran ser de alguna uti- ))lidad, me vi precisado á abandonar mi proyecto de )) Subic, puesto que los americanos se venían encima^ ^buscando refugio en Cavite. El 25 de Abril salí para }) Subic, y regresé á esta bahía el 29 al anochecer. El })Ministro de Marina prometió enviarme recur- ))sos, que no llegaron nunca. Tenía yo desde un prin- ))cipio la persuasión de que mi escuadra sería des- ))truída completamente; sabía que los americanos po- )>seían verdaderos buques de guerra, contra los cuales »no podían medirse los míos absolutamente. Tenían

EL ALMIBANTB MONTOJO. 201

]s>ÉtquélIod lo menos 150 cañones modernos, mientras :pque loB nuestros eran muchos menos y de calibres ^inferiores.»

» ¿ Podéis decirme algo del segundo combate i>que tuvo lugar hacia las once de la mañana? pre- gunté.

(L ; que tuvo solamente por objeto la destrucción 5)del Arsenal de Cavite. Al volver los buques ameri- » canos, dispararon contra la plaza de Cavite y el Ar- ^senal. El jefe de éste izó una bandera blanca y pidió »al Comodoro americano que cesara el fuego, á fin i>que las mujeres y los niños que habitaban el Arsenal »8alieran del recinto. El Comodoro contestó que no }>era su ánimo causar pérdidas personales; que su ob-> »jeto no era otro que el de destruir el Arsenal y aca- i^bar con los restos de mi escuadra, cumpliendo las i>órdenes de su Gobierno de aniquilar todos los bu- sques de guerra españoles. La guarnición del Arsenal Dhubo de evacuar éste finalmente. Me es imposible X)fijar el número de muertos y heridos en el Arsenal, Dpero supongo que serían 20 á 30 de los primeros y ^Dunos 120 de los segundos (1).»

i>Dí gracias al almirante Montojo por los informes que me había dado , y despidiéndome de él , aprove- ché la oportunidad para felicitarle por su intrepidez al combo ti r contra una fuerza tan decididamente su- perior. 3>

(1) Los heridos fueron muchos menos.

i:

202 ANTB LA. OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Se ha comparado más de una vez el combate de Cavite al de Yalu, en el que los japoneses derrota- ron á los chinos , y, é este propósito, el comandante italiano Bonamico publicó un interesante folleto bajo el título de /Z conflitto ispano -americano pocos días después de aquel desastre, por lo que sus apreciacio- nes no son todo lo exactas que podría desearse. Extractaremos los párrafos más importantes: ((La responsabilidad de esta culpable negligencia es, sin duda alguna, de todos los gobiernos que se han sucedido desde hace un cuarto de siglo; pero conviene establecer:

d1.^ La carencia de los preparativos de defensa % más elementales.

^ 2)2.^ La imposibilidad de reunir la escuadra en

una posición segura donde pudiese estar protegida ' contra las eventualidades probables.

\ d3.^ La dificultad de cubrir la capital contra un

bombardeo, sin comprometer la escuadra á un com- bate desastroso. /

D Dadas estas circunstancias, no quedaba otra al- ternativa al almirante Montojo que la de dejarse aniquilar al ancla ó en movimiento. Previo efec- tivamente la mejor solución, pero no el medio más adecuado de llevarla á ejecución.

]>Enfrente de una escuadra, de la que conocía la eficiencia balística y la velocidad, debía renunciar á la lucha con la artillería y atacar resueltamente con las proas, jugando el todo por el todo.

SjíTrj

BL ALMIRANTE MONTOJO. 20%

dEI almirante Dewey, maniobrando de un modo semejante á Ito en Yaiu, utilizó completamente la superioridad de sus tiros, sin exponer sus naves, y el almirante Montojo, como Jing, no supo aprove- char la oportunidad de lanzarse á todo evento con rapidez , perpendicularmente á la línea enemiga.

3>No pretendo afirmar el pleno éxito de esta tác- tica de la desesperación, porque la velocidad supe- rior de los buques enemigos sería un obstáculo al resultado de la maniobra, evitando fácilmente el choque; pero considerando que tres de los siete bu- ques de Dewey tenían una marcha máxima de 17 millas, y el Bostmi de 15, puede suponerse que los movimientos de la escuadra americana se regí^ larían por esta última velocidad mínima, la cual casi to- dos los buques españoles podrían obtener, forzando la presión por breves momentos, á fin de conse- guir un resultado que la fortuna no niega á los audaces (1).

]>£& fácil de comprender que tal maniobra, llevada á efecto resueltamente, habría impedido á los ame- ricanos utilizar, como en un ejercicio, la superiori- dad de su artillería, y que, puesto en lo peor, el re- sultado final habría siempre sido más glorioso que

(1) El comandante Bonamico ignoraba que el almirante Montojo in- tentó embestir al Olympia^ siendo detenido en su arrojada empresa por la rotura del servomotor del Cristina, Por otra parte, la máxima velo- cidad que hubieran podido alcanzar los buques españoles llegaría á lo sumo 4 13 millas, mientras que la de sus contraríos era superior á 17.

204 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

el de hacerse incendiar, destruir y aniquilar, sin casi arrancar un cabello al enemigo.^

Lejos del lugar de la acción, y cuando no se po- seen bastantes datos de los hechos, por necesidad tiene que haber error en el juicio, por más de que en el fondo sea muy razonable.

Los buques españoles, no sólo eran muy inferiores á los americanos en su aptitud para la guerra, pues que todos eran muy débiles, sino que además estaban peor artillados y con menor número de cañones, y sus velocidades estaban muy por debajo de las de sus contrarios.

¿ Qué probabilidades de éxito podía tener un ata- que de barco á barco , partiendo de buques de poco andar, contra otros que fácilmente esquivarían el choque ?

A pesar de tan desfavorables circunstancias, Mon- tojo intentó llevarlo á cabo, y si no logró su objeto, no fué suya la culpa , sino del cúmulo de contrarie- dades con que tuvo que luchar.

La opinión de Mr. G. S. Clarke (que se publicó en el Naval Manual^ de Lord Brassey) sobre el com- bate naval de Cavite, es también digna de tenerse en cuenta por el crédito que tiene aquel escritor marí- timo en Inglaterra. Los párrafos que siguen son tra<> ducción fiel de una parte, referente á nuestro objeto:

EL ALMIRANTE MONTOJO. 205

iíEn España se hicieron algunos esfuerzos para prepararse á la guerra ; pero la falta de dinero , de recursos materiales y la incapacidad administrativa hicieron todo inútil.

}!)A1 comenzar el año 1898, no había disponibie tm solo buque de combate merecedor por completo de este nombre, y no existía una escuadra organizada sobre las costas de España. Las fuerzas navales ais- ladas en el Extremo Oriente estaban compuestas principalmente de naves anticuadas (una de ellas de madera), de las cuales, la que arbolaba la insignia, parecida á nuestro Active , no era en el moderno tec- nicismo un buque de combate. La eficiencia de una flota, que consiste en la reunión de condiciones muy complejas, es un fundamento esencial de un Gobierno sólido y de la energía de una naóión. España, no obs- tante su historia y á pesar de sus ventajas naturales, nunca ha demostrado capacidad para organizar y sos- tener una flota verdaderamente eficiente. En el Ex- tremo Oriente, el comodoro Dewey, con los cruceros protegidos Olympia (insignia), Báltymore^ Boston y Rcdeigh^ los cañoneros, también protegidos, Goncord y Petrel^ el buque del resguardo Mac-Culloch^ y dos vapores transportes, estaba en Hong-Kong, á 600 millas de la insignificante é irrisoria escuadra espa- ñola, fondeada en la bahía de Manila.

»E1 24 de Abril recibió el comodoro Dewey el si- guiente telegrama de su Gobierno: «Está declarada Día guerra entre los Estados Unidos y España. Dirí-

206 ANTB hk OPIÍTIÓN Y ANTE LA HISTORIA

))jase inmediatamente á las islas Filipinas. Comience })en seguida las operaciones, particularmente contra Día escuadra española. Capture ó destruya los buques. y>Poj^gfí en ello el mayor empeño.i>

» El 25 se trasladó la escuadra americana á la bahía (china) de Mirs, y de ésta salió el 27 para Subic y Manila.

» Hubiera sido loca temeridad en los españoles in- tentar batirse en la mar, dada la abrumadora supe- rioridad de sus contrarios, y el almirante Montojo, al retirarse dentro de la bahía de Manila, yendo á si- tuarse cerca de Cavite, donde podía ampararse de las baterías de tierra !) siguió el único camino que se le ofrecía.

]E>E1 (7m¿ma , arbolando la insignia del almirante Montojo, se puso en movimiento en dirección á los buques americanos, pero fué duramente recibido é incendiado por las granadas enemigas.

)>E1 combate de Cavite fué una lucha desigual en <{ue la artillería moderna, manejada por hombres bien ejercitados, probó su ventaja sobre los cañones de calibre inferior, y la mayor parte de tipos antiguos, en manos poco expertas.

y> En tales condiciones , la gran valentía y la tena- cidad que demostraron los españoles de nada podían servir. i>

CAPITULO X[

Juicio publicado eu Le Yacht^ sobre el combate. Contestación de nn oñcial de la escuadra de Montojo. El Corriere deüa Sera, de Mi- lán.— Co8a$ de Etpaña. Señales hechas durante el combate.

En la acreditada revista marítima que se publica en París con el título de Le Yacht, apareció una descripción del combate naval de Cavite, en el nú- mero correspondiente al 7 de Mayo, que traducida dice:

ccEl resultado del combate naval presentado por el almirante Dewey á la escuadra española de Fili- pinas no era dudoso. Esta desgraciada escuadra no tenía más que dos alternativas; si iba á alta mar al encuentro del enemigo, se encontraba en el caso de ima fuerza más débil y de menos velocidad que la contraria. La escuadra estaba, pues, condenada á una completa destrucción , como hemos hecho cons- tar en esta revista en los artículos referentes á la Velocidad necesaria de los buques de combate». Si, por otra parte, tomaba el partido de esperar á la enemiga en el fondeadero , no teniendo fortificado-

. ti '■

1

208 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

nes organizadas seriamente que hubieran podido cambiar la faz del combate, aun así la catástrofe hubiera sobrevenido, y los sucesos lo han probado. )> Antes de dejar á Hong-Kong el almirante De- wey había sido puesto al corriente por Mr. Williams, cónsul norteamericano en Manila, que había ido á reunírsele, del estado de las defensas terrestres y submarinas existentes en la plaza. Sabía que la isla del Corregidor, centinela avanzado por su posición, en medio del paso, carecía de proyectores eléctricos, así como la costa , y que no encontraría ni torpedos ni torpederos, y que á excepción de la batería de la Castilla (?) (1), no había en tierra más que cañones antiguos , insuficientemente protegidos , sabiendo además á qué atenerse sobre la fuerza relativa de los poderosos buques modernos que mandaba y la de los de débil construcción, sin velocidad y sin protección , con los cuales iba á batirse. Su plan era, por consiguiente , muy sencillo: entrar de noche en la bahía de Manila á fin de reservar su artillería para la acción principal, y presentar combate á la escuadra española donde quiera que se hallara, y destruirla. Este plan ha sido desde luego ejecutado con tanta precisión como rigor. Los buques españo- les , colocados en una línea paralela á la costa , han debido encontrarse en una posición desventajosí- sima si el almirante americano ha logrado cogerlos

(1) Debe Ber la batería de la punta Sangley.

f-"l^l '

EL ALMIRAirrB If OKTOJO. 209

de enfilada. De todos modos, desde las siete y media de la mañana, el mejor buque español, Reina Cris" tina (3.000 toneladas, 12 millas) estaba ardiendo. El almirante Montojo se traslada al pequeño crucero Isla de Cuba (1.000 toneladas, 15 millas), y media hora después el Reina Cristina y el Castilla^ crucero de madera de 3.400 toneladas, estaban incendiados por completo. Poco después, el Don Juan de Aus- tria (1) (1.150 toneladas, 14 millas) se hacía su- mergir, y los otros buques , con grandes averías , se retiraban á la ensenada de Bacoor, en donde, antes que caer en manos del enemigo, se les echaba á pi- que, después de evacuados los muertos y heridos.

i^La primera fase del combate tuvo lugar á corta distancia , y es de suponer que la artillería española, en tanto que pudo ser cubierta convenientemente, logró producir desperfectos de importancia en los buques americanos , porque éstos , al cabo de media hora, se alejaron fuera del alcance eficaz de los ca- libres medianos, pero continuanilo un fuego lento y preciso con su artillería gruesa. Se ha dicho que el almirante Dewey habría desembarcado sobre la costa Oeste de la bahía; pero esta hipótesis es muy inverosímil. Si este movimiento tuvo lugar, los he- ridos deben haber sido transportados á los dos trans- portes carboneros Zafiro y Nanshan^ que acompa- fiaban á la escuadra norteamericana, y pudo haberse

(1) £1 orucero Ulloa,

14

'1^^?*^

210 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

aprovechado del respiro para reponer los depósitos de municiones de tiro rápido, ya agotados en la pri- mera parte de la acción.

]bLo que parece confirmar esta aserción es que después de haberse alejado durante unos veinte mi- nutos , la escuadra del almirante Dewey volvió á la carga á buena distancia, procediendo con toda su artillería á descargas precipitadas é incesantes hasta extinguir el fuego de la artillería española, así en tierra como en la mar.

^El combate duró hora y media, lo que hace mu- cho honor á los marinos españoles, teniendo en cuenta la abrumadora superioridad de su adversario, que ha debido hacer uso de proyectiles con fiíertes explosivos (1).

^Se recordará que bastó media hora al almirante Courbet, en Fou-cheou, para volar, echar á pique ó incendiar los 11 buques de la escuadra china, apo- yados, como los de la escuadra española, por forti- ficaciones y baterías flotantes formadas por juncos. Pero entonces no había más que proyectiles de pól* vora negra y ninguna clase de cañón de tiro rápido, salvo los cañones revólvers de 37 milímetros.

»No es posible, pues, dejar de admirar sin reser- va la resistencia heroica del almirante Montojo que, rodeado de aquellos sus compañeros de armas qae

(1) El combate duró cerca de tres horas, desde las cinco hasta I siete y cuarenta minutos de la mañana.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 211

la muerte ha perdonado , no dispone hoy en día de ningún barco.

D Esperamos que se nos permita emitir la opinión de que quizás existía un recurso á la escuadra espa- ñola para escapar á las dos alternativas desastrosas que fatalmente le estaban reservadas al aceptar el combate naval: este recurso era el rehusarlo y com- batir en tierra colocando los cañones en los fuertes. Los barcos se hubieran desarmado y colocado al abrigo. ¿ Podían adoptar los españoles esta táctica, que es desagradable seguirla, convengo en ello, á los marinos, pero que si se hubiese seguido habría cabido la eventualidad mantener á distancia la escuadra americana, preservando de paso á la ciu- dad de un bombardeo y al país de la emoción y la pérdida de prestigio que siguen siempre á un de- sastre?

»Lo8 que sostienen que por el *solo hecho de estar una escuadra á flote ésta no debe rehusar nunca el combate y que los barcos de esta escuadra , con sus dotaciones, deben ser inmolados hasta el último, parten de un sentimiento muy respetable en sí, pero que nos permitimos no compartir. De otro modo equivaldría á elevar la derrota gloriosa á la altura de un principio. El almirante Courbet, buen juez en el asunto, ha sentado la opinión que toda empresa cuya terminación probable fuera un fracaso, debe ser evitada á todo precio, por gloriosa que sea.

>Esta táctica la siguieron los alemanes en 1870 y

!r

^12 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

los rusos en 1877, y, sin embargo, el gran valor de las marinas de estos dos países no se puede poner en duda,

]> Mucho sentimiento nos causa el hacer constar que desde el comienzo de la actual guerra no parece que los españoles hayan hecho uso alguno, tanto en Cuba como en Filipinas, de los torpedos, y, sin em- bargo, los torpederos hubieran podido representar tin papel muy importante colocados en los alrededo- res de la Habana, papel que hubiera sido en extremo peligroso para la escuadra de bloqueo.

DLa enseñanza que sacamos de este hecho es que las colonias lejanas deben de antemano estar pro- vistas de torpederos. Declarada la guerra, es dema- siado tarde el hacer atravesar el Océano por estos diminutos buques. E. Düboc.»

Uno de los oficiales de la escuadra de Montojo creyó necesario dirigir una carta al Sr. Duboc, autor del anterior escrito , con objeto de aclarar algunos conceptos y de desvanecer ciertos errores de que adolece, muy disculpables á causa de la imposibi* lidad de obtener noticias exactas y circunstanciadas de los hechos ocurridos y de los detalles referentes á la defensa con los escasísimos recursos de que se disponía.

aquí la carta :

dManila 26 Agosto 1898. Muy señor mío: He leído con verdadero interés el artículo publicado por usted en el número de Le Yacht correspondiente al 16

'íP'T" "v ■■

EL ALMIBANTB IIOKTOJO. ÍIZ

de Julio Último, y aun cuando estoy conforme con muchas de las apreciaciones hechas por V,, espe- cialmente en la necesidad de prepararse en tiempo de paz para la guerra , no lo estoy con lo que dice usted en uno de los párrafos : (C A Cavite les espa* is>gnols avaient en batterie 119 canon s, sans compter 5)ceux des forts.» Esto no es exacto, como podrá usted cerciorarse con sólo pasar la vista por el es- tado que va adjunto. En la escuadra española se disponía sólo de 70 cañones de diferentes calibres, el mayor de 16 centímetros y el menor de 37 mi- límetros, con nueve ametralladoras de 11 milí- metros.

2>¿ Puede compararse esta artillería con la de los norteamericanos ? El cómputo que hace V. á razón de 40 tiros por pieza, no conviene á este caso, porque quedaron desmontados á poco de comenzar el combate muchos de los cañones. A lo sumo habrán disparado los buques españoles 25 tiros por pieza, que dan por resultado de 750 á 800 en total. Estos valores, que son ciertos, harán modificar segura- mente la opinión que haya V. formado acerca de los artilleros de mar españoles. Hay que tener en euenta, además, qué los norteamericanos han ocul- tado siempre, con el mayor cuidado, sus pérdidas, lo mismo en el personal que en el material, exageran- do, en cambio, las de sus contrarios, que calcularon para el combate de Cavite en 1.000 bajas, de ellas, 400 muertos, cuando en realidad fueron (para 1.134

214 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

que era la suma de las dotaciones de los buques) 58 muertos y 286 heridos, ó sean 294 bajas.

i>En cuanto á los norteamericanos, según noticias de origen alemán y confesión de sus mismos oficia- les j debieron tener 25 muertos , de ellos dos oficía- les, y 50 heridos, contándose entre éstos el capiain Gridley, comandante del Olympia^ que murió en Yokohama el 6 de Junio. Respecto á los buques^ el Baltimore sufrió averías de consideración en las proximidades de la línea de agua , el Cancar d igual- mente, y desperfectos menos importantes el Olym- pia y el Bastan ^ cuando menos.

dSc ha criticado la colocación de la escuadra es- pañola en la ensenada de Cañacao. Era obligada, para no desamparar al Castilla y al UÜaa^ que no tenían movimiento y podían batirse, aprovechando al mismo tiempo los pocos cañones de Cavite y del Arsenal.

i>Se rompió el fuego á más distancia de lo que convenía, á causa de haberlo hecho ya la batería de la punta Sangley y otra de Manila, por lo que am- bas escuadras beligerantes siguieron á su vez el ejemplo.

3) Por lo demás, en cuanto fué observada la inten- ción de envolvernos por la derecha, nos pusimos

en movimiento , iniciando el Cristina la maniobra,

hasta que no pudo adelantar más por quedarse sin

gobierno y envuelto el buque en llamas. Esta es la

verdad de los hechos, que me permito exponerá

ríiíT.y.'

BL ALMIBANTB MONTOJO.

215

usted para los usos que juzgue oportunos. Entre- tanto, es suyo muy atento servidor, E. M., teniente de navio. :b

SBTABO de la artillerf» que montaban los bnqaes de la eeenadra de Filipinas al tener Ingar el combate naval que soetnvo contra loe de la norteaniericana en agnae de Carite el día 1.* de Mayo de 1898.

X018UDIU»BU(|DB.

iRTILIERÍi <|CK lOITlBilí.

OBSIRTiCIOIB.

Crucero RHnm Crittina»

CattiUa ^

HlaáiCMJba.,'.

Se batió fondeado y acoderado.

Se batió miento.

en moví*

Seis de 16 c/m O. H.— Dos de

7 0.H.— Tres de67m/mNf.(Se batió en moTÍ- Dos de 48 m/m Ídem.— Seis] miento, de 67 m/m t. r. hs.— Dos am. [Cuatro de 16 Kp.— Dos de 12 Kp— Cuatro de 7,6 Kp.— Cua- tro de 42 m/m Nf.— Cuatro

de 87 m/m bs— Dos am

(Cuatro de 12 G. H.— Dos t. r. de 67 m/m hs. Dos de 87 mi- límetros.—Una am

(Cuatro de 19 Qt. H.— Dos t. r. i«to LuMán. . . < de 67 m/m hs.— Dos de 87 mi-

r limetroB.— Una am

n. r j I Cuatro de 13 O. H. Dos de Don Jmo n d#J ^ q H.-Dos de 42 Nf.-Cua- ^ ^^'^^ ( tro de 87 m/m hs.— Una am.. Idemld.id.

^Jj^"'^^ * JDos de 12 a. H.-Un» anu- ir a r 9 M 7ff' d él i Uno de 12 a. H.— Dos de 9 Q. H.

ihiÉTOi. ..) Unaam

Setenta cañones, el mayor de 16o/m, el menor de 87 m/m. nueve ametralladoras de 11 milímetros.

ídem id. id.

Se batió fondeado y acoderado.

Se batió en movi- miento.

Alcance 4j00O metros.

Artilleria imploBúda #n tUrra.

Dos de 16 o/m Pallisser en la

fortaleza de San Felii>e Uno de 16 o/m Pallisser en la)

batería del Arsenal [Uno solo podía batir

Dos de 16, Ordóñes, en la del k los buques.

Punta Sangley*. f

I

N«TA8.— 1.* Abreviaturas usadas: O. H., Gons¿les Hontoria; Nf., Norden- feldt; Kp., Empp; am., ametralladora; t. r., tiro rápido.

2.* Los buques amerioanos montaban 160 cañones, desde el calibre de W c/m. al de 47 m/m., y 16 ametralladoras.

' ^- r

!

216 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Italia seguía con especial interés, más que otras naciones de Europa , las peripecias de la inicua gue- rra á que los Estados Unidos arrastraron á España. No podía olvidar aquélla que era una lucha entre la raza anglo-sajona y la latina, y sus simpatías tenían naturalmente que inclinarse del lado de la desgra- ciada nación que, sin calcular las consecuencias de su imprevisión, iba fatalmente á su ruina y á su descrédito.

Del Corriere deUa Sera , de Milán , del 5 de Mayo de 1898, tomaremos algunos párrafos de im artículo referente á la guerra hispano-americana, que lleva el título de Cosas de España. <íE1 desastre de Cavite estaba previsto por todos. Aparte de los datos nu- méricos, del tonelaje, del armamento y de la velo- cidad, sólo con la sencilla reproducción fotográfica de las dos escuadras en los periódicos ilustrados, aparecía cierta, inevitable y fatal la victoria de la escuadra americana. Entretanto, el buen pueblo es- pañol , ignorante de todo lo que ocurre fuera de la Península é indiferente á todo lo que no sea corrida ó zarzuela , podía asombrarse del infortunado éxito de aquella lucha desigual. Es verdad que su Gro- biemo había hecho los imposibles para mantenerlo en la ignorancia, que es madre de todas las ilusio* nes ; pero también es cierto que el Gobierno español está formado á imagen de su pueblo.

))La pastoral del Cardenal- Arzobispo de Madrid era elocuentísima {sic) , pero ¿podía dar la victoria

-!?T

BL ALMIBANTB MONTOJO. 217

á la demasiado débil flotilla del almirante Montojo contiiA la modernísima y poderosísima escuadra del comodoro Dewey ?

]^Está bien confiar en la Divina Providencia , pero es mejor honrar á Santa Bárbara.

> Ahora bien; ¿cómo aquella vieiUe garde ca- ñoneros inservibles y de corbetas á barbeta, sin sombra de compartimientos estancos y de cubiertas protectoras, desprovista del todo, ó casi completa- mente, de cañones de tiro rápido y de tubos de lan- zar torpedos, habrían podido, no digo vencer, pero defenderse contra cruceros protegidos de 20 millas de andar y artillería de 12 pulgadas? Sólo podría contestar el almirante Bermejo, el Pangloss de los ministros de Marina; pero no lo dijo ayer en las Cortes, y probablemente no lo dirá jamás.

i^Todo el mundo sabía de antemano que para los españoles estaba perdido el combate, y era ridículo que los afectos á los yankees se pavoneasen entre los pliegues de su manto profético, exclamando triunfal- mente: ce; Lo habíamos dicho !)!> ¿Quién no lo había dicho y pensado. Dios de los ejércitos? La aritmé- tica no es una opinión, y cuando el equilibrio de las cifiras supera el límite de la posibilidad, cualquiera puede impunemente ser el Isaías del almanaque.

» Volviendo al Pacífico, la resolución desesperada del invicto Montojo no debe tomarse más que como un acto de demencia estratégica. Un duelo entre un

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218 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTOBIA

hombre armado sólo con un puñal y otro con revól- ver : aquí lo que fué el combate de Cavite. j Pero qué combate! Llámesele más bien bombardeo; un tiro al blanco contra naves, imposibilitadas por su propia debilidad contra buques, reducidas al hu- milde oficio de baterías flotantes.

3) El bravo Montojo, en premio de su temeridad infortunada, es acusado de no haber sabido manio- brar. Pero ¿cómo, de qué manera, con qué y dónde tenía que maniobrar? Salir de la bahía de Manila magnífico circo líquido de más de 200 kilómetros de circuito, con 50 de profundidad y capaz de admitir todas las flotas reunidas del mundo, era correr á su ruina segura : presentar la batalla en altar mar al comodoro, era insultar á Dios y burlarse del destino.

])¿ Hubiera debido situarse á la entrada, en uno de los dos canales de acceso á la bahía , entre la isla del Corregidor y el puerto de Maribeles, ó entre el ifilote de Caballo y la parte meridional de Limbones ? Ciertamente, la única batería del Corregidor habría podido, hasta cierto punto, proteger la escuadra, con- curriendo con sus fuegos á mantener en respeto al enemigo. Pero en tal caso, la escuadra, de suyo de- masiado débil, tendría que dividirse en dos seccio- nes para defender á un tiempo ambos accesos. Por otra parte, el fondo del mar en. esos parajes es muy profundo y la corriente es tan fuerte que sería pre- ciso aguantarse sobre las máquinas y maniobrar constantemente para no perder la formación.

BL ALMIRANTE MONTOJO. 210

sMontojo, al eaber la inminente llegada del ene- migo, aunque resguardado con todas sus carracas en el hermoso puerto de Subic , comprendió que era insoBtenible su posición allí sin fortificacionea.

j<\ Si hubiese tenido siquiera un solo torpedero!

iLes convenia, pues, colocarse en el interior de la bahía y esperar al enemigo, que de día ó de noche no dejaría de forzar la entrada. La línica batería del Gorrc^dor (ocho piezas de á seis pulgadas) (1) no era un obstáculo serio , pues que el canal principal del Sur tenía una anchura de siete kilómetros. ¿Dón- de colocarse? No ciertamente delante de Manila, ciudad casi abierta, á pesar de la vetusta muralla del puerto y los baluartes contemporáneos de la con-

íCerca de Cavite, pues sólo en Cavite, á 14 ki- lómetros al Sudoeste de Manila, donde estaban la cindadela (?), el arsenal, el fuerte del faro (de la punta Sangley), el de Cavite Viejo (?), de Nove- leta y de Imus (] !), aunque talee haterías no fue- ran más que de aparato, por estar formadas de vie* jos y gruesos cañones, casi todos de avancarga (¡I).

n Aquellas beneméritas carabelas, dispuestas opor- tunamente entre puntos más ó menos fortificados, habrían podido, ya que no otra cosa, hacerse echar á pique con honra. Porque si habían de acabar por

(I) La baterfk qoe se montó en el Corregidor do C0B»t&l>B inAs que de trea oafionea de á 180 Armatrong.

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]

220 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

ser incendiadas, era mejor dejarse queníar un poco más tarde, después de la mejor defensa posible. Vender caro el propio pellejo, éste es el único plan aceptable en aquellas malaventuradas circunstan- cias. ¿Y qué otra maniobra podía ejecutarse con buques infinitamente menos veloces que los del enemigo, con naves dignas tan sólo de figurar en un museo arqueológico?

i>Asi, pues, la inferioridad de esta escuadra prehis- tórica era bien conocida por todos, menos por los es- pañoles. Lo que no se sabía, lo que no se podía saber, eran las condiciones absolutamente inverosímiles de la defensa de Manila y de su extensa bahía. Aunque admitamos la decrepitud de aquellos muros, sus ba- terías descubiertas, sus terraplenes primitivos y sus baluartes anticuados, todo en armonía con las cosas de España j ¿qué diremos del armamento? ¡Ni un obús de gran potencia, ni un cañón de tiro rápido, ni un torpedo fijo, ni un reflector eléctrico!

D Salmerón, el orador republicano, en su terrible y fácil requisitoria de ayer, en el Congreso, ha pedido cuenta al Gobierno de esta paradojal impresión. El general Correa, Ministro de la Guerra, contesta de- clarando que los fuertes de Cavite, aunque hubieran estado mejor artillados, no habrían podido sostener un bombardeo. Si tal era su estado , ¿ por qué no ha- berlos desmantelado en vez de dejarlos en pié? Por su parte, el Ministro de Marina explicó la carencia de torpedos submarinos en la entrada de la bahía,

rí*

EL ALKIBANTB MONTOJO. 221

por la gran profundidad del mar. Pero entonces, ¿por qué no envió torpederos, que habrían hecho una buena vigilancia? ¿No habrían sustituido ven- tajosamente los torpedos automóviles á los fijos ?

pEI mismo almirante Bermejo sostenía que no se había podido enviar artillería gruesa porque hacían falta los muelles (¡y hasta las grúas!) para desem- barcarla. Pero ¡ por Santiago der Compostela ! ¿ Por qué &ltaban esos benditos muelles? ¿Y los reflecto- res eléctricos? ¿Cómo disculpar que el Corregidor no estuviera dotado con éstos, de hoy más indis- pensables instrumentos de una inteligente defensa, que hubieran impedido, ó por lo menos descubierto con tiempo el paso nocturno de la escuadra ameri- cana?

dEI Sr. Sagasta, presidente del Consejo Minis- tros, resume todas estas dilucidaciones parciales en una sola síntesis: la escasez de dinero. Por eso no se habían construido nuevos fuertes y nuevos muelles, no se habían enviado cañones, ni reflectores, ni tor- pedos, ni torpederos. Todo esto, concluye el Presi- dente, hubiera costado millones, muchos millones. A lo que la voz de un interruptor anónimo, de esos que nunca faltan en las grandes ocasiones, responde: —¡Más cara costará la catástrofe!

]>La misma voz inteligente habría podido añadir:

p Y entonces ¿por qué hacer la guerra, porqué aceptar la provocación, por qué ir al suicidio?

3>En la misma dramática sesión se suscitó una

-'^jír?*

222 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

escena gravísima. Un diputado carlista ( Llorens) lee una carta oficial de dos meses atrás, en la cual se describía al Gobierno lo débil de la defensa de Ma- nila, á la cual no hizo el Gobierno ningún caso. ¿No parece esto un episodio trágico-cómico de la guerra de Francia?

)>£n 1870 el coronel Stoffel, agregado militar en Berlín, también hizo al Gobierno imperial nna des- cripción de las fuerzas imponentes de Prusia. £1 anó- nimo avisador de Manila puede reunirse al desairado coronel. Españoles, franceses, italianos, todos lati- nos, arcades omnes

»Si estos hechos inauditos, si estas circunstancias inverosímiles se ignoraban en Europa, por lo gene- ral, y en España con especialidad, en cambio se co- nocían perfectamente del lado de allá del Océano»

)) Mientras que el cónsul general Lee, verdadero au- tor moral de la guerra, informaba detalladamente á su Gobierno acerca de las exactas condiciones de Cuba, el cónsul en Manila, Mr. Williams, por su parte, llevaba á Hong-Kong preciosas y circuns- tanciadas noticias respecto á la insuficiencia de la defensa española.

»E1 comodoro Dewey el bravo Dewepj como lo ha llamado el ciudadano Presidente, el hombre del día de los periódicos americanos— estaba completamente seguro del éxito. Su temeridad, que se asemeja al heroísmo, era sencillamente el resultado de mi cálculo matemático. Sabía muy bien que no arries-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 223

gaba nada forzando durante la noche del 30 de Abril la entrada de la bahía , y todavía menos atacando la siguiente mañana á la flotilla española frente á Ca- vite. Dos horas de combate , ó mejor dicho, veinte minutos de fuego con cañones de tiro rápido {feu Totdani) j debían bastarle para destruir la que se lla- maba pomposamente flota del Pacífico (1) y para apoderarse de Manila, capital de las Filipinas, pu- pila de España.

]»Los españoles son poetas: los americanos son ma- temáticos. Los unos esperan todo de Dios: los otros de los cañones. Aquéllos se baten hasta sin armas: éstos no se baten como no sean cinco contra uno. Los primeros saben morir bien: los últimos prefieren matar bien.

j) Y como hoy la guerra ya no es un arrebato, sino una ciencia; ya no es un alarde de valor, sino un ne- gocio, la razón está del lado de los yankees. El he- roísmo gratuito es locura: el valor impremeditado un delito. El desgraciado D. Luis Cadarso, coman- dante del Reina Cristina^ muerto entre las llamas que envolvían su buque, es un hombre de otros tiempos menos positivos. C^est beau^ mais ce rCest pas la guerre. Fram.»

En aquel día, aciago para los españoles, se hicie- ron durante el combate varias señales entre cada uno de los buques insignias y los de sus respectivas es-

(1) Escoadra de Filipinas.

1

224 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

cuadras, siendo muchas menos las de los españoles que las de los americanos, como puede verse á con- tinuación:

ESCUADRA ESPAÑOLA

2h (K)m A. H.^El Leyte j por telégrafo. ^Los buques amerícanoe

han cambiado disparos con las baterías de la en- trada.

2h Q^m A. M. A la escuadra. ^Cargar la artillería y todos á sos

puestos de combate.

4h 05^^ A. M. Á la escuadra. ^Zafarrancho general de combate.

4h 45m A. M. El Dan Juan de Austria. Pide permiso para romper

el fuego.

41^50°^ A. M. Al Don Juan de Austria. Se romperá el fuego

cuando convenga.

5h I5m A. M. Á la escuadra. Romper el fuego.

5h 30iu A. M. A la escuadra. Seguir los movimientos del almi- rante.

7h 40ii^ A. M. Al isla de Cuba y al Isla de Luzón, ^Acudir en au- xilio del Reina Cristina.

ESCUADRA DE LOS ESTA DOS ' UÑIDOS Comienxos del combate.

12b 25m A. M.— Al MaC'Culloch.-'VMfiT á babor.

Ih 3^m A. M. Á la escuadra. Velocidad de cuatro millas.

Ih 40m A. M. El MaC'CullocJí, El maquinista jefe postrado peli- grosamente. El médico pide consulta,

Ih 45m A. M. Al ifa^;-CW¿ooA.— Imposible.

5h Q^m A. M. A la escuadra. Disponerse á entrar en combate.

5b ] 5m A. M. Á la escuadra. Romper el fuego por babor.

5h 20^ A. M. Al BcUtimore. Combatir por babor. (El BaUimoré

no lo hizo asi.)

5h 30m A. M. Á la escuadra. Acortar distancias.

5ii 35zn A. M. ^A la escuadra. Velocidad de seis millas.

6b OQm A. M. Á la escuadra. Avante. (No se veía á causa del

humo.)

1 1 i . ' I irW^^M^ggKygt^fTrf^.'-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 225

C¡h 45m A. M. A la escuadra. Acortar distancias.

7h OQm A. M. ^Al Baltimore» No dar la vuelta tan rápidamente.

(El Olpmpia, al extremo Oeste cayendo sobre es- tribor; el Báltimore se detavo para no adelan- tañe.)

7^ 4011^ A. M. A la esonadra.— Separarse del paraje del combate.

71i45m A. M. Al McK'CfuUoch, ^Tornar (sin concluir la frase).

&^ 35m A. M. Á la escuadra. Que almuercen los equipajes.

&^ 37x^ A. M.^A1 Concord. Averiguar, es posible, cuáles buques

están incendiados.

8b40m A. M. El MaC'Oulloch,^E\ maquinista jefe Rand, murió

á 2t A. M.

8h 45in A. M. Á la escuadra. Parar.

Sh 50m A. M. Á la escuadra. Los comandantes al buque insignia

á recibir órdenes.

8h 55m A. M. El Boston, Mis botes no pueden navegar.

9h OOm A. M. El Báltimore. Necesito canoa del Mac^Culloch para

los comandantes.

9I1 20^ A. M. El Báltimore, Anulada mi señal anterior. lOli 45^1 A. M. Á la escuadra. En movimiento. lOh 46m A. M. Á la escuadra. Seguir las aguas del Comandante

general. 10li55m A. M. A la escuadra.— Fondee el buque designado. (El

Báltimore fué designado.)

Renuévase el ataque.

llh OOm A. M. Al Concord, Intérnese y destruya el transporte. llhOóm A. M. Á )a escuadra. Destruir baterías y obras en tierra

del enemigo. llh 30in A. M. Al Petrel. Adelántese y destruya (El bumo no

deja entender la señal.) Ilh45in A. M. Al Concord. Intérnese y destruya buques. llh 50m A. M. ^Al Concord. Destruya transporte Mindanao. llh QQm A. M. Al Boston. Intérnese y destruya buques. 12b I5m A. M. EJ Báltimore. No me quedan más que 20 granadas

de ocho pulgadas. 12b Igm A. M. ^Al Concord. Ejecute la orden con prontitud. 12b 25ua A. M. Al Petrel. Intérnese y destruya buques. 12b 40ia A. M. El Concord. ¿Puedo enviar un bote para quemar

buque á la derecha? (Transporte Mindanao.) I2b 42» A. IL— Al C^orrf.-^l.

16

226

ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

12b 45in A. M.-

12^^ 55m A. M.-

12li67m A.M..

Ih lOm A. M.-

lii 16m A. M.- Ih 20m A. M..

lli 22m A. M.- Ih asm A. M..

-El Boston. ^TeDgo averiado el telégrafo.

-El Rcdeigh. No puedo acercarme mia ¿ tierra.

-Al Mac-Ckdloch,-^AcéTqfieBB á la vos.

-Al Petrel. Tome botes de buques españolea.

-Al Raleigh, Repita las señales.

-Al Mae-OuUoeh. Envié bote para el oónsnL (Cón- sul Williams á bordo del Baltimore,)

-A la escuadra. Prepararse á dar fondo.

-Bi Petrel. El ediñcio del Gobierno en el Arsenal tiene bandera blanca.

anuncia la rendición.

Ih35in A. M. Al Baltimore. Fondee por la proa. 2h OOm A. M. Á la escuadra. Fondear sin sujeción á puertos. 2h 18>n A. M. Al Naushan y al Zafiro. Fondear á discreoión. 2h 24itt A. M. ^Al Baltimore. Fondee á discreción. 2h 40xn A. M. Al Boston y al Raleigh. Fondear á discreción. 2h 45in P. M. Al Baltimore. No fondee tan cerca. 3h 00<A P. M.— El Petrel. Detrás del muelle hay ocho buques. S^ 02ii^ P. M. El MaC'Gulloch. Necesito bote para oficiales. 3h 20ni P. M.— El Concord, ¿Tiene alguna orden quedarme el Al- mirante? -Al Concord. Comunicar enviando un oficial. -Al Boston f al Raleigh y al Baltimore. Retirar los

fuegos. -El Concord. En obediencia á señales doy informe

al capitán Walker. -Al Concord. Venga el comandante al buque in- signia. 3h 52xa P. M.—- Al Concord. Fondee á discreción. 3h55m p. M.— Al ^o«ton.— Encargúese de la guardia (vigilancia). 4h lOm P. M. Al Concord ~ Acerqúese á la voz. 4h ilm p. M. Al Boston. En movimiento. 4h I2m P. M. ^Al Boston.— l&%tk relevado de la guardia. 4h ]3m p. M. ^Al Raleigh. Encargúese de la guardia. 4rh 30» P. M. Al Raleigh. ^Tome mañana carbón del Nanshan. 4h45in p. M.— El i/ac-C^Z¿ocA.— Pide permiso para fondear. 4h47m P. M.— Al ifoc-CW/oc*.— Concedido. 5h 24x& P. M. Al MaC'Culloch.'^Liíío para ponerse en movimiento. 111^ OOm P. M. El Concord. Tengo á bordo oficiales españoles con

carta importante para comandante generaL

3h25m P. M.' 3h 30m P. M.

3h 40m p. M..

3li60m p. M.

BL ALHIBAHTE HONTOJO. 327

La reunión de las señales que anteceden consti- tuye la historia abreviada de los incidenlJes del com- bate de 1.° de Mayo, y con sola la inspección de ellas se ve que los españoles sabían que serían irre- misiblemente vencidos, mientras que los americanos maniobraban con la seguridad del triunfo, cum- pliendo con exactitud su programa de destrucción y exterminio, porque tenían conciencia de su inmensa superioridad , y al batirse con los españoles , el bravo Bewey contaba con que sus fuerzas equivaldrían á cinco veces las de sus contrarios, como dice con mu- cha gracia Fram del Corriere della Sera, de Milán, en su artículo, lleno de intención, titulado Cosas de España.

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CAPÍTULO XII

DeBQonooimíento de los hechos en Bspaña. Un libro de Roca de To- gores.— Varios oficios importantes. Ridiculo envío de torpedos in- eficaces — La GazetU üniverselle y la guerra hispano-amerícana^

Es verdaderamente triste tener que confesar que mientras el juicio de los extranjeros era favorable al almirante Montojo, en Espafia se ponía en duda hasta su valor; se le acusaba de impericia , y dando crédito á infames calumnias, se aceptaba como un hecho que había sido sorprendido por los america- nos, cuyos cañones le habían despertado. Con razón, Fram , en su artículo Cosas de España , publicado en El Corriere délla Sera^ de Milán, se burla de la ignorancia del pueblo español y de su indiferencia por todo lo que no sea una corrida de toros ó diver- siones teatrales, y deja también malparado al Go- bierno, que supone formado al mismo nivel moral que la gran masa de los españoles. Más exacto y completo habría sido el juicio de la prensa extran- jera, si la distancia á que se halla de Europa el Ar- chipiélago filipino, hubiera permitido conocer deta- lladamente todos los incidentes y las mil vicisitudes

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230 ANTB I-A OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

que sufrió aquella mal aventurada y ridicula escua- dra, abandonada á sus escasísimos medios de acción 7 obligada á ser ofrecida, como blanco, á los tiros de un enemigo que sabía perfectamente que nada arries- gaba y que iba á ceñirse la corona naval sin gloria ni mérito alguno, aun cuando se exagerase la impor- tancia de los buques y la artillería de los españoles^ y la habilidad y destreza que habían desplegado los americanos al mando del bravo Dewey^ como lo llama Mac-Kinley.

La imprevisión, la incuria y el abandono, no nos cansaremos de repetirlo, son de los Gobiernos que ha habido en Espafia desde hace un cuarto de siglo por lo menos. El almirante Montojo cumplió su de- ber hasta no más ; puso en conocimiento del Minis- tro de Marina su falta de recursos de toda especie, la mala calidad de los buques para batirse , la esca- sez de personal de todas clases, principalmente de artilleros de mar, y la carencia de torpedos y de ca- ñones de tiro rápido. Pero de nada le sirvió adver- tirlo repetidamente.

El País, periódico de los más avanzados, y que es uno de los que con más virulencia ha atacado más de una vez á los generales de tierra y de mar, exi- giéndoles responsabilidades por sus fracasos, y hasta pidiendo sus cabezas, como una satisfacción que de- bía darse á la opinión pública, ha ido reformando su juicio por fin, porque la verdad no puede menos de hacerse camino tarde ó temprano.

De «n interesante li rea, El bloqueo y sitio t algunos oficios que con timonios fehacientes d< víctima el desgraciadi mismo que se batió á infinitamente superiori

Lo que sigue es copi eAtán tomados de oñgt ridico y pueden ser co

*Alguna$ preeaueitme». Ineo drid. Documentos in

DCon los escasos y c con parte de los sepan provincias limítrofes á guUecida por la paz al nio vergonzoso y en ci momento; con los prü rección en tierra extra: á Filipinas, y el ejércil versos puntos del Arel batiendo á los llamado aun cuando lo fueren, i carácter de insurrectos en estas condiciones se mará) de un momento posible se trataba de a fensa de la plaza y de

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232 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

forzando para lo primero los fuertes , como queda expuesto, é inutilizando con el fin segundo, cuatro cañones Ordóñez de 15 centímetros, existentes en Subic ( I ) , á fin de que los yankees no pudieran aprovecharlos, y en la imposibilidad material de efectuar su propósito en Manila, ni de emplazarlos en aquel sitio.

i> La imprevisión del Gobierno de Madrid es tanto f . mayor, y más grande su responsabilidad , si se tiene

en cuenta que independientemente de los refuerzos que pudiera pedir el Capitán general, por su cuenta el contralmirante D. Patricio Montojo, vem'á reite- rando desde mediados del año anterior la necesidad de reforzar la escuadra, llegando á proponer, que con dos, y aun con un acorazado que 3e le enviase, tomaría la ofensiva, pudiendo atacar los puertos dp la costa de California»!)

)) A continuación transcribimos varios oficios de la Comandancia general del Apostadero y escuadra de Filipinas al Ministerio del ramo y al Gobierno gene- ral del Archipiélago, y las contestaciones, cuando el Ministro se dignaba darlas.

i^El lector juzgará, pues nos limitamos á exponer dichos documentos á su consideración, sin hacer, por nuestra parte, comentario alguno:

«Al Excmo. Sr. Gobernador general del Archipié-. lago filipino. Manila 25 de Agosto de 1897.

}) Comandancia general del Apostadero y escuadra de Filipinas, Excmo. Sr.: En cumplimiento de lo

*^ri^-j-

EL ALMIBANTB MONTOJO. 233

que V^. E. se sirve manifestarme en su respetable oficio de 18 del actaal, en el que traslada un tele- grama del comandante P. M. del distrito de la In- fanta (que también me ha sido comunicado por dicho comandante, como subdelegado de Marina), sobre las sospechas de haberse verificado un desembarco en la costa Este de esta isla, por la ensenada de Dinga- lan, he dispuesto la salida inmediata para aquella costa del crucero de primera clase Reina Cristina^ el cual la verificará mañana, para establecer sus cruce- ros entre el cabo de San Ildefonso y la bahía d^ Lamón, siguiéndole dentro de pocos días el cañonero Bidusanj que he hecho venir de Subic, donde se hallaba estacionado, el cual quedará en Binangónan con la vigilancia de aquellas costas, punto en el que reside el comandante militar, donde puede comuni- cársele inmediatamente cualquier noticia y ejercer su vigilancia de acuerdo con aquella autoridad. Ambos buques llevan las instrucciones convenientes para sus servicios y muy recomendado averiguar por to- dos los medios que estén á su alcance, la certeza del desembarco denunciado, y si éste fuese cierto, con todos sus pormenores, como desea V. E. y obrar si fuese posible, según lo que arrojase dicha averigua- ción.— Para evitar las contingencias del porvenir, punto segundo del citado oficio y que evidencia el celo tan acreditado de V. E. por todo cuanto á este Archipiélago se refiere, y en previsión tan acertada por lo que pudiera ocurrir, me cumple manifestarle,

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234 AKTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

que si se tratase sólo de la isla de Luzón , con el ma- terial á mis órdenes hay bastante para atender á cualquier contingencia, pero teniendo que abando- nar otros servicios importantes en las demás islas, pues como Y. E. sabe, se halla desamparado de vigi- lancia tan inmenso territorio, y muy particular- mente las islas de Mindanao y Joló , que también exigen serios cuidados. Las fuerzas del ejército que guarnecen estas islas no pueden quedar aisladas, y se hace indispensable tener en frecuente y fácil comu- nicación todos los puntos de sus costas y establecer constantes cruceros para evitar los desembarcos de armas para los moros.

dNo es menos importante la vigilancia en las Ma- rianas, Batanes y Carolinas; en las del grupo dalas primeras no existe ningún buque de guerra, y en las segundas son insuficientes. Hasta la fecha, en que, desgraciadamente, han cambiado las condiciones del Archipiélago, se llenaba el servicio, si bien incom- pleto, con las fuerzas navales destinadas á él ; pero en la actualidad, cómo dejo expuesto, estimo, como por mi parte así lo hago presente al Sr. Ministro de Ma- rina (y que con el valioso apoyo de V. E. espero no dejará de atender á nuestras indicaciones), se hace preciso, para que en estas islas quede bien constituido el servicio, el aumento de 14 cañoneros de 450 á 500 toneladas, sistema mixto, tipos Quirós 6 Villalo- bos, con más tonelaje, y seis lanchas para ríos, mo- delo del ingeniero Rodríguez. Con el aumento de

^r^n

BL ALMIRANTE MONTOJO. 235

estas fuerzas quedarían estas islas á salvo de cual- quier incidente lamentable, puesto que, acudiendo á tiempo, como ha sucedido en Cebú y en Capíz, se ahogaría en su principio cualquier accidente des- graciado.— Es cuanto tengo el honor de expresar á V. E. en contestación á su oficio citado. Dios guarde á V. E. muchos años. Manila 25 de Agosto de 1897. Excmo. Sefior. Patricio Montojo. Ru- bricado.—Excmo. Sr. Gobernador general del Ar- chipiélago filipino. D

AL EXCMO. SR. MINISTRO DE MARINA

aManila 13 de Septiembre de 1897. Comandan- cia general del apostadero y escuadra de Filipinas. ^Número 926. Excmo. Señor. En 7 del corriente tuve el honor de dirigir á V. E. la comunicación te- legráfica cifrada siguiente: Los insurrectos se han posesionado de Aliaga, pueblo de Nueva Ecija. El enemigo se prepara , espera refuerzos y cargamentos de armas.— Crucero CrisHna con cañonero Bulusan vigilan contra-costa. Cañonero Paraguay dos lan- chas Bulacán. Leyte y una lancha Pampanga. Faltan 39 condestables y 103 artilleros de mar. Ya en mi carta oficial del 31 de Agosto último, daba cuenta á V. E. de la salida del crucero Cristina y del cañonero Bulusan para vigilar la costa E. de Lu- zón y evitar pudiera hacerse desembarco de material de guerra para los insurrectos. En previsión del in-

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2:i6 ANTE LA OPINIÓN Y ANTK LA HISTORIA

cremento que pudiera tomar la insurrección hoy mi juicio) latente y en vías de preparación, en par- ticular en las provincias del centro de Luzón y de Batangas, se hace necesario tomar serias medidas que contribuyan á cortar ese incremento y acudir con oportunidad á sofocar cualquier accidente des- graciado que pudiera sobrevenir en alguna de las demás islas, como ha sucedido no ha mucho tiempo en Capiz y Cebú, que gracias á la presencia del cru- cero Ulloa en el primer puerto y la del Cristina en el segundo, se acudió á tiempo á sofocar la inten- tona de aquellos insurrectos.

D Hasta la fecha, Excmo. Sr., y mientras la in- surrección tenía sólo sus fuerzas en la provincia de Gavite, Ja escuadra de mi mando ha llenado cum- plidamente su cometido, si bien echando mano de buques que se hallaban destacados en la división del Sur, donde afortunadamente hasta la fecha nada ha ocurrido que inspirase temores; mas no sucede así en la actualidad, puesto que recibo avisos de intentos de desembarcos de armas sobre las costas de Joló, y por otra parte, el Comandante general de Mindanao me pide auxilio de buques para aquella isla; esto, unido al abandono en que se encuentran las islas Marianas y las Batanes, el incremento de la insu- rrección en el centro de la isla, por lo que se hace necesaria la vigilancia en las dos costas, así como en la del seno de Batangas y la necesidad de tener más contingente de buques en la isla de Mindanao, donde

EL ALUIRABTB HONTOJO. 237

aquel ejército de operaciones sólo puede comunicarse por mar; las extensas costas de las Bisayas, y á todo unido el mal estado de varios buques de los que componen estas fuerzas navales, me obliga todo ello á hacer patente á V. £. la neceúdad de aumento de buques para cubrir tantos servicios, sin lo cual, entiendo no es posible responder de las seguridades de tranquilidad en las numerosas islas de este Ar- chipiélago. — Los malos resultados de los buques pequeños para las costas, donde la mayor parte del año soplan vientos frescos, los conoce perfectamen- te V. E. y nuda tengo que decir sobre ello; se hace necesario, por lo tanto , la construcción de un nuevo material que sustituya en parte á algunos de los bu- ques que ya por su mal estado, ó no llenar las con- diciones de mar necesarias, haya que dedicar á ser- vicios especiales unos y excluir otros. I^os tipos de los nuevos cruceros Quirós y Villalobos, construidos para el servicio de las Carolinas, son los llamados á llenar el vacío tan grande que se nota en el servicio de la mayor parte de las costas del resto del Archi- piélago, si bien con un aumento de 40 á 50 toneladas en sus desplazamientos para darles mejores condicio- nes de mar.

»La división del Snr necesita seis de estos buques para los cruceros sobre Mindanao y JoIó, otro es ne- cesario en las Marianas, otro en las Batanes y súa para las costas de Luzón, que hacen un total de 14 cafioneros, y, con loa demás- buques útiles existen-

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238 ANTE LA OPIl^IÓN T ANTE LA HISTORIA

tes, quedaría suficientemente cubierto el servicio, siendo innecesario uno de los cruceros de primera clase, puesto que con el otro basta por ahora á llenar las necesidades del Archipiélago. Las condiciones en que éste felizmente se hallaba, hasta la nueva faz que ha tomado desde mediados del afio pasado, hacen pensar seriamente, no sólo en el aumento de fuerzas que dejo indicado, sino también en establecer una nueva división de distritos marítimos que se impone mucho más por el desconcierto en que se hallan es- tablecidas , pues en todas partes se encuentran defi- ciencias, que habrá que llenar, y para lo cual estoy haciendo un detenido estudio que tendré el honor de dirigir á V. E. tan pronto se halle terminado. Dios guarde á V. E. muchos años. Manila 13 de Sep- tiembre de 1897. Excmo. Señor. Patricio Mon- tojo. Excmo. Sr. Ministro de Marina.D

DOCUMENTO NOTABILÍSIMO

((Capitanía general de Marina. ^Departamento de Cartagena. Estado Mayor. ^Negociado 2.**, núme- ro 1.949. Excmo. Señor.: Adjunto remito á V. E. conocimiento de embarco en el vapor F. de Satrúste^ gui de los torpedos y material de los mismos que se en- vían á ese Apostadero , y habiéndose tenido que em- barcar húmedo todo el algodón pólvora, he dispuesto que acompañe al referido material una estufa para secar dicho explosivo, la cual no lleva su correspon-

EL ALMIBANTB MONTOJO. 239

diente caldereta, por no haber existencia de ellas en este Departamento, pero puede utilizarse aplicándo- le un tubo de vapor de una caldera cualquiera en tierra, provisto de un grifo para graduar su admi- sión, de tal modo, que la temperatura de la estufa no exceda de 52^ centígrados; la plancha donde ha de colocarse el algodón pólvora es doble y lleva dqg boquillas, una para el tubo de vapor y otra para su salida, y á esta última conviene aplicarle otro tubo para que el vapor no invada el interior y lo hume- dezca.

i>El explosivo no conviene que se seque sobre la plancha de hierro, sino sobre tablas de madera, y hasta convendría poner un papel encima.

dLo que tengo el honor de comunicar á V. E. como continuación á mi oficio del 15 del actual nú- mero 1.901.

5>Dios guarde á V. E. muchos años. Cartagena 19 de Abril de 1898. Zoilo Sánchez Ocaña. Rubrica- do.— Excmo. Sr. Comandante general del Apos- tadero de Filipinas.

D Setenta jaulas con torpedos.

i> Setenta sumergidores de hierro.

» Siete cajas con accesorios.

)>IJna caja con estufa.

» Setenta y cinco cajas, de algodón pólvora.

^dDos cajas de espoletas.i)

Afortunadamente, el material á que se refiere el referido oficio no llegó á Manila, y, por lo tanto, no

210 ANTB LA 01

pudo hacerse la mentó que anteced vite y Manila se li Otro oficio dirig «Excmo. Sr.: A tan general de tas cha: Exemo. Sefi< tuvo lugar el 15 d Malacafiang, bajo I quéa de Estella, ai BU invitación, que, rídad de nuestras las que los america Kong, y de la tem segura, mi intencii Subic, contando co tir al enemigo en por sorpresa, 6 apt se algo quebrantad sar de que tanto < que tuve el honor t sólo en la citada Ji celebraron después flor Presidente y d civiles que las com de constantes cavíl abandonar con la e momentáneamente cuadra americana,

BL ALMIRAl^TE HONTOJÓ. 241

koy de ocho baques buenos, entre cruceros y caño- neros, con dos vapores cargados de carbón, víveres, armas y municiones, y pudiera incorporársele, de momento, el acorazado de primera clase y 10.000 to- neladas, Oregón. Este buque poderoso, que por solo constituye una escuadra, se hallaba el 8 de Marzo en Honolulú y, segiin carta confidencial *de nuestro cónsul en Shanghay, había recibido orden de su Go- bierno de trasladarse á Hong-Eong.

]>Aunque este aserto no se confirmase, queda siempre en pie la inmensa superioridad de la escua- dra enemiga sobre la nuestra. Si la plaza de Manila estuviese artillada con cañones de grueso calibre, bien dispuestos y en suficiente número, entonces no habría titubeado en quedarme para apoyar el fuego de la plaza con el de mis buques. Pero V. E. sabe mejor que yo que la plaza, por desgracia, puede considerarse indefensa* Aun , si hubiese recibido de la Península los torpedos que el Sr. Ministro de Ma- rina me anunciaba como de viaje en cablegrama de 21 del actual, también me hubiese quedado para defender las entradas de la bahía, y hostilizar al enemigo, en combinación con las baterías provisio- nales que la Marina ha establecido en la Punta de la Bestinga y islote El Fraile^ Pido Caballo^ Corre- gidor^ Punta Gorda y Punta Lasisi. Para suplir la falta de esos torpedos de la Península, se están colocando los que han podido prepararse en el Arse- nal* de Cavite, por si acaso hacen algún efecto, lo

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242 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

cual es dudoso por su corto número y necesaria ser paración de unos á otros. £n tales condiciones, me he convencido de que no hay motivo para variar nada en mi primera opinión , que está conforme con las leyes de estrategia naval y con las lecciones de la experiencia, en más de una ocasión, y testigos son Cronstadt, cuando la guerra de Rusia en 1854; Abtao en la nuestra del Pacífico, y Kiel, con ocasión de la franco-prusiana; el primero y el último puer- tos eminentemente militares, que sirvieron de refu- gio á las escuadras rusa y prusiana, respectivamente; y el segundo puerto defendido por su especial topo- grafía, donde se parapetó la escuadra chiloperuana, sin salir ninguno de ellos hasta que la escuadra hos» tilizadora se separó definitivamente de aquellos pa- rajes.

» Considerando, por último, que mi principal de- ber es el de la conservación de la escuadra de mi mando, para que pueda contarse con ella en deter- minadas circunstancias, y hasta para aguardar los re- fuerzos prometidos , y entonces tomar la actitud qué corresponda, he decidido ir con los cruceros Reina Cristina , D. Juan de Austria , Isla de Cuba é Isla de Luzón al puerto de Subic, con el aviso Marqués del Duero y el crucero Castilla, pudiendo sólo con- siderarse éste como una batería flotante de madera, incapaz de todo movimiento de acción y actividad , á causa del mal estado de su casco principalmente; Todo lo que tengo el honor de exponer á V. E. para

BL ALMIHAXTB MONTOJO. 243

SU debido superior conocimiento, acompañándole una nota comparativa de las fuerzas navales que los Estados Unidos tienen en estas aguas, y las que po*: demos oponerles por nuestra parte. Debo añadir además, que por telegrama que puse en 23 del actual, está enterado el Excmo. Sr. Ministro de Marina de mi resolución. Queda encargado del despacho el se- gundo jefe capitán de navio de primera clase D. En- rique Sostoa, durante mi ausencia, y de la vigilancia de bahía el capitán de navio D. Antonio Cano. Rés- tame manifestar á Y. E. que por medio de una lan- cha de vapor, desde Manila á Orani, en la boca del río de su nombre, y un correo por tierra desde Orani á Olongapó, puntos que sólo distan cinco leguas, puede establecerse comunicación bastante rápida en- tre esta capital y aquel establecimiento marítimo, sobre todo si llega á ser cortado el hilo telegráfico. ))Lo que traslado á V. E. en cumplimiento de mi deber. Dios guarde á V. E. muchos años. Manila 25 de Abril de 1898. Excmo. Señor. Patricio Mon- tojo. Excmo. Sr. Ministro de Marina.»

Tercer oficio dirigido al Ministro de Marina: dExcmo. Señor: Desde que se fueron concen- trando en Hong-Kong, durante el mes de Marzo último, hasta seis buques americanos, todos prote- gidos, de moderna construcción y mucho andar, me convencí , dada la tirantez de relaciones , cada día más acentuada, que existía entre los Gobiernos de España y de los Estados Unidos de Norte Amé-

244 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

rica, que la guerra era inevitable, en cuya creencia me confirmaban las noticias que con su acostumbrada actividad me daba el sefior cónsul de España en Hong-Kong, asi como las de índole puramente téc- nica 7 profesional el jefe de la Comisión de la Ma- rina existente en dicho puerto , los cuales me permito recomendar á la benevolente atención de Y. £. con mucho interés.

3>E1 26 de Marzo dirigí á V. E. el siguiente cable- grama: o: Recibidos cablegramas del Ministro déla Guerra y otros particulares, manifestando existe gran tirantez de relaciones entre Gobiernos español y ame- ricano. Una escuadra, compuesta de seis buenos buques modernos, está en Hong-Kong. Estos buque» irán al puerto de Manila, según se asegura. Me dis- pongo activamente á tomar todas las precauciones urgentes. Torpedos y buques pocos y deficientes. Espero órdenes superiores, pues no tengo instruc- ciones, y. E. se sirvió decirme el 27 siguiente, en contestación: «Apruebo cuantas precauciones tome ])en vista circunstancias, sintiendo no poder mandar j) refuerzos por ser aquí necesarios.»

3>E1 Gobernador capitán general recibía frecuentes despachos del Sr. Ministro de la Guerra poniéndole al corriente de la marcha de la política, que yapare- cía inclinarse á un acomodamiento, como á ima pró- xima ruptura de hostilidades. Reunió la Autoridad superior Junta de autoridades y de guerra con fre- cuencia, para prevenir los acontecimientos que pu-

BL ALHIRAKTB HONTOJO. 245

dieran sobrevenir, que quizá el más terrible era el levantamiento de los indígenas al amparo de los ca- ñones americanos. Por esto pedí instrucciones á Y. E. para saber á qué atenerme, considerando la escasez de mis recursos, la falta de buques de com- bate y el probable descalabro que había de sufrir mi escuadra en un encuentro con la americana. Mucho me disgustó, por tanto, saber por la contestación de y. E. que no podía contar con más medios de acción y de defensa que los que yo me pudiese pro- porcionar aquí.

DEntre las medidas adoptadas se contaba la de practicar el corso , por lo que en 29 del citado Marzo telegrafié á V. E.: «Solicito autorización para con- D ceder patente de corso. J) a lo que contestó V, E, el mismo día: <cNo puedo autorizarlo para conceder D patentes de corso mientras no recaiga acuerdo del »Grobierno.D Posteriormente pude convencerme de que aquí no hay verdaderos armadores para el corso, pues que sólo se suministraban barcos , sin gente ni armamento, lo cual no se podía admitir. El 11 del actual creí de mi deber telegrafiar de nuevo á V. E., y lo hice así :

«Por las últimas noticias están en Hong-Kong 3) los cruceros protegidos ,0/ym;>e a, Baltimore^ Boston >y otro (Raleigh) con tres cañoneros. El artillado más »de 50 cañones (gruesos); velocidad media 17 millas. i> Vendrán tan pronto se declare la guerra. Han com- 9 prado un vapor con 3.000 toneladas carbón en 32.000

-*»

246 ANTE LA OPINIÓN Y ANtB LA HISTORIA

l>libra8 esterlinas. Otro en 18.000 y tratan de adqui- y>ñv más. Trabájase mucho defensa á la entrada del ]^puerto, Arsenal de Cavite y Subíc.D V. E. me con- testó en 12 lo siguiente: oc Enterado telegrama cifrado »sobre defensa Cavite; Subic, no pudiendo enviar re- ocursos en estos momentos, espero que celo y acti- Dvidad V. E. suplirá deficiencias.!)

))La confianza que en depositaba Y. E., si por un lado me honraba, por otro me desanimaba por completo, pues que en el aislamiento en que me ha- llaba, á 8.000 millas de España, preveía una terrible catástrofe sin poder remediarla.

D Preocupado hondamente con mi situación angus- tiosa, y deseoso de salvar mi responsabilidad todo lo posible, telegrafié á V. E. el 16 de Abril: «Tengo })para combatir Reina Cristina^ Austria^ Isla de Lu- 7>z¿nj Isla de Cuba. Este tiene inutilizado un cañón. D Sólo para estar á la defensiva. Con dos acorazados ]»hubiera podido tomar la ofensiva y hasta hostilizar 1^ Califomia.i>

dEu efecto: con tan poderoso refuerzo se equilibra- ban las fuerzas navales de ambas naciones en ésta, y me atrevo á asegurar que las nuestras obtendrían, el triunfo, porque á los españoles nos anima en el combate el amor de la patria, y á los americanos, procedentes en su mayoría de diversas nacionalida- des, no suelen tener ese sentimiento tan noble.

DLa contestación de V. E. me confirmó más y más en que nada podía esperar ; era ésta del mismo día:

BL ALMiaANTK MONTOJO, ¿47

«Quedo enterado de su telegrama cifrado de ayer.D Las baterías de la entrada de la bahía, improvisadas bajo la inteligente y entusiasta dirección del coronel Garcés y del teniente ¿e navio de primera clase Be- navente, se hallaban próximas á su terminación; pero deseaba montar alguna otra, aprovechando los cañones del Ulloa^ en carena, y como necesitaba más gente, telegrafié el 17 á V. E. : «Ruego V. E. se 3>8Írva manifestarme de cuántos días seguros podría acontar para instalar nuevas baterías y tener gente x»de Mindanao.D

3) A este despacho no obtuve contestación.

dEu cambio en 19 me dirigió V. E, éste: ccCircuns- Dtancias obligan á cerrar puertos islas con torpedos, ^debiendo buques mercantes entrar con prácticos, Dque se hallarán esperando fuera de ellas. Dicha me- Ddida está comunicada Ministerios Estado y Ultra- ]>mar.D

» Precisamente el señor Gobernador general había tratado conmigo sobre este asunto, y se había dis- puesto apagasen los faros y se tomasen las dispo- siciones concernientes á los prácticos.

DPero la orden de cerrar los puertos con torpedos, cuando sólo tenía catorce, sin espoletas ni cable, me sorprendió en extremo; así que contesté el 21 de Abril: «V. E. es sabedor no tengo torpedos. Haré ^cuanto pueda.3)

dEI mismo 21 me telegrafió V. E.: «Setenta tor- pedos van de viaje, sintiendo mucho no poder enviar

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24S ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

más recursos, por ser seguro se romperán hostilidad des sábado próximo.» Pocos eran setenta torpedos, pero ya que no se pudiesen utilizar en la boca grande de Manila, se colocarían al menos en Subic, en unión de los catorce Maihieson que «e habían en- viado con un cable de ocho millas de longitud, ad- quirido con tal objeto.

}i)Si venían de viaje no podía menos de traerlos el vapor correo Mindanao^ que llegaría de un momento á otro. El 23 envié en seguida á bordo del Minda- naoj que llegó por la noche, á mi jefe de Estado Mayor, pero mi desengaño fué grande al ver que no venían los torpedos anunciados. Ya no había tiempo para nada, y era llegada la hora del sacrificio.

dNo lo ignoraba V. E. cuando el mismo 21 me te- legrafió: <! Sábado quedaron rotas las hostilidades, 2>La Patria saluda Y. E. en estos momentos «u- Dpremos.D Por mi parte dirigí á Y. E. el siguiente » despacho: o: No han llegado torpedos anunciados »por Y. E.D Ante inmensa superioridad escuadra ene- »miga con ocho buenos buques, contra cuatro defi* ))cientes, reuní junta de jefes, siendo opinión mayo* »ría defender Subic, quedando en él escuadra, en ex- » pectación á aprovechar ocasión favorable para batir )>al enemigo en detalle ó por sorpresa, teni^ido en cuenta que la plaza está muy mal artillada.

» Ruego á Y. E. me conteste si aprueba ó no.»

»En 25 último, antes de salir para Subic telegra- fié á Y. E. : «Cumplimentando telegrama Y. E.

BL ALMIRANTE MONTOJO, 249

i^ayer sobre plazo salida baques mercantes ameri- > canos. Salgo esta noche con escuadra para Subic. ]^Mis subordinados y yo procuraremos corresponder y>é. las aspiraciones de la Patria.»

»Lo que tengo el honor de expresar á V. E. en co- rroboración y explicación de los despachos telegráfi- cos cruzados entre Y. E. y esta Comandancia gene- ral desde el 26 de Marzo al 25 del actual , ambos in- clusive. Dios guarde á V. E. muchos años. Olongapó 29 de Abril de 1898.— Excmo. Señor. Patricio Montojo. Rubricado. Excmo. Sr. Ministro de Marina. ]>

UN OFICIO DEL MINISTERIO

Junio y 98.

cExcmo. Señor: Con fecha 17 dirigí á V. E. el siguiente cablegrama cifrado: o:En Arsenal Carta;- )^gena existen cañones listos que fueron Numancia 3>y Vitoria. Se le envían 70 torpedos Bustamante» i>En cuanto á llevar gente de Mindanao , disponga lo Dque crea necesario. Al corroborarlo á V. E. debo ^manifestarle, que no ignorando Y. E. las fuerzas i> navales con que cuenta la Nación , y no ocultándo- ]bsele las eventualidades á que pueden dar lugar los > acontecimientos que vienen desarrollándose, no ex- i^trañará y sabrá comprender la imposibilidad en que >8e encuentra este Gobierno de reforzar la escuadra 3) de ese Apostadero, y de enviar á V. E. artillería,

250 AJTTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Dpues necesita poner todos los medios de que dispone Dal servicio de más apremiantes é inmediatas nece- Dsidades, De Real orden lo digo á V. E. para su D conocimiento y en contestación á su cablegrama íde 17 del corriente. Dios guarde á V. E. muchos i>años. Madrid 19 de Abril de 1898. Segismundo D Bermejo. Rubricado. Sr. Comandante general 3>del Apostadero de Filipinas.!)

Contestación del almirante Montojo en oficio diri- rigido al Sr. Ministro de Marina en 19 de Junio:

«Excmo. Señor: Con fecha 19 Abril último me dirigió el antecesor á V. E. una R. O. ,' en la cual inserta como corroboración el siguiente telegrama: (tEn Arsenall.... etcétera.D Semejante despacho no ha llegado á mis manos ni consta en la Dirección de Comunicaciones, de cuyo centro me han sido remi- tidoB todos los recibidos debidamente legalizados. En cambio , por los extractos del Diario de Sesiones del Congreso, me he enterado con sorpresa de que aseguró el sefior Ministro en la sesión del 3 de Mayo que iban navegando para Filipinas Í50 torpedos, riendo así, que en telegrama de 21 Abril me anun- ciaba: «Setenta torpedos van de viaje, sintiendo Dmucho no poder enviar más recursos.» Se afiadía ien la citada Real orden que , no ignorando (yo) las fuerzas navales con que cuenta la Nación, y no ocultándoseme las eventualidades á que pueden dar lugar los acontecimientos que vienen desarrollán- dose , no extrañaría y sabría comprender la imposá*

BL ALMIRANTE HONTOJO. 251

bilídad de reforzar la escuadra de Filipinas, <rpues necesita poner todos los medios disponibles al servi- cio de más apremiantes é inmediatas necesidades!). Anunciada por la concentración de la escuadra de los Estados Unidos en Hong-Kong, con mucha an- ticipación su próxima venida á Manila, y la segura destrucción de mi escuadra al tener que combatir con aquélla, no creo que Imbiera nada tan apre- miante como acudir en auxilio de estas islas antes que nada.

En efecto: desprovistos los puertos de este Aposta- dero en absoluto de defensas submarinas y de bue- nos cañones, contando sólo con buques inadecuados para una guerra seria; de poca marcha, sin protec- ción, con cañones de calibres medianoi?, faltos de oñciales, de maquinistas, de condestables, de con- tramaestres y, principalmente, de artilleros de mar, ¿qué había de suceder? Lo que tenía yo previsto y anunciado de antemano; debiendo añadir qué, por txá parte, no sólo he hecho presente en repetidos telegramas y de oficio las faltas que había en to- das las clames, sino las demás deficiencias de los buiques, aun en tiempo de paz, y últimamente, en tel^rama de 16 de Abril, expuse: «Tengo para D combatir. Reina Cristina^ Axiétria^ Isla de Luzón i>é Isla de Cuba; éste tiene inutilizado un cañón, Dsólo para estar á la defensiva. Con dos acorazados ]>hubiera podido tomar la ofensiva y hasta hostilizar D California. I)

252 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HIBTOBIA

»Blen sabido es que el hoy contralmirante De- wey tenía orden de su Grobiemo de destruir por completo nuestras fuerzas navales en Filipinas, para obrar con toda libertad en combinación con los insu- rrectos, que debían prepararle el camino para apo- derarse de la capital y, al propio tiempo, dejar libre la navegación á los 13 buques americanos, de la ca- rrera de Australia y China , y á los vapores correos del Pacífico. Todo ha sucedido con sujeción á este programa. Por otra parte, el Gobierno no podía ignorar cuál era el plan de campaña de nuestros enemigos. Los periódicos más importantes, al ocu- parse de ese asunto, decían que las fuerzas navales de los Estados Unidos se dividirían en tres escua- dras: una para el Atlántico, otra la volante, y la otra en el extremo Oriente de Asia. Ésta caería sobre Filipinas y rompería las hostilidades la pri- mera, como, en efecto, se ha verificado. No me per- mitiré juzgar la política del Gobierno; pero, por muy grandes que sean los intereses que defendemos en Cuba, esta isla, con puertos naturales fáciles de defender, provistos de buena artillería y de torpedos y auxiliados por algunos buques de combate, podrá esperar; mientras que este desdichado Archipiélago, indefenso por mar y tierra , no podía ofrecer una se- ria oposición, como no fuera el sacrificio de su marina en aras de la Patria , deber que he cumplido.

DÜace cerca de dos meses que tuvo lugar el com* bate naval de Cavite, que no tuve más remedio que

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BL ALHIRAIITE MONTOJO. . 253

aceptar. Durante ese espacio de tiempo , la escuadra de Cuba ha sido -reforzada 3% hasta ahora, no ha €>currido ningún encuentro con la enemiga.

]^¿No se hubiera evitado la destí'ucción de la es- cuadra de Filipinas si esos refuerzos, en vez de ir á Cuba, hubiesen venido á Manila? Nuestro prestigio no habría sufrido menoscabo; hubiéramos podido ir á los puertos de California, principalmente á San Francisco, se habrían apresado valiosos buques mercantes, y por último, es lo más probable que el levantamiento de los insurrectos, á quienes los ame- ricanos han dado muchas armas de fuego, no se hubiese verificado, y no peligraría nuestra sobera- nía en este rico y abandonado Archipiélago. Algu- nos dicen que hubiese debido evitar el coñibate. Aun suponiendo que me decidiera á dejar sin la es- cuadra á Manila y Cavite, donde había varios bu- ques imposibilitados de moverse, ¿adonde me po- dría dirigir que no hubiese dado con mi escuadra la enemiga, que consta de buques de marcha superior á los nuestros? Esa huida sería seguramente, al par que infructuosa, poco digna. Si Subic hubiese es- tado defendido, como equivocadamente creí, por los informes optimistas recibidos; si los 70 torpedos, pocos para Manila, pero utilizables en la boca de Subic, hubieran llegado en tiempo, allí me hubiera refugiado, cual era mi propósito; pero las circuns- tancias hicieron ese recurso, no sólo irrealizable, i^ino inconveniente de todo punto.

254 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

)>Me he extendido más de lo que era mi idea, con objeto de sincerar una vez más Jmi conducta y de poner los hechos en su verdadero lugar, y al termi* nar esta larga carta oficial, y en apoyo de lo que he indicado respecto á la falta de personal, debo con- signar que, el 1.** de Mayo, el crucero Reina Crig^ tina no tenía más artilleros de mar que los que es- taban cubriendo las faltas de los condestables, £gi1-; tando en el Apostadero, desde Septiembre, 103 artilleros , y los que existían cumplidos y retenidos esperando relevo.»

Las comunicaciones oficiales que hemos copiado encierran una elocuencia tal, que no puede ocultarse á tode el que las lea de buena fé.

¿ Y qué decir de los torpedos que se enviaban á Manila sin terminar su preparación?

¿Puede darse nada más ridículo?

Si no se tratase de una dolorosa página de nuestra historia marítima, causarían risa y burla las salva-, doras disposiciones que se tomaban en el Ministerio, para poner remedio á las deficiencias de la llamada escuadra de Filipinas,

Pues ¿y la hazaña de los yankees?

Era menester que hubiesen encontrado una na- ción tan indolente é imprevisora como España, que vive de los recuerdos de su antiguo y legendario poderío, para haber podido construir sus temibles buques de combate y prepararse con método y sin

SL ALUIRANTE HOKTOJO.

precipitación inconsciente para declarar la guerra en el momento oportuno, buscando para ello cualquier pretexto, é hiriendo especialmente la altivez espa- ílola, á fin de conseguir sorprender á bus ilusos con-, trariofi para no darles tiempo para adquirir algunos acorazados á fin de habilitarse en lo posible y acudir á reforzar la escuadra de Filipinas y la de las Anti- llas, pues que á nadie podría ocurrfrsele que el Go- bierno español tuviera tan poca diplomacia que se dejara llevar á la guerra sin hacer todos los esfuer- zos imaginables para eludir la provocación y acep- tarla cuando le conviniese.

Pero en Espafla de nada sirve la experiencia, ni se aprende nada de los repetidos ejemplos que nos han dado naciones poderosas que, cuando no han querido romper hostilidades, á pesar de los agravios, los insultos y hasta atropellos cometidos con ellas, han sabido manejarse de modo que, mediante nego- ciaciones hábilmente entabladas, disimulando sus legítimas quejas, y teniendo en cuenta los gravísi- mos perjuicios que para el comercio y para la nación entera trae una guerra, no han llegado á este ex- tremo, conciliando con tacto sus intereses con los de su provocador, y quedando en resultado, apa- rentemente, los más amigos del mundo.

Esto fué lo que pasó cuando el crucero americano San Jacinto , durante la guerra de secesión , abordó al vapor inglés Trent y se apoderó de tres subditos confederados que iban en clase de pasajeros. A In-

256 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

glaterra no le convenía romper lanzas y se tragó el atropello. Como éste han ocurrido machos casos.

Repetiremos, por lo tanto, con la Gazette Univer* selle publicada el 3 de Mayo en París, que lo hecho por los americanos con España es simplemente tma guerra sacrilega.

«En 21 de Abril de 1898 , sin declaración de gue- rra y, por consecuencia , sin prevenir á los navegan- tes, sin previamente haber fijado el plazo la brava América del Norte, que nos fué hostil en 1870, cap- turó, con el auxilio de su escuadra , el vapor español Buenaventura, buque mercante indefenso. Después ha continuado su persecución contra la marina espa- ñola de comercio. No es así como van á la guerra los pueblos civilizados, sobre todo cuando hay por me- dio una mujer y un niño, y más aún si esta mujer es una santa, lo cual nos da derecho á encontrar muy fuera de lugar las expresiones insultantes que se leen en ciertos documentos oficiales norteamericanos.

dEu esta guerra resulta todo sospechoso del lado de los Estados Unidos, que creyendo tener de su parte la fuerza, se complacen en ignorar el derecho, y se bur- lan de las simpatías y antipatías del mundo, cuya esti- mación están perdiendo, y al que esperan gobernar un día porque pretenden que pertenecerá al más osado.

i>Para calmar las aprensiones de algunos, dicen que sólo intervienen en Cuba por humanidad y por- que los cubanos tienen derecho á ser independientes. I Qué ironía !

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EL ALMIBAKTE HONTOJO. 257

dEI primer deber de los angloamericanos era no alentar á los rebeldes, y así la insurrección no hu- biera tomado cuerpo ó se hubiese hecho la paz hace mucho tiempo, con lo que las matanzas y las devas- taciones de que se acusa á los españoles no se hubie- ran producido, y de ello son responsables únicamen- te los angloamericanos.

3)Lo8 Estados Unidos de Norte- América han pro- tegido la sublevación para debilitar á la nación espa- ñola , arruinarla en hombres y en dinero , y para conquistar tuás fácilmente á Cuba cuando se presen- tase el momento oportuno. ¡Ya ha llegado! y Eu- ropa lo ve indiferente, aunque en realidad esta guerra se dirige contra ella.

i^Cuando los angloamericanos hablan de humani- dad y de independencia, olvidan indudablemente cómo han tratado á los indios de América.

]>En todo caso, y aun admitiendo un derecho de intervención qu^ no existe, ¿por qué tomar partido por los rebeldes, es decir, por la minoría contra la mayoría? Este proceder no ha debido consentirlo la £uropa.

dNo correspondía á los Estados Unidos erigirse arbitro entre los insurgentes, que no reconoce como beligerantes porque son negros, y España, á la que se debe el descubrimiento y la civilización del país.

dLos Estados Unidos quieren despojar á los euro- peos de sus posesiones americanas, para adjudicár- selas ellos; comienzan por los más débiles , luego les

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•258 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HI8T0BIA

llegará su turno á los demás , y si fuese precisó ele- varán la guerra hasta la Europa misma» Ya tienen en su poder las Filipinas (!) con el plan de que les sirvan d^ base de operaciones contra el Asia. -

:^Sea como se quiera, bajo el pretexto de humani- dad interrumpen el comercio/ causan perjuicios con- siderables á los neutrales que nada tienen que ver con sus codiciosos planes y arruinan á víctimas inocentes.

]dE1 mal que se quejaban los angloamericanos era limitado ; hoy, gracias á ellos, se ha hecho gene- ral ; ¿ no tendríamos derecho nosotros á declararles la guerra por los perjuicios que causan al comercio del mundo por su afán de conquistas?

]>Muy extrañas son las teorías que nos exponen los Estados Unidos para hacemos creer que, en nombre de humanidad, se preparan á matar miles y miles de hombres, de mujeres y de niños, con los ciegos bombardeos , á los que se disponen sin avisar al menos á la población extranjera. Y es aún más odioso que se felicitan de que en tal ó cual de bus bombardeos ha habido muchos muertos.

]^Esta guerra, bajo pretextos absurdos y aspectos engañosamente pacíficos, se prepara á la multiplica- ción de horrores, y lo que es aún peor, á horrorea inútiles.

]^Se trata de, gracias á un bloqueo severo, hacer morir de hambre á muchos miles de habitanteB....^ Sedeclár^el carbón contrabando de guerra..... Se

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360 A9TB LA OPINIÓN T AKTB LA HISTORIA

evitando así la plaga de f aego, de sangre y de ma- tanza que nos amaga Se sabe perfectamente cómo

empieza una guerra, pero es imposible calcular cómo terminará: ¡después de haber previsto todo^ queda aún por averiguar lo imprevistol

»¿Por qué los Botados Unidos, si abrigan esos pensamientos tan humanitarios , no se han entendido con España y con Europa para que los disidentes fuesen consultados por medio de un solemne plebis- cito, á ¿n de declarar si prefieren ser independientes bajo un protectorado que no sea el de los Estados Unidos, ó aceptar sencillamente las concesiones que les han sido hechas por el Gobierno español ?

]>En este último caso deberían ser colocados bajo la protección de Europa contra el ogro americano.

]>De un modo ó de otro el resultado sería la paz con todas sus ventajas, en vez de los horrores que la generosa República americana va á desencadenar bajo el pretexto de la humanidad, contra unos desgra- ciados países que deben arrepentirse amargamente de no haber sofocado la insurrección.

]>¿Es que los angloamericanos no quieren recono- cer el Gobierno insurreccional de Cuba , porque su democracia no les permite elevar los hombres de color á su nivel?

3b En cuanto á los rebeldes que, careciendo de pa- triotismo, entregan á su país al extranjero, hacen el papel de; Judas, y merecen los castigos m¿9 duros. Bop. dignos de ser tratados como blancos.

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264 ANTE liA OPINIÓN T ANTA LA HISTOBIA

estación naval del Oriente de Asia , bajo el mando del comodoro Dewey, se formaban cabalas para el caso de declararse la guerra entre España y la Amé- rica del Norte, y partiendo del supuesto de que nuestra escuadra de Filipinas , en número total de buques aparecía muy superior á la de los ameri- canos j había muchos que sostenían que debía anti- ciparse la nuestra y ofrecer batalla al enemigo en la mar, antes que se presentase en la bahía de Manila.

Pero los que desde las murallas de la capital pu- dieron presenciar el combate naval de Cavite' y se hicieron cargo de la importancia de los buques ame- ricanos, se llenaron de asombro, y entonces los que habían llegado á tildar de excesivamente prudentes á nuestros marinos, comprendieron cuál había sido su error y lo equivocados que estaban al principia en sus optimismos.

Saludable temor les inspiraban ya aquellos poten- tes cruceros, con sus cañones de grueso calibre, y esperaban por momentos un bombardeo que hiciese ruinas la ciudad y que causase la desolación de sus habitantes , quitando la vida á muchos inocentes.

Todas las miradas se dirigían al Gobernador ge- neral, que era el llamado á tomar medidas previso- ras, determinaciones oportunas y disponer lo que convenía hacer en tan críticas circunstancias. Pero, á pesar del poco tiempo que llevaba el general Au- gustín de desempeñar su elevado cargo, era ya k) su- ficiente para que todos, tanto peninsulares como fili-

BL ALUIRANTB HOHTOJa

pinos, estuviesen convencidos de que condiciones necesarias para el nrnió podían esperar de aquel magnate orgv

Los insurrectos tenían sitiada la ca las trincheras que cerraban el recini fendido por 15 blokliatis provisionaU con notable acierto por el anterior t Primo de Rivera.

¿No era el deber del (Jeneral en Je líos puestos avanzados y enterarse d hacer falta á sus sufridos defensores (

Pues, sin embargo, el general Aug Hado en su morada oficial del Ayui que se dio entonces el nombre de creyó necesario ir á las trincheras, ni demostrar que en su pecho había un c y valeroso como el del inmortal defe y tantos otros héroes de nuestra gue pendencia.

Mucho contribuyó también á aume

de todos los eaí)afiole8 saber que el

dado la orden á las baterías de la pía

cuando los buques americanos se acei

- la ciudad, no les dispararan.

Y como sucediese que los pequeños noa habían capturado los americaní sus exploraciones hasta la entrada Pasig, cerrada por orden del almiran buques echados á pique, se exacerbar

266 ANTB L4 OPimÓN Y ANT£: I/A HISTORIA

los ánimos de los patriotas , especialmente los espa- ñoles voluntarios , vomitando improperios contra el general Augustin.

Los continuados descalabros de nuestras tropas. en las provincias de Manila , Cavite y Pampangas ; la pérdida de los elementos con que «se contaba para aumentar '. la defensa de Manila y poder establecer un campo atrincherado en San Juan del Monte, to- dos estos contratiempos habían sido originados, se- gún la voz pública , por los desaciertos del general Augustin, y principalmente por no haber concen- trado á tiempo las fuerzas que se hallaban disemina- das en los alrededores de Manila.

£1 descontento llegó al extremo cuando se supo el abandono de la línea del río Zapote, suceso inaudito que no tiene explicación posible. Esa importante lí- nea había sido considerada como base de operaciones y de imprescindible conservación, por el general Po- lavieja cuando la campaña de Cavite de 1897, y es ciertamente la llave de Manila por esa parte. ¡Pero Augustin dista mucho de Polavieja I Sobre este he- cho incalificable se expresa en los siguientes térmi- nos el Sr. Urquía, más conocido aún bajo el pseu- dónimo de Capitán Verdades: « El día 5 de Junio del año, de tristes recuerdos para España, de 1898, la columna que mandaba el coronel D. Victoriano Pintos abandonó de orden superior, con auxilio de la columna al mando del Sr. Hernández , según texto original que obra en poder de dicho coronel, la linea

Bli AUURAKTB MONTOJO. 267

del Zapote, la línea más importante para impedir la invasión de la provincia de Manila por los insurrec- tos de la de Cavite, la que el ilustre general Pola- vieja tuvo tanto empeQo en conservar, la que con tanto acierto hizo casi casi base de sus brillantes ope- raciones. Para mí, como para todo el mundo, es un misterio inexplicable la razón que hubo para aban donar, poco menos que á la carrera , la que, militar- mente hablando, era principal defensa nuestra y el punto más estratégico para impedir la invasión ta gala, que hasta aquella fecha, con verdadera y temí ble efervescencia, sólo había surgido en Cavite. Apelo á cuantos militares conozcan las condiciones del te- rreno.»

Dice también el Sr. Isem en su inapreciable libro Del desastre nacional y sus causas, pág. 444: íEn la capital del Archipiélago todo eran sombras y triste- zas, desmayos y desventuras. j> En efecto ; nadt) más desconsolador que la situación de Manila después del combate de Cavite. No había confianza en la pri- mera Autoridad ; no se esperaba nada del Gobierno, y todo se temía de los americanos por mar y de los insurrectos por tierra. Hasta se trató seriamente de deponer á Augustín y de sustituirlo por el segundo cabo, general JSudenes, cuya historia militar era una garantía para creer que no se habría de contentar con cruzarse de brazos dejándose llevar por los acon- tecimientos y poner telegrama sobre telegrama al Ministro de la Guerra cada vez más alarmantes. El

V'J^i^

268 ANTE LA OPINIÓN Y ANTH LA HISTORIA

día 25 de Julio recordaba Augustin que Manila lle- vaba tres meses de estrecho bloqueo y dos de blo- queo y sitio por los insurrectos, añadiendo que «se agotaban las subsistencias, aunque se hizo posible el aprovisionamiento)); que o: escaseaban por consumo diario las municiones de fusil y se concluían las de artillería de montaña i> ; que ceno bastaba el valor le- gendario, y debía tenerse en cuenta que la resisten- cia física de las tropas tiene su límite, pues éstas no disponían de reserva para la luchan), y que ano había posibilidad, agotadas las subsistencias y las muni- ciones, de poder resistir, privados del indispensable auxilio)) (1).

Volviendo á la proyectada destitución de Augus- tin, tuvo de ello noticia confidencial el modesto ge- neral Jáudenes, pero rechazó indignado tal proposi- ción, declarando que, si se intentaba algo semejante, sería el primero en oponerse á un hecho que conside- raba desacato criminal, y más aún en aquellos mo- mentos, en que era preciso mantener incólume la obediencia al representante del Gobierno y defender á todo trance la disciplina militar.

Por fin, el 13 de Agosto capituló Manila. Acerca de este triste y lamentable suceso telegrafió el almi- rante Montojo al Ministro de Marina ( Auñón) , por

(1) Isern, Del desastre nacional y sus caus€U, pkg, 44é.

VSL ALMIRANTE MONTOJO. 269

correo hasta Hosg-Eong, y en cifra, el 17, lo que sigue:

^Día 7^ 12^ 30°", anunciaron los americanos ata- car defensas Manila, concediendo cuarenta y ocho horas salida no combatientes. Contestó Capitán ge- neral, la imposibilidad en que se hallaba hacerlo ro- deado por los insurrectos. Pidió plazo consultar Go- bierno. Fué negado. Día 13, 9^ 30™ de la mañana, atacó el enemigo por mar y tierra las trincheras fuerte San Antonio defendidas por marinos, que des- truyó y tomó; 10^ 30°", procedió intimar la rendi- ción de la plaza. Capitán general pide parlamento. Se ha hecho la capitulación resultando honrosa, des- pués de bloqueo ciento cuatro días y setenta sitiada la plaza, víveres, recursos escasísimos, enfermos, he- ridos muchos, tropas fatigadas, sin relevar, mal ali- mentadas, sufriendo lluvia constante. Comporta- miento marinería é infantería de Marina, elogiado umversalmente, ocupando las posiciones avanzadas más peligrosas, hasta batir en retirada de línea ex- terior, combatida de flanco por buques. Cebú, Bulu- san, lancha Ceres, á pique por mi orden terminante. Están en bahía buques de guerra , tres ingleses y con almirante, cuatro alemanes, dos franceses, tres japo- neses: americanos diez, con los monitores Monterey, Manadnockj once transportes y otros auxiliares é in- surrectos (vapores). Personal marina, sin novedad: pocos heridos, pocas bajas en general. Espero orde- ne?. Necesito instrucciones de V. E. d

■*»r'

27Q ANTE LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

El acto de la entrega de la plaza y los prelimina- res de la capitulación se verificaron á la carrera y sin formalidad alguna, como una mera transacción co- mercial.

Entretanto, el general Augustín, ajeno por com- pleto á cuanto ocurrió en Manila, desde el 4 de Agosto que cesó en el cargo de Gobernador general, se embarcó con su familia el 1 3 en el crucero alemán Kaiserin Augusta , saliendo el mismo día para Hong'^ Kong.

En el Ayuntamiento de Manila, residencia del Grobemador general, se reunieron varios funciona- rios americanos y españoles^ conviniendo en las ba- ses para la Capitulación j que se publicó al día si- guiente, en esta forma:

o: Manila 14 de Agosto de 1898. Los que suscri- ben, que constituyen la comisión nombrada para de- terminar los detalles de la capitulación de la ciudad y defensas de Manila y sus arrabales y las fuerzas es-* pañolas que guarnecen las mismas, de acuerdo con el tratado preliminar acordado el día anterior entre el mayor general Wesley Merritt del ejército de los Estados Unidos, Comandante en Jefe de las Filipi- nas, y S. E. D. Fermín Jáudenes, General en Jefe interino del ejército espafiol en las Filipinas, han pactado lo siguiente :

T^lJ* Las tropas españolas europeas é indígenas ca-^ pitulan con la plaza y sus defensas con todos los ho* ñores de la guerra, depositando jmis armas en los lu-

r?^p^-í^

8L ÁLtfIBANTE MONTOJO; 271

gares que designen las autoridades de los Estad ok Unidos y permaneciendo acuarteladas en los locales que designen y á las órdenes de sus jefes y sujetas á la inspección de las citadas autoridades norteámeri- canás> hasta la conclusión de un tratado de paz eti- tre ambos Estados beligerantes*

» Todos los individuos comprendidos en la capitu- lación quedan en libertad , continuando los oficiales en sus respectivos domicilios, que serán respetados mientras observen las reglas prescritas para su go- bierno y las leyes vigentes,

> 2.'' Los oficiales conservarán sus armas de cinto, caballos y propiedad privada.

» 3.** Todos los caballos públicos y propiedad pú- blica de todas clases se entregarán á los oficiales de Estado Mayor que designen los Estados Unidos.

i>4.^ Relaciones completas por duplicado de las -tropas por cuerpos y listas detalladas de la propie- dad pública y efectos de almacén serán entregados á los Estados Unidos en un plazo de diez días á partir tle la fecha. ^

1^5.^ Todas las cuestiones relacionadas con la re- patriación de los oficiales y soldados de las fuerzas españolas y de sus familias y con los gastos que di- cha repatriación ocasione, serán resueltas por el Go- bierno áe los Estados Unidos en Washington.

^Las familias podrán salir de Manila cuando 16 estimen conveniente.

1 La devolución de las armas depositadas por las

272 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

fuerzas españolas tendrá lugar cuando se evacué la plaza por las mismas ó por el ejército ame- ricano.

7>Q.'' A los oficiales y soldados comprendidos en la capitulación se les proveerá por los Estados Uni- dos, según su categoría, de las raciones y socorros necesarios, como si fuesen prisioneros de guerra, hasta la conclusión del tratado de paz entre los Es- tados Unidos y España.

D Todos los fondos del Tesoro español y otros pú- blicos se entregarán á las autoridades de los Esta- dos Unidos.

d7.'' Esta ciudad, sus habitantes, sus iglesias y su culto religioso, sus establecimientos de enseñanza y su propiedad privada de cualquiera índole, quedan colocados bajo la salvaguardia especial de la fe y ho- nor del ejército americano. F. V. Greene, briga- dier general de Voluntarios del ejército de los Esta- dos Unidos. B. P. Lamberton, capitán (1) de la Marina de los Estados Unidos. Cha". Acohetier, teniente coronel é inspector general. Erleleron- der, teniente coronel y juez abogado. Nicolás de la Peña, auditor general. Carlos Reyes, coronel de Ingenieros. José M.' de Olaguer Feliú, coronel de Estado Mayor. (Es copia exacta del original.) El General jefe de Estado Mayor general, Celes- tino F. Tejeibo. y>

(1) Capitán de lUivio.

BL ALMIRANTE MONTOJO. ¿73

Las cláuBuIaa de la capitulación se cumplieron á la moda americana- y bajo la presión de la autoridad que daba á los yankees su triunfo indiscutible. En una palabra, no se trató por los hombres de la gran República que iba á hacer la felicidad de los filipinos, de la ley del derecho, sino ante todo del derecho brutal de la fuerza.

No sólo dejó de cumplirse el apartado 6.*" en lo concerniente á los socorros á los oficiales y á otros funcionarios , sino que aun la ración que se daba á los soldados era insuficiente.

La marinería, la tropa de infantería de Marina y las clases subalternas, fueron acuarteladas por dis- posición del Gobernador militar {sic) en el convento de Santo Domingo, donde recibían la ración, que, como á las fuerzas del ejército, suministraban los americaijios , consistente principalmente en carnes sa- ladas y latas de sardinas , además del pan de muni- ción, bastante malo por cierto. El almirante Montojo, qué iba con frecuencia al convento para subvenir' á las necesidades de sus subordinados, hizo que se au- mentara la ración con los géneros que se pudieron adquirir en la plaza, consiguiéndose así que la co- mida de la gente fuese más sana y abundante. < Instalada como se pudo la gente, juzgó el almi- rante Montojo que debía dirigirle juna alocución para expresar á. todos sus subordinados Satisfacción

274 ANTE LA 0pmiÓ5 T AKTB LA HISTORIA

después de las penalidades sufridas, y por su com- portamiento, digno de todo encomio, por lo miamo que se estaba en un período de relativa calma j de descanso, en el que eran más de temer los desórde- nes é iDconvenientes que trae consigo la ociosidad. Por el contrarío, tanto la tropa como la maríneria dieron entonces una buena prueba de lo que es el pueblo espafiol cuando se encuentra en circunstan- cias críticas y anormales, abandonado á propio, por decirlo aaí. En efecto: las autoridades espaQolas carecían de libertad de acción por bailarse la dudad en poder de los americanos, y no existir, por lo tanto, el freno natural de la disciplina, tan necesa- rio siempre á los militares.

Reunidos todos los marinos en los claustros del codvento, les dirigió el almirante el 21 de Agosto la alocución siguiente: '

«Señorea Jefes y oficíales, clases subalternas de todos los cuerpos de la Armada, marineros y solda- dos: La constancia, notable actividad é incansable celo, desplegado por todos en general, y cada uno en particular, desde que ñié conocida en el Archi- piélago la inminencia de una ruptura de hostilidades entre Espafia y los Estados Unidos de la América del Norte, se pusieron más de relieve con el empla- zamiento, en brevísimo plazo, de baterías en puntos estratégicos de las bocas de estababía, prosiguiendo después en la escuadra de mi mando, al conseguir dentro de los escasísimos elementos con que m cob-

376 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

j)Destruídos los baques, los supervivientes, dis- puestos á cooperar á cuanto reportase honroso y uti- litario fin á la Patria , se unieron á sus hermanos los del Ejército , compartiendo las penalidades y soste- niendo con admiración de propios y extraños la no- table defensa de esta plaza en el largo trascurso de tiempo habido desde el levantamiento en armas de los insurrectos, que con incalificable proceder paga- ron los grandes beneficios que les hizo la Patria, hasta que, destruidas las líneas exteriores por la po- derosa artillería de los buques enemigos, os reple* gastéis dentro de esta ciudad murada. No se me oculta tampoco que os cupieron en suerte los puntos más avanzados de esas líneas y de mayor peligro, y me han complacido en extremo los merecidos y re- petidos elogios que me fueron hechos de vuestro com- portamiento por el Excmo. Sr. Greneral en jefe del ejército y por vuestros inmediatos superiores. ., D Capitulada esta plaza con todos los honores de la guerra, han cesado materialmente las penosísi- mas vicisitudes á .que daban lugar las inclemen- cias del tiempo en esta estación y la escasez grande de recursos, y hoy tengo el mayor gusto en hacer público testimonio de mi satisfacción por vuestra brillante conducta y la eficaz ayuda y auxilio que todos, sin distinción y en vuestros respectivos co- metidos, me habéis prestado en cuantas circunstan- cias han tenido lugar desde los comienzos de esta guerra.

.'^Tí'^Pr'n

* »■

EL ALHIBAlfTB HONTOJO. 277

í) Complacido en alto grado quedo por vuestros re- levantes servicios, y así lo haré presente al Gobierno de S. M. para las merecidas cuanto justas recompen- sas á que os habéis hecho acreedores, y que juzgue oportuno concederos, no dudando un solo instante que en estas anormales y dolorosas circunstancias porque atravesamos, vuestro proceder correcto en nada ha de desmerecer á lo que debe esperarse de lo que hasta aquí habéis demostrado, Vuestro Coman- dante general j Patricio Montojo.»

Entretanto había que vencer no pocas dificulta- des, originadas por la escasez de fondos con que se contaba en Manila, pues que el jefe de Estado Ma^ yor general del ejército se negaba muchas veces á facilitar dinero, pretextando no tenerlo disponible, cuando era notorio que los cuerpos del ejército es^- taban pagados puntualmente.

De esta conducta injusta y nada correcta, que ya venía de atrás, desde que el general Atigustín llegó á Manila, dio cuenta el almirante Montojo al Minis- tro de Marina, dando traslado de las comunicaciones razonadas que dirigió al Gobernador general (Au- gustín) en 17 y 23 de Junio, haciendo en ellas pre- sente la carencia absoluta de recursos en que se encontraba la marina de Filipinas, y rogándole faci- litase fondos para las necesidades del personal, ya que en las cajas de la Hacienda pública se contaba con bastante numerario para el pago de las atencio- nes corrientes.

?78 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Por conducto del cónsul de España en Hong- Kong dirigió además el almirante al Ministro de Marina un telegrama el 24 de Junio, en estos térmi- nos (cifrado):

((Capitán general no ha querido aceptar libra- miento valor 31.000 pesos para personal marina Junio. i>

ce Ha sido pagado personal todos los cuerpos y al- gún material. Hay dinero Tesorería. Marina de gue- rra sumisa siempre, exponiéndose primera línea. Hay abuso de autoridad. No estoy satisfecho. Situa- ción insostenible, desairada. Ruego Y. E. acuda remediarla.!)

Otro telegrama dirigió Montojo al Ministro ya en 23 de Agosto, en el que le decía en respuesta á otro del Ministro:

((Imposibilitado telegrafiar, absoluta íalta de re- cursos. Ruego á V. E. abra crédito.i»

El Ministro (Auñón) le contestó el 27:

«Ministro de Ultramar envía fondos Gobernador general. i>

Pero la situación era siempre la misma, porque en el Gobierno general seguía escatimándose el di- nero para la marina. ¡ Dios sabe por qué I

Así las cosas, con fecha 21 de Septiembre dirigió el Ministro de Marina (Auñón) al almirante Mon- tojo este telegrama:

«Acordada por Consejo supremo de Guerra y Ma- rina la comparecencia en esta corte del Comandante

•■

BL ALMIRANTE MONTOJO. 279

general y segando jefe de ese Apostadero , entreguen sus respectivos cargos á los jefes á quienes por or- denanza corresponda y regresen á esta corte en pri- mera oportunidad.])

El 30 cesó el almirante en su cargo de Coman- dante general de Marina de Filipinas, siendo reem- plazado por el capitán de navio D. Leopoldo Boado, y el 1 .*^ de Octubre se embarcó con su familia y el capitán de navio de primera clase D. Enrique Sos- toa, en el vapor inglés mercante Esmeralda^ saliendo el mismo día para Hong-Kong, después de obtenido el permiso del general Merritt y del comodoro De- wey, quienes se lo concedieron inmediatamente que lo pidió, habiéndose ambos manifestado muy corte- ses y atentos, el primero de palabra y el segundo por escrito, siendo de advertir que Dewey y Mon- tojo no se han visto nunca, á pesar de haber sido los principales contendientes en la lucha tan funesta para España del día 1.^ de Mayo. Dewey, siendo ya contralmirante, envió á decir á Montojo por el cón- sul de Bélgica Mr. André, que tenía en tanta esti- mación al almirante español, que si lo veía en cual- quier parte que fuera, le saludaría quitándose el sombrero.

Pocos días después, el almirante francés M. de la BedoUiere, dijo al almirante Montojo que le había manifestado el almirante Dewey que si supiera que sería bien recibido de buena gana iría á visitar al almirante español ; á lo cual no contestó nada Mon-

280 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

tojo, para hacer ver á M. de la Bedolliere que bq estaba dispuesto á recibir á Dewey.

Igual encargo dio este último al cónsul ameri- cano Mr. Williams , el cual no se atrevió á ir á visi- tar á su antiguo amigo Montojo, limitándose á ex- ponerle por escrito el pensamiento de Dewey y sus sentimientos de admiración, por su arrojada y vale- rosa conducta en Cavite.

capítulo XIV

AteDcioiws tenidas con Hontojo en ao viaje ¿ Earopa. Ka maj Iñeti. recibido en EspAíla. Inoidento notable en el Palacip Real de Ma- drid.—Se empiesa i decir qae será redncido & prisión. Intenta ■er nombrado Senador para defender ana actos. Jdícíob de la preAaa de Ifadrid poco favorables. Debilidad del Jnvii irutnifs^ tor. lagresB por fin Hontojo en laa Prisiones militares.

El l.° de Octubre, á las cinco de la tarde, se puso en movimiento él vapor Esmeralda, dirigiéndose hacia fuera de la bahía de Manila. , £1 capitán (inglés), que llevaba muchos años de permanencia en el país j en Hong-Eong, izó una bandera aspar fióla en el tope de trinquete, en obsequio del almi- rante Montojo, j así ae lo hizo presente. Es de notar semejante cortesía en un extranjero, con tanta más razón, cuanto que sería aquélla probablemente la última vez que se habían de encontrar. No cum- plidos aún dos afios, desde que Montojo fué nom- brado para Filipinas, regresaba á la Península bajo la presión de una desastrosa derrota, á la. qué le obligó el Grobiemo, y, abrumado por tristed presen- timientos no bien definidos, pero que .spponía ha- bían de qonvertit'Be en hechos á la llegada á Espafia.

282 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

I De cuan distinta manera hacía el viaje de vuelta á como hizo el de ida á Filipinas !

Bajo el mando del general Polavieja la suerte le fué próspera. Todo eran para Montojo plácemes j felicitacionea entonces. Durante el año que estuvo después en Manila el general Primo de Rivera, co- menzó á nublarse el horizonte y empezaron á dibu- jarse síntomas alarmantes, hasta que, con la llegada del general Augustín, tomaron cuerpo, eclipsándose por completo la buena estrella de aquel desgraciado almirante.

El 8 de Octubre salió de Hong-Kong, en el her- moso y nuevo vapor de la Mala francesa Laos^ en el que fué Montojo objeto de las mayores conside- raciones de parte del comandante, de los oficiales y de los pasajeros, especialmente de los militares y marinos franceses , los cuales le trataron con el res- peto y la deferencia misma que hubieran demos- trado á un almirante francés. El 11 llegó el Laos á Saigon , y continuó su navegación á Singapore y Colombo. En este puerto se trasbordaron la mayor parte de los pasajeros al vapor Atisiralienj siguiendo en ést^, el 22, para Suez^ Puerto Said y Marsella.

El 9 de Noviembre llegó el almirante Montojo á Barcelona, donde fué recibido en la estación del ferrocarril por el comandante de Marina y muchos

m, ALÜIBANTE MONTO JO. 283

jefes y ' oficiales , además- de un considerable grupo de curiosos. :

El 10 le dirigió el Ministro de Marina (Anfión) un atento telegrama felicitándole por su llegada a Espafia, y el almirante puso otro al Jefe superior del Real Palacio, saludando á SS. MM. la Reina y el Rey.

El 12 estaba ya en Madrid. En la estación del Mediodía le esperaban el Ministro de Marina, mu- chos generales, entre los que se encontraba el almi- rante Cervera, gran número de jefes y oficiales y multitud de amigos y parientes.

Este acto de atenta consideración satisfizo en gran manera á Montojo y le hizo creer que los iones tos presentimientos que abrigaba eran quizás infundados. ¡ Por desgracia no tardó mucho en ver- los confirmados, y aun en mayor grado del que su- ponía pudiesen realizarse!

Hechas las presentaciones oficiales al Ministro de Marina (Anfión), al Capitán general de Madrid (Marín) y al Grobernador militar, no quiso Montojo dexkiorar su visita de debida atención y respeto á la Reina Regente, habiendo antes solicitado autoriza- ción para vestir de diario, porque no tenía aún en Madrid él uniforme de media gala. Al subir la esca- lera del Real Palacio, con su ayudante (hijo suyo), distraído en conversación, no hizo alto al pronto, en dos: personas que bajaban al mismo tiempo, hasta que, al fijarse, vio con sorpresa que eran el Rey,

28$ ANTE LA OPINIÓN Y ANTE I4A .HISTORIA

acompañado de uno de sus preceptores. El Mo- narca alargó la mano al almirante, diciéndole afií- blemente: «Mi general, ¿viene usted de Filipi- nas ? , señor contestó Montojo , inclinándose respetuosamente y voy á tener el honor de salu- dar á S. M. la Reina. Adiós, General, y sea usted bien venido repuso el joven Rey.D

£n la antecámara se encontraba el general Augus- tín, con quien el almirante trabó una corta y bas- tante animada conversación amistosa.

Después de salir de la regia estancia Augustin, tocó su tumo á Montojo, al que hizo la Reina un recibimiento afectuoso, lleno de bondad, dispensán- dole por el traje que vestía. .

Fué en seguida el almirante á las habitaciones de la infanta Isabel, y esta augusta señora se con- dolió de lo ocurrido con la escuadra en Cavite y del error en que estaban los españoles, al no procurar á toda costa tener muchos y buenos barcos, porque España no puede existir cómo nación sin una ma- rina poderosa.

Coiñplacido salía Montojo de su visita al Real Palacio, cuando, al bajar la escalera, se encontró con el Presidente del Consejo ( Sagasta) , que subía. Saludólo el almirante, contestándole D. Práxedes con la amabilidad que le es propia, dedicando de paso un recuerdo á lo mucho que habría sufirido Montojo desde la declaración de la guerra á los Es- tados Unidos.

K#T

BL ALMIRANTE MONTOJO. 285

Concluyó el año sin alteración, siendo el almi- rante visitado por multitud de amigos, entre los que fueron muchos, con los que no sostenía relacio- nes firecuentes, por lo que les agradeció más su atención. No dejaron de ir los generales Primo de Ribera, Augustín y otros, tanto del Ejército, como de la Armada, extrañándole que no los imitara el general Polavieja, con quien había estado Montojo en muy cordiales relaqiones en Manila.

Al comenzar el año 1899 empezaron á apuntar los rumores de que Montojo sería reducido' á prisión preventiva; rumores que tomaron mayor consisten- cia después que ingresaron en las Prisiones milita- res de San Francisco el general Jáudenes, último Gobernador general de Filipinas , recién llegado de Manila, y el general Toral, que firmó la capitula- ción de Santiago de Cuba, al darse de baja, por una herida- leve, el general Linares.

Se presta á no. pocas consideraciones la coinci- dencia de que, en. Manila Augustín, y en Santiago de Cuba Linares , se libraran de las responsabili- dades de la entrega d^ una y otra ciudad, descar- gándolas sobre sus inmediatos sucesores en el man- do. ] Misterios de la guerra I

Lo8 periódicos más importantes de Madrid, ha- ciéndose eco los ¡unos de la opinión pública, y los otros sirviendo sus intereses particulares y políti- cos, pedían con insistencia que se activasen los pro- cesos contra los generales de mar y tierra que habían

286 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

fracasado en la pasada guerra contra los Estados Unidos de Norte -América, No era ajeno, cierta- mente, el Gobierno á tales manejos, porque en el castigo de los generales, con razón ó sin ella, veía su salvación y la casi seguridad de eludir de ese modo las responsabilidades de los desastres. aquí algunos sueltos de los periódicos:

á8 de Enero.

De BU Imparcial:

o: Como teníamos anunciado, ayer mafiana se cons- tituyó el Consejo Supremo de la Guerra, en Sala de justicia para continuar la discusión de un incidente suscitado por el Juez instructor de la causa que se sigue contra el general Montojo y el capitán de na- vio Sr. Sostoa, por la destrucción de nuestra escua- dra de Filipinas y la entrega del Arsenal de Cavite.

i>La discusión duró dos horas, y sobre el resul- tado de ella guardóse gran reserva.

*

»El capitán general Sr. Marín, visitó ayer al Mi- nistro de la Guerra, y se dice que esta conferencia tuvo en cierto modo relación con los procesos que se siguen contra varios generales.

# #

BL ALMIRAKTB MONTOJO. 287

2> Hemos oído asegurar que el general Toral tiene el propósito de presentar su candidatura para Sena- dor por Málaga, vacante por fallecimiento del señor Hoppe.

D Parece que el Gobierno trataba de que no se presentase candidato ministerial enfrente; pero es posible que ahora haya pensado otra cosa.i)

De El Liberal:

«Ayer se reunió el Consejo Supremo de Guerra y Marina para resolver en el proceso que se sigue al general de la Armada, Sr. Montojo, por las conse- cuencias del combate naval de Cavite.

i>Forman el Consejo Supremo tres generales de Marina; un togado del Cuerpo Jurídico de la Ar- mada, y nueve generales del Ejército.

»E1 proceso contra el general Toral por la rendi- ción de Santiago de Cuba lo está estudiando el nuevo fiscal y vocal del Supremo Sr. March (don José) , y se supone que el lunes formulará su peti- ción, ignorándose hasta entonces si pedirá ó no la prisión preventiva del procesado.

]»E1 general Toral estuvo ayer por la mañana en Palacio y permaneció más de media hora en la Cá- mara regia. ]>

288 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Del Heraldo:

ccMuchoB y animadoB comentarios motivó la re- unión del Consejo Supremo de Guerra y Marina ce- lebrado ayer.

D Tratábase, según referencias, de estudiar nueva- mente todo lo relacionado con el combate naval en la bahía de Manila , entrega del Arsenal de Cavite, condiciones en que ésta se hizo y material de guerra que fué (entregado á los americanos y fuerzas de que éstos dispusieron para echar á pique los buques de nuestra escuadra.

dLos informes incompletos que á los círculos lle- garon suponen que entre los señores Consejeros hubo discusión muy empeñada.})

Anoche se comentó mucho en algunos círculos este suelto de La Correspondencia Militar:

dEsta mañana se afirmó que se reunieron bastan- tes jefes y oficiales de Marina para cambiar impre- siones sobre cierta medida que se. pensaba adoptar con el general de la Armada Sr. Montojó.

3) ¿Qué ocurrió en la reunión?

D Se afirma que se acordó que una comisión de ge- nerales, jefes y oficiales de Marina, visitara al señor Ministro del ramo para exponerle el disgusto con que verían qué se dictase el auto de prisión contra el Sr. Montojo. ^-

■I»

EL ALMIRANTE MONTOJO. 289

5)¿ Qué contestó el Sr. Auñón ? Sobre esto se guarda reserva , pero parece ser que minutos después de re» cibir la visita de los comisionados celebró una im- portante conferencia con el Presidente de un alto cuerpo consultivo militar. *

j)En determinados círculos se dijo anoche que, en- tre los decretos que el próximo miércoles someterá el Ministro de la Guerra á la sanción de la Reina, habrá alguno ordenando el cese en el cargo que actual- mente desempeña un general de división. El general Montojo, jefe que fué de la escuadra destruida en Cavite, ha celebrado una conferencia con el Ministro de la Gobernación á las siete de la noche.»

De La Correspondencia Militar:

«Procesado y detenido en las prisiones de San Francisco se halla desde anteayer el segundo de di- chos generales (Jáudenes); libre está el Sr. Augus- tín; preparándose con objeto de presentar su candi- datura para Senador por Málaga está el Sr. Toral : esto por lo que al Ejército se refiere.

3> Volvemos los ojos á la Marina, donde también han contraído tremendas responsabilidades los almi- rantes de nuestras escuadras destruidas en Filipinas y Cuba , y observamos , con el natural asombro, que Montojo se encuentra en libertad y que Cervera se prepara, á sentarse en la alta Cámara representando á Albacete, á pesar de que se halla sujeto á un pro- ceso.

3> Respetamos como el que más pueda respetar los:

19

290 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTOHIA

fallos del Consejo Supremo de Guerra y Marina, pero la desigualdad que representa el hecho de que Jáudenes se encuentre en las Prisiones Militares, mientras Augustín, Toral, Montojoy Cervera, no sólo se hallan libres, sino que á dos de esos señores les apoya el Gobierno de la Reina para procurarles un acta; todo esto, francamente, nos parece una ano- malía, y esa anomalía comentamos con el natural dolor, aunque respetándola por haberla determinado con sus procedimientos un Tribunal que no se puede creer haj^a cometido una injusticia.

))Ni censuramos que el general Jáudenes haj^asido preso, ni lamentamos que se hallen en libertad los generales del Ejército y de la Armada á que nos re- ferimos anteriormente, porque para nosotros todos merecen la misma consideración y el mismo respeto, mientras no se demuestre que han faltado á sus sa- cratísimas obligaciones; lo que queremos únicamente es que se haga justicia seca, caiga el que caiga, ya que se quiere castigar seriamente á los que se sospe- cha han olvidado su deber y han podido aumentar con este motivo los tristes desastres de la guerra; pero que no haya desigualdades, que por el mismo rasero se juzgue al general de la Armada que al ge- neral del Ejército de tierra, porque lo contrario pro- duciría en la opinión un efecto contraproducente y seriamente peligroso.

}>Y ya colocados en ese camino, ya resueltos ¿ mostrarse inexorables con aquellos que hayan fal-

EL ALMIRANTB MONTOJO. 291

tado á sus deberes, aplaadiremos que, se juzga preciso, se arranquen entorchados y se dicten durí- simas sentencias, en la ñrme persuasión de que han de ser justas y han de poner de manifiesto que ni el soldado, ni el oficial , ni el jefe son culpables de los desastres de la guerra, porque jefes, oficiales y sol- dados tienen que obedecer al general que los manda, al caudillo que los dirige <5 á una derrota que entris- tece, ó á un triunfo que glorifica.s

La Época, después de aplaudir el asevero acto de la justicia y de la disciplina militars de que ha sido objeto el general Jáudenea, dice que después de la guerra de la Independencia, nuestras empresas mili- tares fuera de la Península han sido rápidas, efíme- ras é infructuosas, así para el engrandecimiento de la Patria como para el sostenimiento del mismo prestigio de nuestras armas; y luego escribe:

«Han sido necesarios los terribles desastres que Epañaha sufrido, después de las vergüenzas de Me- lilla, perdiendb íntegro su aún envidiable y codi- ciado edificio del poder colonial, que en este con- cepto aún nos constituía en la tercera potencia colo- nial del mundo, para que el país haya salido de la larga sofiolencia de casi un siglo, acerca del peso verdadero de su poder militar y del concepto equi- vocado que se tenía sobre la corstituci^ín, la consÍB-

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tencia y la suficiencia de nuestra organización ar- mada.

3) Y aun todavía la opinión no sabía darse cuenta, después de las pérdidas sufridas, de unos organis- mos que consumen los mayores y más sanos sacrifi- éios de la Patria, y hay, sin embargo, que improvi- sarlos siempre que un hecho militar nos ha puesto á prueba, no ya en las guerras exteriores, que no he- mos sostenido, sino en las mismas guerras civiles ó coloniales que hemos sustentado, y esta admiración recóndita subía de punto cuando en medio de impo- tencias tan constantes como las manifestadas en los campos de las insurrecciones coloniales y de desas- tres tan rápidos y continuos como los experimenta- dos en la guerra con los Estados Unidos, los pre- mios, los ascensos al generalato, las pensiones de por vida, las condecoraciones del honor y del mérito se prodigaban á manos llenas y de continuo, sin que para nadie ni en ningún caso se reclamasen aquellas responsabilidades que son inherentes á los mandos del Ejército y al éxito de las operaciones, y en la balanza de cuya severa justicia se sostiene la balanza del prestigio y del honor militar.D

Recuerda después la necesidad y conveniencia de los procesos militares, que se imponen siempre que ha habido necesidad de purificar, vivificar y robus- tecer el espíritu militar, citando los que o:durantc 1808 y 1809 hubo que formar á los generales, jefes y oficiales de aquel ejército de Carlos IV, carcomido

BL ALMIBANTB MONTOJO. 293

por la ociosidad, enervado por la arbitrariedad de los ascensos y dividido por las desgracias patrias y las in certidumbres de la situación.»

Termina con el recuerdo y la excitación siguientes :

«Cuando el Marqués de la Romana, recién llegado de Dinamarca, pidió á la Junta Suprema que por la falta de oficiales generales que había en el ejército, ó se ascendiesen otros jefes ó se dispusiese de los que estaban procesados con cargos de menor cuan- tía, la Junta Suprema se negó á lo uno y á lo otro. A lo primero, por no conceder ascensos y premios á los que no los tuvieran adquiridos. A los otros hasta que su reputación quedara indemne del fallo de los tribunales.

sHoy más que nunca, si hemos de restaurar el prestigio de nuestro Ejército, hay que volver por la severidad de estos principios. El Ejército debe de- searlo por su propio honor, como el país lo desea. Y la prisión dol general Jáudenes, que no presupone el fallo de lo que de su proceso se deduzca, ha sido recibida por la opinión pública con un movimiento de expectación provechosa, porque, aunque algo tar- díamente, es de esperar que los poderes públicos comiencen á mirar por el honor de la Patria, de que sólo es parte el honor del Ejército, que en estas prue- bas podrá depurarse más.n

De La Correspondencia de España:

«No resulta cierto lo dicho ayer por algunos pe- riódicos de que el Consejo Supremo de Guerra y

r

»'

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Marina vaya á tomar una medida con el general r Montojo y el capitán de navio Sr. Sostoa, aludiendo

I sin duda á que se dictara un auto parecido al (pie se

comunicó recientemente al general Jáudenes. j[)Precisanáente es lo contrario.))

29 de Enero.

De El Imparcial:

«El general Montojo visitó ayer tarde ál Ministro de la Gobernación.!)

De La Correspondencia de España:

«El general Montojo, jefe que fué de nuestra es- cuadra en Filipinas, celebró anoche una extensa conferencia con el Ministro de la Gobernación.

)) Se ha dicho después en los círculos que el señor Montojo presentará su candidatura en una elección de senador.})

De La Reforma:

«El jefe de la escuadra destruida en Gavite, gene- ral Montojo, conferenció á última hora de la tarde de ayer con el Ministro de la Gobernación y con el Subsecretario de la Presidencia, Sr. Cruz.

5) El referido marino parece que se muestra asom- brado por lo mucho que de él se ocupa la prensa.

))Se asegura que no es el general Toral el que pre- sentará su candidatura para senador por Málaga, sino el vicealmirante Montojo.

3) Parece que éste es ya un acuerdo definitivo del Gobierno.))

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EL ALMIRANTE MONTOJO. 295

De El Español:

acLa conferencia que el Sr. Capdepón celebró ano- che con el general Montojo versó sobre asuntos elec- torales.

dEI Sr. Montojo sostendrá su candidatura de se- nador por Málaga. 2>

30 de Enero.

De El Español:

<L La conferencia del general Montojo con el Mi- nistro de la Gobernación no ha debido tener el ob- jeto que se supone, porque el Jefe de la escuadra ren- dida en Cavite no tiene condiciones legales para ser senador, cualquiera que sea su situación en la causa que se instruye por el Tribunal Supremo de Guerra, puesto que es contralmirante y no reúne ninguno de los requisitos que exige la Constitución para ser elegido miembro de la alta Cámara, d

31 de Enero.

De El Impar cial:

« Dice el Gobierno que el general Cervera puede tomar asiento en el Senado por ser ex Ministro y no haberse dictado contra él autos* de prisión ni de pro- cesamiento.

3) En cambio, el general Montojo no puede ser se- nador, porque la calidad de contralmirante no le

296 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

concede ese derecho , aunque se halla en posesión de la cruz María Cristina*

2> Ambos generales declararon que, aunque fuesen senadores, no dejarían de acudir ante el Tribunal mi- litar si éste los procesaba.

»E1 propósito de los Sres. Cervera y Montojo al ir al Senado era responder á los ataques que se les dirigieran.

))Esto se relaciona con las noticias que han circu- lado sobre el propósito del Conde de las Almenas de hablar claro y muy alto en el Parlamento.»

De^La Reforma:

« Hoy probablemente conferenciará con el Minis- tro de la Gobernación el contralmirante de la Ar- mada Sr. Montojo.

»Como está probado que el Jefe de nuestra des- truida escuadra de Filipinas no tiene las condiciones necesarias para ser senador, es casi seguro que así se lo manifestará el Sr. Capdepón. >>

Á mediados de Enero supo el almirante Montojo que su compañero Cervera se presentaba, protegido por el Gobierno y sin contrmcante alguno, candidato por Albacete , y que su objeto al pretender ir al Se- nado era defenderse de los ataques que habían de di- rigirle con motivo del desgraciado éxito del combate naval de Santiago de Cuba.

EL ALMIRANTE MONTOJO. 297

Parecióle á Montojó que era su deber intentar lo mismo, pues que se hallaba en idéntico caso, com- prendiendo que si se mostraba indiferente sería con razón Cjensurado, especialmente por sus compañeros, que no podrían aprobar tal conducta pasiva.

Para el mejor resultado de su empeño consultó la opinión de algunos amigos que tenían experiencia política y autoridad en el Parlamento, Obtuvo el be- neplácito de las personas á quienes se franqueó, coin- cidiendo todos en que, por hallarse Montojo en po- sesión de la cruz de María Cristina con antigüedad de más de dos años, podía considerarse comprendido en las condiciones que se exigen para ser senador, es decir, como si fuera vicealmirante con dos años de antigüedad en tal empleo.

Alentado por esta opinión favorable, fué á ver el almirante Montojo á D. Pablo Cruz para asesorarse con él antes de tratar del asunto con el Sr. Sagasta. D. Pablo encontró muy razonable la pretensión de Montojo ; confesó que el Gobierno había aceptado á Cervera como candidato á la senaduría por Albacete y que tenía segura su elección. Concluyó animando á Montojo en su intento, dando por supuesto que tenía condiciones para ser senador, y que hallándose precisamente vacante Málaga, por fallecimiento re- ciente del Sr. Hoppe, convenía que no perdiera íiempo en hablar con el Presidente del Consejo an- tes que se le adelantara otro aspirante.

Comprendiólo así Montojo; pero no queriendo dar

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ningún paso oficial sin la venia del Ministro de Ma- riña (Auñón), fué al día siguiente,' 27, al despacho de éste y le dio cuenta de los motivos que le movían á desear tener un puesto en el Senado. El Sr. Anfión asintió con Montojo en todo y le confirmó en lo que ya se decía, que Cervera estaba patrocinado por el Gobierno y que saldría senador sin oposición por Albacete. Le aconsejó que viera cuanto antes al Mi- nistro de la Gobernación, y le prometió hablar por su parte con el Presidente ; sin tardanza se dirigió Montojo el día 28 á la casa particular del Presidente. El Sr. Sagasta no estaba solo» cuando entró en su despacho el almirante. Con él hallaba el general López Domínguez. Cuando éste sali<5, expuso Mon- tojo á aquél sus deseos, á los que no manifestó el Pre- sidente dificultad alguna, encontrando muy natural que se hiciera con él lo que con Cervera, añadiendo que se alegraría mucho de ver á ambos en el Senado, encargándole además que se pusiera de acuerdo con el Ministro de la Gobernación (Ruiz Capdepón).

Aquella misma tarde conferenció Montojo con el Ministro de la Gobernación , quien le prometió ges- tionar lo que conviniera para que en cuanto del Se- nado se le comunicara la vacante producida por el fallecimiento del Sr. Hoppe, preparar lo necesario para su presentación como candidato aceptado por el Gobierno y proceder, de acuerdo con el Presiden- te, á facilitar en lo posible la elección.

El almirante salió muy complacido de la entrevis-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 2ü9

ta, confiando en las buenas palabras del Ministro.

El encuentro con el general López Domínguez en la casa del Sr. Sagasta dio que pensar á Montojo, sugiriéndole la idea de ir á hablar con él, sabiendo que era persona de mucha influencia y que tenía muchos amigos en Málaga. Se decidió, pues, á visi- tar á aquel personaje antes de ir á ver de nuevo al Presidente. El General rebibió con su amabilidad acostumbrada á Montojo, á quien ya conocía, y le ofreció sus buenos oficios, asegurándole que no se ocupaba de elecciones en la actualidad. Sin embargo, expresó la duda de que Montojo tuviera las condi- ciones legales, porque no creía le sirviese para ello estar en posesión de la cruz de María Cristina.

No dejó de impresionar al almirante esta observa- ción del General, y le llamó también la atención que tuviese á mano la ley electoral y abierta por la pá- gina donde se señalaban las condiciones necesarias para ser senador.

Preocupado algún tanto Montojo, fué al día si- guiente, 30 de Enero, á casa del Sr. Sagasta, y no siéndole posible hablar con él, á causa de estar ocu- pado con una comisión de provincias, se trasladó al Ministerio de la Gobernación . Allí se hallaba el se- ílor Ruiz Capdepón, quien le dijo que sentía mucho so darle buenas noticias, como hubiera deseado, de BU elección ; pero que ni el Sr. Presidente ni él ha- bían caído en la cuenta de que no reunía Montojo las condiciones requeridas para ser senador hasta que

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alofuien llamó la atención al Sr. Sasjasta acerca de ello. Contrariado con lo que había oído, volvió á ir el almirante á casa del Sr. Presidente, el cual le con- firmó lo que le había manifestado el Ministro de la Gobernación, añadiendo que ya él tenía hechas algu- nas gestiones para que no hubiese obstáculos para la elección de senador, y hasta había pensado escribir á una persona muy influyente pidiéndole que no se opusiera, y que él (Sagasta), en cambio, no le pon- dría dificultad en otro distrito en que dicha persona tuviese interés.

Dio gracias Montojo al Presidente por la atenta explicación que había querido hacerle de su cambio de actitud por efecto de las circunstancias, no previs- tas oportunamente, y se trasladó á la Presidencia, donde D. Pablo Cruz, haciéndose eco fiel de su jefe, se manifestó muy sentido por no haber podido eludir la le}^, á causa de que la creación de la cruz de María Cristina era de fecha posterior y no cabía aceptarla como ascenso al empleo inmediato, según era en rea- lidad.

Algo había dicho Montojo al Sr. Sagasta respecto á obtener un distrito como diputado ; pero el Presi- dente le demostró que. se retardaría mucho la elec- ción, en términos que estarían para cerrarse las Cortes cuando aquélla se verificara, y ciertamente así sucedería, según las noticias que adquirió el al- mirante.

En fin , si no se había conseguido el objeto á que

EL AT-MIflAííTE MONTO JO, 301

se aspiraba, no era por apntía ni por haber dejado de poner los medios adecuados ; Montojo, por lo tanto, se cruzó de brazos, esperando los acontecimientos que pudieran sobrevenir.

En el Consejo Supremo de Guerra y Marina había gran marejada con motivo de los procesos de los ge- nerales fracasados. El presidente y los vocales afir- maban que no hacían el menor caso de los clamoreos de los periódicos avanzados, de los cuales era El País el más virulento, pidiendo diariamente el castigo de los culpables de nuestros desastres en Cuba y Filipi- nas; pero la verdad es que, por una parte la prensa y por otra el interés y empefio del Gobierno en que recayera la culpa sobre los generales, que eran preci- samente los que la tenían menor, hacían que aquellos sesudos militares, que debían ser imparciales y seve- ros dispensadores de la recta justicia militar, se in- cliaasen á complacer á los ministros en primer lugar y á satisfacer á la extraviada opinión pública en se. gundo término. Para atender á ambas exigencias era preciso no comprometerse y proceder con tacto, apa- rentando el mayor rigorismo y alardear de que su lema era el de caiga el que caiga, fuese quien fuese.

Pero al general Blanco no se le podía tocar, por- que su elevada categoría de capitán general lo hacía flagrado y como si fuera inviolable.

Descartado Blanco, se libraba también Linares, y-

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caía todo el peso de la desgracia sobre Toral en Cuba.

Cuanto á Cervera, algo lo disculpaba Blanco, y por otra parte, se le suponía defendido por pode- rosos amuletos^ que á la larga harían sentir sus efec- tos benéficos.

En Filipinas, Augustín, protegido por una pode- rosa influencia ejercida sobre el Consejo Supremo, nada tenía que temer. Quedaban, pues, Jáudenes, que había capitulado en Manila, y Montojo, cuya escuadra había sido destruida por los americanos.

Tenía, por lo tanto, el Consejo Supremo para acusar de nuestros desastres, en Cuba á Toral y á Cervera, hasta cierto punto, en Filipinas á Jáude- nes y á Montojo. El primero que sufrió las amar- guras de la prisión fué el general Jáudenes, cuyo juez instructor, impulsado por el Ministro de la Guerra (Correa), que odiaba á la Marina por lo mismo que había servido en esa corporación, abo- gaba con empeño para que no estuviera sólo repre- sentado el Ejército en las Prisiones Militares, y se lo decía así á los instructores de Marina Sres. Mar- tínez Illescas y Martínez. El primero supo sostener su opinión y su dignidad, rechazando con entereza las intrusiones extrañas ; pero el segundo, que tenía á su cargo la monstruosa sumaria de Montojo y de Sostoa, vacilante é indeciso, no oponía toda la re« sistencia que debiera á las excitaciones improceden* tes que le acosaban.

EL ALUinANTE UOSTOJO. 303

El Consejo Supremo de Guerrra y Marina se ha- llaba constituido por el presidente y 14 vocales, de ellos 10 pertenecientes al Ejército, resultando once con el presidente, contra cuatro nada más de Ma- rina.

¿Qué había de suceder? En las votaciones siem- pre tenía el Ejército mayoría absoluta; segura- mente era preciso que ee tratase de un caso excep- cionalmente claro, ó de índole indiferente, 6 en el que no pesase alguna influencia avasalladora, para que brillase la justicia seca en los fallos de aquel alto * Tribunal.

¿Cómo habían de consentir once generales del Ejército que cuatro de Marina lograran que prevale- ciese BU dictamen, si era contrario al arma impe- rante en el Consejo?

Era locura esperar tamaña resolución, por más justa que pudiera ser.

Error grande íaé el del vicealmirante Pavía cuan- do resolvió incorporar el Tribunal de Almirantazgo en el Consejo de la Guerra, que por irrisión se llama también de Marina. Si al menos para juzgar á almirantes de la Armada el tribunal se constitu- yera por mitad de generales de Ejército y de Mari- na, habría alguna más equidad ó seguridad en los juicios, por más de que lo que debiera ser es que hubiese un Consejo, ó Tribunal Supremo de Guerra, y otro, separado, de Marina.

304 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

El 27 de Enero se trató de que fueran á las Pri- siones á acompañar al general Jáudenes algunos de Marina ; pero la actitud noble y levantada del gene- ral Bosch hizo fracasar el proyecto. Con indepen- dencia digna de imitarse por otros consejeros, dijo que no veía la necesidad de reducir á prisión á un general lleno de servicios, cuya palabra de honor era suficiente garantía de que siempre estaría á la dis- posición del Consejo.

Fué también el general Toral á las prisiones de San Francisco; y como ya no formase parte del Consejo el general Bosch , las excitaciones de Mu- ñoz Vargas, si bien nada consiguieron con Illescos, instructor del proceso de Cervera, hacían camino en el ánimo irresoluto de Martínez.

La caída del Gabinete fusionista hizo precipitar los sucesos. Temeroso el general Correa de que su sucesor Polavieja tuviese distinto modo de pensar que él en la prisión de los generales, asegúrase que dijo al general Muñoz Vargas que, sin remisión, antes de salir él del Ministerio tenían que ir á las Prisiones Militares Montojo y Sostoa. . Muñoz Vargas pasó al vicealmirante Martínez ciertos documentos que obraban en la causa llamada de Manila, y, de acuerdo con la mayoría de sus com- pañeros, se decidió dictar el auto de prisión corres- pondiente,'pretextando responsabilidades de la ma* yor importancia para Montojo y Sostoa. ün amigo bien intencionado dio secreto aviso al almirante

BL ALMIRANTE HOSTOJO. 30^

Montojo de lo que se tramaba, j éate fué á ver in- mediatamente al vicealmirante Martínez, y de su boca oyó la confirmación de lo que le habían dicho; pero aquél le dio palabra de no acceder á sugestio- nes de nadie ni á tomar ninguna medida sin exami- nar antes los fundamentos de la acusación y ver si procedía la prisión preventiva , dada la gravedad de los hechos denunciados.

A pesar de tales seguridades, que por el pronto tranquilizaron al almirante Montojo, su juez ins- tructor, muy débil para hacer frente á las cabalas que, según la voz pública, se suponían fraguadas en el Consejo mismo, sucumbió cobardemente, y el 3 de Marzo notificó al almirante Montojo el auto si guien te:

«Consejo reunido constituido en sala de Justi- cia.— Vistos el art. 143 del Código penal de la Ma- rina de guerra y el 171 de la iey de Enjuiciamiento Tüilítar de Marina, la Sala acuerda la prisión pre- ventiva de los procesados contralmirante D. Patri- cio Montojo y Pasaron y capitán de navio de pri- mera clase D. Enrique Sostoay Ordófíez.»

Dolorosamente impresionado Montojo al enterarse de la notificación que antecede, después de protestar con energía ante el consejero instructor de la inexac- titud de la citación de los artículos del Código y de la ley, que á él no le comprendían en manera algu- na, hizo al Sr. Martínez las objeciones que se le ocu- rrieron acerca de su debilidad en haber pasado , por

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lo que de él exigían , sin derecho para coartar su li- bertad de acción y sin darle tiempo á examinar los hechos en que se fundaban para pedir la prisióo. Creyendo que no debía dejarse atrepellar sin hacer antes un llamamiento á la justicia del Tribunal, en la que aún creía poder confiar, redactó y dirigió al Consejo reunido el siguiente recurso:

«El contralmirante de la Armada D. Patricio Montojo y Pasaron expone con el acatamiento de- bido: (^ue habiéndosele notificado el acuerdo de prisión preventiva dictado contra él, se dispone á obedecerlo, como es su deber; pero observando con la mayor sorpresa que el fundamento de tan rigu- rosa medida es el texto del art. 143 del Código pe- nal de la Marina de guerra , protesta solemnemente, pues que ni ha rendido buques al enemigo ni puerto ó fuerzas de su mando; debiendo aftadir, que el ca- pitán de navio de primera clase D. Enrique Sostoa, que era comandante general del Arsenal de Cavite, sólo le consultó si se dejaba que los americanos que- maran los buques ya echados á pique, á lo cual accedió el que suscribe, porque no podía oponerse á ^o; pero que la bandera blanca la mandó izar di- cho Sr. Sostoa, sin conocimiento del exponente, que á la sazón se hallaba en el convento de San Telmo de Cavite, fuera del Arsenal, curándose una herida contusa recibida en el combate. Como una prueba de que el firmante estaba muy lejos de autorizar la rendición del Arsenal es el adjunto telegrama que

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BL ALMIRANTE HONTOJO. IM)7

desde Manila dirigió á Sostoa el 2 de Mayo. «Antes »de tomar determinación extraordinaria, consulte »usía á esta Comandancia general. Si se trata de D bombardeo, ponga lo más á cubierto la gente, y no í>pudiendo oponerse, deje destruir el establecimien- Dto. En caso de desembarco, defiéndase hasta el >> último extremo por el honor de la bandera.»

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CAPÍTULO XV

SoHidez de la prisión. Es muy visitado el almirante Monto jo. In- diferencia de la Marina. Detalles ofensivos de la prisión. Se arre- gla otro local más decente. El Mediterráneo en defensa de Mon- tojo. La pren««a se manifiesta en bnen sentido. Concas defensor de Montojo. El'plenario. La acusación fiscal.

La entrada del almirante Montojo en las Prisiones Militares de San Francisco, que se efectuó antes de mediodía del 4 de Marzo, no pudo ser más desagra- dable. Su íntimo amigo, el contralmirante Guzmán, había tenido la previsión de ir el día anterior para que se le preparase una habitación lo más decorosa posible ; pero tuvo que conformarse con la que de- signó el coronel gobernador de la prisión, quien le aseguró era la mejor que había disponible, pues que estaban ya ocupadas por los generales Jáudenes y Toral las dos más decentes del edificio.

Nada puede dar idea de la suciedad é indecencia de aquel ignominioso local. Desde su ingreso se sen- tía oprimido el corazón, al ver la lobreguez del co- rredor de entrada, los desconchados de sus paredes y la falta absoluta de cal y de pintura en que se ha- llaban.

aiO AKTB LA /OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

En el piso principal, pasada la puerta que sepa- raba el vestíbulo, ó antesala de vigilancia, del de- partamento destinado á prisiones de los generales, jefes y oficiales, se encontraba un corredor ó pasillo de '40 metros de largo por tres y medio de ancho que tenía una ventana con fuertes rejas, que daba á la calle de los Santos, ó sea al frente principal, y se abrían á un lado cuatro puertas que correspondían á otras tantas celdas numeradas. En la núm. 1 se encontraba el general Jáudenes, y se componía de una sala estucada, en buen estado, con dos ventanas y una alcoba que también tenía ventana. Esta habi- tación era, indudablemente, la mejor y la única aceptable.

La núm. 2 ya no era tan buena, ni con mucho. Tenía una sola ventana á la calle del Rosario y una alcoba sin más ventilación ni más luz que la que le proporcionaba la habitación principal. En ella se en- contraba enfermo de cuerpo y de espíritu el general Toral , que podía entretenerse en contar los descon- chados del sucio techo y de las aún más inmundas pa- redes, llenas de inscripciones inoportunas, y algunas indecentes, acompañadas de dibujos hechos con un instrumento punzante, muchos de ellos obscenos hasta no más.

En la celda núm. 3 fué encerrado el almirante Montojo. Esta ya no tenía alcoba y estaba aún más indecente que la anterior. Tenía una ventana que daba también á la calle del Rosario, con dos rejas de

EL ALMIRANTE MONTO JO. '311

hierro, separadas más de un metro una de otra, de modo que no permitían asomarse. Los muros de esta . habitación estaban tan asquerosos , que fué preciso llevar de la casa del almirante Montojo varias sába- nas grandes- para ocultar las obras del arte caligrá- fico y pictórico del género pornográfico de que esta- ban llenos los muros y el techo, y además rascar los dibujos de las inscripciones más salientes.

Una sola observación basta para formar idea de la sórdida incuria y del abandono en que se hallaba todo el local destinado á prisiones de militares de cierta categoría. En la celda núm. 3 se veían inscrip- ciones con la fecha del año 1876. Luego, cuando menos, habían pasado veintitrés años sin que se hu- biesen retocado aquellos aposentos.

Quedaba en aquel lado la celda núm. 4, que ocu- paba el capitán de navio de primera clase D. Enrique Sostoa, más pequeña que la anterior y no menos in- munda. Los huéspedes marinos no podían menos de hacer amargas reflexiones, al considerar la manera con que eran tratados por sus compañeros del Ejér- tíito, porque el Tribunal que allí los había enviado, dependiente del Ministro de Guerra, se hallaba cons- tituido casi totalmente por generales del Ejército, presidido por un Teniente general y bajo la presión del arma dominante en él.

Seguramente, si los hubieran enviado á. cualquiera de los edificios que dependen de la Marina, habrían estado instalados los generales Montojo y Sostoa con

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mucha más decencia y con el decoro propio de su categoría militar y de su condición social.

El día 6 recibió Montojo la contestación que dio el Consejo á su recurso, concebida en estos términos: No lugar.

En efecto, todo induce á creer que, como dicen los árabes, ya estaba escrito lo que había de suceder, y nada ni nadie podía hacer que no sucediera* tal y como lo habían decidido los interesados en que apa- reciera una víctima, cuando menos, en el Ejército y otra en la Marina, para tapar la boca á la fiera.

Entre las muchas personas de la familia y amigos que visitaron al almirante Montojo, hay que contar al contralmirante Gómez Imaz, que se apresuró á ir el mismo día 4, acabado de ser nombrado Ministro de Marina. Al penetrar en la celda se quedó asom- brado de su suciedad, y prometió á Montojo tratar de que fueran trasladados él y Sostoa al Ministerio de Marina, donde siquiera estarían alojados con de- coro. Pretendía Montojo que le permitieran quedar en su casa bajo la fianza de su palabra de honor; pero á eso se oponían los señores del Consejo Su- premo, porque tal medida se hallaba, sin duda, en contraposición con el plan convenido de antemano.

El régimen que se observaba en la prisión con los presos, sin consideración con su categoría, ni con el motivo de su encarcelamiento, era el siguiente: En el momento de ingresar, se registraba la maleta ó el baúl que llevaban para averiguar si entre el equipaje

BL ALMIRAJNTE MONTOJO. 313

se ocultaba algún arma ó un instrumento cortante ; después, á las diez de la noche, un sargento, acom- pañado por dos soldados procedía á inspeccionar los hierros de las rejas de las ventanas, tocándolos con una barra candente para ver si habían sido limados; á las siete de la mañana un oficial , acompañado del sargento y los dos soldados, entraban en la celda con él pretexto de ponerse á las órdenes del recluso, pero en realidad, para averiguar si se había fugado du- rante la noche; por último, á las diez de la mañana, los dos oficiales, el saliente y el entrante, penetra- ban en la celda y llenaban su cometido, el uno de entregar y el otro de hacerse cargo del preso. ¿Pueden darse detalles más irritantes?

Decidido Montojo á no pasar por actos tan ofen- sivos, ílamó al Gobernador de las Prisiones y le pre- guntó si creía que pensasen en fugarse los generales que se hallaban bajo su custodia en aquel local, y si no le parecía que no siendo la causa de su prisión un crimen ordinario ni haber tomado parte en una conspiración contra el Estado, no era bastante la pa- labra de honor de un caballero, y si debía humillár- sele y ultrajársele examinando los hierros y des- pertándole para convencerse de que no se había escapado.

El coronel Garcini, que era un excelente sujeto, asintió con el almirante en que aquellas prácticas eran realmente no sólo enojosas , sino también inne- cesarias en el caso presente, y que aun cuando ésta-

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314: ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

ban prescritas en el reglamento de las Prisiones, asumiría la responsabilidad de suavizar su ejecución, comprendiendo lo que habían de molestar á los ge- nerales semejantes procedimientos.

En efecto, se suprimió la requisa de los hierros de las rejas por la noche, primero, y luego la llamada matinal, dejando únicamente en pie la entrega á las diez de la mañana, formalidad que podía conside- rarse indispensable.

Muchos eran los visitantes que teníii diariamente el almirante Montojo á las horas reglamentarias, lle- gando su número á sesenta y no bajando general- mente de cuarenta los primeros días, y todos se lamentaban con aquél de que lo hubiesen llevado á las Prisiones Militares.

Cnanto al cambio de alojamiento, se excusó el Mi- nistro de Marina (Gómez Imaz) con que su compa- ñero el de la Guerra (Polavieja) no creía debieran ir los dos marinos al Ministerio, porque no parecía bien que á los dos generales de Ejército no se les llevara al Ministerio de la Guerra, lo cual no podía ser á causa de no disponer de localidad adecuada (I). Se trató de que se trasladaran los cuatro al Ministerio de ultramar, donde debía haber mucho sitio; pero á esto no accedió el Gobierno, y lo único que propuso el Ministro de la Guerra fué facilitar unos pabello-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 315

nes en el cuartel de María Cristina, cerca de la basí- lica de Atocha.

Esta solución no la aceptaron los interesados por hallarse el cuartel fuera del centro de Madrid, y le- jos, por lo tanto, de las familias, dificultándose la conducción de las comidas que les llevaban desde sus casas respectivas.

El Capitán general de Madrid (Jiménez Castella- nos), al hacer su visita á las Prisiones antes de la Semana Santa, entró en las celdas de los generales. El almirante Montojo, al corresponder al ofreci- miento de casa que le hizo aquél, le contestó que sentía no poder ofrecerle más que aquella inmunda estancia; á lo que repuso el General: ce Se va á mejo- rar la situación muy pronto, d Sostoa, por su parte, le dijo que los generales de Marina no estaban acos- tumbrados á verse en tales tugurios. Jiménez Caibte- Uanos, con cierta acritud, replicó: « Por lo vi^to, los generales de Marina son más delicados que los de Ejército. Así será» repuso Sostoa.

Las quejas de ambos presos, y, más que esto, los numerosos visitantes de Montojo, hicieron salir de su apática indiferencia á los encargados de la policía de la prisión. Un oficial de Ingenieros se dedicó á estudiar nuevas instalaciones, y entretanto se revo- caron los muros de la entrada y de la parte alta, vi.- gilando algo más la limpieza en otros lugares, que por cierto se hallaban en un estado muy rudimenta- rio. Se pasó de un extremo al otro, gracias á Mon-

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tojo, principalmente, y el Gobernador de la prisión fué objeto de una reprensión y de un arresto que' le impuso el Capitán general por un ligero descuido del que quizás no era culpable aquél. El general To- ral pasó por enfermo al Hospital Militar, y el 5 de Abril se trasladó el almirante Montojo á la celda número 2 que dejó aquél.

Las visitas que tenía Montojo seguían siendo mu- chas: de señoras y caballeros de todas las categorías y profesiones, de lo que estaban admirados los em- pleados de las Prisiones, que nunca habían visto tal afluencia de gente en las celdas de los presos; tanto, que el Gobernador mandó hacer unas placas de hoja de lata numeradas para los bastones y som- brillas, que era indispensable dejar en el vestíbulo antes de entrar en el local donde estaban las celdas.

Mucho consuelo recibía Montojo con las muestras de simpatía que le daban á porfía los que iban á verle. El Obispo de Sión y otros dignos eclesiásti- cos le aseguraban que la opinión, antes extraviada, se había cambiado en su favor, y que no tardaría en ser rehabilitado como merecía.

Sus compañeros también le visitaron, muchos de ellos repetidas veces; pero, en honor de la verdad, nada hicieron en favor de Montojo, que no debía ha- ber permanecido un solo día en aquella ignominiosa cárcel si en la Armada hubiese habido el espíritu de cuerpo que hay en la Artillería, por ejemplo.

De los primeros en visitar al almirante Montojo,

EL ALMIBANTB MOKTOJO. 317

fué el capitán de navio D, Víctor María Concas, quien manifestó á aquél que, si no tenía pensado quién podría ser su defensor, tendría él mucho gusto en desempeñar tan honroso cargo, si llegaba la oca- sión de ser necesario.

Montojo dio á Concas expresivas gracias por su ofrecimiento, reservándose contestarle en breve, pu- diendo asegurarle que se consideraría honrado en te- nerle por defensor.

No tardó el almirante en aceptar definitivamente la proposición de Concas, que en principio quedó designado defensor para cuando tuviera que funcio- nar legalmente.

Seguía en pié la campaña de los periódicos contra los generales que Wamfíhsin fracasadoSj sobresaliendo por su intransigencia El Pals^ que, al ocuparse del alojamiento de los generales en las Prisiones Milita- res de San Francisco, emitía la opinión de que lo mismo debía tratárseles que á los pobres soldados. Como si la educación y los hábitos fueran los mis- mos, y como si los últimos estuvieran acostumbra- dos á ciertas delicadezas y comodidades, que echa- ban de menos con razón los primeros y que no nece- sitan ni apenas conocen los segundos.

No pasaron inadvertidos los injustos ataques de El País y los comunicados calumniosos que en este periódico se publicaron, desfigurando los hechos y difamando al almirante Montojo; En los departa- mientos se movieron algún tanto los oficiales de Ma-

1

318 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

riña, deseando defender á aquél y desautorizar por completo á los periódicos mal intencionados; pero donde los buenos propósitos de los marinos, en ge- neral platónicos, tuvieron verdadera resonancia, fué en Cartagena, y el entusiasta D. Adelardo Ristori publicó en El Mediterráneo^ los días 19 al 22 de Marzo, una l?ien escrita reivindicación en elogio del almirante Montojo, que es digna de ser leída, y es como sigue:

«LA CUESTIÓN MONTOJO

j)¿Qué calificativo puede merecer el hombre que, encubierto con un pseudónimo, como el asesino con el antifaz, publica con incomprensible cinismo artícu- los con argumentaciones tan falsas y viles en contra de un marino ilustre, que, como el que nos ocúpala atención, es modelo de pundonor, honradez, caballe- rosidad y valor, y hoy víctima del vulgo maldi- ciente ?

}S)E1 de miserable es poco; y con los demás califi- cativos de canalla, ruin, traidor, etc., se le hace de- masiado honor.

}S)¿Y han de quedar impunes tan traidoras acusa- clones, hiriendo á un Cuerpo respetabilísimo^ sin que el Consejo Supremo nombre un defensor para que ilumine á la engañada opinión que se deja em- baucar sin pruebas, con los escritos de un desgra- ciado que, como Judas ó Bellido Dolfos, se vende al

EL ALMIBANTB MONTOJO. 319

mejor postor que sea enemigo de Fulano ó de Men- gano?

}í)¡Tal vez! Porque en España se viene notando

hace tiempo la falta de ¿é. qué decirlo, si todos

conocemos el gangrenoso mal ?

»Pero aunque la sensatez, nuestra mejor dictado- ra, nos obliga á no dar oídos, máxime cuando se co- nocen los hechos y se atestiguan; la honradez, el amor individual que cifra su orgullo en las gloriosas tradiciones, exige reparación, necesita mostrarse es- plendorosa, como siempre, á la muchedumbre, que la ha manchado con sus infundadas dudas.

))¿Cree el desvergonzado articulista de El País que si el Código militar no prohibiese las manifes- taciones de protesta en pro de un calumniado, todos los testigos del ddito cometido por el Sr. Montojo, no dirían en voz muy alta que es incierto, y á las pruebas me someto?

3> ¿ Pero adonde llega , Dios mío , el cinismo de ese articulista, que atrevidamente encubre sus infa- mias en las ignominiosas columnas de El País con el pseudónimo de Un marino de la escuadra de Montojo !

»¿ Tendrá madre el articulista y se atreverá á ju- rar por la honradez de la respetable señora, ser cier- tas sus acusaciones, ó se avergonzará ésta tener tal hijo?

j)Todo el que hoy viste el honroso botón de anda^ creo que es incapaz de la traición y falsía, y ése bien

320 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

pudierii con más propiedad llamarse Un enemigo de la Patria.

DPruebas hacen falta, pues son tan necesarias en ciertos casos como la dignidad.

]D Quisiera que mi pluma imparcial tuviese el don divino de mostrar como el cinematógrafo la realidad de las escenas acaecidas, para mostrar á esa sociedad alucinada (¡si es que lo está toda I), la verdad pura, como los ministros del sacerdocio muestran á los fieles de la religión ese Disco blanco, poema de ver- dad, caridad y ternura.

5) Al comienzo de la guerra, un importante perió- dico barcelonés publicaba en honor del pundonoroso marino Sr. Montojo, bojo el epígrafe de Los Monto- Jos. Una raza de marinos^ un extenso artículo bio- gráfico. Hé aquí algunos trozos de la composición:

«El entusiasmo que ha producido el lacónico y Dexpresivo telegrama del jefe del Apostadero de Fili- Dpinas, diciendo que salía al encuentro de la escuadra y>yankee^ hace fijar su atención en el ilustre apellido 3)Montojo, tan prestigioso en nuestra marina de í)guerra.

5) Es más general de lo que parece el que ciertas » profesiones ó carreras se perpetúen en las familias. )) La vocación se transmite, como la sangre, de padres ]Dá hijos, y si á aquélla se une el medio ambiente que Dnos rodea durante la primera parte de nuestra vida, Del carácter particular que imprime á cada familia la Docupación del jefe de ella , las conversaciones que

^r

EL ALMIRANTE MONTOJO. 321

Dsuenan de continuo en nuestros oídos, la fuerza pó- ]> derosa de la tradición y del hábito, se comprenderá ^fácilmente que nada más lógico y natural que esta Despecie de vinculación de un arte, profesión ó carrera Den las familias.

i>Hay familias enteras de médicos, de abogados, i>de ingenieros. Acaso muchos apellidos tengan su Dorigen en la perpetuidad de una misma profesión Den las familias.

DPero donde es más manifiesta esta especie de ley Dde herencia es en la milicia. En esa religión de hom- y>br€S honrados j como la llamaba Calderón , la persis- i^tencia de la vocación es aún más constante que en 2)ninguna otra carrera.

DHay mucho de conmovedor en la continuación través del tiempo de las glorias de una misma fa- Dmilia. La vieja espada que la mano del abuelo esgri- y>mi6 en defensa de la Patria, cíñela orgulloso el jo- :Dven oficial , con la simpática arrogancia que da á la ^^adolescencia el brillo de los timbres heredados. Al 3>ver á los descendientes de nuestros guerreros, gue- i>rreros ellos también, y continuadores de las tradi- p clones de toda una raza, viene á la memoria aquella D hermosa frase de Tácito: Ituri in aciem it majores y>et posteros cogitate. «Los que vais al combate, pen- psad en vuestros antepasados y en vuestros deseen - pdientes.D

(3cLa familia de los Montojos es una de esas fami-

21

1

322 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

]»lia8 ; en ella todos son marinos. Los viejos con loa )) peligros del mar lucharon durante su larga vida, y ][>fíeles custodiaron la bandera de la patria en las so- ][>ledades del Océano. Los jóvenes ocupan hoy en jonuestros barcos de guerra los puestos que dejaron ]>vacantes sus mayores.

))El apellido Montojo es casi sinónimo de marino; )>y tanto es así, que un jefe de la escuadra inglesa allegó á tomarlo como el nombre de un grado ó ca- :&tegoría de la Marina. Le parecía que era una cosa ]»a8Í como almirante ó contralmirante.

D La familia del actual jefe del Apostadero de Fi- )>lipinas es oriunda de Galicia , y desde principios de »siglo, en que empezó á dar oficiales á nuestra Ar- »mada, hasta el año 60, llegaron á 32 los del misoio Dapellido.»

» Y si no fuese bastante, á continuación copiamos también la biografía del referido ex comandante ge- neral de la escuadra y Apostadero de Filipinas:

((Nació el Sr. Montojo en el Ferrol el 7 de Sep- Dtiembre de 1839; hizo sus estudios preparatorios en > Cádiz, y obtuvo plaza de aspirante de Marina en el ))Colegio Naval en 1852, y salió á navegar en clase y>áe guardia marina en 1855; sirvió en el mar de las » Antillas y seno mejicano, y luego en el Atlántico y )) Mediterráneo hasta 1860, en que, promovido á al- lí) férez de navio, pasó á Manila, haciendo la navega- ))ción por el cabo de Buena Esperanza; tomó parte )>el 17 de Noviembre de 1861, á las órdenes del capi-

I

BL ALMIRANTE MONTOJO. 323

]btán de fragata Méndez Núfiez, en el combate de 3)Pagaliígan, contra los moros de Mindanao, por el »que se le concedió el empleo de teniente de navio ; Destuvo cuatro veces en China y dos en Cochin- Dchina.

»De regreso á la Península en 1864, embarcó en Día fragata Almansa^ que, en 1866, se incorporó á la Descuadra del Pacífico; asistió al combate del Callao, y>y fué premiado con él empleo de comandante; D nombrado después secretario del almirante Méndez DNúñez, le acompañó á Cádiz y á Madrid en Diciem- Dbre de 1868, siendo destinado como oficial á la D Secretaría del Almirantazgo; en 1873 ascendió á D capitán de fragata y mandó varios buques en el D Apostadero de la Habana y estación naval española Den el Río de la Plata, y de capitán de navio, la fra- Dgata Blanca^ en Cartagena; el crucero Aragón^ en D Filipinas, y la división naval del Sur; regresando, Dpor último, en 1890, con destino al Ministerio de D Marina, hasta su ascenso á la categoría de oficial Dgeneral, en Noviembre de 1891.

dDc 1892 á 1894 desempeñó el cargo de Coman- Ddante principal de Marina de Puerto Rico , y desde D Septiembre del 95 hasta el año siguiente, la Direc- Dción del material del Ministerio, d

DEsta fué la labor de la Prensa; y hoy, las hermo- eas páginas de la historia del pundonoroso marino se ven pisoteadas con cruel saña , porque una parte de la sociedad injusta ^ que es la opinión de enví-

324 ANTB LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

diosos é ignorantes que no fueron testigos^ lo han querido.

y>El Pais^ ese periódico que, como otros, ha sido el causante de nuestras desgracias, recrimina al heroico marino, valiéndose de sus emponzoñadas plumas; El Pals^ ese periódico, que, al comienzo de la declaración de guerra, publicaba groseros epí- grafes, que, traducidos al correcto lenguaje, decían

«que los españoles no teníamos corazóni>^ hoy,

desde el rincón de la redacción, argumenta falsa- mente en contra del Sr. Montojo.

» Y actualmente, el bizarro marino, el que asistió al combate del Callao y fué premiado con el empleo de comandante , se halla encerrado en las Prisiones Militares como el más terrible corsario.

js>El entusiasmo de la opinión es como la ola del mar; se riza una, gigantesca y robusta como la mus- culatura del atleta, y llega otra aún más hermosa y cubre y debilita á la primera.

3) Don Patricio Montojo, repetimos, á los cincuenta y ocho años de edad , salió al encuentro de la escua- dra yankeej conociendo la superioridad de ésta, la inevitable derrota de que habíamos de ser víctimas y sin temer á la muerte que le aguardaba.

D Separóse de los brazos de su mujer é hijas, que amargamente lloraban su partida, y acompañado de sus hijos , que pertenecen al mismo Cuerpo y que con

EL ALMIRANTE MONTOJO. 325

valentía lucharon á su lado, dictó órdenes, arengó á BUS subordinados, recordándoles las máximas de la religión del deber, y hasta que el heroico ex ma- rino (q. e, p. d,) Sr. Cadarso sucumbió, permaneció á su lado en el puente , porque ya era imposible con- tinuar, pues el crucero Reina Cristina era una ho- guera en la que la Patria inmolaba á sus hijos.

D Salir á entregarse en brazos de la muerte, pensar en los seres queridos que quedaban en Manila, en sus hijos, que con el estoicismo del guerrero, del soldado español, aguardaban la mortífera bala sin cesar de defender la Patria y los gloriosos timbres de sus antepasados ; ver á sus amigos y compañeros cadáveres á sus pies, al crucero pasto de las llamas y de una lluvia de explosivos ; el abandono, descuido ó apatía de un Gobierno que pelea desde las poltro- nas y que no se satisface con heroicidades, sino con milagros , ¿ es cobardía y traición ?

3) Cobardía y traición es engañar al país con absur- dos, contentarlo como al párvulo con prisiones para que calle, con pasteleos políticos, con anexiones po- líticas, que serían para otros vergonzosos estigmas, con chillidos y digresiones de mujeres perdidas.

j>¿ Qué importa la deshonra y el escarnio de unos cuantos si se satisface el apetito de la coletividad ?

»Sepa El Pais y el país inocentón y crédulo y

esclavo de errores de gastrónomos políticos, que aun

cuando las cárceles se fuadaron para separar las

Jieras de la sociedad (y aun cuando hay muchas

326 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

sueltas), á prisioneros como el Sr. Montojo se les convierten en templos, en los que hay que descu- brirse con el mismo respeto y veneración^on que el sabio se descubre ante la Providencia.

}) ¡Cuántos mártires tenemos en nuestro mundano calendario sacrificados de tan injusto é ignominioso modo 1

3)1 Cristóbal Colón, el insigne navegante geno vés, descubrió un mundo para España y murió en una pobre casa!

j[>Hé aquí una injusticia de nuestros antepasados.

D¿Es extraño este proceder? ¡No, y mil ve- ces no I

» Desde que Cristo fué víctima de la injusticia de la sociedad hasta nuestros días, los hombres se han encargado de edificar alcázares, y sepultar luego en sus escombros, por fútiles causas, á aquellos para quienes fueron fabricados.

i>Ituri in aciem it majares et posteros cogítate. (Los que vais al combate, pensad en vuestros antepasa- dos y en vuestros descendientes.)

DEsta bella frase de Tácito ha servido de norma en la conducta del Sr. Montojo; y testigos presen- ciales del malogrado combate de Cavite, podrán afir- mar mis asertos.

) Entérese esa autorizada opinión del delito que cometió el ilustre prisionero :

2) A pesar de que el Sr. Montojo conocía la gran

(

BL ALMIRANTE MONTOJO. 327

^superioridad del enemigo, regresó con la escuadra í)de Subió; y al comenzar el desigual y terrible » combate, estuvo en el puente del crucero Cristina 5)d¡rigiendo las maniobras, con la serenidad propia Dde los héroes, y en él permaneció hasta que el cru- j)cero incenciado por la proa y popa, rotas sus má- Dquinas, inservibles sus cañones y sumergiéndose pcon nuestra enseña, era un montón de ruinas.

j)Entonces el bravo marino quiso enarbolar la »in8Ígnia del Almirantazgo en el crucero Isla de y>Cuba^ para lo cual trasladóse en un lanchón trans- í>portando el mayor número de heridos y sufriendo i>de pie el nutrido fuego de los yankees.

D Todos hubiesen perecido sin la hábil maniobra sdel comandante del fula de Cuha^ que los recogió.

DYa en la cubierta, el Sr. Montojo ordenó se »enarbolase la insignia para proseguir la encarni- Dzada lucha; mas era inútil, pues el Don Juan de j> Austria j el Castilla y el Reina Cristina eran tres ]) hogueras que iluminaban aquel cuadro terrible, 2>a^uel combate entre el coloso y el pigmeo, entre j>\sL hiena y el cordero.»

i>Pero, ¿á qué proseguir?

^Quizás más adelante haga una descripción menos pálida de lo ocurrido en el memorable combate; del cual ha obtenido el pundonoroso marino, como pre- mio á su serenidad y heroísmo, el que deplore la ingratitud de los hombres dentro de la cárceLD

333 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

Débese á la pluma del mismo Sr. Ristori lo que va á continuación 9 que se publicó , como el anterior artículo, en El Mediterráneo^ de Cartagena:

«TRAFALGAB Y CAVITE

)) Referir el primer combate naval sería fatua pre* tensión, pues ningún español (aunque me juzguen de impertinente) debe ignorar las bellas tradiciones que constituyen el mejor florón de su corona, ni las ricas cláusulas del testamento que de hidalguía y pundonor nos legaron nuestros ascendientes.

j)Noventa y tres años han transcurrido desde que acaeció aquel memorable hecho , y aún latentes están en nuestros cerebros los recuerdos de los inmortales ex marinos Churruca, Gravina, Valdés, Alcalá Ga- liano, Núüez Falcón, Ruiz de Apodaca y, en resu- men , de todos los que tomaron parte el día 21 de Octubre de 1805 en la encarnizada lucha sostenida contra el poderío y orgullo de Inglaterra.

j)El historiador registró hace tiempo tan sublime hecho, y el inglés pesar de ser siempre nuestro enemigo) aún recuerda con respeto el heroico valor de aquellos guerreros.

))Lo que todavía no ha pasado á la Historia con el justo y merecido calificativo de gloriosa derrota, es él combate naval de Cavite, <ique supera en todo Dal de Trafalgar» ; y no ha pasado á la Historia, re- petimos, porque tal vez la amargura que ha produ-

BL ALMIBAKTE MONTOJO. 329

cidp la hecatombe no nos ha permitido aclarar los hechor y estudiar su importancia; y ofuscados por el dolor y por cuatro vocingleros, como el celebé' rrimo articulista del periódico El País, hallamos cobardía en lo que es lealtad y heroísmo. La mayor parte de la sociedad que deplora la desgracia (léase la imprevisión de los gobernantes), porque la ali- mentaron con inocentes y engañosas versiones, con- dena como el tribunal de Lynch á los que cumplie- ron con su deber, dándonos una vez más infinitas pruebas de que aún no se ha extinguido el valor de nuestra raza, y condoliéndose asimismo de haber recibido de sus compatriotas (exponiendo por ellos sus vidas), como premio á sus sufrimientos y esfuer* zos, la más despiadada ingratitud , cuando en Cavite merecieron el respeto y admiración del enemigo ( 1 ) y el dictado de heroicos.

DÜel periódico de Manila La Voz Española j nú- mero 235, copiamos el siguiente párrafo de un ar- tículo que trata del combate:

i>Nuestra marina, dígase lo que se diga, luchó )>con denuedo, con valentía, contra una escuadra j> enemiga superior en número y en medios de de^ )>fensa y de combate; y aunque el final no coronó la abrillante defensa, nuestros buques sucumbieron í)con honra.

;) Dígalo si no el almirante Dewey.»

^Estableciendo un paralelo entre el combate de Trafalgar y Cavite, resulta: que en el primero con-

sao ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

tábamos con mayor número de barcos que el ene- migo y más medios de defensa. En el segundo, me- nor número de buques, y menos medios de defensa.

»E1 21 de Octubre de 1805 y el 1.^ de Mayo de 1898 son dos fechas respetabilísimas; pero la se- gunda lo es aún más que la primera.

DLa farsa y la fábula (que en España es la polí- tica) quisieron desvirtuar tan gloriosos hechos para acallar las iras de un pueblo, en el que limitado es el número de cobardes.

»Hé aquí otro párrafo de La Oeeanla, diario de Manila, en su núm. 168:

))Y, sin embargo, Manila, que tiene para defen- j)derse muchas menos bocas de fuego y muchos rae- )[)nos cañones de modernos sistemas que los que en D Madrid se daban por emplazados en nuestras bate- Drías , y que tampoco posee las existencias de vive- Dres que el buen deseo de los gobernantes en España Dforjó, continúa bizarramente manteniendo enhiesta 2>en sus murallas la bandera nacional y rechazando diario los ataques rudos é incesantes de un ene- 2>migo en cuyas filas figuran los hombres por milla- ]E>res, y no escasean, por cierto, ni las armas ni los i) elementos con que hacer la guerra».

D Antes de hacer una pálida, pero verídica, irrefu- table descripción del combate naval de Cavite, dire- mos que en Trafalgar se componía nuestra escuadra de los siguientes buques:

KL ALMIRANTE MONTO JO. 331

i^Neptuno^ Rayo^ AstSj Santísima Trinidad^ San Leandro^ San Justo ^ Monarca^ Sania Ana^ San Agustín j Bahama^ Montañés^ Argonauta^ Ildefonso ^ Príncipe de Asturias y San Juan NepomucenOj y de loB buques franceses (nuestros aliados) Scipión^ For- midable ^ Duguay Trouin^ Mont-Blanc^ St. Angustin^ HeroSy Bucentaurey Neptune, Redondable, Intrépide, Indomptable j Fougueux^ Hortense^ Pluton^ Aigle, Rhin, AlgeciraSj Swift Sure^ Argonaute^ Achilles y Berwick. Total, cuarenta buques, dos mil ochocientos cañones y una buena y aguennda marinería.

DDiremos ahora que nuestra escuadra se componía de los siguientes buques, en el combate de Cavite:

i> Reina Cristina (crucero no protegido) , Castilla (acoderada durante la lucha) , Don Juan de Austria (cuatro cañones y uno inútil), Isla de Cuba (crucero protegido), Isla de Luzón (ídeih), Ulloa (sin má- quinas, por estar de reparaciones en el Arsenal; acoderado y un cañón), y Marqués del Duero (ca- ñonero , aunque pomposamente le llamamos crucero de 3.*, ocm cañones de pequeño calibre).

]>De la escuadra enemiga, dispuesta para ajustar- nos las cuentas y compuesta del Olympia, Balti- more, el Boston , el Concord, el Raleigh, el Petrel y

un aviso, no hablemos , porque los milagros no

los hace más que la Providencia, y hago punto. 2>

El 1/ de Mayo, aniversario aciago del combate de Cavite, se ocuparon de ese suceso los periódicos

332 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

más importantes de Madrid y de las provincias, cada uno según su criterio, pero en general, anima- dos de un espíritu , menos acerbo que meses pasados, hacia los marinos españoles y sin ensañarse con el almirante Montojo. Como ejemplo, véase lo que de- cía el Heraldo:

(rOtro asunto solicita nuestra atención. Triste es, por cierto. Hoy hace un año que la escuadra que mandaba el almirante Montojo fué deshecha en la bahía de Manila , frente á Cavite. Entró á media no- che la escuadra americana. Antes de amanecer pre- sentó en línea los ochos buques de que se componía. A las siete y media ya estaba incendiado por la proa el Reina Cristina , que arbolaba la insignia almiran- te , y poco después ardió también por popa. Roto el servo -motor, Montojo transbordó con su Estado Mayor al Cuba. A las ocho estaban completamente incendiados el Reina Cristina y el Castilla. Los de- más buques se retiraron á la ensenada de Bacoor, siendo preciso echar alguno á pique para que no ca- yese en poder del enemigo. Tales son los términos con que el almirante vencido notificó la catástrofe al Ministro de Marinla, quien dos días antes había pre- dicho que pronto brillaría para las armas españolas el sol de la victoria.

y> ¡ Qué desastre aquél I Aún no ha acertado nadie con el calificativo que merece. Al día siguiente de recibida la infausta noticia , el Gobierno amordazó á la Prensa y se hizo el silencio. Ha sido tan profun-

EL ALMIRANTE MONTOJO. 333

do, que España no sabe aúu exactamente lo ocurrido en Cavite. No lo sabe siquiera la justicia, que toda- vía anda atascada en los laberintos procesales, los cuales quedará prendida buena parte de la ver- dad. Ello es que lo perdimos todo, barcos y tierra, la escuadra y Filipinas.

2) Bastó para la catástrofe un día, y para la justi- cia no ha sido suficiente un año, que á todos nos ha permitido olvidar. ¿Quién no se encoge de hombros al recordar aquello ? ¡ Bah ! Eran unos cuantos bar- cos viejos.

j> Dejémonos, pues, de recriminaciones y aun de quejas. Tan inútil sería esto como hablar de los asuntos que al principio hemos indicado. Dentro de diez afios hablaremos del desastre de Cavite como hablamos de la primera vez que se celebró la fiesta del trabajo. Y puesto que nada podemos contra lo insuperable, no aumentemos con una más la serie de las protestas baldías que tantas energías consumieron.

)> Si hoy no es día de fiesta para todos , mañana es fiesta nacional. :s>

No se mostraron indiferentes tampoco los periódi- cos extranjeros al recordar el desastre de nuestra escuadra de Filipinas. Mister Davy Jones, ilustre publicista inglés, se expresaba así en la acreditada revista The Naxnj & Army lllustratedi

«No debe, en verdad, suponerse que los reveses experimentados en la escuadra española durante el conflicto hispano-americano provinieran de la insu-

1

334 ANTB LA OPnaÓN Y ANTE LA HISTORIA

ficiencia de sus oficiales. No fué así, ciertamente, y sin duda, otros dotados de mayor instrucción no habrían salido mejor librados, por la sencilla razón de que el éxito era poco menos que imposible. Esto prueba una vez más qne hay factores más valiosos que el valor y la simple instrucción teórica. Los oficiales españoles nada podían hacer, en absoluto, con buques antiguos y deficientes en todo , con ma- rineros faltos de instrucción en el manejo de la arti- llería y que además desconocían en su mayor parte, hasta en la práctica , las armas perfeccionadas mo- dernamente.!)

Cumplió el general Jiménez Castellanos su pro- mesa de arreglar unas habitaciones más decentes, y derribado un tabique que cortaba una galería, á continuación del corredor de entrada, aparecieron cuatro departamentos, constando cada uno de un recibimiento decente con las paredes empapeladas, y una alcoba estucada. Al que tenía el núm. 11 se tras- ladó Montojo el 20 de Mayo, y entre éste y el 10 permaneció hasta el 24 de Julio que volvió á ocupar el 2, ya reparado decorosamente.

Cuatro días antes fué elevada á plenario la su- maria de Montojo y Sostoa, y el 31 le fueron leídos sus cargos por el instructor en presencia del teniente fiscal militar (Jiménez Franco) y del defensor (Con- cas), que había ya aceptado su cargo.

El 2 de Septiembre siguiente publicó El Español

BL ALMIRANTB MOKTOJO. 335

el resultado de una entrevista que uno de sus redac- tores, Licenciado Pandectas^ tuvo con el defensor de Montojo, en los términos siguientes:

^Con deseo de poder adelantar á los lectores de El Español algunos detalles interesantes del proceso á que se halla sometido el contralmirante D. Pa- tricio Montojo y Pasaron, por la destrucción de la escuadra en Cavite , encaminé mis pasos hace pocas tardes al domicilio de su defensor, el capitán de na- vio D. Víctor Concas y Palau, dispuesto á dispa- rarla á quema ropa todos los tiros de mis baterías.

» Recibióme en su despacho el Sr. Concas con la amabilidad que e^rél es característica; pero con esa misma amabilidad que le distingue, selló sus labios sin que, á pesar de todos mis esfuerzos, lograra ob- tener lo que deseaba.

j) Tengan ustedes un poco de paciencia con- testabar el ilustre marino á todos mis ataques, que dentro de pocos días nada quedará oculto á las escu- driñadoras miradas de la Prensa.

i> Precisamente á la IVensa tengo yo un gran carifio, porque, salvo contadas excepciones, procura siempre el esclarecimiento de la verdad , y merced á ella pueden difundirse muchas cosas de estos proce- sos, poco conocidos hasta ahora, y que por este motivo han sido causa de errores en la opinión y de acusaciones amargas é injustas.

335 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

j> ^Todavía no. Es verdad que las actuaciones del plenarío son públicas; pero no soy yo el llamado á publicarlas. La circunstancia de actuar en la causa como defensor, me impone una especial reserva que tal vez de otro modo no guardaría.

5) Sobre todo esto hay una razón poderosíma, y usted comprenderá su fuerza apenas le haga la indi- cación.

D Estoy seguro, segurísimo de la inculpabilidad del almirante , y de ello no tengo la convicción en que debe inspirarse toda defensa , sino la plena segu- ridad basada en pruebas fehacientes. De tales prue- bas ha de surgir más brillante ai^ la honra , nunca mancillada, del Sr. Montojo; así espero que lo con- sidere el alto Tribunal ante el que va á comparecer en breve, y así confío en que lo reconocerá la opi- nión pública cuando sepa muchas cosas que ignora, la cual, si muchas veces se extravía, es bastante no- ble para confesar y corregir sus errores. Después de lo dicho, creería inferir una ofensa injustificada al Tribunal y á la Nación anticipando en lo - más mí- nimo mi defensa ; al primero, porque sólo ante él debo solicitar la justicia, y á la segunda, porque pudiera creerse que pretendía encauzar ó preparar la opinión en determinado sentido, favorable á mi representado, usurpando por este medio el triunfo que indudablemente habrán de alcanzar en su día la justicia y la verdad unidas.

D Después de estas palabras nada me quedaba ya

EL ALMIRANTE MONTOJO. oo7

que decir. Manifesté mi agradecimiento por sus bon- dades al digno ex comandante del Teresa^ y me re- tiré lleno de respeto hacia los delicados escrúpulos que le imponían silencio.»

El leal Concas tenía fe en la justicia de la causa que defendía; pero no contaba, por desgracia, con lo que fatalmente estaba escrito.

La situación en que se encontraba el almirante Montojo era penosa en extremo. Llevaba ya seis meses de encierro, y aunque se acercaba el momento de que se viera su proceso ante el Consejo Supremo, dudaba mucho de que fuera absuelto, á pesar de ha- berlo sido recientemente Toral, pues que este gene- ral se hallaba escudado por Linares, así como este último lo estaba á su vez por Blanco.

Los primeros días de estancia en la prisión creía Montojo que, á más tardar, saldría de ella en Mayo, halagándole la esperanza de que se le impondría un arresto de algunos meses, como para legalizar en cierto modo su encarcelamiento.

Aun saliendo absuelto, estaba decidido á pedir su pase á la situación de reserva, porque después de sus desgracias y de sus penas , la experiencia le había hecho ver que nada podía esperar de la Marina, y que lo más conveniente para él era retraerse, sin mez- clarse para nada en la marcha de los asuntos que se relacionasen con el personal y el material de aquel Hinisterio. El sobreseimiento de la sumaria del al- mirante Cervera y de los comandantes de su escua-

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]

338 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

dra le pareció una nota favorable; pero sufrió pronto un fuerte desengaño al saber que el proceso que le comprendía, lo mismo que á Sostoa , era elevado á plenario, y aún fué mayor el desengaño de este últi- mo, cuyo recurso, pidiendo su sobreseimiento inme- diato, fué denegado. En verdad, los fiscales del Con- sejo habían dado cierto derecho á Sostoa para su petición, por la benignidad con que se expresaban en el extracto y en la recapitulación que hicieron del sumario, así como en el pliego de cargos.

El general Sostoa aparecía exento de culpa, y para todos sus actos veían excusa los fiscales. En cam- bio, la responsabilidad absoluta era para Montojo, no sólo á bordo, como comandante general de la escuadra, sino también en tierra, donde Sostoa te- nía atribuciones propias, como comandante general del Arsenal.

Sostoa, que al principio se encontraba muy aba- tido, se mostró últimamente, no sólo animado, en vista de la benevolencia que con él tenían los fisca- les, sino que se creía con derecho á ser recompen- sado por sus sufrimientos.

Ya se habían desvanecido por completo sus temo- res de que su apresuramiento en izar bandera blanca fuese tenido en cuenta por los fiscales; lejos de esto, le despojaron de toda la gravedad que tenía en el hecho, y se pasó como sobre ascuas sobre este im- portante y trascendental incidente.

Para nadie fué inadvertido el cambio de actitud

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EL ALMiaA:NíTS MONTOJO. 339

de Sostoa, y se vio con asombro la benevolencia que con él usaban los fiscales, mientras que se extre- maba su severidad contra Montojo.

Ya podía calcularse hacia donde se inclinaría la balanza; faltaba, sin embargo, la defensa de Concas, en la cual se fundaban legítimas esperanzas.

La prensa de Madrid, por medio de uno de sus más importantes órganos, se expresaba así, pregun- tando: ¿Quiénes son los culpables?

«Dentro de pocos días volverá á ejercer su acción el Consejo Supremo de Guerra y Marina con motivo de nuestros desastres en las últimas campañas colo- niales.

3) Preséntase el problema sobre si el general Mon- tojo es culpable ó no lo es.

» Aprecian los fiscales, entrevarlas atenuantes, la de su heroísmo en el combate naval de la bahía de Manila.

i>Nosotros llegamos hasta considerar esta circuns- tancia como eximente de responsabilidad criminal.

3)Todos conocemos dónde está la madre del cor- dero: en la falta absoluta de preparación para la guerra.

3?)Buscar ahora responsables directos de los desas- tres en nuestros soldados, resulta el cuadro más triste que nos restara representar ante el mundo civilizado.

5)Búsquense los responsables de la Historia patria de este siglo en nuestra descabellada política, en los encargados de dirigir la nave del Estado.

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340 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

3!)Los delitos y faltas cometidos por los hombres de guerra entran en las presentes circunstancias bajo otro aspecto bien diferente, y que deben juzgarse y castigarse sin duda alguna, pero independientemente de los orígenes reales de la derrota.

)) Creemos que el general Montojo resultará ab- suelto. Y nuestra creencia la fundamos en esas razo- nes. En las de la impotencia de nuestros medios de combate, que dieron por resultantes el heroísmo y los desastres, quedando hasta ahora en tela de juicio quiénes son los verdaderos responjsables del crimen de lesa patria^ de cuyo proceso aún no se ha escrito la p»$8^ página.

Dos incidentes ocurrieron que retrasaron la vista del proceso. Fué el primero el recurso presentado por el defensor del Sr. Sostoa pidiendo el sobresei- miento, que fué denegado. El segundo lo motivó el defensor del almirante Montojo, del cual se ocupó el Heraldo del 8 de Septiembre, en estos términos:

«El capitán de navio D. Víctor Concas ha presen- tado ante el Tribunal que entiende en la causa de la rendición de Cavite, un escrito pidiendo la recusación del Juez instructor de la misma, general Mufioz Vargas.

dEI escrito se fundamenta en la infracción por

wmrs^

EL ALMIRANTE MONTOJO. 341

parte de dicho General de un artículo del Código de Justicia militar.

2) Parece que el general Muñoz Vargas ha hecho preguntas á determinadas personas respecto á las causas de la rendición de Manila, ocurrida cuatro meses después de la de Cavite, y cuya contestación se ha aportado á la causa de referencia, perjudicando al general Montojo.

))Como lo apuntado coloca al J uez instructor men- cionado en situación especialísima, la defensa se ha creído en el caso de poder exigir la recusación del Sr. Muñoz Vargas.

»E1 escrito del Sr. Concas ha sido tramitado con arreglo á la ley, y esto hará suspender la fecha de la vista de la causa respectiva.

))Se cree que este incidente quedará ventilado en breve, y es posible que para el día 20 del mes actual se podrá ver la causa ante el Tribunal competente. ;f>

Se daba por seguro que el general Muñoz Vargas se retiraría voluntariamente ; pero no fué así. El Im- par cial del 15 decía:

<r El Supremo de Guerra y Marina ha desestimado la pretensión del Sr. Concas, defensor del general Montojo en la causa por el desastre de Cavite, recu- sando al consejero Sr. Muñoz Vargas.

2>La vista de esta causa será el próximo lunes, á las ocho y media de la mañana. »

Por fin, el martes 19 de Septiembre, á las ocho y media de la mañana, comenzó ante un público escaso

342 ANTE LA OPIKIÓN Y ANTE LA HISTORIA

la vista de la causa llamada de Cavite, no presentán- dose á ella los dos procesados, Montojo y Sostoa, ni el defensor de éste, por encontrarse enfermo.

Leyó el Relator el apuntamiento y luego la acu- sación.

Nada censurable hay en la conducta de Montojo, ajuicio del Fiscal, desde que tomó el mando déla escuadra hasta el combate.

Entiende el Fiscal que si hasta aquí ha sido bri- llante la conducta del general Montojo, no ocurre lo propio desde su salida para la plaza de Cavite; antes que redactar un parte del combate parece lógico aguardar á que termine.

Halla doblemente censurable que desde San Tel- mo abandonase á sus tropas para ir á Manila.

La conducta del general Sostoa está justificada^ pues obra suya fué el parlamento con los americanos.

Cree el Fiscal hallar una falta, aunque insignifi- cante, en el hecho de no haberse levantado acta de la entrega del Arsenal de Cavite.

Á continuación se leen sus

CONCLUSIONES

que dicen así :

1." La ausencia del Arsenal para trasladarse fuera de su recinto antes de haber concluido el fuego que el enemigo hacía sobre el expresado establecimiento, y durante el parlamento con los representantes de la escuadra, y después su salida para Manila, antes de

BL ALMIBANTB MONTOJO. 343

la evacuación del Arsenal, y, por consiguiente, sin haber resuelto los difíciles problemas que habían de determinar la situación crítica de aquel estableci- miento marítimo y fuerzas de su mando, como co- mandante general del Aportadero, constituyen el de- lito de abandono de puesto, mandando fuerza armada, al frente del enemigo, previsto y penado en el capí- tulo II, título III, libro I del Código penal de Marina.

d2.* Es responsable de dicho delito, en el concepto de autor, el contralmirante D. Patricio Montojo.

))3.* En el hecho son de apreciar las siguientes circunstancias atenuantes:

3> Primera. La de no haber tenido el delincuente intención de causar un mal tan grande como el que produjo.

3) Segunda. Su heroico comportamiento en el com- bate naval al frente de los buques de su escuadra.

2> Tercera. La de creer el general Montojo más conveniente su presencia en Manila, al lado de la primera Autoridad del Archipiélago, ocupando tam- bién su puesto de honor en la Junta de Autoridades.

3)4.* Procede imponer al mencionado General la pena de reclusión militar perpetua, á tenor del nú- mero 1.% art. 161 del Código penal de la Marina de guerra, y accesoria de pérdida de empleo y expulsión de la Marina , con pérdida de todos los derechos ad- quiridos en el servicio del Estado.))

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34á ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

En cuanto al general Sostoa, entiende que proce- de su absolución con toda clase de pronunciamientos favorables.

Poco esfuerzo de imaginación se necesita para com- prender que, mientras se trataba de exculpar á Sos- toa y en no hacer alto en que hubiese izado la ban- dera de parlamento, arriando la nacional por 3' ante sí, se daba importancia excepcional á que Mon- tojo no estuviese en el Arsenal después que en reali- dad había cesado el fuego enemigo y cuando se sabía hasta la saciedad que no cabía hacer la menor di - fensa.

Lo menos que puede decirse respecto á la acusa- ción de los fiscales, es que se encontraban bajo el peso de una obsesión que les quitaba la libertad de obrar con independencia.

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CAPÍTULO XVI

La defensa. Antes del combate.

El 20 de Septiembre, ante una concurrencia mu- cho más numerosa que el día anterior, leyó el capitán de navio Concas su defensa del almirante Montojo con voz clara y entera. Es un documento de verda- dera importancia, que ha circulado extensamente, y, por lo tanto, muy conocido. Sin embargo, conviene, para la índole de este libro, trasladar aquí una buena parte de él. Dice así :

dcLa capital del Archipiélago, en sus tremendos egoísmos, vio amenazada su supremacía y empren- dió una campaña cuyo velo voy á levantar, para que en el fondo de él veamos todos los ensangrentados restos de la escuadra del almirante Montojo, miles de nuestros valientes soldados muertos ó prisioneros y una bandera extranjera sobre los muros de aquella propia ciudad , como recompensa del egoísmo de tan malos patricios. En efecto: en 1851 tuvo lugar la

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346 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

primera Junta de Guerra y Marina para tratar de un modo oficial de la necesidad de crear un puerto mi- litar, designando á ese fin el de Subic, é incontinenti apareció el empeño de Manila influyendo directa- mente sobre parte de dicha Junta para que se aban- donara esa idea y se fortificase la bahía.

)) Manila y la Habana nos han hecho perder nues- tro imperio colonial , y á sus desleales in tereses han sido sacrificados los más vitandos y nobles de la Pa- tria toda; tremendos egoísmos de los grandes centros de población que unen á su falta, quererla achacar á los que hemos sido sus primeras víctimas, debiendo ser otros los que deben rendir cuentas de su conduc- ta, y no el elemento militar, que pide luz y justicia, sin que la tema ninguno , ni en el Ejército ni en la Marina.

5)Sin embargo de que la construcción del puerto militar no pasó del papel , el Ministerio de Marina tomó pie de la Junta de 1880 y empezó su Arsenal en Subic, decretando que no se hiciera nada más en Cavite. Contrató un dique flotante de 12.000 tone- ladas, que está casi listo y puesto á la venta en In- glaterra, y cuyos trabajos de montura se encontra- ban preparados en Subic cuando se declaró la guerra. Del puerto militar no se había hecho nada ; casi un siglo había pasado desde que se pidió, cuarenta y siete años desde que se trató oficialmente , y diez y siete desde que estuvo separado el dinero para ha-

BL ALMIRANTE MONTOJO. 347

cerle, y Filipinas seguía siendo la única colonia del mundo que no tenía puerto militar, sin que nos sir- viese de nada el ejemplo de las demás naciones , y mientras la potente Inglaterra sembraba de fortalezas el mundo entero; Francia, apenas dominadora en Túnez, fortificaba á Bizerta, y todas las potencias se arrebataban pedazos de China donde hacer puertos militares, apoyo de sus escuadras, nosotros vivíamos tranquilos , confiados en los pechos de granito y en inocentes leyendas, que serían tolerables si el ene- migo las contara como nosotros, y no apellidar gran- des luchas á lo que han sido impunes matanzas, por más que le tengamos que agradecer sus relatos, pues al menos no pasaremos á la historia como ignoran- tes ó tontos de remate.

))Y después de tantos años y de tanto pedir, da pena confesar, como españoles, que en esta contienda, y desde las playas, no ha tronado en defensa de nues- tras débiles naves más que un triste cañón de 15 cen- tímetros, ya algo anticuado. De ello son responsa- bles pueblo , gobiernos , hombres públicos , en suma, todos los españoles que han vivido desde hace cin- cuenta años ; y si algunos buenos patricios lograran salvar su voto puramente personal , lo que es como entidad y como corporación, los únicos que pueden padir cuenta y que debieran formar tribunal, son, por tremendas injusticias humanas, precisamente los acusados: son el almirante Montojo y cuantos visten el mismo uniforme del almirante Álava. ¡ Sólo á

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318 ANTE LA OPIKIÓN Y ANTB LA HISTORIA

ellos corresponde preguntar á todos los españoles dónde estaba el puerto militar que debía defender el imperio de Legazpi !

í) Concluyo, Excmos. Señores, esta parte de mi discurso dejando, en mi sentir, perfectamente de- mostrado que el primer encuentro tenía que ser, no una derrota , sino un desastre ; pues no había de ir el enemigo al Archipiélago con fuerzas inferiores: y un desastre es una ruina total, es no salvar de las fuerzas nada para seguir combatiendo, quedando bien claramente probado que si las Filipinas se per- dieron por no tener Marina, no es la Marina la que las ha perdido, ni mucho menos el General , mi de- fendido, ni los que é sus órdenes tenía, que, vícti- mas del deber, han pagado los errores de cuatro ge- neraciones.

DÜomo hemos visto, pasaron inútilmente muchos años, pues hasta el 15 de Marzo de 1898, treinta y seis días antes de la declaración de guerra , no fue- ron enviadas á Subic algunas piezas para defender la boca: y para eso, solamente cuatro cañones de 15 centímetros, modelo de 1885, relativamente anti- cuados, porque, según tomamos de La Artillería de La Llave, su velocidad inicial era de 510 metros, cuando ya en aquella época la velocidad inicial de la artillería de Marina pasaba de 600 metros, la me- nor de todos los cañones que nos iban á combatir,

EL ALMIRANTE MONTOJO. 349

llegando á 760 metros las piezas de tiro rápido de cinco pulgadas que, en cantidad considerable, mon- taban algunos de los buques enemigos.

3)Esta cuestión, puramente artillera, nos sugiere tristes reflexiones que omitimos por respeto á la autoridad que las motiva, por lo que no comento las últimas líneas del telegrama al Gobierno de 1."^ de Mayo, en que se manifiesta que los proyecti- les americanos contienen en su carga interior tela injiamahle uerde^ contra derecho de gentes (folio 649 vuelto, línea 13); y que, demostrando que no se conocía cuanto se ha escrito y trabajado so- bre explosiones prematuras, por efecto de la con- cusión de las cargas interiores de las granadas con- tra la superficie rugosa del interior de ellas , cuyo inconveniente sq tocó apenas se iniciaron las gran- des velocidades iniciales de los proyectiles moder- nos, da idea perfecta de que ni se apreciaron como debían, ni podían apreciarse las observaciones que se hacían sobre la disparidad de fuerzas de ambas escuadras.

. j) Volviendo á nuestro objeto, ó sea á la instalación de las cuatro piezas de 15 centímetros en Subic, de- bemos hacer constar que lo que expresa en el fo- lio 744 el Excmo. Sr. Capitán general, marqués de Estella, de que su montaje había quedado á cargo de la Armada , es positivamente un error de concepto, pues no fué el almirante Montojo quien se encargó de montar esos cañones, sino de auxiliar los trabajos

350 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

con 200 hombres de marinería de los que estaban en Olongapó para remoción de tierras, y especialmente, y ahí está la confusión de la palabra montar j se ofre- ció á ayudar materialmente á suspender las piezas y colocarlas en sus montajes cuando llegara el caso, que no llegó.

))Los que tuvieron á cargo esa operación por or- den del Capitán general, fueron los generales de Ingenieros y Artillería, los que destinaron al efecto al comandante de Ingenieros Sr. Scrich, con un primer teniente y 25 hombres, y al capitán de Arti- llería Sr. Maldonado, con un segundo teniente y 75 hombres, cuya misión no puede ser más evidente, como resulta del hecho tan sensible de hallai-se aún prisioneros de los tagalos. Sobre esto dice el Exce- lentísimo Sr. General de Ingenieros, D. Francisco Rizzo (al folio 773, línea 4.* por abajo), lo siguien- te: (cSe acopiaron materiales, y quedó la Marina en facilitar los que tuviese en Olongapó: fué preciso hacer desmontes en dicha Isla Grande ; construir los macizos con hormigón hidráulico, que habían de su- jetar las grandes basas de las piezas, y formar es- paldones para cubrir á los defensores, así como pre- parar alojamientos; no hubo tiempo, hasta la pre- sentación de la escuadra enemiga, de terminar las obras más indispensables para poder colocar y servir las piezas expresadas, ni tiempo para que, aun ter- minados dichos macizos, quedasen consolidados para resistir el retroceso de las piezas. i!>

BL ALHIBANTB XONTOJO. ¡t51

nDeclaraciÓD es ésta que, sin comentario DÍoguDO, reconoce de un modo perfectamente indiscutible, por lo que ae hacia ea aquella ocasión en la Isla Grande, que del puerto de Subic no estaba ni remotamente encargado el almirante, mi defendido.

»Véase cómo en el folio 273 expresa el general Montojo au extrañeza de que se hubiera emprendido en el referido punto una fortificación semiperma- nente, y puesto que, según consta en autos, folio 276 vuelto, 183 y otros, del 30 de Marzo al 25 de Abril, el almirante había montado en la boca de Manila 17 caDones en sitios casi inaccesibles, de los cuales 11 eran mayores que los cuatro que se querían montar en la Isla Grande; ¿cómo no hacerlo de éstos en lugar que le interesaba mucho más, y más fácil que en las bocas de la bahía?

»Quedó á cargo del almirante Montojo cerrar la boca chica de Subic con buques echados á pique, se- gún resulta de las declaraciones unánimes de todos los que formaron la Junta de Autoridades; también quedó i su cargo cerrar con torpedos la boca grande de Subic, á lo que se comprometió el almirante, contando con que se los enviarían , como se habían enviado á la isla de Cuba; pero para dar una idea li- gera de la miseria que en esto dominaba , pues en hablando de torpedos la imaginación del vulgo se lanza sin querer á lo fabuloso, conste que, á todo tirar, un torpedo defiende ua espacio lineal de unos 12 metros: los torpedos que había, eran 14, y el

352 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

espacio que había que defender pasaba de 2.000 me- tros; y como el cable de que se disponía era uno ad- quirido en Hong-Kong, como se pudo, no habiendo elementos más que para cinco torpedos, cinco fue- ron los que se colocaron. Huelgan comentarios, pues nadie está obligado á hacer lo imposible, y quizá lo más imposible es convencer á los españoles de que la época de las improvisaciones ha pasado, que lo que no está prevenido y previsto no puede hacer frente á los elementos militares acumulados con años de trabajo y millones dedicados á consti- tuirlos, y, por último, que los puertos militares no se defienden con cañones en el suelo, como estaban los de Subic, ni las escuadras enemigas se preocu- pan , para atacar un puerto como el de Subic ó Ma- nila , de que los torpedos estuvieran en Aden y los cañones en Cartagena, como veremos más adelante. 3) Cuanto acabo de decir lo reconoce la acusación fiscal, por lo que, plenamente justificado, paso á otro asunto.

))En el estudio de este proceso se observa que, á la vez que se ha omitido el estudio de las circunstan- cias que vinieron á preparar la débil situación mili- tar de Filipinas, se ha omitido igualmente el estudio de las condiciones en que se hallaba la escuadra desde tiempo inmemorial, indicadas de un modo tan relevante desde el folio 742 al 746, por la declara-

BL ALMIBANTB MONTOJO. 353

ción del Sr. Marqués de Estella, Gobernador gene- ral que fué del Archipiélago: quien refiriéndose en el folio 751 á la misma Junta de 1880, de que antes he hecho mérito, hace consideraciones notabilísimas respecto á la necesaria y estudiada combinación de escuadras y puerto militar para defenderlo, .cuyo olvido tan caro pagamos hoy ; advertencias de una época en que los americanos no hablan aún empe- zado ninguno de sus acorazados, que el más viejo es de 1893.

]> En el folio 752 se hace mención de una comunica** ción de Septiembre de 1897, en que decía al Gobierno que en Filipinas faltaban lo menos dos Pelayos^ y que sobraba el Cristina y otros buques semejantes, no siguiendo para.no cansar al Consejo, puesto que todo ello obra en autos.

dEI almirante Montojo tampoco se descuidó en ha- cer presente al Ministro de Marina la escasez de re- cursos con que contaba, y la falta de personal, de elementos y de todo, originándose una corresponden-^ cia telegráfica que consta en los autos; terminada en el folio 208 con un telegrama que es la verdadera expresión de lo que ocurría, en que se le dice: «Siento no poder mandar refuerzos, i^

i>El 19 de Abril de 1898, el almirante Montojo manifestaba por telegrama: <r Tengo para combatir T> Reina Cristina j Austria y Isla de Luzón^ Isla de 7>Cuba:»; y luego observaba que con dos acorazado s podría hacer otra cosa, lo que, dicho á un Ministro,

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354:: ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

General de Marina, era expresión más que suficiente de la espantosa situación militar que se acercaba, tanto más notoria cuanto desde fines de 1897, y so- bre todo en comunicación de 20 de Enero de 1898, nuestro Agregado naval en Washington avisaba que al declararse la guerra , lo primero que se atacarían serían las Filipinas, y confirmaba nbta de todos les buques americanos que había en el Pacífico, y sus características.

» A la petición de torpedos hechas por el almirante Montojo, contestó el Ministro en telegrama del 19 de Abril, folio 203, repetido el 21, folio 207, que se enviaban 70 torpedos Bustamante, y que en Carta- gena estaban listos los cañones Armstrong que per* tenecieron al Numancia y Vitoria.

)) Respectó á los cañones, no había de ser gran ayuda para las batallas que se libraran en Filipinas, que el día de la declaración de guerra estuvieran en Cartagena; y por lo que toca á los torpedos, el modo como se anunciaba su remisión, expresa bien claras las dudas del Gobierno de que pudieran llegar á su destino, pues cuando tanto abuso se ha hecho del telé- grafo, no iban á dejar de decirse al almirante en qué buque se les mandaba y cuándo se habían embar* cado.

j>A pesar de eso, según consta al folio 253 vuelto, en la sesión del Congreso, celebrada. el 3 de Mayo, dijo al país el Sr. Ministro de Marina que navega- ban 150 torpedos para. Filipinas; y si bien reconocía

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 355

que era tarde, y ya la escuadra estaba destruida y Cavite perdido, y aún podía decirse que se guarda- sen para mejor ocasión, sin embargo, como la ma- yoría de las gentes ni comprueba fechas, ni mide distancias, esa aseveración, notoriamente inexacta, es una de tantas cosas sobre que la opinión ha for- mulado cargos injustísimos contra el almirante Mon- tojo, y que se ha apuntado en cuenta á las víctimas por los responsables de la aceptación de la guerra.

dEI concepto que la situación de la escuadra de Filipinas merecía á los que con derecho á emitir opi- nión resultaban más independientes por estar lejos del sitio, aparece claramente, entre otros muchos do- cumentos, en una carta del almirante Cervera al Mi* nistro de Marina, fecha 7 de Marzo, en que le decía: « Nunca he pensado en las fuerzas que los Estados }) Unidos tienen en el Pacífico y en Asia para el des- » arrollo de los sucesos en las Antillas; pero siempre i>he visto en ellas un gran peligro para nuestras Fi<- i^lipinas, que no tienen fuerzas que oponerles, ni aun itparecidas como una sombra.y>

3)El que tiene el honor de dirigiros la palabra , con- signaba en su voto en la Junta del 20 de Abril ce que Destando los Estados Unidos en tan ventajosa dtua- 3ción por la insurrección de Cuba, la posible de » Puerto Rico y la aún latente en Oriente, tenían ])elementos para atacarnos en las Antillas, en la Pc- >nínsula y en Filipinas, y puesto que no se ha aten^* )>dido á aquel Archipiélago, que era quizá lo mÁé

356 ANTE LA OPINIÓÍí Y ANTE LA HISTORIA

turgente d, etc. Cuyo voto, con la notabilísima

comunicación del almirante, que es lo más impor- tante que se ha escrito durante la gran tragedia na- cional , es un depósito sagrado que guarda este Con* sejo Supremo en la causa de Santiago, reconocidos ambos documentos como auténticos por el Sr. Minis- tro de Marina que era en aquella ocasión ; puesto que dichos documentos, á pesar de haber sido recibidos, no existen ni registrados en el citado Mini^terio, lo que afirmo categóricamente y estoy dispuesto á pro- bar siempre y cuando sea requerido para ello.

3)Consta, pues, perfectamente demostrado que la situación de Manila no era un secreto para nadie, puesto que el 7 de Marzo el almirante de la escua- dra de instrucción se dirigía en tales términos al Gobierno; pero que la opinión de éste era muy con- traria, resulta comprobado del siguiente telegrama oficial, del que estoy debidamente autorizado á hacer uso: «Recibido en Manila el 5 de Marzo de 1898. -r- »E1 Ministro de Ultramar al Gobernador general. D Siendo muy cordiales nuestras relaciones Gobierno ))americano, reciba V. E. escuadra en los mismos ]s>términos que las extranjeras que han visitado ese D puerto.]) Este telegrama no indica al Gobernador general la necesidad de sufrir la escuadra, como sufrimos la visita del Maine^ y sería un telegrama de verdadero engaño, si el Sr. Moret, que lo puso, no confesara paladinamente en su día que el enga- ñado era él.

¡Xrf.

BL ALHIRAHTE MONTOJO. 357

^Pero hay más, Excmos. Sefiores, y de fecha más inmediata á la ruptura de las hostilidades, y si no, comparemos las fechas. El día 7 de Abril »e anun- ciaba al almirante Cervera que las instrucciones es- taban ya redactadas, en las que, como sabéis, que- daba acordado el fatal viaje á las Antillas; el 8 salía . la escuadra para su destino; el 11 comunicaba con el Gobierno por medio del semáforo de Punta Ánaga, de la isla de Tenerife: mientras tanto, el vapor co- rreo de Manila estaba detenido los días 9, 10 y 11, pendiente de la proposición que había hecho el Ca- pitán general saliente, de quedarse allí á las órdenes del general Augustín, como más conocedor del país, para salir á campaña con las fuerzas del ejército, y el 12 puso nuestro Gobierno un telegrama que decía así: (c Visto telegrama de V. E., y no pare- )>ciendo inmediata la ruptura Estados Unidos, puede » regresar )&, etc.

)>Este telegrama del día 12 de Abril, en que ya la escuadra que iba á las Antillas estaba cien leguas al Sur de las islas Canarias, aunque el defensor no va- cile en afirmar que no envuelve el delito de alta trai- ción que á primera vista pudiera creerse, es, sin em- bargo, muestra de que el Gobierno no temía nada por Filipinas, en donde nadie que fijara en ello su atención podía dejar de reconocer que nuestras fuer- zas navales, comparadas con las americanas, no eran aún parecidas, ni como una sombra.

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358 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

}) Declarada la guerra, llegó la hora de salir: efecti- vamente, cumpliendo el acuerdo de la Junta de Au- toridades, y á propuesta del mismo almirante Mon* tojo, parte el 25 de Abril para el puerto de Subic, que suponía, si no suficientemente artillado, al me- nos con los trabajos muy adelantados, y como es lógico, telegrafía su salida al Ministro de Marina; y aunque desconozco exactamente los términos en que se publicó este telegrama , pues ni defensor ni defen- dido estaban en Espafia en aquella ocasión, es lo cierto que circuló una verdadera patraña en estas ó parecidas frases: «Salgo á tomar posiciones al en- Dcuentro del enemigo d; frases que, produciendo im- presión en el vulgo, han hecho gran daño al almi- rante Montojo, al que por lo menos todos nosotros, hombres de seriedad, no hemos de suponer loco, cuando si desde aquí podían los alborotadores soñar en romanticismos navales y militares, seguramente los que estaban ante la realidad no tenían motivo ninguno para forjarse ilusiones. El telegrama, certi- ficado por el mismo Ministerio, y que está al fo- lio 160, dice textualmente así: «Salgo esta noche ))con escuadra para Subic. Mis subordinados y yo j)procurareiiií)s corresponder á las aspiraciones de la )) Patria. D Este telegrama, de corte espartano, es la mejor demostración de que el almirante iba resig- nado al sacrificio, sin esperanzas de ningún género y sin fanfarronadas, que no cabían más sino en los que, sea con inocencia, sea con intención, jaleaban

BL ALMIRANTE HONTOJO. 35^

aquí la marcha de Cádiz; y si la prensa se hizo eco de tales suposiciones, cumplirá un deber de honra- dez el día que restablezca la verdad en su lugar.

bY ¿qué tiene de extraño que el pueblo de toda España creyese otra cosa, cuando el Sr. Ministro de Manna, con la autoridad de su elevado cargo, ase- guraba que pronto, muy pronto, el sol de la victoria luciría sobre nuestras armas en Manila?

:!>Llegada á Subíc la Escuadra, visto por el almi- rante que los cañones no podían estar montados á tiempo, ae resolvió en junta de Jefes que era insos- tenible aquella posición y que no había más recurso que sufñr el combate en la bahía de Manila.

»Se ofrece con esto un gravísimo incidente en los autos, tanto más sensible cuanto que, por haber ase- gurado el Gobernador general, señor general Augus- tín, una cosa de todo punto inexacta, se ha dado lu- gar á la larga prisión que suíre mi defendido, que deplorará seguramente el Consejo al conocer que se trata de un caso de grave responsabilidad para el Gobernador general que fué de las islas Filipinas.

«En efecto: en el folio 648 vuelto hay un telegrama que dice entre otras cosas: «Capitán general á Mi- »nÍ6tro Guerra, 30 de Abril. Nuestra escuadra «abandonó ayer puerto Subic, y ha entrado en el de »Cavite. La escuadra enemiga está para entrar. Su-

360 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

X)bic abandonado por la nuestra, sin consultarme ni »daríne aviso su almirante de resolución tan grave, » porque asegura desembarque armas y tiene ja ene- ))migo un buen puerto cerca de éste y comunicación 7>por tierra. Jefe escuadra se ha entendido directa- emente con Ministro de Marina, sin contar con mi 2>autoridad.» Telegrama en el que se ratifica el ex- celentísimo señor teniente general D. Basilio Augus- tín al folio 699 y siguientes.

DEste telegrama contiene dos partes: una pura- mente de apreciación, la consulta; otra gravísima, la queja al Gobierno de no haber sido avisado, la que probaré cumplidamente que no es cierta.

3) Veamos primero la cuestión de la consulta.

x> Sabía el comunicante que desde el sitio donde es- taba el general Montojo á la estación telegráfica más próxima, medíanse nueve kilómetros; la escuadra enemiga había salido de Mirs, y no quedaba un mo- mento que perder. El Capitán general estaba en su casa en Manila, y no con un Cuerpo de ejército á la vista de la escuadra , en cuyo caso , aunque no hu- biera estado á sus órdenes , se le hubiera consultado cualquier resolución de trascendencia. Y ¿cuándo los generales en jefe del ejército del Norte, por ejemplo, teniendo el enemigo encima, han cónsul* tado un movimiento al Ministro de la Guerra, que es el caso semejante? Le han avisado de lo que ha- cían, saliendo responsables de la operación, sin co- meter ninguna falta de disciplina, independencia ni

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 361

extralimitación de mando, pues para eso se ponen los ejércitos y las escuadras al mando de oñciales generales, y no de oficiales de menor graduación.

:b Además I tampoco se puede decir que el almi- rante no consultó, pues el secretario del Gobierno general, Sr. Sein Echaluce, depone textualmente al folio 758 vuelto (línea 13 por abajo) que d:anunció >el comandante general del Apostadero la necesidad >de regresar á Mi^ila, porque, no estando emplaza- 9 dos los cafiones, consideraba imposible permanecer j^en Subic]>. A mi juicio, esto es una consulta en regla, y el testigo perfecto en este caso. Y dejo los comentarios al Consejo Supremo.

]>Se comete, además, en este telegrama un error de capital trascendencia, cuanto que la operación era completamente contraria de lo que expresa, pues se afirma que la escuadra fué á defender á Subic, cuan- do fué á defenderse en Subic ; al modo de no ser la escuadra la que abandonó á Subic, *sino Subic la que abandonó á la escuadra. Si im ejército fuera á ampararse en una plaza fuerte por venir perseguido de fuerzas muy superiores, y á la llegada se encon- trase con que dicha plaza no tenia ni un cañón , de* aafío á quien quiera sostener que las tropas debían encerrarse dentro de sus muros, que les servirían únicamente de jaula, en lugar de volver al campo á todo evento, como hizo la escuadra, y no podía me- nos de hacer todo buen militar/

)>Aún está más desprovisto de fundamento supo-

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362 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

ner que desde Subic pueda ser atacada la capital, atravesando los impenetrables bosques de los montes de Santa Rita y el delta pantanoso de la boca del río de la Pampanga, en donde me aseguraba un general del Ejército que con un batallón, un par de cañones de tiro rápido y unas cuantas lanchas de vapor se podía hacer imposible el paso á 50.000 hombres: y seguramente, el Excmo. Sr. Gobernador general que acababa de llegar no conocía la loq^lidad, y sus con* sejeros en esto debieron haber recordado que si la táctica ha variado al cambiar las armas, la estrate- gia es la misma desde que el mundo es mundo, y desde el momento que el dominio del mar pertene- ciera al enemigo, había de hacer éste contra la Ma- nila del general Augustín lo mismo que los españoles hicieron contra la Manila de Lacandola; puesto que el único medio de variar esto era habiendo un puerto militar, y éste no existía.

dLos Sres. Tiscales han hecho muy bien en no apreciar estos incidentes como cargos de ningún gé- nero; pero como de los hechos se hace mención en el apuntamiento y hasta en el dictamen del sumarlo, y causaron la prisión del almirante , el defensor no puede dejarlos sin contestación , pues unos y otros acumulan elementos de convencimiento, tanto más sensibles cuanto del primero al último son todos in- sostenibles.

^¿ Q^é procedía hacer ? Había, sí, una gran solu- ción, cual era esconder la escuadra en un río ó en los

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BL ^LMIRAKTB MONTOJO. 363

arrecifes del Sur, dejando al enemigo la necesidad de buscarla apartado de sus comunicaciones, y no ofre- ciéndoles el combate sino en condiciones de que no* pudiera ser nunca decisivo: eso fué lo que hizo la es- cuadra chilo-peruana, encerrándose en Abtao; y con-; servándose así entera, impuso la retirada á la nuestra, mucho mayor, cuando, después del bombardeo del Callao, estaba ya escasa de municiones; pero para eso era preciso que lo hubiera ordenado el Gobierno, ó que lo hubiera impuesto el Gobernador general, pues que esto significaba un bombardeo de Manila para obligar á la escuadra á salir de su escondrijo, como Méndez Núftez hizo el de Valparaíso en 1866 con el mismo objeto. Léase lo expuesto en el folio 274 vuelto, línea 11, en que dice el almirante: «no podía ^abandonar la bahía con la escuadra sin oponerme 3> directamente á la idea que el Excmo. Sr. Teniente 5>general Sr. Augustín tenía sobre el particular, te- )>niendo en cuenta, en primer lugar, la repugnancia Dque dicho señor había manifestado más de una vez j>á que la escuadra abandonara la bahíaD ; y en el folio 275, línea 13, que dice por último: ala opinión }> pública se oponía abiertamente á la salida de la Descuadra» ; y se comprenderá que esa gran medida salvadora, por el estilo de la de aquí, que era haber dejado todos los buques de combate en la Península, requiere una educación en el vulgo y una energía y convencimiento en los que ejercen esos grandes cargos directivos , que por desgracia suelen hallarse

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36 i ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

muy rara vez entre nosotros, y lo que es peor, cuando esa opinión pública suele sustituir los conocimientos con la más infundada presunción.

:pLa escuadra no podía volver más que á Manila, puesto que la ciudad creía firmemente que los bu- ques no tenían otro objeto que la defensa de la ca- pital, que allí era todo, según ellos: su misma ida á Subic contentaba tan buenos ciudadanos (y hablo del público, no^de las autoridades), pues allí la des- trozaría el enemigo, el cual, como á su juicio no podía tener otro pbjeto, se marcharía satisfecho , con la no pequeña ventaja de que, como no había ferro- carril j los heridos no irían á perturbar la plácida tranquilidad de los habituales concurrentes al paseo de la Luneta.

]E> Regresó la escuadra á Manila, y las alarmas y dia- tribas del vecindario contra el almirante están per- fectamente marcadas por el miedo que inspiraba en el elemento civil la presencia del enemigo; y que tras- cienden bien á las claras en algunas de las declara- ciones de estos autos , traídas del proceso de la ren- dición de Manila, de que el defensor hace generoso olvido , ya que los Sres. Fiscales han tenido la mag- nanimidad de perdonarles el merecido ridículo.

» Vamos ahora á lo grave del parte, que forzosa- mente tenía que impresionar al Gobierno, donde dice: (csin darme aviso de resoltición tan gravei>.

j> Ruego que me sigáis , Excmos. Señores. En el folio 158 vuelto, el limo. Sr. D. Luis Sein Echaluce,

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EL ALMIRANTB MONTOJO. 365

Secretario que era del Gobierno general, afirma, línea primera de dicho folio: «Se cruzaron varios tele- Dgramas entre éste (el Gobernador general) y el ge- Dneral Montojo, que se referían á la imposibilidad }[>del emplazamiento de los cañones llevados á Subic; ))que con este motivo, no habiéndole dado clave espe^ j>€Íal al General de Marina , se le autorizó á enten- Dderse por conducto del comandante de Marina de }!> Manila. D Y dicho sea de paso, que el comandante de Marina era la autoridad que sustituía al almirante en sus ausencias, y que tan poco enterada está la Se- cretaría que ha copiado el certificado del Excmo. se- ñor Teniente general D. Basilio Augustín, que cuan- tas veces menciona esta oficina , pone Infantería de Marina, en lugar de Comandancia de Marina.

2>En diversas declaraciones manifiesta el señor ge- neral Montojo su sentimiento por haberle sido ne-* gada la clave reservada de la Capitanía general , cosa que seguramente no ha sucedido en ninguna otra parte en cuatro siglos de dominio colonial, pues el defensor que tiene la honra de dirigiros la pala- bra la ha tenido á su cargo hasta en destinos real- mente insignificantes, no creyendo posible que pu- diera negarse al comandante general del Apostadero, vicepresidente en Filipinas de la Junta de Autori- dades.

2)Esto obligaba atener que usarla clave de Marina^ que por ser complicada y de dificil manejo con el libro de señales, ó había que mandar un oficial para

366 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

ello al Gobierno general, ó por medio del coman- dante de Marina de Manila, de lo que tenía perfecto conocimiento el señor general Augustín, por habér- selo manifestado el almirante y obtenido su apro- bación.

' » Consta, además, todo esto en el folio 654, dicho por el capitán de navio Sr. Boado, jefe de Estado Mayor de la escuadra ; pero lo más importante y de- cisivo es la declaración del Excmo, Sr. Auditor ge- neral del Ejército D. Nicolás de la Peña , que lo era de la Capitanía general de Filipinas , y cuyas decla- raciones no son, ciertamente, para hacerle sospe- choso de parcialidad á favor del almirante , mi de- fendido^ ni de ninguno de sus subordinados. Dice así al folio 678 (línea 5.* por abajo):

a:En los últimos días de Abril túvose noticia de »que la escuadra americana se había trasladado al »puerto chino de Mirs, y que desde el mismo había ahecho rumbo á las aguas de Filipinas. Nuestra es- ^cuadra, que se hallaba en Subic, salió para la bahía :háe Manila el 30 de Abril , siéndole comunicada esta ]E> importantísima noticia al General en jefe por el ca- » pitan del puerto D. Antonio Cano, que la había re- ícibido, en despacho cifrado , del almirante Montojo. ]> Aquel General mostróse contrarladísimo por tid de- » terminación, tomada sin consultarle ni darle cono- acimiento, llegando su molestia á tal extremo, que ^telegrafió al Gobierno en son de queja.» *

» Resulta, pues, plenamente probado:

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BL ALMIRANTE MONTOJO. 367

d1.° Que estaba convenido que los despachos ci- frados los dirigiría el comandante general del Apos- tadero por medio del comandante de Marina de Manila.

1)2.'* Que dicho comandante general avisó la salida á la primera autoridad del Archipiélago, y que éste recibió el aviso estando presente el auditor general Sr. Peña.

i>3«® Que esta noticia fué la primera que tuvo del movimiento de la escuadra, según la declaración del referido auditor general, en que expresa la contra- riedad que le produjo al señor general Augustín, lo que prueba que el aviso había sido tan inmediato, que nadie pudo dárselo antes; y, por último,

))4.^ Que á pesar de la gravedad que envolvía una acusación de ese género en aquellos críticos momen- tos, aumentada con la importancia que le da el telé- grafo, dijo al Gobierno: « ni darme aviso su al-

i> mirante de resolución tan grave » ; lo que el defensor está en vano dando vueltas para adjetivar, pero que somete á los pies del Trono y de la Nación entera en este acto público , encomendando al Consejo la calificación que en justicia le corresponda, puesto que este alto Tribunal puede hacerlo sin menoscabo de la disciplina.

D Continuando con este funesto telegrama, y de- inostrado poco antes que no es por Subic por donde pudieran hacerse desembarcos de armas, imposibles de evitaren Filipinas estando el país levantado, sigue

368 ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

el despacho : a Jefe escuadra se ha entendido direc- Dtamente con Ministro de Marina sin contar con mi D autoridad.])

})E1 almirante Montojo, en cumplimiento de su de- ber, daba cuenta de todo al Ministro del ramo: pero ni tenía que entenderse ni podía entenderse con el citado Ministro en esos momentos supremos, en que por telégrafo ya no cabía enviarle sino buenos con- sejos; mas por la fecha de los telegramas, por estar éstos intervenidos por el Gobierno general , y sobre todo por estar todos en el proceso , acredítase lo in- fundado de la queja. En cambio, el telegrama del Ex- celentísimo Sr. D. Basilio Augustín está dirigido al Excmo. Sr. Ministro de la Guerra, que nada tenía que ver, ni ejercía autoridad sobre el comandante general del Apostadero, dejando olvidado al Sr. Mi- nistro de Ultramar, que era el jefe á quien corres- pondía conocer de toda queja dirigida por el Go- bierno general; es decir, cometiendo la falta de que precisamente se quejaba.

3) Al folio 699 vuelto, corrobora el ex Gobernador general de Filipinas lo del abandono del puerto, csin Ddarme su almirante el menor aviso ni explicación]», insistiendo en la probada inexactitud.

3) En el folio 701, línea 19, dice, refiriéndose á lo

mismo: <c sin que de su llegada á Subic ni de su

3) salida me diese ningún avisoD; lo que no es (¿erto, según declara el Secretario del Gobierno general , y hemos puesto líneas antes.

BL ALMIBANTE MONTOJO. 36U

)>En el mismo folio 701, segundo párrafo , dice: d Con estos datos y antecedentes me sorprendió la Dnoticia de que nuestra escuadra estaba en Cavite»; lo que es igualmente inexacto, pues el capitán de navio D. Antonio Cano le avisó la salida de la es- cuadra desde Subic, estando delante el auditor ge- neral Sr. Peña.

D Y como ésta ha sido la base de la dura prisión que ha sufrido el almirante, mi defendido, durante más de seis meses, ante el país entero pide justicia y cumplida reparación de tal agravio, anulación de dicho telegrama y restablecimiento de la verdad. x>

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CAPÍTULO XVII

La defensa. ~DtiraDt« el comlwte.

sAl Uega-r la escuadra á Manila no tenía más que' do8 sitios que escoger: ó apoyarse en Manila ó en Cavite. Lo primero hubiera sido un gran error, y ]irai:ba de ello es qae, á pesar de los desplantes de-' lod telegramas, esos cañones hubieron de callaren cuanto el almirante Dewey mandó la orden de que' así se hiciera, ó que, de lo contrario, echaba abajo la cioilad (telegrama del Grobemador general, folio 649' vuelto, línea 4/); jsin censurar á nadie, sensible es confesar que et bombardeo de Strasburgo, que ha iavértido radicalmente- las ideas sobre esta clase - ataques, no ha hecho entre nosotros el debido cambio - de opinión, de donde por analogía es visto que no ' hay la perfecta conciencia del poder de las escuadra» modernas. Parecerá por ello quizás una bravata el tel^rama que el día 13 de Mayo puso el almirante enemigo á su Gobierno, diciendo que podía tomar á Manila cuando quisiera ; lo mismo- dijo el almirante Sampson du Puerto Uico, afirmando ambos que no-

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372 AKTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

lo hacían por no tener tropas para guarnecerlas ; y las observaciones de este último almirante sobre la Habana, perfectamente acordes con la táctica mo- derna, son para nosotros mucho más sensibles que las propias consecuencias de su desconocimiento, y todo ello explica el por qué el almirante Montojo no pudo buscar el apoyo de las piezas de mayor ca- libre que había en Manilla, ni ésas pudieron hacer fuego, á pesar de qué el entusiasmo de algunos ofi- ciales sin experiencia haya hecho de esto una ocasión de exhibición. i . ;

dEI almirüntQ Montojo tuvo que apoyarse en Ca- vite, porque, como he dicho poco há, la estrategia no yaría> y los americanos, lo mismo que nosotros tres siglos y medio antes, tenían que tomar á Cavite como bai^e de operaciones; como volverá á suceder dentro de cuatrocientos afios, si un terremoto no varía la configuración de la bahía de Manila, á no construirse uno ó varios puertos militares.

^ Cavite no puede hacerse intomable por mar, pero es intomable por tierra para todo aquel que domine el mar, aun hoy que el istmo de Dalahican lo une á la tierra firme ^ y que el cambio de régimen de las aguas producido por dicho istmo ha traído el aterra- miento de la ensenada de Bacoor, donde á principióla del siglo estuvo la escuadra de Álava. Así, pues, Cavite fué, ha pido y será siempre el pbnto de apoyo de toda operación Qpntra..Miginila, i^o cansánd^moade. repetir, no parji.^l. Concejo Supremo,, de muchos de

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BL ALMIRANTE MOÑTÓJO'.

cuyos señores vocales del Ejército y die J i recibido yo lecciones militares que no puéd( sino para los oyentes, que toda agresi<in á tendrá esa base para las fuerzas navales s i que la ejecuten, pues claro es que si no fue: i riores no irían á dar el gusto de ser allí de

» Llegó la hora de la batalla, y vuelve 1 calumnia á en^teílar su repugnante faz, y boca en boca la innoble, indigna y asquero i sición de que los nuestros dormían á pieri ha^ta que los despertaron los cañonazos del i

Podrían, seguramente, dormir tranqi I ricos mestizos de Manila ; pero aquella noel i hubo en la ciudad un español qtie pegara menos habían de cerrarlos los que ignorab i puerto si les estaba reservado ver ponerse ( «sol.

- »El almirante Montojo, según muchas de( I nes, incluso la que prestó el capitán del vapc Jsla de Mindanao (folio 141), lejos de estar i venido, no descansó un momento, desde su Cavite, en preparar la escuadra para el c : Las noticias telegráficas que recibiá de loi mientos del enemigo le hicieron suponer que i en la bahía á media noche, cómo en efecto i y así se lo dijo al capitán del Mindanao^ acc; dolé que se fuera á Singapore, püels tenía a horas por delante. Una carta dtelprlmér mác| de aquel buque trae intere^ntíes' détaltes^ t

374 ANTE LA OPUÍJÓN T ANTE LA HISTORIA

alabanza del almirante Montojo, y otra del teniente de Artillería Sr. Yalera^ que mandaba la bateiía de Punta Sangley, expresa punto por punto todo lo que sucedió antes y en el combate, demostrando en ella la vigilancia en que se hallaba la escuadra, dis- poniéndose á hacer frente con denuedo á la de los Estados Unidos; documentos que han circulado por toda España, y que no he creído necesario traer por estar suficientemente probado cuanto he dejado expuesto.

)>Sin embargo, como en argumentación sienipre cabe un distingo, y era más cómodo suponer la sor- presa de la escuadra que resignarse el púbUco á con- fesarse sorprendido de su propio desconocimiento, al comprender que la sorpresa material era un desa- tino imposible , no ha faltado quien agregase que fué sorprendida al ancla ^ es decir, sin haber levado; y aunque esto no debía ni refutarse ante Tribu- nal militar tan competente , como no son cargos del Tribunal, sino de la opinión, el defensor, aun á riesgo de abusar de la paciencia del Consejo, agre- gará que, sin movimiento el UUoa^ sin movimiento el Castilla y cuyo casco, aunque en peor estado que los demás, era el mejor artillado, todo movimiento que separase los demás buques de esos dos, y de los cañones de Punta Sangley, equivalía á reducir nues- tras fuerzas á la mitad , y una vez fuera de la línea general, el enemigo, una de dos: ó hubiera ido ^ra fiiera, para poder batir en detall los que abandona-

EL ALMIRANTE UONTOJO. 079

ban sa apoyo, ó doblando uno de los floncoa de la escuadra, se hubiera interpuesto entre las dos líneas, con lo que, pudieñdo utilizar las baterías de las dos bandas, habría de hecho duplicado su artillería ; ro* gando al Oonsejo Supremo excuse estos detalles, que son el a, b, c de la táctica naval.

»Más adelante relataré el valiente avance del cru- cero Reina Cristina , que de un modo tan honroso para el almirante Montojo describe el de la escuadra enemiga y el oficial de Artillería Sr. Várela, demos- trando que bastante hacían con aguantarse en línea por no tener otro remedio.

}> Preciso es, sin embargo, rectificar que los buques no estaban á la gira, sino acoderados y con todas sus amarras avalizadas, con lo que, para ponerse en movimiento, no tuvieron más que cortar las bozas, sin necesidad de levar, cuando el almirante dispuso lo hicieran así, no para deshacer la formación, sipo pura que los enemigos no pudieran rectificar las punterías.

»La moral de todo esto es bien clara, Excelentisi- simos Señores, y descansa en que cuando la lucha, aunque sea desigual, se emprende con algún ele- mento de disputa, ya sea teniendo mejor la defensa; ó la artillería, ó la velocidad, ó por contar con forti- ficaciones en tierra, ó por ser los buques, si menos

i 1

376 ANTB LA. OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

que la lucha equivale á uno contra ciento campo abierto, entonces es insensato pensar én que puede hacerse nada, ni creer que, al ocurrir el choque, pueda salvarse ni un bote de la refriega: y en esto es donde hay que buscar la razón de los sucesos, y no en ri- diculas suposiciones de sorpresas, que lo menos mal que pueden probar en contra de los que las afirman, es que no saben lo que se dicen.

y> La admirable y seria declaración del teniente de Artillería D. Valentín Valera, que mandaba la bate- ría de Punta Sangley, y que corre al folio 985, de- bieran aprenderla de memoria todos los buenos es- pañoles, y en ella verían, no sólo la exactitud de cnanto el defensor asegura, sino un espíritu de leal- tad y justicia digno de ser imitado por todo buen caballero.

)>Con8ta en todas partes que nuestra batería de Punta Sangley fué la primera en romper el fuego, aun antes de estar á tiro el enemigo; que lo mismo hicieron las baterías de Manila y, por fin-, nuestra escuadra, antes que contestase la americana. Asi está probado en autos, y es evidente á todos los hombres de buena fe.

j!)Siemprese ha dieho: «¡ Ay de los vencidos!», pero ahora hay que agregar: «J Ay de aquellos á quienes ))se envía para que sean vencidos I», pues por muchos qué mueran, siempre parecerán pocos para cubrirlas faltas ajenas y la traición' á iPatria; porque es trai- ción llevar al país á la nulidad y á la pérdida de diez

EL ALMIRANTE MONTOJO.

milLones de habitantes, invocando rom i

leyendas que los hombres políticos tiei i

de saber que no son verdad, que no soi :

nunca la guerra, y que las naciones que i á ese triste recurso han acabado por den mapa.

3> Llegamos ya al momento del comba

}[>En el resumen hecho por el Sr. Fisc comprende una bien estudiada relación de los buques de las dos escuadras, que i pues basta con que esté hecha una vez; ] cuando entiendo que es muy difícil, si n( para formar el estudio sintético del com \ esa relación de buques y cañones, que, s : era preciso hacer y que ya existe.

)>A juicio del defensor, la síntesis del i puede expresar en pocas palabras, dejand : relatos patéticos ó entusiastas cuando se tudiar fríamente una-cuestión.

D Lo que voy á decir, escrito ya hace ti publicaré en breve, Dios mediante, quÍ2! de autoridad dicho por mí; pero afortí: acaba de celebrarse una gran reunión de en Inglaterra, en el United Service instiii estudiar las lecciones de la guerra hispano y en la página 440 de la publicación de e\ que se da cuenta de esa Junta magna, e

37» ANTE LA OPISIÓS Y ANTB LA HISTORÍA

Colomb, que pasa por ser el primer estratega de In* glaterrá) dice hablando del combate naval de Cavite: aDewej se colocó á tal distancia, que ni ios buques )f>ni las baterías pudieran hacer una contestación ade- cenada á su fuego, ejecutado coii cruel frialdad^ a T>modo de negocio (business like)^ por parte de los ^americanos; y una parada patética de quijotesco va- Dlor por el lado contrario.!)

DEsta es la expresión de todos los combates de esta guerra, á modo de negocio. En Cavite, el almirante enemigo, con el lápiz en la mano, vio cuál era el me- por espesor de sus manteletes, fajas y casamatas, y cuál era la energía necesaria para atravesarlas: cono- cido el peso del proyectil más potente que tenían nuestros buques, una simple división le daba la ve- locidad remanente, y una tabla de velocidad de cual- quier cañón semejante, le daba la distancia á que podía batirse sin recibir daño mayor; y como las penetraciones la guerra son mucho menores que en el polígono, tenía la seguridad de poderse batir de 2 á 3.000 metros con completa impunidad. El pro- blema, por consiguiente, se ha presentado siempre en estos términos : por nuestra parte éramos vulne- rables á todos los proyectiles que recibiéramos; por la contraria, ellos no eran vulnerables en Santiago más que á un número ínfimo, y en Cavite á ninguno. Entabladas las batallas, lo fueron siempre como de- ben entablarse, á modo de negocio; y si no, véase cómo en la batalla de Santiago, al irse primero el Teresa

EL ALMIRANTE MONTOJO.

y luego el Vizcaya sobre el Broohlyn^ éste i en polvorosa, es decir, sostuvo la distanc muy bien, y se interpusieron cada vez dos a contra los qué lo mismo daba que les nuestros proyectiles, que piedras de la ci i que el Sr, Fiscal tan injusto es con el i Montojo, es muy sensible que no haya leíd i oficial del almirante Dewey, parte oficial, i ni artículo ocasional, y que tengo aquí, dice: «A las siete de la mañana el buq Drante María Cristina hizo un esfuerzo des ]>para salir de la línea y combatir á corta c i>pero fué recibido con tan tremendo fuego - )) batería áú Olympia concentrada sobre aqn I 3> que á duras penas si pudo volver á abr ¡ lAjk punta. Entonces estallaron dos incendios i >buque, que no pudieron ser apagados hast; i>fué á pique.3>

DEsto mismo consta en el folio 760, en un impreso del combate de Cavite, tomado d( I and Navy Journal^ que, dicho sea de paso, i cío, ni debió traducirse oficialmente, ni deb tirio el Sr. Consejero instructor de la cau ; rendición de Manila, ni debió aceptarlo el ¡^ i sejero instructor de ésta, pues ese periódico e i riódico ilustrado al estilo de nuestras ilusti militares literarias, sin garantía de ningún! A pesar de eso, este párrafo está bien vertidc forme con el documento oficial del apéndice q

380 ANTE LA OPINróN Y ANTB LA HISTORIA

tengo, pues en los demás, el impreso traducido con* tiene inexactitudes, algunas de importancia*

]>No necesitaba el Fiscal ir á buscar esos documen-

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tos, pues al folio 986, el valiente teniente de Artille- ría Sr, Valera, repite: «Nuestros buques, que no ce- nsaron ni un momento de bacer fuego, sufrieron los ]s> espantosos efectos del aiterrador del enemigo, hasta Del punto de que, después de intentar el crucero y>Reina Cristina el abordaje sobre la escuadra, tuvo ))^ue retirarse completamente acribillado y con te- »rr¡ble incendio á bordo. Igual suerte le cupo al cru- Dcero Don Juan de Austria^ que también se lanzó j)al abordaje.^

» Y aunque el Sr, Fiscal militar, en el folio 1.096, está justo con el almirante Montojo, pues dice:

(L siendo digna de todo elogio la conducta del al-

» mirante en todo el combate, por su arrojo, presencia ))de ánimo y acierto en cuantas disposiciones adoptó Den tan difíciles y angustiosas circunstancias, cons- Dtando en autos que durante esta desigual defensa D resultó el General con una herida contusa en la ca- Ddera izquierda d, es sensible que no llegue á poco más allá su entusiasmo cuando el almirante, desde el puente del Reina Cristina^ trata de llevar ese bu- que indefenso, antiguo y mal artillado, á combatir de cerca, á morir matando á la boca de los cañones enemigos , consumando el acto de más valor que ha tenido lugar en toda la campaña; y en cambio, en el folio 1.104, como deshaciendo el efecto de lad pala*

EL AL^IRA^TE JttONTOJO.

bras anteriores, se limite á congigna «La conducta del almirante^ aun dign pnes de alabanza.....))

dEs verdad que algunos de los que vi i bate desde las murallas de Manila, dicei ; escuadra no maniobró, siendo sensible vieran en el puente del Cristina^ pues visto mejor.

i) Volviendo al estudio del combate i repetirá el defensor que síntesis de to dos con los americanos ha sido, por pai ; un negocio arreglado con lápiz y papel negocio el primer factor eran las corazas grandes combates navales se. dice que 1 1 mal, lo cyae no es cierto; lo cierto es que i de lejos, lo cual es bien claro para nosot tares, que sabemos que el secreto de tin i siste en tirar de cerca : la cuestión ha sid ; los proyectiles que recibían nuestras na\ ! ridas mortales, y los que recibía el ener ; 80 puede ver de sus partes, dejaban una ! menos profunda en sus blindajes , pero s i allí; y ereo, Excmos. Señores, que con lo ex drá él Consejo Supremo una idea mucho ; de lo que fué. el combate de Cavite y del heroico esfuerzo de su almirante para \ cara su ií^vitable ruina« . i^Para no prolongar más éste, á mi peii simo escrito, no detallo los incidentes qu€i

382 ANTE LA OPIKIÓS Y ANTE LA HISTORIA .

puesto que éstos vendrán al refutar los cargos; tanto más, cuanto que al Sr. Fiscal militar le fad, pasado inadvertido lo más notable y exti^aor diñarlo, que con la cuestión de la distancia ha sido el carácter de la lucha del 1.^ de Mayo, y por lo cual insisto y de mostraré que mal pueden exigirse responsabilid^vdes sobre estos incidentes, cuando ni siquiera se conoce bien lo ocurrido en esos momentos; y vosotros, Ex- celentísimos Señores, vais á ser los jueces puesto que lo sois de derecho.

>>En efecto: á las siete y treinta ó siete y cuarenta, el almirante Montojo acaba con los cruceros Isla de Cuba é Isla de Luzón el salvamento de los náufragos del Castilla y del Cristina, operación, Excmos. Se- ñores, que el almirante dirigía, como todas las de la escuadra; el almirante recoge los buques que le quedan, y con ellos, en retirada, se va á la ensenada de Bacoor, esperando, como era consiguiente^ que los americanos se aprovecharían de la ventaja, y, perai- guiéndole, terminarían en pocos minutos la destruc^ ción de los buques españoles y el combate ; cosa tanto más natural, cuanto que los contrarios, á pesar de su inmensa superioridad , no podían desperdiciar nada que les fuera favorable, puesto que se hallaban á miles de leguas de su país, y cualquier contratiempo medianamente serio les hubiera impuesto la reti- rada: pero con asombro de todos, el enemiga vase fuera del alcance de nuestros cañones y los suyos* De esta retirada dicen unos que fué para recibir mn-

BL ALMIKANTB MONTOJO.

niciones de los transportes , otros, que almirante Dewey fué que almorzaran la nes, y así lo expresa el impreso del foll i párrafo primero.

i>Excmos. Señores: Esto sería tolerabl i ha sido por la Prensa periódica, y que ( I done esta pequeña observación profesioi hay militar en el mundo que pueda c ¡ combate naval se suspenda para ir á al i cisamente en el momento decisivo. Era dente de toda evidencia á nuestro aln algo extraordinario había acontecido en I enemiga , por lo que quedó con nuestras expectativa, permaneciendo dos horas crucero Isla de . Cuba á la mira de lo qi bajando al Arsenal, donde hacía más fa I de dar las órdenes precisas á lo imprevist i situación, de todo punto inexplicable.

]>Lo sucedido en la escuadra americana cilio como pudo ser grave para ellos de 1 verdad, y consta, en el parte oficial de I aquí tengo. Aparece de dicho document : siete y treinta y cinco minutos manifest i modoro que no le quedaban más que cañón de 15 centímetros, lo que en las pií rápido representa unos tres minutos di aunque el enemigo tenía un buque con ii no es entre nosotros,. militares, donde i Imcer resaltar la alarma de todo General i

384 ASTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTORIA

gunoa miles de leguas de su base de operaciones, y á quien le dicen que le quedan municiones para txea minutos;» y de ahí la inexplicable retirada y el con- sabido almuerzo, que, aunque es cierto que aprove- charon el interregno de fuego para hacerlo , también por nuestra parte se trató de tomar algún alimento, sin que esto ni pueda ni deba mencionarse, ni mucko menos creer que pueda ser razón de un incidente del combate.

Así, pues, esa retirada inexplicable de los con- trarios fué la que hizo que, por nuestra parte, estu- viera el almirante en Bacoor sin echar á pique los buques hasta el momento en que volvieron á presen- tarse, situando allí los buques para que no cayeran en poder del enemigo, pues no había de hacerse ya con los restos de la escuadra lo que no se consiguió con toda ella entera.

3) Y como todo esto forma parte de los cargos, y ha de ser discutido punto por punto, suspendo el re- lato para evitar repeticiones , agregando simplemente que en las declaraciones del Excmo. Sr. General Aii- gustín se juzga el encuentro muy &vorablemente, como no podía menos de> ser.

})Bien habéis visto, Excmos. Señores, que no hago uso ni abuso del sentimentalismo; pero sí. debo .ha-^ cerlo de mi indignación ante los que en el proceso hablan del combate en tonos que indican supinar ig* norancia ó reconocida mala fe.

JD En todas partes , Excmos, SeQores ^ necesita ^1

EL ¿LMIRASTB MONTOJO.

hombre tener entero su corazón para muerte; pero á bordo de los buques, se que revientan de vapor ó alta presión abarrotados de explosivos, del mar abierta y loe tiburones para celebrar el sita el marino más de lo que Dios ha co. generalidad. Esob combates, el callón c* elementos destructores que han dado á los industriales, presentan un horror b de las batallas cappales, én que domina fusil : el número de muertos supera en di ees al de los heridos, y [ qué heridos ! Le sión del oficial de Artillería del Ejército

al folio 986; « siendo horrible el espe

spresentaban los heridos, en su mayoría : Los muertos quedan comúnmente desni modo inexplicable, arrancadas sus ropas con el soplo abrasador de las granadas, n su propio fuego; los cadáveres ardiendo visto tantos con mis propios ojos, y los h espantosos destrozos hechos con pedazoi irregulares, ¡casi todos mutilados! Pero > el valiente oficial de Artillería que mand tería de Punta Sangley, y no un señor ( que al folio 973 y 974 se atreve á ase esos héroes no se batieron.

:*)8(] AXTB LA OPINIÓN Y AXTE LA HISTORIA

aun con la pena inmensa que da el saber que no hay la menor esperanza de éxito, que lucha y combate con un valor heroico que admira al enemigo y al único oficial del Ejército que de cerca lo contempla, llegue á dudar, y entienda que, al llegar á tierra, tanto corazón pueda haber flaqueado en pequeños detalles, y olvidándose de tanto mérito y tanto va- lor, en lugar de terminar aquí el proceso como de- biera , venga á formular cargos que no tienen ni pue- den tener el menor fundamento. »

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91

CAPITULO XVIII

La defensa. De8pu<f8 del combate.

(c Dejamos al almirante, á bordo del ( de Cuba y en la ensenada de Bacoor, estai el general Sostoa, que, aunque, á mi juici bien en ir á bordo á consultar con su jefe cal militar, sosteniendo su criterio, deb rarlo irregular, .lo que, por fortuna para t General, no ha ocurrido así.

dEI almirante desembarcó, y de ello ; echado los buques á pique hizo cargos el fiscal, que aunque hoy dice que están de resulta inconsecuente, pues sigue sost< mismo en los que hoy presenta, olvidando mirante era un jefe superior y no un g balterno con un mando especial determin era efectivamente: el almirante era el C jefe de las fuerzas de Marina de mar y como tal, no tenía ni podía tener sitio marc el momento que la escuadra estaba destri; los restos que quedaban no debían ya batii

38S ANTE LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

currir en la mayor y más grave de todas las respon- sabilidades, cual era la seguridad de caer en poder del enemigo.

:s)El almirante estuvo unas dos horas á bordo de aquel crucero, como he dicho, por cuanto no tenía explicación plausible la retirada de los americanos: y al ver que no volvían al ataque, desembarcó en el Arsenal , tan de su mando como todo el Apostadero, dejando órdenes para resolver según lo que se pre- sentara, que era entonces lo desconocido; órdenes que podía comunicar hasta á la voz desde los mue- lles del Arsenal.

»Si el almirante hubiera sido un jefe subordinado, sin más cargo que el de los buques , claro es que sin ser llamado por un superior no podía desembarcar; pero como jefe superior de todo, podía y debía estar donde creyera su presencia más necesaria.

dEI combate de los buques había terminado; y si el enemigo se presentaba de nuevo, lo más urgente era destruir los nuestros sin perder un momento.

dEu efecto: ¿podría decírseme qué es lo que se hu- biera hecho con esos cuatro buques malparados, que el Sr. Fiscal militar supuso en un principio que de- bieron conservarse á flote, si el enemigo, mejor ente- rado de nuestra situación, en lugar de volver á oa- fionazos á las once horas y diez y seis minutos, hubiera venido con una bandera de parlamento exi- giendo BU entrega tal como estaban, so pena de arra- sar á Cavite y á Manila?

BL ALIllBAHTE MONTOJO.

» Vuelvo de nuevo á insistir en que «ordiaE civiles han perturbado el conce] rra entre nosotros, especialmente en e. tratamos; pues en dichas guerras civile ejercer presión sobre las ciudades, ani que en ellas tiene uno siempre partidaí son pueblos propios, y otras porque lo armas no tienen ni un ladrillo de su pi eso, cuando ha habido que ejercer pre, necesario hacerla sobre la cabeza de lo valiéndonos injustamente la reputación rios, por lo que es absolutamente inevi el enemigo no tiene más propiedad qu Pero en guerra extranjera es cosa muy hace salir de la plaza á los extranjeros, no combatientes, y por lo mismo que i cerse lo que se hace en las guerras civi las partes del mundo, la presión viene ; y todos vivíamos cuando en 1870 y 71 <]uemaron pueblos enteros de Francia, i se escandalizara.

^Nuestros blindados bombardearon tábrica que estaba por los carlistas , ci hacer el menor daño posible; y como los que creen que es así como se boni

'T-T

>^V»|

390 ANTE LA OPINIÓN Y ANTK LA HISTORIA

rante mandó echar á pique los buques de la ensenada de Bacoor, para que no cayeran inmediatamente en poder del enemigo. En esta misma triste campafia tenemos ejemplos que sirven de motivo de aplauso á la energía del almirante Montojo, porque en San- tiago de Cuba hubo que entregar el cañonero 5an- doval por no haberlo destruido antes de la rendición de la plaza; en el tratado de paz, los americanos pretendieron que se les pagara el Cristóbal Cdón, porque sostenían, sin razón, que las válvulas fueron abiertas después de rendir el buque; y en el mismo Manila, aunque se salvó, incendiándolo, el trans- porte Cebú y en cambio fué entregado el cañonero Bulusan^ apenas á pique, por un retardo inevitable que lo incluyó en la capitulación.

D¿ Podría, pues, decírseme por qué en las capitu- laciones se entregan intactas las banderas, armas, municiones, baterías, fortalezas, y el ganado y los víveres y cuanto se tiene, en lugar de destruir unos y otros y volar un lienzo de muralla para que la re- conquista sea más fácil ?

» Todos nosotros ^abemos cuan fácil es seguir ti- rando cañonazos: ¡quizás es el valor de los que me* nos lo tienen I Y en cambio , ¡ cuan difícil y grave es decir: Echad esos buques á pique, ó en otro terreno: Volad el fuerte ú ordenar una retirada!

j>Aquí, Excmos. Señores, y con toda la seriedad que merece este caso tan grave, hay que reconocer que al almirante Montojo le coloca el ministerio fis-

EL ALMIRANTE MONTOJO.

cal en el caso de aquel soldado al qu Ordenanza por primera vez y no veía e con vida de tanto argumento a posteri

»Por fortuna pudo mi defendido con nisterio fiscal , y éste retirar sus cargos , en la conclusión , de los que sólo he por haber sido del proceso.

» Vamos ahora á estudiar la parte ver incomprensible de la acusación fiscal , j norable testimonio de este alto Tribunal diga si después de los elogios hechos d por aquel ministerio, que llega á calif róico, puede comprenderse que, en luga tición de absolución con los dictados sigan unos cargos insostenibles, con la una pena monstruosa completamente fu< de la justicia y de lo que resulta de autc

i> Siente el defensor la extensión de su i sin embargo, no es ni una mínima pa crito por los fiscales en el proceso, y p( encomienda á la benevolencia del Conse'

x>Dice el Sr. Fiscal militar al folio 1.2 })au8encia del Arsenal para trasladarse precinto antes de haber concluido el f D enemigo hacía sobre el expresado estal i>y durante el parlamento con los repres Día escuadra americana, y después de su i> Manila , antes de la evacuación del Ars D consiguiente, sin haberse resuelto los d

H92 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

))b1ema8, que había que determinar en la situación cri- ))tíca de aquel establecimiento marítimo y fuerzas de »su mando, como comandante general del Aposta- ))dero, constituyen delito de abandono de puesto al )) frente del enemigo , previsto y penado en el capí- »tulo II, tít. III, lib. I del Código penal de la Marina ))de guerra.»

»Excmos. Señores: sensible y muy sensible es que al hacer un cargo de la índole y gravedad del que acabo de copiar, fundado todo en incidentes, no se detallen ni estudien esos incidentes, ni se relate lo que resulta de autos, sin lo que no tiene fundamento la insostenible afirmación del Sr. Fiscal militar, cuyo increíble vacío llenará el defensor, sin lo que el Consejo Supremo ni nadie podría juzgar no co- nociendo los hechos.

j)Y recordad, Excmos. Señores, el apuntamiento. El fuego se rompió por segunda vez á las once ho- ras y diez y seis minutos, en cuya ocasión el almi- rante, con su Estado Mayor y el comandante gene- ral del Arsenal, estaban en la Casa-Comandancia general del establecimiento.

D Recordad que en el Arsenal no había más edificio abrigado del fuego que la enfermería, cubierta por el muro del castillo de San Felipe , al que estaba ado* sada, pues el mismo cuartel de infantería de Marina, que estaba delante de ella , ya recibía las granadas que venían altas y pasaban por encima del mencio- nado fuerte. Los edificios eran todos de madera, me-

EL ALHIBAHTB HOHTOJO.

nos los más antiguos, como la Comand ral, constituida en parte de tabique especie de tapia que, mal que bien, rae rremotoB, resentido desde los grandes de 1880, y sin componer, esperando el todo á Subic.

«Dentro, pues, de aquel edificio se en almirante con su acompañamiento, sien excepción de los heridos, los únicos q bajo techado, y de él salieron, pues iba en un montón de escombros: digalo el ( accidente ocurrido á los marineros qu equiparse á la sala de armas, en los que i mayor destrozo de bajas de las habida señal.

i>El comandante general del Arseni Sostoa, salió para vanguardia, no para pues, como aparece de autos, el único ct: aser estaba desnivelado por un proyecti sino para dominar los accidentes que ocu i almirante se dirigió á la enfermería, y i perfectamente demostrado de los foliof 1.188, durante el fuego recorrió la dichit ría, toda la línea de infantería de Marir dotaciones náufragas, y se encaminó á conferenciar con el Gobernador militar de

3W ANTK LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

Archipiélago. Así lo declaró el general Sostoa en el folio 279 vuelto, al ratificar su parte de 20 de Mayo, á raíz de los sucesos; y refiriéndose á cuando se se- paró del almirante, dice (línea 8.' por abajo): «

y>y aun tiene idea el declarante de haber expresado » dicha autoridad que iba á hablar con el Gobema- 5)dor de la plaza de CaviteD, y creo, Excmos. Seño- res , que nadie que discuta' con lealtad podrá dudar sobre qué materia iba á hablar el almirante. Por parte del general de brigada Sr. García Peña, tam- bién se declara al folio 479 que el almirante lo llamó; de modo que no puede caber duda sobre este hecho que respondía á una necesidad evidente, sino que, como más graduado, le tocaba iniciar al almirante. D Ahora bien: ^1 almirante, que nunca pudo sos- pechar que de semejante nimiedad se hiciera nada menos que un cargo de abandono, dijo en su parte que se había ido al convento de San Telmo, omi- tiendo lo que hizo en el intermedio, que hubiera pa- recido una excusa. De estos autos resulta que se di- rigió á la puerta del castillo de San Felipe, que, según los mismos testimonios, dista unos 30 ó 40 metros de la puerta del Arsenal , y allí pidió una silla para esperar al Gobernador de la plaza , rodeado mientras tanto de su Estado Mayor, con el coronel de las tropas de infantería de Marina y con éstas, que se apoyaban también en la misma puerta del fuerte, y al aire libre, ya que el Sr. Fiscal militar le da tanta importancia á este detalle.

EL ALUIRAKTB HOBTOJO.

»¿ Hubiera querido el Sr. Fiscal que se hubiera detenido en la verja del Ar allí las dos autoridades celebrasen la sin darse la mano á través de los hiet salir ni en todo ni en parte de sus re. cintos ?

sHay que observar, Escmos. Sefi( fuerte de San Felipe es el mismo Arsen no tiene más muro que los de aquella vii ni más puerta que una verja administ bre todo ya que al peligro se da tant cia, á cuya puerta caían más proyectil Arsenal , á causa de la enfílación que c plaza de delante de la fortaleza.

íMas ese fuerte, como todos los di tiene sólidas bóvedas, atestadas aquel d: res y nifios, aterrados por el bombard< no era posible hacer nada, por lo que

39G ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

yor, pidió parlamento que diera tiempo para hacer lo que conviniese, y lo que, aprobado por el almi- rante , queda perfectamente sancionado.

j)Pero vamos á lo principal, á lo que aclarará to- das las dudas que hay en esto, tanto más explica- bles cuanto que todos los que tenemos la costumbre del peligro, sabemos que en él se pierde la noción del tiempo. El hecho es, que todo lo referido paitó con suma rapidez, pues el segundo ataque apenas duró muy poco más de una hora. Así lo dice el al- mirante, el teniente de navio Ponte, folios 595 y 722 vueltos, el capitán de infantería de Marina se- ñor Muía, folio 1.187, el general de brigada señor García Peña, que al folio 486 vuelto expresa que el fuego cesó como ala una y media; y por último, aquí están los partes oficiales del enemigo, que no se pueden rechazar, sobre todo cuando, por la impuni- dad con que tiraba, podía estimar el tiempo mejor que nosotros; estando completamente acordes el al- mirante y todos los comandantes en que el fuego empezó á las once y diez y seis minutos, y que ter- minó á las doce y treinta ; agregando el del Fetrdj que, al avanzar sobre la ensenada del Cafíacao, no tiró más que tres tiros. Y perdóneme el Sr. Fiscal, pero, á mi juicio, tampoco está suficientemente daro el modo cómo se realizó el segundo ataque , por lo que lo analizará el defensor, más como técnico que como tal defensor. Fué esto: que la escuadra desfiló por contramarcha, fogueando desde muy lejos, pero

EL ALUIRANTB HOHTOJO.

duramente, a) Arsenal, ataque que dui tn esta forma, pues el almirante enemí^ temor al gasto de municiones, ya por tenía oposición , casi suspendió el fuego üar tres buques, uno de ellos el Petre mandante consigna textualmente que a )>los dos ó tres primeros tiros á través de s públicos, á los buques, detrás del mi Duna bandera blanca á las doce 7 treinti uno de cuyos tiros hubo de ser el que bajas dentro de la sala de armas. El ei baber tirado 5.681 proyectiles, y comt menos de creerse, no lugar á suponer 4.000, como dice el Sr. Fiscal, los disp tra el Arsenal , á menos que se acepte qi tosa destrucción de los buques hubiese casi con pólvora sola. Qne el segunde muy breve y que fué en los instantes de do el almirante salió del Arsenal, resu del momento en que se llamó al seDor gei Pi;ña al salir el almirante del recinto, cuando acudió, ya estaba el almirante vento; es decir, que ya había cesado '

ctima a1 fÍYiTipmnrlnr Ha In. Tiln7.n nn rwvíí»

:U)8 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

mañana en dos horas y medía de batalla, á pesar de la defensa de la escuadra , fué tal el destrozo y mor- tandad, ¿qué hubiera quedado del Arsenal si el ata- que hubiese sido igualmente duro y hubiese durado tres horas y media, y aun cuatro, puea no falta quien declara que, habiendo empezado á las once, terminó cerca de las tres de la tarde? (Capitán de navio Cabezas, folio 393 vuelto.)

i>El señor general Sostoa y varios jefes á sus inme- diaciones, suponen que el fuego duró hasta las dos y media, lo que es muy creíble que así les pareciera; pero sólo lo afirman ellos, pues las demás declara- ciones no hacen mención más que de cuándo em- pezó el fuego, pero no de su terminación.

í) Sentado esto, que es indiscutible, y sobre lo que el defensor se reserva una buena cantidad de argu- mentos por si fuera preciso des\anecer más errores, queda en la rapidez de los sucesos explicada la opor- tunísima conducta del almirante, como pocas veces podrá justificarla un General en jefe, al que á este paso habría que ponerle un monitor al lado para re- cordarle que, ante todo, debe pensar en cómo se es- timaran los menores incidentes de sus campañas; inclusive encargarle que montase caballos blancos si era de ejército, pues si los elegía de otros colores, podría creerse que era para ser menos visto del ene- migo.

»E1 defensor reconoce que eso del convento, hasta cierto punto, hace mal efecto, y quizá sea p'^ecTísn-

EL ALUTRANTB MONTOJO.

mente el origen de este cargo; pero reci quien primero lo dijo fué el almirantt que, ai hubiese sido pecaminoso, no lo 1 á estar en su sano juicio.

»E1 Sr. Fiscal militar inserta un trozf sobre si era ó QO ocasión de dar el parte; día haberse ahorrado leyendo la declara* flor general Augustín, en que copia el te almirante del día 1.°; despuén dos líneas almirante, escritas á vuela pluma, y poi parte dado diez días después, sobre cuyo bla el Gobernador general al Gobierno, c< de gran sensatez, asi como sobre la neceí rigir el telegrama al Ministro de Marina, p podía ocultarse que el cable iba á ser cor lo fué al día siguiente; por lo que el tiem grama, que no pasó de cinco minutos, f por bien empleado.

tSe dice que el almirante salió del I dejar instracciones. ¿ Acaso entregó t

"xr:

400 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

j) Y ¿ éstas no son instrucciones ? Tiene razón el se- ñor Fiscal; no son instrucciones, son órdenes , que es lo único que tenía que dar el almirante en este caso, pues las instrucciones están escritas en la Or- denanza, y no hay que darlas.

D¿ Cuándo un General en jefe da instrucciones á un reducto ó á un batallón que tiene en línea de bata- lla? El almirante Montojo fué á celebrar una con- sulta con el Gobernador militar, y de ella hubieran salido órdenes, pero instrucciones nunca; mas los sucesos se precipitaron, y bien hecho estuvo todo lo que se hizo; y ahí el Sr. Fiscal aduce dos artículos de la Ordenanza de Arsenales, que no tienen nada que hacer con el asunto. Dice el art. 4.** que cuando el comandante general del Apostadero esté en el recinto, será el jefe; lo que equivaldría á decir que cuando el Capitán general de Cataluña esté en Mont- j uich, será el jefe, á lo que cabe agregar, ¡ noticia fres- ca!, y cuando no esté también. Y el 24 citado como preventivo dice, que cuando no esté el comandante general del Apostadero, el del Arsenal sea el jefe de todas las fuerzas de mar y tierra en combate, incendio, etc.; lo que es otra cosa muy distinta, pues los buques no están á las órdenes del General del Arsenal más que por la parte de obras, diciendo este artículo que, en caso de guerra, incendio, etc., entonces, por todo y para todo, obedecen el man- dato del General del Arsenal. Y permítame una pre- gunta el Sr. Fiscal militar: ¿Qué tiene que ver

EL ALUiaANTli HONTOJO. 101

«BO con el caso de que se trata? ¿ Dice esto acaso que el comandante general del Apostadero no pueda mo- verse del Arsenal ? En el ejemplo que he puesto, ¿ pue- de caber duda que el Grobemador de Montjuich tiene siempre la Ordenanza, si no tiene al Capitán general,

V rtrifi ¿Rtf. niip.rlR ñRt»r HnnrÍR Htf.imn mAinr niin OAr.

402 ANTB LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

n^Y ésas, ¿tampoco son instrucciones?

»E1 comandante general del Apostadero tenia que ir á Manila, por ser vocal de la Junta de Autoridades, llamada indudablemente á adoptar las más graves resoluciones ; por ser comandante general de Marina de todas las islas, donde aún contaba con 17 buques intactos, por más que fuesen pequeños; y por ser creencia general que la petición de salida de los ame- ricanos era un proyectado ataque á Ilo-Ilo, donde, desde las grandes plantaciones y negocios de la casa Russell-Strugis, tenían los Estados Unidos mucbo prestigio. Recuérdese que la primera petición al ini- ciar la suspensión de las hostilidades, fué sólo la de una isla para estación naval, por la posibilidad, si no seguridad, de que Manila fuese atacada al día si- guiente. Quien tenía que acordar lo que debía hacerse, sobre todos, y ante todo, era el Gobernador general; y como desde que la presencia del almirante se hiciera tan necesaria en Manila á los intereses del mismo Ca- vite, tenía que dejar el Arsenal, lo dejó en la situa- ción en que estuviera, crítica ó no, pero al frente de el que quedaba un oficial general con todas las &cul- tades de ese mismo art. 24 de la Ordenanza, que tan oportunamente nos ha recordado el Sr. Fiscal mi- litar.

DLa situación del Arsenal se juzga hoy de otro modo , pues entonces estaba en la creencia de todos afirmado, por haberlo manifestado los americanos, que su propósito era retirarse, cosa tanto más £&cU

BL AIiHIRAKTB MONTOJO.

de ser creída, cuanto que coincidía c<) general del país ; y eso lo creía el Gobe ral, que al día siguiente daba orden de hostilizara á la salida; lo creía el almira el general Sostoa, que aquella noche al de la escuadra en el mismo Arsenal; y comandantes de los barcos y otros que claran, como el teniente de navio D. Párraga, comandante de la batería de que los edificios del Arsenal o: podrían ]) ocasión más afortunadas. Todo lo que que en Filipinas nadie contaba con la n bre ]a guerra extranjera, en cuyo caso e hubiera podido desembarcar, no teniendi tripulaciones de la escuadra; y todo lo ] biera podido hacer, era quemar el Arseí Cavite por su aislada posición.

dEI almirante, después de conferenci ; ronel Soto, enviado al efecto por el sd Augustín , telegrafió á Cavite para que ¡ i el Arsenal caso de verse perdidos ; orde : día nadie atreverse á dar sin haber ani. ciado con la primera Autoridad, prueba de su necesidad; y cuyo telegrama, sin i podía llevarse á cumplimiento desde el n el enemigo se presentaba con una bandí mentó. Para realizar aquel acto extremí haberlo hecho aquella noche á sangre fi podía ser cuando existía el convencimi

404 ANTE LA «OPINIÓN Y AXTB LA HISTORIA

los americanos habían terminado allí sus hostilida- des , como he dejado demostrado. Y dejo á la consi<f deración del Consejo Supremo cuál hubiera sido el clamor de toda España, y el tono del Sr. Fiscal mi* litar, si se incendia de propósito el Arsenal aquella ilioche, y al día siguiente desaparece de bahía la es-' cuadra americana.

x»Las cosas hay que juzgarlas poniéndose en el mo- mento en que sucedieron , y no olvidar que Moscou no ha habido más que uno, y para eso, en tiempos que pasaron para no volver más.

j>Y conste, respecto á instrucciones, que im Ar- senal es un depósito de elementos de guerra, donde puede haber mil cafiones sin tener uno montado y sin ser más sitio fuerte que, por ejemplo, lo es la fá- brica de pólvora de Murcia, rodeada de jardines en una vega hermosa, y perfectamente tomable si no tiene más que otro castillo de San Felipe que se en- cargue de defenderla. No habiendo, pues, defensa posible , no había instrucciones que dar de otro gé- nero que las que dio, y por mi parte desconozco qué otra cosa hubiera hecho el almirante en Cavite más que lo que hizo el general Sostoa, esto es, consultar á su superior y aceptar las circunstancias, que con razón dice el Fiscal que estuvieron perfectamente correctas.

í) Yo no dudo, ni ninguno de nosotros seguramen- te, que cuando las cosas van bien, el jefe estorba, y algunas veces no viene mal hasta una ligera herida

EL ALHIfiASTE 1I0IIT0J(

que momentáneamente transfiera e cuando sopla el viento contrario, to se esfuerzan en dar tales muestras de que lo mismo van á los de arriba ■abajo, puea ea posible que la misma . ridades hubiera hallado mejor no tent por estar todo resuelto poT el propio ciendo incidentalmente y con beatifi

de lo que el almirante Montojo

»8U dia!^ £1 almirante Montojo lleg amanecer del 2 puso al Arsenal el U citado , y de él dio traslado al Gober este traslado obligó á reanir una Ju] cuya resolución tardó tanto, que , bal gado el Arsenal á las cinco de la tardt general Augustín al folio 706 vuelto: «. »tos partes reuní Jimta de Generales sella recibí aviso de que el Arsenal ys ..sgado y ocupado por el enemigo.» 1 puesto que el Sr. Fiscal hace menciói grama, no ciertamente en &vor de su de también nota de él, pero suspende por juicio, si bien no renuncia á seguir en hubiere lugar, bastándole (."on dejar almirante D. Patricio Montojo somel las graves resoluciones de aquellas cin ^ien por deber incumbían, palabras del Fiscal militar, sólo que no van sobre el bajel del desgraciado almirante.

406 ANTB LA OPIíaÓN T ANTB LA HISTORIA

}E>No hay, pues , ningún cargo, absolutamente nin- guno, para el digno almirante, cuyo heroico com* portamiento y el de sus compañeros, pagando con su sangre los errores de todos los españoles, en lugar de sufrir acusaciones debieran recibir las muestras de admiración , de gratitud y de respeto de cuantos militares de tierra y mar se precian de verdaderos soldados, y de cuantos españoles se estimen como buenos ciudadanos.

y> El defensor, para no interrumpir la ilación de los sucesos, no ha hecho mención en su lugar de todo lo que sustenta el Sr. Fiscal militar sobre el telegrama á las baterías del Corregidor, como va á hacerlo ahora, con tanto más motivo cuanto es una demostración de que dicho Sr. Fiscal padece una obsesión contra el almirante, mi defendido; tanto, que si la ley lo con- sintiera, habría suficiente motivo para fundar un re- curso de incompatibilidad.

DDice el general Sostoa, al folio 370, que tiene idea cede haber deseado eso el almirante americano, lo ]>cual fué así expuesto al comandante general del pApostadero por el teniente de navio que estaba presente en aquel momento, D. Manuel Fernández ]»AlmeidaD. Y Almeida responde, al {olio 1.082: a El declarante no recuerda absolutamente que He- »vara la comisión que comprende la pregunta. Qae Dñié á ver al General después de telegrafiar al Co- 9rregidor.i>

2>Así son todos los testimonios, y es especial el

'

I

EL ALMIRANTB HONTOJO

modo de discurrir del ministerio fiso^ en su escrito de acasación que el alml accedió á la quema de los buques y c4 del Corregidor; por lo que, si oonsuU lo sabía, lo consintió ; cuando, á mi ei se consulta es porque no se puede res^ prueba precisamente de que no se ha }\ Fiscal va más allá, pues sin que con^ parte ni haya el menor indicio, si bien advirtiendo que es una corazonada, mirante consintió el telegrama, y lu< mejor, lo consultó, lo que, sobre ser ui gratuita, es una falta de sentido, pues así, habría puesto inmediatamente ot anulando el que se le atribuye.

]>Pero hay más: se imputa al cont Sr. Orejas una comisión que no realizc^i al folio 468 vuelto declara éste que al almirante que se había izado la ban<:

mente, y textualmente: <r que ning

sión me fué confíadai>. Y más vale as ! fensor se vería en el caso de discutir un antiguo subordinado, que frisando < y ocupándose, según creo, de contrata na, aunque patrióticamente estuviera < no es razón suáciente para que hicie ayudante de campo del comandante mismo en asunto tan grave,

]> A caza de quién pudo haber recabaí

408 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTOBIA

^autorización del almirante no ha habido testigo que no haya sido interrogado ^ sin que haya aparecido nadie; pero especialmente el capitán de fragata sefior Sidrach- Cardona, al que también se atribuía , dijo enérgicamente el digno jefe, al folio 1.072 vuelto (línea 4.' por abajo), que la comisión que recibió del comandante general del Arsenal, fué única y exclusivamente la de que los americanos pedían la quema de los barcos echados á pique en la ensenada de Bacoor, sin que el que declara haya tenido tenga noticia de que los americanos hubieran exi- gido á la vez el que las baterías del Corregidor y bocas de bahía no hostilizaran á los americanos á la salida.

]S)Así, pues, ni Almeida, ni Orejas, ni Sidrach- Cardona, llevaron tal consulta, como también lo ma- nifiesta el jefe de Estado Mayor Boado, rotunda- mente en varias declaraciones. Pero hay algo más concluyente, y son dos cosas: la primera, que de haber puesto el parte el almirante, lo habría firmado él ó su jefe de Estado Mayor, y nunca el coman- dante general del Arsenal , que no tenía autoridad para ello, y la segunda, que no hay más que leer la orden escrita enviada al día siguiente por mandato del Gobernador general , en que dice que no se hos- tilice si ellos no lo hacen , y no han hostilizado á Ma- nila, o: como se verifica en todas las baterías de esta plaza:». Y bien, Excmos. Señores, aun coucediendo que el almirante se creyera, que no se creía, con in-

BL ALMIRANTE MONTO JO. 409

tervención en las baterías del Corregidor, ¿podía su- poner nadie que se estimase con intervención en las baterías de Manila, donde, aparte de sn Gobernador, estaba el Capitán General? ¿Es posible que aquí, que todo el mundo pretende estar en su sano juicio para poder acriminar al almirante, mi defendido, se suponga todo, incluso que éste no estaba en su razón, sin que á nadie espanten las consecuencias de supo- siciones de tal gravedad , de las que si no en esta baja tierra, en otra parte hemos de dar cuenta algún día al que todo lo ve?

]^E1 defensor reconoce, como el ministerio fiscal, que no hay responsabilidad para nadie; pues nada más fácil que circunstancias tan angustiosas ocu- rriera una mala inteligencia , perfectamente explica- ble; pero protesta enérgicamente de las infundadas reticencias de la conclusión y de sus anteriores dic- támenes.

i^No basta que se diga que no hay responsabilidad, y al mismo tiempo se acumulen suposiciones contra el procesado, que constituyen una atmósfera pesada sobre su cabeza, con los resultados de aquello de que

el refrán asegura siempre algo queda. Sólo lo

justo, sea favorable ó adverso, es lo permitido, y no es justo ni permitido lo que el ministerio fiscal ha hecho en este incidente.

]>Con lo que juzgo rebatidos cuantos cargos se formularon en este proceso al contralmirante Ex- celentísimo Sr. D. Patricio Montojo, mi defendido.i>

capítulo XIX

Ij* dafenB4. Beiamen. CouRMeracíonefl. R

«Mucho deplora el defensor haber te tenderse tanto en su escrito por tratan de una importancia pocas veces o&ecidí nales, y puesto que, más que por los pn nía el deber de vdar por la honra del 1 la Marina, atacada por injustas preocap; masa del país,

pVoy, pues, ¿ resamir.

412 ANTE LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

hacer frente al ataque en nuestras costas de Europa; y que, una vez divididos nuestros buques de combate con el envío de la mitad de ellos á las Antillas, que- dábamos impotentes en todas partes, por lo que la campaña, incluso la de Filipinas, estaba perdida desde el día 29 de Abril, día de la salida de Cabo Verde de la escuadra de instrucción.

II

» Considerando: Que Filipinas era la única colonia de importancia en el mundo que carecía de puerto militar: que desde 1800 los almirantes jefes de aquel Apostadero venían pidiendo el puerto militar ; y que desde 1851 reconocían aquella necesidad Juntas mix- tas de Ejército y Marina.

» Considerando: Que sólo treinta y seis días antes de la declaración de guerra fué cuando se pensó en artillar á Subic: que por falta de tiempo, la Capita- nía general no tuvo listo el emplazamiento de los cañones que allí debían montarse: que al ll^arel momento de la lucha , todo el apoyo que tuvo la es- cuadra desde tierra, fué un cañón de 15 centímetros de la batería de Punta Sangley; y que por el Minis- terio de Marina se tenían muy adelantados los tra- bajos del traslado del Arsenal á Subic y la construc- ción del dique flotante.

B[, ALMIRANTB HONTOJO.

III

sCoDÚderando: Qne el almirante Monte para Subic el 25 de Abril: que el telefi^mi lída que dirigió al Gobierno decía sencill «Salgo esta noche con escuadra para Sul Bubordinadoa y yo procuraremos correspom aspiraciones de la Patria» ; siendo apócrifa ] nioea toda otra versión: que por do t«ner ' rante la clave reservada, tenia que diripr gramas al Gobernador general por medio mandante de Marina de Manila, lo que fué i y aprobado por dicho GrObemador general comandante de Marina de Manila era la ai que sustituía al almirante, y, por consigui llamado en ausencias de aquél ¿ entenderá primera Autoridad del Archipiélago; que el al Montojo comunicó desde Subic al Capitán el estado y atraso de las obras de las batería. Grande, según el Secretario del Gobierno , que no teniendo defensa Subic, y faltando por la que se fué á aquel puerto, se resolvió diato regreso á Manila, y así se verificó: qu bemador general se quejó telegráficamente biemo en los términos siguientes: «Nnestn dra abandonó ayer puerto Subic, y ha entra de Cavite. La escuadra enemiga está part

414 ANTB LA OPINTÓN T ANTB LA HISTORIA

Subic, abandonado por la nuestra sin consultarme ni darme aviso su almirante de resolución tan graye, porque ya tiene enemigo buen puer£o oerca'^e éste, y comunicación por tierra.»

IV

D Considerando: Que la escuadra no abandonó á Subic^ pues no fué á defenderlo, sino á defenderse en él: que desde Subic no puede ser atacada la capi- tal , ni los desembarcos de armas hallan más ventaja que por otra parte cualquiera: que no había tiempo para verificar consulta alguna , ni había lugar á ella desde que no existía la razón que aconsejó la ida á Subic: que el almirante Montojo dio aviso al Gro- bemador general de su salida de Subic, y que esta noticia la recibió por el comandante de Marina de Manila, estando presente el auditor general señor Peña: que el telegrama dirigido por el Grobemador general al Gobierno, en queja del almirante Montojo, es inexacto: que la queja del Gobernador Generktl de Filipraas es el principal fundamento de la prisión que ha sufrido el almirante; por lo que se pide re- paración de este agravio, y que se anule dicho tele* grama, restableciendo la verdad.

BI. ALUIBASTB HONTOJO.

sCoDsiderando: Que sobre los teatit causa de la rendición de Manila, la defei las observaciones que ha creído en derec

AKTB LA OPIHIÓB T AHTB LA HISTORIA

' ]>CoDBÍderando : Que el almirante tomó cnaotas precauciones pudo para sacar el mejor partido de loe menguados elementos de que disponía: que no era él el que debía proponer que se enviara la escuadra á los mares del Sur, pues envolvía el sacrificio de Ma- nila, que habría sido seguramente arrasada, para ha- cer salir á la escuadra de su escondrijo: que de ha- berse apoyado la escuadra en Manila, habría aca- rreado el bombardeo de la ciudad , que trat(í de evitar siempre el almirante Montojo: que mientras no esis- tiera un puerto militar con una escuadra que amena- zara las comunicaciones, Cavite había de ser siempre el objetivo de todo enemigo que quisiera hostilizar, basta tomar la ciudad de Manila: que tal como se presentaron las circunstancias, no se podía elegir más que Cavite para que la escuadra sufriera el in- evitable choque.

VIH

Considerando: Que la escuadra enemiga fué dea- cubierta mucho antes de estar á tiro de nuestras pie* zas, y que sobre ella rompieron el fuego las baterías de Manila y de Punta Sangley, y aun las mismas de

EL ALMIRANTE MONTOJO.

la escuadra, antes que estuviera al alcaí tros cationes: qiie Due^itra escuadra recll miga formada en perfecta línea de batal dos los baques en la ensenada de Caflaca( sobre las baterías de tierra y buques que movimiento: que el almirante hizo pie y coderas de los buques que podían un disminuir el estrago de los proyectiles en con los cruceros Reina- Cristina y D Austria hizo un esfuerzo heroico, deses] acortar la distancia al enemigo al ver q proyectiles eran ineficaces: que la inexi rada de la ilota enemiga en el momentt esperaba lo más rudo del ataque, había dt tras fuerzas á la expectativa: que desp horas de estaren eata situación, el alr embarcó en el Arsenal, también de su m. donde podía también disponer cuanto fi á todas BUS fuerzas: que la artillería de : tros del puerto de Manila no alcanzaba ; combate, por cuyo motivo se suspendió i gún consta en autos; y que la característ bate de 1." de Mayo ha sido la protecci '. carecían en absoluto nuestros buques, nuestros vulnerables á todos los proyec canos, y aquéllos prácticamente inmunes tros.

418 ANTB LA OPINIÓN Y ANTB LA HISTORIA

IX

Considerando: Que está perfectamente clasificado el combate naval de Cavite en la afirmación del al- mirante inglés Colomb, en que, refiriéndose á loa americanos, dice que el fuego fué peculado con crud frialdad y á modo de negocio: que durante el desigual combate con la escuadra americana, el almirante sufrió una herida contusa en la cadera izquierda: que cuando en la lucha no hay ningún elemento de disputa, y el enemigo es superior en número, blin- daje, artillería, época de construcción, velocidad, etc.,^ sin que la escuadra inferior cuente con el apoyo de ninguna fortificación , es insensato esperar éxito de ninguna clase; y que la conducta del almirante en el combate fué, según los fiscales, folio 1.096, adigna >de todo elogio, por su arrojo, presencia de ánimo y )>acierto en cuantas disposiciones adoptó en tan difi- )>ciles y angustiosas circunstancias^^.

X

» Considerando : Que los restos de la flota situados en Bacoor no debían batirse, pues no habían de con* seguir cuatro buques desmantelados lo que no pudo toda la escuadra; y en cambio corrían el peligro de

BL áLMIBAMTB HOHTOJO.

que los contrarios impusieran su entrej de un parlamento, el almirante obró o mandar echar dichos buques & pique ci sentó el enemigo por segunda vez, y m

XI

» Considerando: que el almirante ers Jefe de las fuerzas de Marina de mar y t el Archipiélago, j que, como tal, do te: determinado que aquel en que juzgase más beneficiosa al servicio.

XII

V Considerando: que al presentarse el : segunda vez , el almirante recorrió la e i organizando la fuerza de marinería é 1 1 Marina que guarnecía el establecímienU , lir del Arsenal todas las órdenes que ' pone al folio 1.203, no necesitando da' nes, pues ni entregó el mando, ni se a de la batalla.

XIII

422 ANTB LA OPINIÓN Y ANTE LA HISTORIA

de Estado Mayor, para que, puesto á las órdenes del comandante general del Arsenal , organizara un ba- tallón con las fuerzas desembarcadas de los buques destruidos, según expone él Fiscal militar, y que és- tas eran todas las instrucciones que podían darse en aquellas circunstancias.

XVII

5) Considerando: que el almirante Montojo, des- pués de conferenciar con un coronel delegado del Gobernador general, telegrafió al Arsenal y dio tras- lado de dicho telegrama al citado Sr, Gobernador general , que reunió Junta de Guerra para resolver lo que procediera.

i>Y, finalmente:

D Considerando, que de cuanto queda referido re- sulta que el almirante -no abandonó en ningún caso su puesto, y que su conducta heroica durante el com- bate fué seguida de medidas oportunas , enérgicas y convenientes, según fueron reclamando las circuns- tancias del desastre en las aflictivas condiciones de aquella ocasión; procede que, en justicia, el Consejo declare absuelto al Excmo. Sr. contralmirante don Patricio Montojo de todos los cargos y responsabili- dades que se le han formulado por el combate naval del I."" de Mayo de 1898 y operaciones subsiguientes, con los dictados más favorables debidos á su arrojo,

BL ALHIRANTfl) HOKTOK

preaencia de ánimo y acierto en cua oes adoptó en las diñciles y anguatii cías en que tuvo que hacer frente á 1 rícana.

» Dos palabras más para terminar.

» Repito [o que tiene que ser perfect. al Tribuna!; el hecho de que en ninj vantado la voz para cantar tristezas, : cuerda sensible con patéticas exoitacii que no hay nada que haga vibrar m mientoa del alma como la desnuda v< I doB, de insignificancias políticas en premos, y de mentidos patriotismos i hacer pagar á uno cualquiera, habiéni: suerte ser victima de esas pasiones Montojo, al que no le faltó ni oír el a ¡ ( puesto qne en Manila se creía que á es ido allí los americanos.

» Pero ya que he renunciado á lo pai tidme, Excmos. Señores, que entone u pantosa realidad. Para ello baeta que i cordando su historia militar y cuanta ido á la lucha con lo que he clasificaí jUBtamente, de un elemento de disputa,

EL ALMIRANTE UOISTOJO. 425

responsos y en panegíricos del pasado^ no le queda nada que poner en la balanza en que debe pesarse su derecho á la vida.

^Cuando se pone á un general en esa espantosa si- tuación, y cuando, á pesar de ello, en los autos me- rece que el severísimo Ministerio fiscal diga: ce sien-

))do digna de todo elogio la conducta del almirante Den todo el combate, por su arrojo, presencia de » ánimo y acierto en cuantas disposiciones adoptó», y hasta más adelante le califique de heroico ; cuando, como si unos y otros buscaran sobre quién arrojar el pesado fardo de una afligida conciencia, se dirigen despachos al Gobierno que no concuerdan con los hechos ; cuando se inventan telegramas de salida para Subic que son infames calumnias; cuando declara- ciones de otra causa, de testigos incompetentes, tie- nen al procesado más de seis meses en dura prisión; cuando la opinión, extraviada quizás por los verda- deros responsables, se ceba en los que, sintiéndose víctimas irresponsables, vienen con la tristeza de su propia desventura y el recuerdo de sus infortunados compañeros, arrojados en pedazos por encima de la borda, á ofrecer «érenos á un Tribunal el juicio de sus actos; cuando en incidentes insignificantes pre- cisamente del mando superior, en quien tenía que acudir donde el servicio exigiera su persona, y no donde ésta pudiera salvar la responsabilidad , quieren fundar cargos de todo punto insostenibles, entonces no es insensato decir que jamás ha habido mayor

VÍCt

gra( pide antt de I

» com favc

fene ciar una deni cito som cedí con grai iiem

alm don car£ üni( ó lo moa deni

BL ALHIBADTBI MONTOJO.

í^Qué quería el Sr. Fiscal, que con maDa, el almirante hubiera pedido uc tado en el Arsenal , dijera: « Si Alá 1 Día granada llegará, y ti no, se volv Día pieza de donde salió?»

n M jefe superior de una fuerza mili ber de acudir donde crea que mejor lli sin preocuparse de que nadie venga des tranquilidad, á disputar su valor j su tar, y cuando lo punible y criminal mente todo lo contrario, si pensando otro día tendrá que depurar su condui bunal, no cuidara de otra cosa que d ' persona, abandonando los grandes in patria le confiara, Y eso es lo que apa; i en el parte del almirante , en que con i talles refiere los sucesos, y luego, pi discurso, dice incidentalmente lo que : lo que daba parte era de dichos suceso: chos que justificaran su persona,

9 El ataque al Arsenal duró cuarentí ñutos; y más claro: no hubo tal ataq i eenal cayeron muchos proyectiles, per dos, como que siempre fueron los que, cortos, iban á los buques. Y si no, vea : del enemigo, en que ni por casualida' una vez del Arsenal; sólo dice el Petre, tiros á los buques, á través de los edifi-' nal , y el Concord unos pocos tiros á.

EL ALMIRANTE MONTOJO.

rante por no eetar allí. El almirante 1 precisamente al almirante Carlos Eoc olvidar lo sucedido, en lo que no si^ sesión secreta el Sr. Presidente, que e Guerra, podré dar detalles que no so mentó.

j) Sobre todo, ¿no era eso lo más ló| acaso un solo tiro más desde la salida ni de revólver, hasta que fué evacuad

dEI Sr. Fiscal no está en lo cierto i mi defendido estuvo tres días sin confi Gobernador general : en primer lugar, el que iba con encargo de aquél, no es como podría ser un segundo teniente, g suficiente graduación para toda clase d< día siguiente fué el general jefe de E según consta en autos , y á la tercera 1 tercer^día, fué el alnSirante á presenta una cosa muy distinta, como es notor llame sobre ello la atención. Pero, sobr tancia del Gobierno general á la Coma] ral del Apostadero, ¿es mucho más la ésta á aquél? Pues qué, ¿lo solemne y circunstancias no exigía que el Goberr hubiera bajado de su alto escabel para mirante? Sentimientos de otro orden, ^ ban á ir á ver á un general , compañero herido, y , sobre todo, víctima de un dei y conocido desde el día que se supo que

BL ALMIRANTB MONTOJO.

para afirmarlo así ante el Consejo. ¿ Q ocurrido en trece días que pasaron di del general Primo de Rivera hasta h mirante para Subic ? ¿ Qué digo trec( hcnrasl Pues el Gobernador general, n al almirante Montojo, lo que, unido sobre la clave telegráfica, constituya extraordinario, que si hay quien i que ha ocurrido otra vez en cuatroci colonias, consiento en retirar cuanto 1 defensa. Llamo la atención del Cons telegrama de índole verdaderamente pues nada más fácil que equivocarse bra ó en un concepto , pero ¡ equi voc primera palabra á la última, es un c nal , que no pudo ni debió pasar desi Fiscal I

]>E1 comandante general del Aposta frecuencia, la única autoridad, salvo que hubiese estado antes en el archi sido siempre el mejor amigo del Capi su más independiente consejero : diré veces im refugio para librarse de intere cias del personal permanente de Mani constantes celos de ese mismo persona najes de segundo orden, ganosos de hi influencia decisiva, como puede verse por poco que se lea entre líneas. Yo asegurar que en esa hostilidad el que

' . EL ALHIRAlnB MONTOJO. :

ver. Llamo, pneB, 1& atención del Oods en que hubiera tiempo para resolver la plaza, que conat-a en autos que recibió Is necesaria, habiendo puesto su cónsul tiempo que la de Sostoa, que afortunad rigió al Gobernador general sin deber, gundo, que el telegrama del almirant biera su subordinado Sostoa hasta las < dia, como si hubiese sido interceptado, cuando salvaba á la junta de resolver; j qae el ^mirante no recibió el telegrama Sostoa, cuando el telégrafo estaba p corriente. Y como sobre el particular atestados en autos, nada más concluye documento del jefe de la estación telegr nila, que tengo el honor de presentar al que consta : que el telégrafo estaba corn : telegrama del almirante Montojo dandt nes para quemar el Arsenal , era pre' : sn destino, y que no vino de Cavite nin, ; ma para él ; y como todo esto tiene, ind vedad j una vez destruidos los cargos qu i hace el Sr. Fiscal, tan insostenibles <i dejo el asunto por completo en manos Supremo, pues negros nubarrones de un

434 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

^Y no es en Filipinas donde esto ocurre solamentei píies, con sentimiento, tengo que protestar de un ar- tículo publicado boy mismo en un diario de gran circulación, y que ha causado á todos los señores Consejeros y al público el efecto que no podía menos de hacer, precisamente en este día. Respecto ál fondo del escrito, que se refiere al almuerzo de los america- nos entre ambos combates, ya he dicho el juicio que me merece la capacidad profesional de los que así juz- gan con tal desconocimiento y tal ligereza; y no había de suponer hace veinte días que escribí mi defensa, que hubiera uno que vistiera ó hubiera vestido uni- forme qu^ se le ocurriera semejante dislate militar.

2) Es cierto que esto se ha visto escrito en muchos periódicos, pero ni Dewey lo dijo nunca, ni mucho menos; sólo que en los buques americanos, y como puede el Consejo comprobarlo por los partes oficia- les que tengo aquí , además del parte del comandante, consta el parte del segundo del buque, de todos los incidentes interiores , y así , en muchos de ellos apa- rece la hora en que las tripulaciones cenaron la noche antes, cuyos partes la prensa, sin'conocimiento bas- tante de la organización , los ha agrupado , y de va- rios papeles ha hecho uno , error vulgar en que no debe caer ningún militar, siendo ésta la razón por qué he rechazado también el impreso traducido que se trajo de la causa de Manila, pues dice el mismo desatino, atribuyéndolo al almirante, que no tiene nada que ver con eso.

BL ALMIRAirrE MONTOJO.

»Pero no es ésta la causa de la indigni público que me escucha, sino el que que ha sido militar haya aprovechado < un escrito chabacano, sin guardar el re merece la desgracia y la situación difíi lunte Montojo, como obligaban senti están en la mente de todos. Yo estoy s( Ejército en masa rechazará lo hecho por que ¡perteneció á él , y que celebrará qi: gure en sus escalas quien tan poca con del respeto ajeno.

» Y pidiendo perdón al Consejo de es clones, seguiré haciéndome cargo del ' que hace el Sr. Fiscal á los antecedentes &vorables al almirante; y, en efecto, ( es uno de los dos únicos oficiales que ha mada que hayan obtenido un ascenso pe guerra en ese mismo archipiélago, á las Méndez Núñez. Cuando la insurrección tres veces estuvo á bordo el señor generí (a primera, en la misma ensenada de amargo recuerdo, y cuando la toma de ble, eu que nuestros buques, que no i la americana, estaban pegados á los mai donde les hicieron muchas bajas, y í vapor Cebú, le mandó el Capitán ger- Islas que pusiera un parapeto en el pue]] exponer su vida inútilmente ; otro de los nctismo General en un bote á abrazar a'

436 ANTB LA. OPZEHt^ T ANTE LA HISTORIA

Montojo en medio del ataque, y, por último , en una operacióa que se hizo á la boca de la bahía púa amagar aa ataque que distrajera fuerzas enemigas de las que combatían el avance del general Lacham- bre, operación deslucida, como todas las auxiliares, pero en la que perdimos bastante gente, el general Polavieja, que también estuvo abordo, propuso al almirante Montojo por su bravura, y por telégrafu le fué concedida, la gran cruz de María Cristina.

» Y se me ocurre observar que en aquella ocasión los buques no corrían el menor peligro, j pudo el Gobernador general haber llamado al almirante ; eu cambio él estaba con su ejército en ParaOaque, y f^l hubiera sido atacado, espanta lo que pediría el FíbcsI para el digno Capitán general , que hacia lo que debin , estando donde su presencia fuera más conveniente, á juicio suyo,

íDe la conducta del almirante Montojo en el puente del Cristina j hablan los hechos más alto que niaguna Toz; allí, por declaraciones unánimes, incluso del enemigo, quiso acortar las distancias ó moñr ma- tando sin esperanza alguna. Cuando en el combate de Santiago puse yo, de orden de mi almirante, proa al Brooklyn, al que era evidente habíamos co- gido con BU máquina mal preparada, iba s^jnro que aquel buque, mejor armado que el mío, haría sentir BUS colmillos; pero Iguay de él si los espolones del lowa y del Texas no se hubieran interpuesto, y ti

BL AL1IIBA.NTK MONTOJO.

líente Eulate repitió la tentativa, y enormes acorazadc« ee interpusieron su crucero, y todo eso era lógico, peí hacer el Criaíina? ¿No era un acto d valor, cuando ni protección ni dientes morder al adversario?

sNo he querido ofrecer una largt constantes servicios de más de veinte tramar, BÍno demostrar que mi defendí nadas pruebas repetidas de su valor pe; no sido dable hacer á la mayoría de del Ejército y de la Armada, á pesar d( en muchas acciones de guerra, como, el mismo almirante estuvo en el Callao Almansa , siendo el o6cial número tanto que he relatado son estrictamente per más de una hoja de servicios que en^ quiera. Y después de tanto heroísmo, ¿ i nadie llegar á suponer que cuando ! faego, y luego cuando no había ningn un jefe superior dejar el campo de bal ; no haber acertado en lo que hizo, pero esto así á sangre fría?

«Las teorías del Sr. Fiscal ponen en ] guridad del Estado. Si en adelante Ion almirantes tienen que pensar más en c ciarán sus pasos uno á uno, y dejar en gar lo que deben hacer en los tremendí'

ANTB LA. OPINIÓN T ARTE LA HISTORIA

<8 escuadrones avanzarán, por temor de caer ^n larranco, que ea lo peor que puede ocurrir al . pues los buques y los escuadrones están para ríos al azar de una batalla, donde una descarga uñada echa por tierra la mejor combinación, a el propósito de haber querido acertar, y si do I, regateado la existencia, la Patria fué servida, no hubo medios para otra cosa. {o relataré al Consejo un caso que no deben ol - r los tribunales militares del mondo entero. El ea el del primer naufragio del acorazado íngUs yria, cerca de la isla de Malta, El comandante «veramente reprendido por el Consejo de gue- para que otra vez navegase con más cuidado en ¡es de poco fondo, y recomendado para que se Ic , otro mando en seguida, porgue no se debía asus- : loa capitanes. Esto es alta políticaj eso es pre- n y altas miras patrióticas, que valen inmensa- :e más que los seis millones de duros del buque ido. Esto es lo necesario : no asustar á los capi- i. ¡No! El Consejo no puede, no, asustar á los rales, eso es imposible; el Consejo es el defensor üjército y de la Marina, y no ha de seguir rumbo peligroso. Si nuestra misión fuera sólo la de [ir en cómo hemos de salvar la responsabilidad ; misión de los buques es solamente tener los cos- i bien relucientes, y los escuadrones lucir por calles los lustrosos pelos de sus caballos, eutop- y ya que estamos en época de mercantilismo, lo

El. ALMIRANTE IlONTOJO.

mejor que puede hacerse es repartir j toda Europa, y ofrecer la Patria, en p jop postor.

H]

CAPITULO XX

\.n eentenei».— La ()p¡tij¿D M rebeh contn et fall ' prenn OAdooftlj extranjera, muy favorables pan pitulación final Notable akria del almirante C&i Naval di Bueno» Aira. Conclaaióa.

El 21 de Septiembre, después de una ; cuBÍÓn, dictó el Consejo Supremo de ( riña su sentencia en la causa de Cavite, para el altnírante Montojo^ absolutoria tan de navio de primera clase D. Enriq

De nada sirvió, pues, la brillante def : cas; de nada la valentía de sus argumei que pusiera en claro la conducta incalifi gastín; de nada el buen efecto que caut en el ánimo de los Coneejeros.

Todo inútil, porque parece como si i cidido de antemano que Montojo seria i que, por lo tanto, con defensa buena (■ 8ÍQ ella, el resultado había de ser el m es aaí, que mucho antes de haber sido el; ceso á plenario, una persona que tenía ción motivos para saber lo que se rehí

442 ANTB LA OPINIÓN T ANTB LA HISTOBIA

los procesos de la gaerra, aseguraba desde luego con íntima conTÍcción que Montojo no saldría absuelto, aun cuando no podía decir cuál sería la pena que se le impondría.

El fallo del Consejo le fué comunicado al almi- rante por un amigo que se adelantó á la notificación oficial , para que el golpe no fuese tan duro.

A pesar de tal precaución, el efecto fué terrible, porque, aun cuando Montojo tenia indicie» para.no esperar salir absuelto, creía que, aun dentro de lo injusto, se le impondría una pena relativamente leve.

Salió de las Prisiones Militares el 22 á las S" 40~ de la tarde, habiendo permanecido encarcelado más de seis meses y medio contra toda lej y contra toda justicia.

Se lee en £1 Liberal de aquel día:

«El Consejo Supremo de Guerra y Marina firmó ayer la sentencia que ha puesto fin á este proceso. Dicha sentencia confirma lo que ayer anunciamos.

£por ella ha sido condenado el contralmirante D. Patricio Montojo y Pasaron á la pena de separa- ción del servicio; pena que para el Sr. Montojo, por ser oficial general, produce el efecto de hacerle ^a«or á la situación de reserva , con incapacidad para ob- tener destinos.

- BL ALHIEANTB XOinojO

.vEn cuanto al general Sostoa, libremente.

BCotnuuicada la sentencia al jefe de de Marina en Madrid, vicealmirante ' rro, para su ejecución, personáronse i Prisiones Militares el comandante d Marina D. Ángel Cutre y el capitán de i D. Lino Fabrás, para notificar la resc i á los procesados que inmediatamente i en libertad, s

De La Correspondencia de España

«Entre los militares de las dos ju: ! causado penosa impresión la sentenc : Supremo, y aun entre los que no so producido el efecto de con&iderar a] como una víctima propiciatoria.

sEntre los marinos hay mucha ami i jas, acaso fundadas, que manifiestan.

í>El Español hace notar una de tan cias como ofrece la vida, recordando q Montojo puede señalar en los comieni i militar la fecha del 2 de Mayo de 186f tió como teniente de navio á bordo de mansa al glorioBo combate del Callao, minado su carrera en otro 2 de Mayí i

EL AliMIBAirrB HONTOJO

Si lo es, y si se necesita una trib gonar la infamia, aquí está la nüestn

Conviene advertir que no es cierto mado parte del proceso de Montojo e del Sr. Sagasta á que alude El Progr

En lo que no cabe la menor duda i almirante fué designado como víctim en cuanto se decidió su encarcelamiei

La mala suerte persiguió á Mont Augustín puso el pie en Manila, j co trelló, á pesar de que, conforme se rriendo el velo, se ha descubierto coi y para honra suya, que si otros se h última guerra, ninguno lo hizo en condiciones, presentando el combate una derrota segura y para exponers probabilidades á ser muerto.

La involucración del proceso de So trega del Arsenal de Cavite, al que s mirante por la destrucción de la escu equivocación lamentable, si es que n( culpable error jurídico.

La causa de Sostoa debió haberse Consejo de guerra de Oficiales generaL la de Paredes y Díaz Moreu«

Muchas de las desgradas que cayer<

El. AUUBAUTB HOTTOIO.

<E1 r^reso del almirante Dewey Unidos toma proporciones triunfale que se complace en las coincidencias i ' maneja á bu placer la historia como i i ha qaerido que el vencedor de Cavit sobre el suelo de bu patria orgullosa tos mismos en que un tribunal milita Madrid al ofícial que fué vencido déla : siendo expulsado el almirante Montoj( : española.

ii¿Se puede creer que sea la justicia aidido á estos capiichos de la suerte ? ¿ mirante Dewey toda bu gloria y el al tojo toda su ignominia? Parece más 1 una contradicción, y que si el vencido hasta el punto de ser públicamente puede el vencedor haber merecido de el punto de hacerse digno de semejante De todos modos, hay un penoso cent cable, entre la indulgencia tenida coi que mandaron en Cuba y en las Filipi Augustín, y el almirante que perdi( en Santiago y los rigores de que ha t infortunado marino, que, aun cuando por las apariencias, ha luchado valeroe i

450 ANTB LA opnnóN r antb la historia

de ayer, sino de muchísimos afios atrás, que desgra* ciadamente ni han sabido explotar, en beneficio de la nación , las incomparables riquezas de sus colonias, ni se han cuidado de proporcionarles las necesarias defensas de mar y tierra. Me acuerdo de que el elo-- cuente ex ministro Sr. Canalejas manifestó con la mayor amargura, en el Congreso, el terrible aban- dono en que quedaba la Armada española y, como profetizando el próximo terrible desastre, exclamó: (L¡ Suceda lo que quiera^ la responsabilidad no restd- T>tará de la Marina !i>

9 Al momento en que se supo que la escuadra americana había zarpado de Hong-Kong en direc- ción para Manila, la destrucción total de los viejos, débiles y mal acondicionados buques españoles fué considerada por toda Europa inevitable. Pero la prensa europea, apartada de las pequeñas miserias humanas y juzgando imparcialmente el verdadero heroísmo, aplaudió con el mayor entusiasmo el in- dómito valor del anciano almirante Montojo, que se esforzó inútilmente para dar con el enemigo, no para vencerle, pues era imposible, sino para herir á quien le atacaba á mansalva á causa del mayor alcance de los tiros. ¡Vana ilusión! Los proyectiles incendia- rios americanos caían á su alrededor como tempestad de granizo, desmontando sus cañones, barriendo sus cubiertas , ya saturadas de la generosa sangre de los nobles defensores de la Patria, y, en medio de la te- rrible matanza, rodeado de muertos y moribundos,

EL ALHIRAHTB HOUTOJOí

el estampido de los cafiones y el es' proyectiles, se quedó aquel héroe in dirigiendo las maniobras, Imsta que convirtió en una hoguera de llamas y í con estrépito, y sólo entonces lo aband á otro buque para sufrir el mismo < inevitable resultado. ¿Y á ese héroe di le condena, por un simple error de _ ])ena peor que la muerte? ¿A ese braví lia prestado tantos y tan brillantes » país durante su larga carrera? Pare' Mayor error de juicio, en mi concept del Tribunal Supremo de Guerra en Pero los errores de juicio á veces se p nar, como en el caso presente, y no fa para conseguirlo.

DEste incidente me trae á la memo aquel malogrado almirante inglés Johi valiente oficial de Marina, tan disting (eminentes ser^ñcios, y que había dado l)as de su bravura como marino, fut negligencia en sus deberes enfrente d fusilado á bordo del Monarck, en Spitht conducta no podía merecer la acusación

BL ALMIRAyTB HOHTOJO,

sGrande fué el heroísmo de Daoíz ^ ni el uno ni el otro fueron rodeados, de tantos horrores como Cervera ei Cuba y Montojo en Cavite, ni dieroi de valor. Aquellos dos adalides del Ej bien, del pueblo, tuvieron la suerte < batiendo; y digo auerte, porque si h ilesos, loa franceses los hubieran fusili bara matanza general, á raíz de aqu pueblo madrilefio con los invasores.

nEl pueblo español aunque tarde- estatua en conmemoración de su valo invasión. Quizás en época más ó mei mismo pueblo levantará otra en hont almirantea Cervera y Montojo, que d indómita bravura contra la invasión dt nos en Santiago de Cuba y Cavite.

sQue no se olvidé que hay algunas gloriosas para los vencidos que otras ' los vencedores. Henbv C. Bubt. '. viembre de 1898.»

El Sr. Burt, autor del anterior escri : paflol, como lo indica bien su nombrt ,

EL ALMIRANTE MOIirTOJ(

no será tan ultrajado como en los E31 AzoB.»

«lSíc transit gloria mundii. Ciertí 1 vanagloriarse demasiado Dewey por 1 en agiioa de Cavite, y, si demostró b I cia, así como prontitud en sus mani( : ria cupo á su contrario, tanto más c ; cuanto más desarmado y desprovisto 1 de medios de ataque y defensa, lo ci tácalo para que, sabiendo la suerte d< ^ esperaba, no titubease un momento ( 1 combate, arrostrando la muerte.

De heroico (aé declarado bu comp rante el combate por los fiscales di premo, y, no encontrando nada en qu' acusarle, echaron mano de un pretex : nos versado en asuntos marítimo-mil mente ha de causarle no risa, porque serio, sino asombro é indignación.

Recapitulemos los hechos: Como á 1." de Mayo de 1898 se hallaba el a de los pabellones de los oficiales de Marina, frente á la enfermería. Con é I ban su jefe de Estado Mayor (Boadi

BL ALUIOAKTB llONTOJO.

Mucho se podría decir sobre esta ( del jefe del Arsenal, más que grave, lisima; pero imitando la benevoleucia en quitarle toda importancia, vale m; jando que cada cual haga laa considerac más oportunas sobre este hecho.

Mudos los cañones enemigos; tranq nal, amparado por la bandera blanca;

plaza y aquel establecimiento ¿Qué

almirante allí donde había dos oticia uno de Ejército, Gobernador militar otro de Marina, comandante general

Dio Montojo las órdenes conveníen con las tripulaciones desembarcadas, se ' batallón que se había de poner á lai segundo jefe del Apostadero (Sostoa) disposiciones para marchar á Manila , selo á aquél por conducto del capitán d i Juan de la Concha.

¿Dónde había de ir que no fuera la c i

Destruida la escuadra que había co i los americanos, arbolada en el Arsenal blanca, como queda dicho, y convenc i

I

BL ALMIRANTE HOKTOJO.

tunio del almirante Montojo muchos fieros y amigos. De unos y otros, y. ya por escrito, recibió pruebas de af patía, y, como modelo de nobleza y merece insertarse la carta que el cont Manuel de la Cámara escribió á su amigo, desde Cartagena, en 9 de 1 Dice así :

^Querido Patricio: Honda pena m< teccia del Supremo, acerca delossuc y desde que á mi noticia llegó, forir de dirigirte algunos renglones, que ; cosa, por lo menos te llevarán, por t; tida expansión y palabras de simpati sincera muestra de estimación y I pero, como al 6n el asunto de que 1 era de por triste y árido, y me sol sámente á demorarle, tanto su propi índole, como mi natural é inveterai escribir, descuidé cumplir, á su tiem] de amistad y compañerismo hasta bo; tivo de la tradicional fiesta de los Re cua de los caballeros , todavía en su o teniendo á honor dirigirme á uno que gallarda y noblemente ba combatido que tanta amargura y malos ratos h seguro está pasando, á pesar de hal Bien quisiera, amigo, poder llevar á yory mejor consuelo, que el que p

I

EL ALMIRAKTB UOIITOJO.

«Lo que ese Consejo Supremo < echando un velo sobre el pasado, es 1s bilitación del heroico almirante Mon dose cada uno de sus miembros al preparación de ]& guerra moderna , á trulr el poderío naval español, poniéi tura de estos tiempos, pues, aparte di reses nacionales lo reclaman, lo exij equilibrio naval del Mediterráneo, ce en un lago inglés.»

¿Llegará á ser un hecho la rehabiii mirante Montojo, como desea el arti< i rense? f

¿ Se arrepentirán los marinos de su i

SeHa un acto noble que compeni : bravo marino de sus pasados infortuni

El que le llevase á cabo, se haría aprobación de todos los hombres amar : ticia, y de los que abominan los proced

Tin f>at.Án infnrmftdns pn nn flpntido mf i

L_

Los mKrinoa «spañolcs en «I oombat* I Opinión 1m amniouioa

CARTA OFICIAL DEL CÓNSUL DE BK HONO-EONO AL MINISTRO DE MAR :

Santoaoia d«l Cea>«Jo Sapxsmo da O i ^ ooatra el alminAta ]Kon< ,

Consejo reunido, constituido en e .veintiuno de Septiembre de mil ocho .y nueve. SeBoree: Presidente. Cas Martínez Espinosa. Muñoz. Zi | Cordón. Jiménez. Rocha. Ram Urdangarín. Campa. Herrera.— V causa, seguida en única instancia an Supremo, contra el comandante gene dero y escuadra de Filipinas, contral tricio Montojo y Pasaron, etc.

Considerando, que si bien el almi cumplió á entera satisfacción sus deb comenzó el combate en las primeras 1 ñaña del primero de Mayo de 1898, embarcó en el Arsenal de Cavite; los li

,474 ANTE LA OPINIÓN T ANTE LA HISTORIA

.dos, así como los artículos primero, cuatro, vdnti- dos, tiúmero primero, veintitrés, número primero, treinta y uno, sesenta y cuatro, setenta y cinco, ochenta y cinco, reg;la cuarta y demás de general aplicación del expresado Código penal de la Marina de Guerra: se condena al contralmirante D. Patricio Montojo y Pasaron á la pena de separación del ser- vicio, que producirá su pase á la situación de reserva, con incapacidad para desempeñar destinos, y se ab- suelve libremente al capitán de navio de primera dase D. Enrique Sostoa y Ordóñez. Póngase esta sentencia en conocimiento del Ministro de Marina para su ejecución: remítase el oportuno testimonio al jefe de la jurisdicción de Marina en la Corte, á quien se da comisión al efecto. Y para que conste y ea ciumplimientó de lo mandado expido el presente, vi- aado por el excelentísimo seHor Presidente de este Consejo, en Madrid á veintiséis de Septiembre de núl ochocientos noventa y nueve. José Vidal. Rubri- cado. — Visto bueno. Azcárraga. Rubricado. Hay un sello que dice; Consejo Supremo de Guerra y Marina.

(Extracto y copia fiel del teitimonio expedido en Uadrid en 29 de

S«pliemhredel839.)

476 ANTH LA. OPINIÓN T ANTB LA HISTOBIA

más completa y terminante, todos los cargos que se han formulado contra el desgraciado almirante Mon-

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RAMÓN DE DALMAU Y DE OUVABT MARQUÉS DE OLIVART

Received December 31, 191 1